La objetividad sí es necesaria
Esta es una entrada que
tenía pendiente desde hace meses. Con motivo de la nominación del
pseudodocumental 970 a los Premios
India Catalina (que no ganó), compartí en Facebook una
carta abierta de mi amigo David a los miembros del
comité técnico, pidiéndoles que retiraran el trabajo de Victoria Solano de la
categoría de Mejor Documental. En su momento comenté en mi publicación que la
objetividad sí es valiosa en la investigación (a diferencia de lo que cree
Solano, quien presentó conclusiones prestablecidas en un tono sentimentaloide),
y alguien me replicó que la objetividad “no existe”. Mi asombro fue evidente, y
después de un corto debate, según el cual al defender la objetividad yo estaba
vulnerando los derechos humanos (¿?), dicha persona me envió un artículo de la
revista Convergencia, de la UAEMéx,
titulado La nueva agenda de la filosofía
del siglo XXI: los estudios para la paz. Los autores abogan por una
metodología de deconstrucción (en la forma de denuncia de situaciones de
violencia, marginación y exclusión) y reconstrucción (en el planteamiento de
alternativas pacíficas). Suena atractivo, ¿no?
Excepto que entre las
ideas expresadas en el artículo se encuentra un claro anticientifismo y una
especie de reproche a Occidente, lo que parece ser “lo más trinado” en estos
días de poscolonialismo y relativismo. A pesar que los autores mencionan la
necesidad de la interdisciplinariedad, cosa que yo comparto, hacen énfasis en “la elaboración de nuevas epistemologías,
poniendo bajo crítica el mismo concepto de ciencia occidental”.
Inmediatamente presentan una serie de nuevas “fronteras de las ciencias”, con el fin de establecer un nuevo
paradigma científico, donde la primera de todas dice: “En lugar de la objetividad, deberíamos resaltar el carácter intersubjetivo de la ciencia que pone de manifiesto la
interpelación mutua entre las personas implicadas”, seguido de otras ideas
que hablan de una ciencia de contenido más emocional (y hasta cierto punto
cursi) que racional.
Detecto un problema
inmediato en lo que plantean. Yo sería el primero en decir que cualquier
hipótesis científica es susceptible de análisis y crítica; no obstante, ¿todo
el concepto en sí de ciencia necesita revaluarse en pos de una nueva
epistemología? ¿Y por qué la llaman “ciencia occidental”? ¿Acaso en Oriente, en
África, no hay también este tipo de ciencia? Porque si lo plantean de esta
forma se está siendo evidentemente discriminatorio -y autoaniquilante, pues las
ideas que los autores presentan surgieron a partir de planteamientos
filosóficos “occidentales”, y la filosofía es una ciencia como tal-, y por
tanto es un despropósito para los estudios de paz que pretenden construir.
Volveré a esto más
adelante. El principal inconveniente es que los autores proponen reemplazar la
objetividad con la intersubjetividad. ¿Qué es eso? Básicamente, consiste en enfatizar
las relaciones personales entre individuos para la construcción de
conocimiento. En palabras castizas, el conocimiento se obtiene a partir de
consenso. No es difícil ver de dónde proviene este planteamiento: el siempre
complicado y sobrevalorado posmodernismo.
La corriente
posmodernista se caracteriza por un rechazo completo a los fundamentos del
modernismo y a la racionalidad en sí. Para los posmodernistas, presumir de
saber la verdad es un acto sacrílego, pues esta no es más que una construcción
social dependiente de la percepción del sujeto, el contexto histórico en el que
se sitúe, o incluso en la sociedad en la que se dé. En ese sentido, para los
posmodernistas la objetividad no es algo absoluto, puesto que es un concepto
que pertenece a la “ciencia occidental”, y los métodos de dicha ciencia no son
aplicables a otras formas de conocimiento.
De hecho, para el
filósofo Thomas Kuhn, si dos ciencias no manejaban el mismo lenguaje teórico
entonces no se podían comparar adecuadamente, y es imposible decir que una sea
superior a la otra, con o sin evidencia de ello (inconmensurabilidad). También
creía que las revoluciones científicas no se daban por análisis de evidencias a
favor o en contra de un paradigma, sino que ocurrían por consenso científico. Sí,
como comprenderán, el relativismo, ya sea cultural o filosófico, está asentado
dentro del pensamiento posmoderno.
El gran problema del
posmodernismo y el relativismo es creer que toda forma de conocimiento es el
resultado de interacciones sociales, y es por ello que afirman que la
objetividad “no existe”. Señores: la ciencia no es una democracia en la que el
número de científicos apoyando una hipótesis determinada es lo que define una
nueva teoría científica. La teoría newtoniana de la gravedad no se considera
correcta simplemente porque un grupo de señores en bata decidieron que era más
bonita: las hipótesis de Newton pudieron comprobarse a partir de experimentos y
ensayos enmarcados en el método científico. Eso, señores, es objetividad: tener en cuenta los datos
y evidencias antes de aceptar una idea, una hipótesis. Esto no es un
pensamiento patrimonio de Occidente: el pensamiento científico y sus métodos
son aplicables a cualquier persona, pues no es un razonamiento difícil de
hacer.
A los posmodernistas
les incomoda aceptar el método científico, porque lo consideran una creación “occidental”
y arrogante que desprecia cualquier otra forma de conocimiento. Sin embargo, ¿no
es más arrogante creer que un chamán tiene el poder de curar enfermedades,
simplemente por pertenecer a una “cultura ancestral”? Puede que las bebidas que
prepare sí tengan propiedades medicinales, pero dichas afirmaciones deben
comprobarse a través de un análisis riguroso antes de asumirse como tales.
Aceptarlas sin comprobación sería irracional. Creer que toda forma de
conocimiento surge de una perspectiva enteramente subjetiva es irracional desde
su núcleo, pues entonces, ¿no es subjetiva también la idea de que toda verdad
es subjetiva? El relativismo del posmodernismo hace que se destruya a sí mismo.
Todo no vale, puesto que se estaría violando el principio de contradicción; no
es posible que la homeopatía sea verdadera al mismo tiempo que la química, ni
el creacionismo junto a la evolución de la vida. La evidencia debe prevalecer
ante la ideología y la creencia.
La principal razón por
la que los posmodernistas se oponen al método científico de la ciencia “occidental”
es más cultural e histórica que filosófica. Ocurre porque las civilizaciones
europeas oprimieron a muchos pueblos tecnológicamente menos avanzados. De
hecho, según los autores, las culturas no occidentales han sido “subordinadas” y “silenciadas por la cultura occidental del pensamiento único”. Sería
insensato debatir las acciones negativas y crueles de muchos episodios de
colonización y conquista –aunque, siendo sensatos, cada pueblo humano ha crecido
sobre los huesos de otro-; no obstante, ni esto niega la funcionalidad del
método científico, ni pone en un pedestal cualquier expresión cultural o
conocimiento de los pueblos oprimidos. Esa es una muy mala falacia por
asociación. Que la Conquista haya sido una atrocidad no invalida de ninguna
forma el aporte cultural proveniente de la civilización europea (aunque tampoco
justifica sus acciones), ni significa que todas las costumbres de los pueblos
indígenas eran dignas o moralmente adecuadas. Y no significa, de ninguna forma,
que el método científico sea reprochable.
La idea de los autores
de fomentar las relaciones sociales y dejar de lado la objetividad como parte de
estudios para la paz es atractiva, pero insostenible. ¿Por qué? Porque cuando
estamos, por ejemplo, hablando entre culturas, habrá diferencias fundamentales que
generarán conflicto, y los cuales la intersubjetividad no resolverá de ningún
modo. Pensemos, por ejemplo, en la ablación del clítoris que se practica en algunos
países africanos y de Oriente Medio, así como en algunas tribus indígenas americans. La objetividad nos dice que cualquier costumbre que propicie
daño al cuerpo humano es una barbaridad que debería desaparecer, pero de
acuerdo con las ideas posmodernistas, esa es simplemente nuestra percepción
occidental, y no debemos imponerla. La intersubjetividad nos llevaría a ignorar
el daño, y en cambio dialogar acerca de ello. ¿Sobre qué? ¿Métodos más
higiénicos de mutilar a sus niñas? Si se trata de que abandonen dicha práctica,
entonces debemos asumir que estos
pueblos no tienen la razón al practicar la ablación, porque ningún humano
debería mutilar a otro, y menos a un menor de edad sin la capacidad de
discernir sobre estos actos. Eso sería un pensamiento racional, y por lo tanto
objetivo, y destruiría inmediatamente el marco intersubjetivo de los “estudios
para la paz”. Incluso tratar de “humanizar” la ablación sería un acto objetivo,
porque sabríamos el daño que hace, y al tratar de minimizarlo asumimos que es
una costumbre bárbara.
Es sumamente molesto
que se diga que la objetividad no existe (o que está sobrevalorada, como afirma
Victoria Solano), y lo es aún más cuando se asegura que defenderla es pisotear
los derechos humanos. Pisotearlos es permitir que existan personas que mutilen
a sus hijas sólo porque es “su cultura” y “su percepción”. Pisotearlos sería
creer que no tenemos derecho a indignarnos por el trato a las mujeres en los
países islámicos simplemente porque es cosa de su religión. Pisotearlos sería
aceptar que se discrimine a una persona por nacer de alguna parte (o ninguna)
del cuerpo de un dios primordial, simplemente porque así lo creen en otro país.
Eso sí sería pisotear los derechos humanos. Los posmodernistas que tanto abogan
por el multiculturalismo acrítico son quienes más permiten que se violen los
derechos humanos.
Por supuesto, no se
trata de llegar a otro país y cambiar sus costumbres a sangre y fuego. Eso
sería una imbecilidad gigante como el Everest. Es necesaria la educación y por
qué no, el diálogo también. Sin embargo, no podemos dejar de comprender que es
necesario un análisis racional en el tema a discutir, y si esto se hace,
entonces podremos darnos cuenta que, por más que los posmodernistas y
relativistas culturales así lo quieran, un pensamiento científico y objetivo
nos dirá quién tiene la razón en un debate. Y este pensamiento lo aplicamos
diariamente; después de todo, cualquier posmodernista seguirá mirando ambos
lados antes de cruzar la calle.
Porque la preferencia no valida la creencia.
No le digas a Catalina Ruiz-Navarro que la verdad no se decide por consenso, que va y se nos suicida.
ResponderEliminarSu elección. Culpa mía no será. :D
EliminarYo tuve una charla con 2 relativistas sobre la ciencia "occidental" en contraposición, supuestamente, de la ciencia oriental, la "medicina alternativa" y naturista. Por supuesto me dijeron que los estudios revisado por pares y publicados en una revista de buena trayectoria hace parte de la imposición de esta ciencia lucrativa y que viene de "El sistema".
ResponderEliminar¡Muerte a la objetividad!
Esa siempre es su excusa: la imposición del "sistema", ese que nadie puede explicar bien, pero al que todos los relativistas acuden. Es difícil debatir con gente así, porque son intransigentes y dogmáticos: nunca van a aceptar la información que vaya en contra de sus creencias.
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