Precaución ante la desesperación: entre la ivermectina y la “MMS”
Tras
un convulso año de pandemia, ya tenemos en estos días 20 vacunas desarrolladas contra el SARS-CoV-2 que han
alcanzado la fase final de pruebas clínicas,
con siete de ellas en uso limitado y tres aprobadas del todo. Laboratorios de
todo el mundo se dedicaron a la ardua tarea de desarrollar en el menor tiempo
posible una forma de contener al COVID-19, y sin duda han cumplido con creces.
Aunque es comprensible que, dado el corto tiempo relativo de desarrollo, puedan
surgir dudas sobre la respuesta positiva o los efectos secundarios de algunas
de ellas, no se debe perder la vista de que el desarrollo de la mayoría de
ellas ha estado bajo un intenso escrutinio científico durante las fases
clínicas de desarrollo, y los reportes iniciales de los programas de vacunación
ya iniciados son alentadores, por lo cual considero que vale la pena tomar la iniciativa.
Por
desgracia, siempre hay personas que se oponen o incluso desalientan a otras
ante el prospecto de la vacunación, Pero no por dudas plausibles que se puedan
tener sobre la seguridad de las vacunas desarrolladas, las cuales puedo
entender que hayan, sino por una narrativa complaciente de que hay alguna
especie de “conspiración” de las farmacéuticas, intentando suprimir las
verdaderas curas milagrosas ante la pandemia. En particular debo citar dos de
esas “curas”: una que podría ser un tratamiento prometedor, pero que no es la
“estrategia secreta” del éxito de otros países, como mencionan en un mensaje de
Whatsapp, y no debería ser recomendada de forma irresponsable; y otra que es
básicamente veneno en botella.
¿Y
las razones para defenderlas? “Pues, porque
yo de tonto no tengo un pelo”. Ya llegaremos a ese tema de los
“iluminados”. Odio ser mosca en sopa, y a mi salud mental no le place (menos
desde los sucesos que lectores habituales conocen
muy bien)
buscar discusión con personas que no suelen tomar a bien las críticas en cuanto
a la confianza desmesurada en soluciones imprecisas; sin embargo, como he
tenido que interactuar con defensores de esas “curas”, me siento impulsado a
dar un punto de vista argumentado. Concentrémonos en las recomendaciones de
“salud”.
Hace
unos días, compartieron en un grupo de Whatsapp, del cual hago parte, un
mensaje sobre el supuesto valor de la ivermectina como el secreto detrás de la
baja tasa de contagios en Australia –contexto: con menos de 30 mil casos al 5
de febrero de 2021, Australia ha sido un caso destacado por su manejo de
la pandemia-. El mensaje tiene
muchas cosas cuestionables, que harían levantar la ceja con suspicacia, pero en
general la historia de “lo que las farmacéuticas no quieren que lo sepas”, cosa
con la que llevo peleando desde tiempos de la moringa, es atractiva para muchos, y frustrante para otros. Voy
a ir analizando por partes para contextualizar mejor la respuesta. Dicta así:
PERDIERON LA GUERRA LOS FABRICANTES DE LA MUERTE, POR ESO ESTÁN DESESPERADOS POR VACUNAR AL MUNDO..!!! AQUÍ TIENEN EL ARMA QUE DESTROZA ESTE VIRUS..
Típico
mensaje farsante que empieza con palabras estrambóticas, generando desde el
inicio una desconfianza con los planes de vacunación. De milagro no dicen que
fueron esos “fabricantes de la muerte” los que diseñaron el virus, pero
considerando que por la estructura del mensaje, tiene ya cierto tiempo de estar
rodando por redes, no me sorprendería que el autor original lo crea así.
En Australia todo el País toma, IVERMECTINA, simple antiparasitario y todos se hicieron INMUNES AL COVID 19 por 20 días, luego vuelven a tomar la dosis y así cada 20 días, sin efectos colaterales… Por eso en Australia la vida es normal, nadie anda con mascarillas ni guantes… En semana santa, el Presidente ordenó a todo el País salir a divertirse (viven del turismo) y dijo que NADIE SALGA CON MASCARILLAS, NI GUANTES, y no hubo un solo infectado, ni un solo muerto…
Sí
es cierto, por otro lado, que en Australia las autoridades no recomendaban el
uso general de mascarillas, más que en regiones donde la transmisión fuera alta, pero no por el uso de ninguna ivermectina, sino
porque sus calculadas y bien aplicadas restricciones de viaje y aislamiento
social lograron funcionar muy bien para contener la pandemia, y el ritmo de
infección se redujo significativamente hacia finales de abril -el segundo pico
de infección fue más localizado, en el estado Victoria, y logró contenerse en octubre luego de cuatro
meses-. El uso de mascarillas es mandatorio en regiones como Nueva Gales del
Sur y Victoria actualmente, pero en general hay restricciones sociales que los
ciudadanos han sabido cumplir, y eso ha contribuido también al éxito
australiano. No hay ninguna medicina milagrosa involucrada.
DOCTORES, deben tomar IVERMECTINA para que no se enfermen…
¿Cuáles
doctores? ¿Por qué en esta clase de mensajes siempre mencionan supuesto
respaldo profesional, pero ninguna evidencia profesional o algún nombre en
particular? Digo, si en Australia fue tan exitoso el uso de la ivermectina,
mínimo el Comité Principal de Protección Australiano de Salud (AHPPC),
integrado por oficiales estatales de salud, o el Ministro de Salud, Greg Hunt,
estarían haciendo lobby para que la OMS la considerara como un tratamiento
exitoso de prevención, sobre todo en un momento donde es la población mundial
la que se encuentra en riesgo.
- Adultos tomar, 2 pastillas cada 20 días, 2 horas antes o después de comer, sólo con agua, no tomar con jugos… otras 2 tomar 20 días después…Y así cada 20 días.
La dosis es de una gota por c/ kilo de peso, igual 2 horas antes o después de comer, sólo con agua. Y a los 20 días repetir.
Aquí
me confundo. ¿La dosis son dos pastillas cada 20 días, o una gota por kilo de
peso corporal? Porque no es lo mismo,
y si entiendo los principios de dosificación, ese cálculo de 1 gota/kg parece
atrozmente desproporcionado. Explicaré unos párrafos más adelante lo que es el
medicamento, pero para que tengan una idea, la posología usual de la ivermectina es de una única dosis oral de 150-200 microgramos/kg,
lo que equivale entre 1-4 comprimidos (dependiendo de la enfermedad y el
endemismo de la misma) cada seis meses;
sólo el tratamiento de la escabiosis (sarna, para entendernos) permite una
segunda dosis a los ocho o quince días, si aparecen nuevas lesiones o el examen
parasitológico es positivo, y con algunas infecciones severas de otros
parásitos se requeriría de cinco a siete días seguidos de dosis. Una gota por
kilo cada veinte días tendría que dar lugar a una intoxicación severa, y la
forma en que ponen uno y otro “tratamiento” a la vez es confuso y hasta
peligroso.
ESTO HACE INMUNE
Mmm…
Discutible cuando menos. A ver las evidencias.
La ivermectina es antiparasitaria, bloquea la membrana y el núcleo celular evitando que el CORONAVIRUS LA ATRAVIESE e impidiéndole que se reproduzca… Si el CORONAVIRUS no atraviesa la membrana celular, entonces no se produce ningún problema, no hay inflamaciones, ni tos, ni gripe, ni fiebre, no hay nada de nada… ESA ES LA MAGIA DE LA IVERMECTINA…
AHORA BIEN… Si los doctores toman ivermectina, ninguno se contagiará así esté con pacientes infectados… Y si todos los niños toman ivermectina, ninguno en la escuela se contagiará y andará sin mascarillas y sin guantes, vivirá una vida normal.
Estructura química de los componentes de la ivermectina.
Entremos
en materia. La ivermectina es un medicamento fabricado a partir de la unión de
dos avermectinas, obtenidas de los procesos de fermentación de una
actinobacteria, Streptomyces avermitilis.
Es utilizada como tratamiento de diferentes infecciones parasitarias,
principalmente helmínticas (es decir, de gusanos), pero también para tratar
piojos y ácaros, y también parece ayudar a reducir la población de mosquitos portadores de
malaria, tanto a través de cebos
tóxicos de azúcar como por su presencia residual en la sangre de individuos
medicados. Actúa afectando los canales de iones (proteínas de la membrana
celular que permiten el paso de iones) en las células de diferentes
invertebrados, generando una hiperpolarización en las membranas, lo que causa
parálisis fatal en las funciones musculares y nerviosas del parásito (es decir,
tiene un efecto neurotóxico en invertebrados). De hecho, es también utilizada
como antiparasitario veterinario.
Con lo explicado anteriormente, ¿tiene algún sentido que la ivermectina actúe como un antiviral? En principio no, dado que el tipo específico de canales de iones que afecta, canales de cloro, se encuentra en mamíferos sólo en el cerebro y el cordón nervioso. De hecho, por eso es relativamente segura para nosotros, pues no puede cruzar la barrera hematoencefálica, excepto si la dosis administrada llega a ser muy alta (de ahí la importancia de la dosificación), así que no compromete nuestras funciones nerviosas. En otras palabras, como no puede actuar directamente en nuestra membrana celular, y por lo mismo tampoco puede proteger el núcleo de las células, no tendría mucha “magia” para impedir una infección por SARS-CoV-2.
Sin embargo, y esto es importante
a tener en cuenta, podría tener formas más indirectas de actuar contra una
infección, pero llegaré a eso más adelante. Por ahora, estamos revisando el
mensaje de Whatsapp, y lo cierto es que, con lo anterior, no hay entonces ningún
tratamiento actual de prevención que estén aplicando en el sector de la salud
integrando la ivermectina; de hecho Merck, la misma empresa farmacéutica que
desarrolló la ivermectina, declaró hace poco que no existe evidencia significativa de su éxito en la
prevención o tratamiento de COVID,
por lo cual desalienta su uso en dicho enfoque. De los niños ni hablar: parece
más un poco de manipulación emocional apelando a la parte más vulnerable de la
población (ya saben, a lo Helena Alegría), pero sin argumentos concretos (de
hecho, ¿dónde está la posología infantil en la confusa parrafada anterior?).
LA IVERMECTINA es inocuo, no produce ningún efecto colateral… Se usa contra la malaria, la ceguera del río, el sida, el dengue hemorrágico y ahora contra el COVID 19, contra la diabetes, y el cáncer del pulmón…
Ehhh…
Veamos: como mencioné, al ser un antiparasitario sí es un tratamiento estándar en la ceguera de río, aunque sólo
mata las larvas del nematodo responsable (Onchocerca
volvulus), así que debe tomarse al menos una vez al año durante 10-15 años,
que es el tiempo de vida del adulto, para evitar una nueva carga larvaria.
También es cierto que parece ser un medicamento prometedor para reducir la
población de mosquitos portadores de malaria, y debido a que “intoxica” la
sangre, podría también tener un efecto en Plasmodium,
el protisto responsable (el cual se desarrolla dentro de los glóbulos rojos),
así que se está evaluando su uso como tratamiento para la malaria; en general
es tenido en cuenta para enfermedades tropicales como el chikungunya y la
fiebre amarilla, aunque aún sin evidencia concluyente. Y eso es todo.
Las
otras enfermedades y condiciones de salud citadas me parecen la clásica lista
que ponen los mercachifles de productos maravilla cuando tratan de vender una
medicina “milagrosa”. ¿Qué efectos puede tener un medicamento antiparasitario
en la proliferación anómala de células (cáncer) o la producción baja o nula de
insulina (diabetes)? Ni hablemos del SIDA: de hecho, no es aconsejable
administrar ivermectina cuando el paciente se medica con inhibidores de
proteasa del VIH, porque estos medicamentos tienden a inhibir el trasporte en
las glicoproteínas responsables de la barrera hematoencefálica, y se incrementa
el riesgo de una mayor absorción de ivermectina en el tejido encefálico y
espinal (sin embargo, esperar a más adelante para una posible sorpresa).
Y
por supuesto, decir que es inocua es también debatible, en especial con una
recomendación tan bárbara de 1 gota/kg. Ya mencioné el riesgo de dosis
excesivas: si es absorbida hacia el cerebro, la ivermectina puede generar una
depresión del sistema nervioso central y ataxia en mamíferos, un riesgo
bastante importante. Tampoco es recomendable para pacientes con problemas renales
o hepáticos, y una sobredosis puede generar vómitos, diarrea, dolores
abdominales, edema, dermatitis y dificultades respiratorias. Como todo
medicamento, no será inocuo si se aplica de forma irresponsable, tal como lo
hace el autor del mensaje.
AL PARECER, DIOS nos dio una sustancia para superar esta PANDEMIA y quizás todas las que vengan…
Ya,
claro, Dios… Miren, no me quiero meter con las creencias religiosas de nadie,
pero si alguien en un mensaje dudoso como este, cita a un personaje divino, entonces
es mejor que corran al otro lado y no le presten atención, porque se quiere
aprovechar de sus inquietudes espirituales para manipular sus emociones y
hacerlos más receptivos a su nefasta hipótesis.
Mi objetivo es decirles lo que no les dice la OMS.
La
clásica teoría de conspiración, y la narrativa de los que dicen tener “la
verdad”: los poderosos no nos cuentan nada porque van a ganar miles de millones
con las vacunas. ¿De verdad necesito decir algo más en este apartado?
PARA ENTENDER AL COVID 19, DIVIDIR EN DOS
1.- Afecta pulmones y la respiración produciendo coágulos.
Sí
hay evidencia de que genera coagulación intravascular diseminada (CID), aunque
no es la única lesión pulmonar que produce (afecta directamente los tejidos alveolares, por ser abundantes en la
enzima ACE2 que el virus utiliza
para penetrar a la célula hospedera) ni la única vascular (el COVID parece generar
procesos de vasoconstricción,
lo cual por supuesto afecta la oxigenación en la circulación pulmonar).
Entenderlo tan sólo desde los coágulos sería insuficiente.
2.- Afecta el estómago produciendo diarrea, dolor estomacal terrible y perjudicando hígado, páncreas, riñones y corazón…
En
efecto, puede causar diarrea,
náuseas, vómitos y pérdida de apetito. No existe ninguna patología pancréatica
asociada al COVID, pero sí se ha detectado
que puede generar acumulación microvesicular de grasas en el hígado
(esteatosis), así como necrosis celular hepática aguda, y también son frecuentes problemas cardíacos en
pacientes con casos severos, probablemente
por la presencia de enzima ACE2 en las membranas de las células cardíacas.
Finalmente, lesiones y fallas renales también están asociadas al
fallecimiento de algunos pacientes de COVID,
incluso aquellos que nunca han tenido problemas renales. Acertado en este
punto.
SOLUCIÓN:
1.- Para que no afecte los pulmones tomar ivermectina.
No.
De momento no está claro que sea un tratamiento válido o seguro. Recomendarlo
sin más puede ser arriesgado.
2.- Para que no afecte el estómago, hígado, páncreas, riñones y corazón, se toma un té calentando jugo de limón, cáscaras de limón verde, pepas o semillas de limón y pedacito de jengibre… y este antídoto funciona en 5 minutos.
Vaya, ¿con tiempo estimado de efecto y todo? ¿No suena ese té a cualquier limonada con jengibre que la abuela nos recomienda para paliar los síntomas de un resfriado?
Aquí
me choca mucho ese balance entre confiar en un medicamento sintetizado por la
investigación científica y usar un remedio casero contra los síntomas de la
gripa (y es perfecto, repito, para aliviar los síntomas, pero no para curar o
evitar la infección), mientras se desdeña la investigación detrás del diseño de
las vacunas. Sospecho que es parte de esa falacia horrible de apelación a la
naturaleza según la cual todo lo “natural” es bueno, y que por eso citó a Dios
un par de oraciones antes, para darle un tono de investigación “pura” a la
fabricación de ivermectina.
Y
no estoy despreciando la herbolaria ni las recetas populares, ni de lejos: yo
soy de los que andan tomando limonadas calientes si mi nariz empieza a gotear,
porque cuando me resfrío por lo general me tocan un par de días con malestar
general, y es frustrante. Pero una cosa es que ayuden a aliviar síntomas, y
otra que puedan prevenir una infección viral.
Difundir el uso de la IVERMECTINA como profiláctico contra el Covid 19 que nos permita proteger nuestra salud y a salir de este problema económico…
Insisto,
de momento eso no es responsable. Sin embargo, y si los lectores llegaron hasta
aquí sin enojarse o putear contra mí (cosa que agradezco en verdad), hay una
cara amable en todo este asunto, y es que a diferencia de esa otra atrocidad
que aparece en el título, la ivermectina sí
tiene una prospección interesante que podría dar luz verde a su uso en el
tratamiento del COVID… si se verifica bien.
Desde que arrancó la pandemia, se ha estudiado el potencial efecto antiviral de varios medicamentos para ser aplicados en la prevención y/o tratamiento de la infección con SARS-CoV-2 (esto se conoce como reposicionamiento o reperfilación de medicamentos), y por supuesto la ivermectina entre ellos. Y a pesar de lo que he comentado hasta ahora, resulta que los resultados preliminares fueron prometedores, pues en análisis in vitro ha reflejado efectos antivirales de amplio espectro con diferentes tipos de virus con ARN de material genético, tales como el dengue, la fiebre amarilla, el virus del Nilo Occidental, diferentes influenzas de origen animal e incluso VIH-1 (por eso les dije antes que esperaran a este párrafo) y SARS-CoV-2. Al parecer, esto se debe a que la ivermectina actuaría inhibiendo una proteína de transporte nuclear, la importina α/β1, que es aprovechada por este grupo de virus para cargar su material genético al núcleo de la célula hospedera (¡vaya, el autor del mensaje horrible le atinó sin saber!). Si puede confirmarse que su uso es seguro y, sobre todo, efectivo en pacientes con COVID o personal médico en condiciones de bioseguridad, sería una medida fantástica.
Estructura de las importinas.
El
problema es que estos resultados preliminares se alcanzaron con dosis mucho más altas de las aprobadas
actualmente para la aplicación segura de la ivermectina, por lo que su efecto antiviral dependería de una
dosis tóxica para el ser humano, y si el mecanismo de acción tras ello es en
efecto la inhibición de importinas, la absorción del medicamento a través de la
barrera hematoencefálica no sería el único efecto adverso a considerar. Esto no significa que se deba descartar de
inmediato la ivermectina, sino que son necesarios estudios más rigurosos y
pruebas clínicas que permitan diseñar una estrategia de uso seguro en un
potencial tratamiento para el COVID-19. Digamos que de momento parece ser
efectiva, mas no segura para la salud, y por eso hace falta más información: un
martillazo en la cabeza con una almádena es efectivo para quitarte el dolor de
muelas, pero creo que coincidimos en que no podría llamarse un tratamiento
seguro.
Y
no es que estemos escasos de estudios: a enero de este año, se habían realizado
más de 40 pruebas evaluando la efectividad del uso de la ivermectina, y muchos
muestran resultados al parecer muy positivos. No obstante, y tal como señala la
última actualización de la Guía de
Tratamientos de COVID-19,
a mediados de enero, la mayoría de los datos clínicos obtenidos hasta ahora
tienen información incompleta y limitaciones metodológicas importantes como el
tamaño de muestra, diferentes dosis del medicamento, el uso de otros
medicamentos en conjunto, la ausencia de información sobre la severidad de
casos de infección registrados en algunos estudios… Así, no es prudente asumir
dichos resultados como una evidencia sólida para aprobar el uso del
antiparasitario
Tomen
como ejemplo estos dos
estudios
que alguien me citó en un corto intercambio de Twitter. El primero, donde se
evalúa la eficacia del uso de ivermectina en conjunto al iota-carragenano,
carece de tablas que muestren los resultados de los análisis estadísticos que
mencionan (los cuales permitirían corroborar si son datos significativos), no
hay información del nivel de severidad de infección en los individuos que resultaron
positivos en análisis PCR, no disciernen entre la influencia de la ivermectina
y la del carragenano, y su discusión es prácticamente ausente: es más un
sumario sin fuentes que traten de explicar los resultados obtenidos, y en
general da una impresión tan frustrante de correlación sin evaluación de
causalidad que, desde mi perspectiva como científico, es sorprendente que haya
sido publicado con un vacío tan grande de información. El segundo es mucho más
detallado, pero noten que la página de Research
Square aclara que aún no ha sido revisado del todo por pares evaluadores, y
por lo tanto su publicación preliminar no
debe interpretarse como un respaldo a la validez de su argumentación o su
uso en una guía de prácticas clínicas. De hecho, los mismos autores admiten una
serie de limitaciones metodológicas que podrían comprometer los resultados
alcanzados, y en las conclusiones son enfáticos en lo siguiente (negritas
mías):
“A pesar de la alentadora tendencia que esta base de datos existente muestra, aún no es una evidencia lo bastante robusta para justificar el uso o aprobación regulatoria de la ivermectina. Sin embargo, la actual escasez de evidencia de alta calidad sólo resalta la clara necesidad de pruebas clínicas de gran escala y mayor calidad, que garanticen investigar todavía más el uso de la ivermectina.”
Lo frustrante cuando señalas por precaución esta clase de limitaciones, es que la gente está tan angustiada y desesperada por probar cualquier posible medicina, que les permita superar el terror de un contagio a sí mismos y a sus familiares, y regresar a un ritmo de vida normal, que te acusan de ser inmoral o pesimista si no apoyas el uso de un tratamiento potencialmente útil, aun cuando no hay una evidencia clara de su efectividad o seguridad. Así que pido disculpas de antemano si en los próximos tres párrafos elevo el tono, pero mantener la serenidad es difícil cuando tienes que ser franco.
Entiendo
muy bien la angustia que se tiene en este momento tan aciago para nuestra
sociedad. Y por supuesto que quiero que exista un tratamiento exitoso y
accesible para toda la población, algo que de verdad frene el ritmo de contagio
y fallecimientos no sólo en mi país, sino en todos los que tienen que lidiar
con esta crisis. ¡Por supuesto que
quiero ver cómo termina esta angustia constante! Sin embargo, no puedo aceptar que esto se haga con
prisas, abriendo los oídos a cualquier dulce melodía que sale de las voces de
charlatanes. No puedo aceptar que
haya líderes irresponsables que den espaldarazos a tratamientos no verificados,
jugando con su población, ni puedo
aceptar que su defensa al comprobarse la inutilidad de los mismos caiga en
un estándar tan pobre como “por lo menos no
maté a nadie”. Y no puedo aceptar que un sistema de
salud deficiente y abusivo con su personal le haya recomendado a mi familia un medicamento sin evidencia de calidad en su efectividad,
y además con un riesgo asociado, para tratarse el COVID-19.
Pues
sí: los cuatro miembros de mi familia se contagiaron con el dichoso coronavirus
en noviembre. Y aunque por fortuna ninguno terminó internado en una clínica, mi
padre sí tuvo un caso moderado con problemas respiratorios, así que estuvo
medicándose por un buen tiempo. En el tratamiento le sumaron la comentada
ivermectina, pero por ser paciente con problemas de salud asociados a sus
contraindicaciones, optó por no tomar el antiparasitario. E hizo bien, porque
arriesgarse de esa forma con un medicamento del que ya se sabía en ese entonces
que no tenía evidencia de efectividad, habría sido insensato y peligroso, y de
haberlo sabido yo en ese momento –no me enteré sino hasta hace poco, a través
de mi hermana-, me habría enfurecido con la EPS por su ligereza de juicio. No:
no creo saber más que el personal de salud, pero como científico comprendo lo
suficiente para saber que, si tus resultados no son significativos o la evidencia
que muestran no es robusta ni puede ser contrastada ni replicada, ¡no puedes aplicarlos como hechos
objetivos! ¡No hay seguridad en una metodología así!
Y
es que, si en las próximas semanas se verifica de manera
exitosa y robusta el uso seguro de la ivermectina en el tratamiento del
COVID-19, lo celebraré como
todos, pero eso será en efecto cuando
por fin contemos con información fiable y bien respaldada, porque decir “no
hay suficiente evidencia robusta” no
significa en ningún contexto científico “esto funciona”. Así que no usen conmigo ese mugroso argumento de
manipulación moralista según el cual eres inmoral o desconsiderado por no
rendirte a la angustia de la gente al aceptar cualquier tratamiento, aunque no
esté comprobado, porque supuestamente no estoy considerando la prioridad de
salvar vidas. No: inmoral es seguir
difundiendo mensajes de Whatsapp con un puñado de desinformación y conspiración,
sin ninguna fuente seria; desconsiderado
es jugar con la salud de la población respaldando el uso sin evaluar de
medicina que luego será escasa para quienes sí la necesitan; más inmoral es crear terror y
desconfianza entre la gente con un tema tan importante como la vacunación,
después de haber visto el regreso de enfermedades que ya habíamos visto
superadas; y entorpecer la evaluación objetiva de un tratamiento
por culpa de su aplicación irrestricta,
como ha ocurrido con la ivermectina en Latinoamérica, sí que es desconsiderado. Si quieren buscar irresponsables y faltos
de empatía con la situación actual entre quienes piden mesura y sensatez en
medio de tanta preocupación, mientras recomiendan supuestas soluciones sin el
necesario respaldo objetivo, búsquense un espejo.
Retomo la calma. Van ya doce páginas en Word y aún no hablo del dichoso dióxido de cloro, el promocionado como “Solución Mineral Milagroso” (MMS, por sus siglas en inglés), que también ha sido presentado como un tratamiento para prevenir la infección con SARS-CoV-2. Por fortuna con este no es mucho lo que toca refutar, porque es un caso totalmente distinto a la ivermectina. Al menos esta ha mostrado resultados interesantes; sí, necesitan mejores estudios clínicos, pero ha mostrado indicios. La MMS no es más que una toxina embotellada promocionada por charlatanes, que ha demostrado consistentemente no sólo su inutilidad, sino también sus graves efectos en la salud.
Contexto:
en 2006, el entonces cienciólogo Jim Humble publicó un libro donde proponía el
uso de esta sustancia y acuñó su nombre “milagroso”. Se trata de una mezcla de
clorito de sodio con un ácido como jugo de cítricos o vinagre, la cual produce
dióxido de cloro, compuesto que normalmente es utilizado como blanqueador, potabilizador de agua y
como tratamiento en aguas de piscina. Según Humble, este maravilloso producto
curaba una amplia gama de enfermedades, entre ellas malaria, hepatitis, la
gripe porcina, acné y (no podían faltar) VIH/SIDA, cáncer y autismo infantil;
posteriormente, en 2016 admitió que la MMS no
curaba nada, aunque aún podía
consumirse para combatir los efectos de otros químicos y de alimentos en mal
estado.
Eso
no ha impedido, claro, que la “iglesia” que Humble fundó, Génesis II Salud y
Sanación, haya seguido promocionando la MMS como medicina, y el año pasado no
tardaron en presentarlo como una cura para el COVID-19 (de lo cual había
hablado aquí).
También lo han comercializado y defendido el supuesto científico alemán Andreas Kalcher (quien tiene cargos en España
y Argentina
por estar implicado en problemas de salud pública) y los conspiracionistas
Qanon, orgullosamente antivacunas. De hecho, la idea de su “potencial curativo”
llegó incluso a tener respaldo implícito del cretino ex Presidente Donald
Trump, siendo esta la posible
razón argumental tras su desastrosa e irresponsable conferencia en abril donde sugirió investigar el uso de desinfectantes y
rayos UV como tratamiento.
Lo
cierto es que no hay evidencias de la efectividad de la MMS como panacea, más
allá de anécdotas no comprobadas –y no, gente: testimonios sin evaluación científica no son evidencia-, las
afirmaciones del libro de Humble, y las entidades de salud y alimentación a
través del mundo alertan constantemente a la población desde 2010 a no consumir
este producto. Esto es porque el dióxido de cloro es tóxico al ser ingerido, puede causar diarrea, vómitos, daño en las mucosas
intestinales, y en casos más severos está asociado a daño renal agudo. En Estados Unidos, gracias a la batuta de la nefasta
Kerri Rivera ha sido aplicado por muchos padres de niños autistas que creen que sus
hijos tienen una enfermedad que puede curarse, y los abusan sometiéndolos al calvario de ese
compuesto en ingestión oral, baños y hasta enemas, a menudo con efectos secundarios graves en la mucosa
intestinal, hígado y riñones. Y como los comerciantes de la MMS suelen presentarla como potabilizador de agua (una aplicación que sí sería real),
trabajan desde páginas como Facebook e Ebay, las cuales como sabemos no siempre
son rigurosas a la hora de evaluar contenido peligroso, y ni el clorito de
sodio ni los jugos cítricos son productos ilegales, las autoridades tienen
problemas en combatir su comercialización.
(Entre
paréntesis: debería hacer a futuro una entrada sobre mitos y “curas” del autismo,
visto que es un caballito de batalla que suele repuntar en la promoción de
supuestos remedios milagrosos. Cierro paréntesis.)
Por supuesto, menciono la MMS por el caso de la modelo y DJ colombiana Natalia Paris, quien como respuesta a las críticas por la falta de bioseguridad vista en una fiesta en Cartagena, en un video que subió a su perfil de Instagram, recomendó el uso de dióxido de cloro por encima de la vacunación, ya que según ella “es el remedio que te salva de vacunarte” (en realidad, parece que no es nueva en esto de dar “consejos de salud” dañinos): incluso promocionó en sus redes a su principal proveedor en Colombia, un “angelólogo” y gurú de pseudociencia llamado Samir Namen. La Superintendencia de Industria y Comercio tomó rápidamente cartas en el asunto, ordenándole a Paris que cese de promocionar la sustancia, y a Namen no sólo que cese de venderla, sino que otorgue también información de sus distribuidores y puntos de venta en Colombia, so pena de recibir fuertes multas. Y no puedo dejar de mencionar la penosa e irresponsable defensa que hizo la actriz y activista política Cony Camelo, quien asegura que la OMS levantó el veto contra el uso de dióxido de cloro como tratamiento por la presión científica (cosa que por supuesto es mentira) y aludiendo también a una supuesta conspiración farmacéutica en el tema de la vacunación.
Tampoco es que me sorprenda mucho de Cony Camelo: su
ídolo político ya hizo una aparición similar en este blog,
respaldando el tratamiento falso de un homeópata desacreditado.
¿Pero por qué sería mejor
arriesgar el pellejo con una vacuna que usando ivermectina o esta porquería de
MMS? Bueno, porque en principio las candidatas a vacunación han estado sometidas a diferentes fases de
pruebas clínicas, con protocolos rigurosos, y se puede
rastrear su proceso de desarrollo y publicaciones de los resultados clínicos. De hecho
recuerden que la principal y
justificada crítica a la vacuna rusa Gam-COVID-Vac (popularizada como
Sputnik V) es el secretismo con el que se manejaba la información de las
primeras fases clínicas, hasta que hace poco publicaron
los resultados de la Fase II en la prestigiosa revista científica The Lancet, los
cuales dan garantía tanto de su efectividad como su seguridad. Eso es una
diferencia importante con la mayoría de
los estudios de ivermectina, y cualquier
testimonio sesgado sobre la supuesta magia del dióxido de cloro.
Entiendo, como dije, que la velocidad de diseño de algunas vacunas hace que la gente tenga dudas sobre la calidad de las pruebas realizadas, pero como explica el químico especializado en biomedicina y vacunación David Bautista en un hilo de Twitter, eso tiene una explicación: las vacunas consisten en un antígeno (la molécula viral que se necesita para generar respuesta inmune) y una plataforma (vehículo de encapsulación, coadyuvantes.. el resto del material de la vacuna, en resumen). Muchas empresas farmacéuticas y laboratorios ya tenían plataformas de vacunas desde hace años, enfocadas a otros virus como el SARS-1 y el VIH; sólo era cosa de obtener el antígeno específico del SARS-CoV-2 a través de los viriones, y adaptar las plataformas al mismo. Al mismo tiempo, se optimizaron las pruebas in vitro y las Fases I (evaluación de seguridad, <100 voluntarios) y II (evaluación de eficacia, 200-500 voluntarios) de ensayos clínicos de vacunas candidatas se efectuaron en conjunto para reducir el tiempo hacia la Fase III, que requiere miles de voluntarios y técnicamente no se puede acortar mucho en tiempo. Así que sí es científicamente plausible que en un año se hayan podido desarrollar terminar de evaluar clínicamente al menos una decena de vacunas candidatas, tal como ahora.
Esquema de la composición y efecto de una vacuna.
¿Significa que no se puede criticar a las farmacéuticas? En absoluto. Sin duda varias han sabido aprovechar la coyuntura mundial para coercionar, en cierta forma, a varios países para firmar acuerdos cuestionables de distribución, y con costos bastante altos, y las potencias han estado tanto ejerciendo presión para generar su propia vacuna como para acaparar millones de dosis de las ya aprobadas o cercanas a la aprobación, en un refrito decepcionante de la carrera espacial y tecnológica durante la Guerra Fría. La misma OMS, consciente de esto, decidió formar la alianza Covax, destinada a garantizar la distribución de vacunas a cientos de países, con énfasis hacia aquellos en vías de desarrollo o de pocos recursos, al mismo tiempo que criticó duramente el egoísmo de los países más ricos y el oportunismo de varios laboratorios. Sí hay mucho por cuestionar del procedimiento de laboratorios y farmacéuticas detrás de las vacunas, pero a nivel de sus prácticas corporativas, más que del desarrollo de los productos.
Si
soy franco, a veces es frustrante hacer este tipo de entradas. No tanto porque
sea extensa y tenga que buscar tanta información, sino porque, como seres
humanos, aún nos cuesta mucho separar nuestras apreciaciones subjetivas en
torno a hechos objetivos. Confiamos en aquello que percibimos como útil o
deseable, pero no siempre nos sentamos a pensar si realmente es útil o
efectivo. Y con la medicina, y las recetas populares o los bálsamos de
Fierabrás que abundan de manos de estafadores, podemos ser traicionados por
nuestros propios prejuicios, así que cuando uno critica estas cosas, la gente
suele reaccionar cerrándose a cualquier atisbo de duda. Es cada vez más
frecuente, así que no puede uno evitar desalentarse un poco.
El escritor Terry Pratchett dijo alguna vez: “El problema de tener una mente abierta es que la gente insiste en entrar dentro y poner allí sus cosas”. Así que mi invitación es que cuando alguien llame a su puerta pregonando las maravillas de alguna medicina, o vean que recomiendan de repente un tratamiento que en fuentes de autoridades especializadas del tema no mencionan, infórmense. Verifiquen de qué se trata el producto, qué respaldo tiene en estudios científicos, qué datos e información presentan esos datos científicos. Nuestra capacidad de asombro y anhelo de saber son herramientas fantásticas, así que procuren siempre ponerlas a prueba.
Pues yo me vacunare en cuanto pueda. Aun tengo cierto resquemor y aunque ya han validado mas la vacuna rusa (que tanto secretismo causaba desconfianza), me producia inquietud la rapidez con que se montó todo. Y claro vendran las preguntas de que porque no hay vacunas para otras afecciones y los Antivac lo usaran de excusa para sus diatribas.
ResponderEliminarPero el punto es que despues de esto las cosas ya no volveran a ser "normales". Nunca lo fueron, pero queda claro que este año fue una inflexion en la historia humana.
Yo al final, llevo la primera dosis de Pfizer. Y claro, a todos les inquietó el tema de la vacuna rusa. Ya hemos visto uno que otro caso de salud que se ha querido vincular a la vacunación, pero por fortuna sin evidencia causal. Lo que sea que venga después de un período tan complejo para nuestra sociedad, contemos con que al menos amplíe las perspectivas.
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