Imposturas religiosas: malas analogías para la religión
Recordarán los lectores
que hace unos meses escribí una
entrada para desmentir la idea, según la página Ateísmo al descubierto, de que la carga de la prueba recae sobre el
ateo y no sobre el creyente. Bien, la semana pasada volvieron al ataque con un
estado que evidencia la falencia de análisis crítico de los moderadores, como
se puede ver a continuación.
Antes de iniciar la
discusión: no, no se trata de atacar constantemente a Ateísmo al descubierto.
Cualquier otra página podría haber compartido un estado similar y lo criticaría
igual. Pero ellos fueron los primeros en hacerlo, así que su nombre está aquí
en el análisis.
El estado parece algo
sensato, y no carece de veracidad. Después de todo, lo problemático no suelen
ser las creencias, sino lo que las personas decidan hacer con ellas. Sin
embargo, lo que Ateísmo al descubierto
propone aquí no es más que una falacia de falsa analogía. Es decir, se está explicando cómo las acciones de una persona
no necesariamente tienen que ver con sus creencias, pero no se está probando que efectivamente la religión
no influye en las acciones de una persona.
¿Por qué no funciona la
analogía entre la religión y un cuchillo? Porque un utensilio de cocina no es
lo mismo que un sistema de creencias. Un cuchillo no fue construido a partir de
un texto antiguo que presume de ser revelación divina, ni lleva escritos
preceptos que discriminen a diferentes minorías, mientras que las religiones sí
tienen todas estas cosas. Un cuchillo no proclama que los homosexuales, los no
creyentes y los sexualmente liberales no llegarán a los cielos; la Biblia sí.
Un cuchillo no invita a derramar la sangre de infieles; el Corán sí. Un
cuchillo no divide a la gente en clases sociales dependiendo de su origen
espiritual; el Código de Manú sí.
Con frecuencia, quien
usa este tipo de analogías está engañándose a sí mismo, negando cualquier
posibilidad de una observación crítica a su fe. Y ese es el problema de la
moderación, cosa que ya
mencione antes: al rechazar cualquier análisis objetivo de su creencia,
están permitiendo que sobreviva el aliento para los fundamentalistas. Sí, es
cierto que la religión no es una pistola en la cabeza con la que te fuerzan a
hacer algo, y al final depende de la persona ceñirse a tal o cual
comportamiento. Pero un sistema de creencias que avala la discriminación es un
sistema de creencias que a la larga da origen a la violencia, y como tal las
religiones sí pueden tener una influencia nefasta en la sociedad (y a lo largo
de la historia de la humanidad, la han tenido).
¿Saben lo que es más
desconcertante? Que muchos de los religiosos moderados rechazan ciertas
posturas de su fe porque saben que son equivocadas, y a pesar de ello defienden
la infalibilidad de sus libros sagrados, aunque tales equivocaciones estén
escritas en ellos. Y esa posición autocomplaciente, cuando no es ingenuidad
vergonzante, se trata de descarada hipocresía.
Que deba o no
desaparecer la religión es un tema aparte a lo expuesto aquí. Ya he mencionado
en otras ocasiones que no soy particularmente antirreligioso; no obstante, creo
que, ante los problemas y retrasos que causa actualmente en muchas sociedades,
de desaparecer las religiones organizadas (lo que no es lo mismo que la creencia) no se perdería gran cosa.
Seguro, probablemente constituiría una pérdida a nivel cultural, pero un
sistema de creencias que avala la discriminación y sirve de abono para la
violencia no se puede mantener simplemente por “tradición” o “ancestralidad”.
¿Quién tendría el valor de decir, por ejemplo, que abandonar la ablación
femenina o las corridas de toros sería un empobrecimiento de la cultura?
Y no, no estoy haciendo
una analogía, porque hay diferencias fundamentales entre las tres costumbres. Simplemente
explico que el carácter de tradición no debe ser argumento para defender una
costumbre social y éticamente nociva, algo en lo que la religión se convirtió
hace mucho.
Así termina esta
disertación. Si hay personas que no están de acuerdo con lo expuesto, los
invito simplemente a reflexionar. No estoy diciéndole a nadie que abandone su
religión (aunque no sería una pérdida, insisto), pero tómese al menos su tiempo
para meditar si la creencia que usted defiende con tanto fervor es moralmente
la adecuada. Decir que las religiones no tienen que ver con la violencia es
ignorar que suelen avalar la discriminación. El primer paso para la humildad y
la sabiduría debería ser reconocer que su religión carece de verdadera autoridad
moral, en tanto que defienda posturas incorrectas.
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