El costo de ser animales sociales durante el aislamiento
Seguro
parece molesto ser tan insistente en tomar la actual pandemia de SARS-CoV-2
como tema principal de las últimas entradas, pero las actuales circunstancias
han hecho reflexionar a muchas personas sobre aspectos de nuestra sociedad (lo
que no significa que debemos dejar de lado otros temas críticos, como el caso
de corrupción durante la campaña de Iván Duque o el tercer blanqueamiento en la
Gran Barrera de Corales de Australia en cinco años). Les comenté primero sobre uno
que otro mito acerca del origen del virus; luego, repasando
sobre los errores que debemos evitar durante estas circunstancias –spoilers:
los seguimos cometiendo-. Hoy, por
otro lado, quiero tomar un enfoque un poco más indirecto en cuanto a las
consecuencias de las medidas actuales que se han tomado en varios países.
La
cuarentena a la que muchos países se han tenido que ver sometidos para frenar
la expansión del virus va a ser un asunto más bien largo. Debemos comprender
que para lograrlo, las cosas no van a terminar no más a mitad de abril: en
China se relajaron las medidas de aislamiento en varias ciudades cuando se
percibió una disminución en el crecimiento exponencial de contagiados, y esto
provocó un nuevo repunte en las cifras. No es cuestión de ser alarmistas, pero
es necesario ser consecuentes con la realidad: si tenemos que permanecer
aislados hasta tres meses, deberá hacerse.
Por
desgracia, hemos visto lo mucho que nos cuesta conseguirlo. Quiero dejar de
lado los asaltos a supermercados, que es clásico de desesperados y antisociales
que aprovechan el caos, o el caso de los vendedores informales que siguen
violando la cuarentena. Todas estas son tristes consecuencias de nuestro
sistema socioeconómico neoliberal y no es lo que quiero observar, sino más
explorar un tono psicológico y biológico: el por qué nos impacta tanto tener
que estar aislados. Y es, por supuesto, por ser los primates que somos.
Nuestro
orden de mamíferos presenta una complejidad impresionante en sus redes
sociales, dependiendo de su tamaño, composición de sexos y cohesión (es decir,
la fuerza de los vínculos entre individuos), conformando un espectro que
comprende siete niveles de organización social a través de las especies, que
comprende desde las especies solitarias hasta aquellas con sociedades modulares
y diferentes niveles de estructuración. Las conductas sociales en los primates
se ven entonces definidas por su organización social, su estructuración (o sea,
la diversidad de interacciones interindividuales) y el sistema de apareamiento
en la especie, los cuales confluyen en diferentes factores que definen y
mantienen la estabilidad de los grupos sociales entre las especies. Es por ello
que en nuestra especie, las diferentes culturas y civilizaciones comparten
entre sí la promoción de virtudes como la cooperación y el altruismo, pues
ayudan a estabilizar y mantener la cohesión social.
Nuestra
especie, el Homo sapiens, como
miembro de los llamados grandes simios (familia Hominidae), presenta también
una organización social compleja que ha ido variando a lo largo de la historia
como consecuencia de las condiciones ambientales y la disponibilidad de
recursos; sin embargo, en su núcleo más básico, seguimos manteniendo la
importancia de las interacciones entre individuos, ya sea por consanguinidad o
afinidad. Entrar en contacto con otros individuos nos ayuda a conseguir
recursos (no hablo sólo de efectos materiales, sino también de beneficios a
nivel psicológico), pero también a mantener los vínculos afectivos, una parte
fundamental de nuestra salud emocional a nivel individual. Para colmo, la mayor
parte de nuestros medios de subsistencia y pasatiempos populares requieren
interactuar con otras personas de manera constante. ¿Entienden hacia dónde
quiero llegar? Permanecer aislados va en contra, por decirlo de alguna forma,
de nuestras propias bases biológicas.
Seguro
que muchos ya lo han sentido. Somos un animal de costumbres, y tener que
cambiarlas de golpe es durísimo para la mayoría de nosotros. Tener que
mantenerse encerrados todo el tiempo en la casa, con poca actividad física,
limitadas interacciones sociales y encima con restricciones en el contacto
físico (que también es muy importante en nuestra especie para la expresión de
emociones y sentimientos) genera frustración, ansiedad, estrés e incluso puede
conducir a la depresión. El hecho de que haya artículos sobre cómo
cuidar la salud mental durante
la cuarentena y guías de apoyo
diseñadas por psicólogos en estos días es un reconocimiento de
cómo una situación inesperada de aislamiento contribuye a afectar nuestra
mente, y debería hacer reflexionar también sobre las secuelas emocionales del matoneo, el
ostracismo (usado
como control social por grupos religiosos como los Testigos de Jehová para
presionar a disidentes en su redil o distanciar a miembros de su secta de
familiares no conversos) y otras formas de aislar socialmente a una
persona.
Es
por ello que, fuera de las preocupaciones económicas y responsabilidades que
obligan a muchos a salir, es comprensible que tantas personas se comporten de
forma irresponsable con respecto al bienestar social. Muchos no soportan estar
tanto tiempo sin ver o hablar con sus seres queridos, en especial las personas
mayores, a quienes de por sí se les tiende mucho a aislar dentro de las
familias. Por su parte, varios de los que siguen haciendo parrandas frente a la
casa, o saliendo a festejar, lo hacen porque ante la incertidumbre prefieren
pasar un momento de calidad con su gente antes de que todo se vaya al carajo.
Por
otro lado, la prolongada inactividad frustra e incomoda a muchos por la
sensación de no estar haciendo nada productivo. Las interacciones sociales
también guardan un componente de dependencia a la validación externa que, en
parte por nuestro sistema socieconómico imperante, se asocia mucho a la
productividad y al trabajo. Debido a esto, el descanso o la inactividad durante
un aislamiento extendido pueden hacer sentir culpables a muchas personas que no
quieren percibirse a sí mismas como perezosas.
Finalmente,
aunque esto podría ser un poco más subjetivo en mi parte, la mayoría de las
personas son más extrovertidas que reservadas, por lo cual requieren de
constantes estímulos externos que no son fáciles de obtener en un aislamiento
prolongado. Las interacciones sociales son uno de los estímulos externos más
fáciles de conseguir, y también de los más enriquecedores, por lo cual es muy
difícil ser forzado de golpe a una introspección y a reflexionar detenidamente
en nuestras relaciones y aficiones. Muchos no están acostumbrados a permanecer
tanto tiempo con sus propios pensamientos. No
es fortuito que haya tantas personas haciendo videos en TikTok o cumpliendo
retos y acertijos en las redes sociales, o que Pornhub
y páginas de revistas y periódicos hayan liberado su contenido Premium o
exclusivo a suscriptores en todo el mundo. No es sólo para compartir sin
problemas la información requerida sobre el avance de la pandemia: ¡estamos
pidiendo a gritos salir del estancamiento sensorial!
“Sí… todos
sufrimos un poco”
En
lo particular, a mí no me molesta tanto el aislamiento, o no lo haría si no
fuera porque
sigo tratando de salir de un cuadro de depresión, por lo cual
permanecer solo tanto tiempo no ayuda, y porque estoy muy atrasado con la parte
de laboratorio de mi proyecto, y siento que no estoy avanzando nada -¿ven lo
que les digo de la validación por productividad?-. Soy más bien introvertido, a
veces incluso tímido, por lo cual mis interacciones sociales son más bien
puntuales, y mis actividades y pasatiempos son en su mayoría a puerta cerrada.
He aprovechado este tiempo para seguir escribiendo, de forma que pueda mantener
un mejor ritmo con el blog, y he encontrado que los videojuegos ayudan mucho a
despejar la mente, al pensamiento rápido y a la motricidad fina; nunca tuve una
consola en la casa, y antes de la Halo-manía
me daba mucha ansiedad la sola idea de agarrar un joystick (de hecho, aún me molestan sus vibraciones), así que no
fui muy amante de los videojuegos, pero ha sido un descubrimiento interesante
para el computador. Como mi cumpleaños fue estos días, me propuse hacerme un
arroz con camarones que jamás había intentado y que de hecho me salió bien. Y
por supuesto mantengo comunicación con mi familia y con amigos, así que procuro
reportar periódicamente mi estado de ánimo a personas de confianza. He tenido
uno que otro bajón, pero en general me siento mejor de lo que esperaba.
Eso
sí, no se piense el lector que aquellos que son introvertidos, o que presentan
algún trastorno cognitivo que genere problemas de
interacción social, son menos vulnerables al aislamiento. Para muchos es
también agobiante quedarse solo con su mente, y la ansiedad ante la incertidumbre
también puede ser magnificada a extremos. Por ejemplo, una
joven autista se suicidó hace poco en Reino Unido ante el estrés del
aislamiento social y el temor a contagiarse del virus, resaltando la
importancia de los vínculos sociales, incluso entre los que hacen parte de
grupos vulnerables: todos los seres humanos requerimos de una red de
interacciones sociales, aun cuando a algunos nos cueste mucho construirlas o
preferimos que no sean tan frecuentes.
Lo que quiero que
entiendan, entonces, es que entiendo muy bien el por qué a la mayoría le cuesta
tanto estar encerrado. Es estresante, agobiante, y va en contra de nuestras
facultades mínimas de socialización. Sin embargo, por lo mismo debemos
comprender que tenemos una responsabilidad no sólo con nuestra propia salud y
la de nuestros seres queridos, también con nuestra sociedad. Si queremos que
toda esa red interactiva permanezca estable a largo plazo, debemos resistir el
mantener al mínimo nuestras interacciones exteriores.
Por ello, me uno también
a los que recomiendan realizar actividades periódicas durante este aislamiento
inesperado. Procuren enriquecer la lectura (Amazon, por ejemplo, también
liberó su contenido de audiolibros), pasar el tiempo con juegos didácticos
para los que tienen hijos, hagan ejercicio, traten de escribir o retomar
pasatiempos que los llenen dentro de casa. Ninguno esperaba tener que
permanecer encerrado por tanto tiempo, pero ya que las circunstancias están dándose
de esta manera, podemos ayudarnos entre primates a mantener la tranquilidad
hasta que pase la coyuntura. Saludos, y mucha fuerza a todos.
Y por supuesto, eviten estas comparaciones de “a X le
va peor” cuando alguien les hable de su salud mental.
-Esta cuarentena de verdad me está afectando. Trabajar
desde casa aumenta mi depresión.
-Llorón. ¡Deberías estar feliz! Otros están perdiendo
su trabajo. ¡Da gracias!
-¿Por qué no cierras tu estúpida boca?
-¡No hace falta insultar!
-Otros reciben una paliza. ¡Da gracias!
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