Curiosidades entre los creacionistas
Después
de la extensa entrada anterior sobre los vicios y fracasos de la izquierda, necesito descansar un poco mi cabeza antes de
retomar vuelo. No es que demore mucho en entradas tan largas, por lo general
entre uno y cuatro días, pero es un poco agotador. Así que, para hacer un
espacio entre una próxima entrada, traigo una nueva traducción de una corta
entrada del escritor Michael Shermer. En esta ocasión el trabajo de traducir
fue de uno de los seguidores de mi
página en Facebook, a quien le
agradezco por enviarme el artículo. Yo sólo me encargué de pulir un poco la
sintaxis, y salvo por la nota al inicio, una palabra en otra lengua y el título
de un libro, las cursivas en las citas son de mi intervención.
La
nota no es muy larga. Se trata de una experiencia que tuvo Shermer al viajar a
algunas atracciones enfocadas en el creacionismo, a dos siglos del nacimiento
de Charles Darwin (es interesante ver los “argumentos” de algunos
creacionistas). Como siempre, hay un enlace al artículo original en inglés.
Creacionismo en 3-D
Por Michael Shermer
Año: 2009
Título original: Creationism in 3-D
Traducido por Luis Mendoza
Un
escéptico habla con tres tipos de creacionistas que afirman que la ciencia
apoya sus creencias, aunque se contradigan las unas a las otras.
Durante el montón de
celebraciones por el bicentenario del cumpleaños de Charles Darwin en febrero,
visité las periferias del escepticismo evolucionista para entender mejor cómo
una de las de las más grandes teorías científicas puede ser aun puesta en duda.
El Zoológico del Arca
de Noé en Bristol, Inglaterra, es administrado por un gentil caballero llamado
Anthony Bush que insistió en que no lo confundiera con esos “lunáticos creacionistas americanos” que
piensan que la Tierra tiene solo 6000 años. “¿Y cuántos años crees que tiene?”,
le pregunté. “Oh, he resuelto que tiene
aproximadamente 100.000 años de edad, con Adán y Eva cerca de 21.000 años”
(en una diferencia de orden de magnitud eso hace al señor Bush sólo unos cinco
ceros alejado de la realidad).
¿Qué hay, insistí, de
toda la evidencia geológica de una tierra mucho más antigua? ¿Todos esos estratos de, digamos, arenisca –arena
suelta y comprimida en rocas durante periodos inmensos? Esos estratos están
fijos en cada estación, como los anillos en los árboles, explicó Bush.
Interesante analogía, dado que podemos ver arboles creciendo año tras año, ¿pero
dónde podemos encontrar arena siendo comprimida anualmente en una roca?
En el Museo de la Creación
en Petersburg, Kentucky, aprendí que la Tierra fue creada en el año 4004 A.C, por
el mismo tiempo en que los mesopotámicos inventaron la cerveza (“Eso es en la línea de tiempo secular”,
me dijeron). Dioramas muestran a los niños jugando alegremente cerca de
dinosaurios vegetarianos, incluyendo un Tiranosaurio rex y un Utahraptor, cuyos dientes y garras como
dagas, informaban, eran usados para partir cocos antes de la Caída. Pero luego la
serpiente tentó a Eva, que luego convenció a Adán de probar el fruto del
conocimiento del bien y el mal –tras lo cual los dinosaurios se volvieron
carnívoros, los humanos pecadores y Noé reunió a los animales en el Arca
(también representado en un drama diorámico con condenados gritando sobre rocas
a punto de inundarse).
Mi excursión terminó
con una entrevista con Georgia Pourdom, una mujer complaciente y brillante
(Ph.D. en genética molecular de la Universidad de Ohio), quien explicó que la
visión del mundo que tengas (la bíblica contra la secular) determina cómo
interpretas los datos.
Argumenté demostrando
que Francis Collins, antiguo jefe del Proyecto Genoma Humano, es un cristiano
evangélico renacido que acepta por completo la evolución. En su libro El lenguaje de Dios (Free Press, 2007), Collins
describe elementos repetitivos antiguos (AREs) en el ADN que surgen de los
transposones o “genes saltarines” que
se copian e insertan a sí mismos en otras ubicaciones en el genoma, usualmente
sin ninguna función. Cuando alineas secciones de genomas de humanos y ratones,
los AREs están en la misma ubicación. “A
menos que uno esté dispuesto a tomar la posición de que Dios ha colocado en
estos AREs decapitados en estas posiciones precisas para confundirnos y engañarnos”,
asegura, “la conclusión de un ancestro
común para humanos y ratones es virtualmente inevitable”.
Collins está
equivocado, declaró Purdom, porque “él no
acepta la historia bíblica en Génesis, así que comienza con sus ideas acerca de
lo que ocurrió en el pasado en vez de lo que Dios dijo que ocurrió en el
pasado, así que está interpretando esos datos teniendo en cuenta ese punto de
partida”.
La ciencia metida a la
fuerza en las escrituras también estaba dolorosamente expuesta en la
Universidad de North Florida, donde debatí con el fundador y cosmólogo bíblico
jefe de Reasons To Believe, Hugh Ross, un creacionista de la Tierra Antigua que
cree que los autores bíblicos describen el universo en expansión en pasajes
como Job 9:8, donde Dios “extiende los
cielos”, e Isaías 40:22, donde Dios “extiende
los cielos como una cortina, los despliega como una tienda para morar”. La
palabra clave en hebreo es natah, que
significa “extender” como una manta o una tienda, y es una metáfora para el
domo o pabellón del cielo y las estrellas fijas que formaban la base de la
cosmología de los antiguos hebreos, derivada de la anterior cosmología
babilónica durante el cautiverio judío en Mesopotamia.
En mi opinión, Ross
emplea el sesgo retrospectivo cuando rebusca a través de las escrituras en
busca de pasajes que vagamente se asemejen a hallazgos científicos actuales. Si
los cosmólogos hubieran descubierto que vivimos en un universo cerrado que
eventualmente colapsará, entonces me parece que Job 9:7 funcionaria bien para
confirmar que Dios “manda al sol, y no
sale; y sella las estrellas”.
Busca y encontraréis…
Comentarios
Publicar un comentario