Una de las formas más astutas de promover discursos en contra de grupos sociales marginalizados es construirlo de forma tal que parezca no estar atacando directamente a las personas, sino a sus ideas y conjunto de posturas a nivel sociopolítico. Es una estrategia bastante efectiva, porque no es difícil vender que el activismo político sólo involucra eso, política, cuando en realidad ocurre que ciertos casos se tratan no sólo de ideas políticas, sino de argumentos culturales, étnicos, médicos e incluso biológicos. Y cuando olvidas todo lo que no es político en ese grupo social que lucha por sus derechos, es difícil notar que estás pasando de la oposición política a una discriminación rayana en el exterminio.