¿Está sobrevalorada la capacidad crítica del ser humano?
En otra conversación con mi amigo David,
debatíamos acerca del documental The Last
Dragon y sus implicaciones y “efectos”. The
Last Dragon, para el que no lo recuerde, fue un trabajo de docuficción (que
no debe confundirse con docudrama o mockumentary)
creado en 2004 para Channel 4 en Reino Unido, y que fue visto por nosotros a
través de Discovery Channel. Partiendo del supuesto “¿Cómo sería si hubiesen
existido los dragones?”, el trabajo fílmico nos mostraba un supuesto cadáver
congelado de un dragón descubierto en los Cárpatos, al tiempo que presentaban
un cuadro especulativo acerca de los orígenes y evolución de las mitológicas
criaturas.
El
debate fue bastante divertido, aunque por momentos se tornó sarcástico. David
criticaba con ardor el documental, mostrándolo como un ejemplo de cómo los
canales de divulgación científica han entrado en decadencia al emitir programas
dedicados a pseudociencias como la ufología o la parapsicología (pueden verlo
en History Channel o Discovery), o que simplemente son poco rigurosos en ciencia
(como muchos programas cursis en Animal Planet). Por mi parte, aunque no puedo
defender completamente a Discovery, disfruté el documental, aunque durante la
discusión me di cuenta que el trabajo dejó en evidencia algo que debería ser
mayor motivo de vergüenza que su emisión, y así se lo dije a David.
Antes
de explicar más, haré unos comentarios pertinentes sobre The Last Dragon: no, no puedo defender el rumbo actual de los canales
de divulgación científica. Sin embargo, hay que comprender que dichos canales
son empresas, y como tal buscan el mayor mercado de acceso posible. Por ello,
para poder llegar a un mayor número de consumidores, empezaron a emitir
programas con temas que agradaran a muchos, por más irracionales o poco
científicos que pudieran ser. Esto no es una justificación, sólo una exposición
del asunto. Comparto con David la opinión de que este tipo de programas no
deberían ser emitidos por un canal que se supone es de divulgación científica,
pues entran en conflicto con sus propósitos, y definitivamente han hecho mella
en su calidad.
Pero
tengo que romper una lanza por The Last
Dragon. Realmente lo disfruté mucho cuando lo vi, especialmente porque
trataban de darle una base científica a todos esos rasgos característicos de
los dragones, como la capacidad de vuelo y su habilidad de respirar fuego
(aunque no fue convincente su explicación de cómo un tetrápodo pudo de repente
desarrollar dos miembros funcionales adicionales). Desde el inicio se
comprendía que era un trabajo de ficción en el momento en que presentaban la
pregunta problema. Y a diferencia de pseudocumentales como 970, no pretende ser algo real: sólo muestra un hecho que, en
teoría, todos deberíamos saber que
es irreal (la existencia de dragones), y darles una posible explicación
científica, representando cómo sería si realmente hubiera ocurrido. No es muy
diferente de las películas del género de metraje encontrado, como Holocausto caníbal, El proyecto de la Bruja de Blair o V/H/S. Y a diferencia de lo que muchos creen, la docuficción no es
algo nuevo: el término lo es, pero trabajos de este tipo ya existían desde
décadas tan anteriores como la de 1920.
El problema con The Last Dragon, y con otros documentales de este estilo como el
muy mencionado trabajo de las sirenas (que no he visto), es que Discovery
Channel los publicitó como si fueran trabajos reales, como si de verdad se
hubiera encontrado un dragón congelado en los Cárpatos, en vez de
promocionarlos como lo que eran: obras de ficción que partían de dos palabras
conocidas: “¿Y si…?” Eso fue una falta de compromiso con su propósito inicial.
El resultado fue que muchas personas terminaron creyendo que estas cosas habían
pasado. Y me gustaría decir que sólo niños o gente con poca educación podrían
creerse que los dragones o las sirenas son reales, pero el caso es que me he
encontrado a más de un colega en biología que estaba seguro que el documental
de las sirenas estaba basado en hechos reales.
La
estrategia de promoción, sin embargo, puede ser una crítica contra Discovery
Channel, pero no es una crítica justa contra The Last Dragon o Mermaids:
The Body Found, y no se puede demeritar el trabajo visual o argumentativo
de ambas docuficciones (que tuvieron sus críticos, independientemente de esta
polémica, y es lo normal con cualquier trabajo audiovisual) por la forma en que
Discovery los promocionó. Eso sería una falacia.
Curiosamente,
The Last Dragon tuvo una polémica
menor en su origen por la promoción que tuvo que la ocurrida en Latinoamérica,
algo que no pasó con Mermaids. El
problema real que fue evidente tras estos sucesos, y esa fue mi principal
discusión con David y el tema principal de esta entrada, es que más que reflejar
el oportunismo de los otrora medios de divulgación, terminaron mostrando la
pésima recepción crítica de mensajes en el espectador promedio, profesional o
no.
Y
resulta que esto deja muy mal parados no solo a los espectadores, sino también
a los escépticos que mantenemos una postura
crítica sobre la teoría de la manipulación mediática. Hay suficientes motivos
y evidencia para cuestionar la idea de que a través de los medios
audiovisuales, especialmente la televisión, se modifique el pensamiento y la capacidad
crítica del ciudadano. Esto no es más que parte del discurso tendencioso y
muchas veces ridículo de los que se dicen “rebeldes”, que siempre buscar
criticar al “sistema” (paradójicamente, si esto fuera cierto, dichos “rebeldes”
no tendrían la capacidad de darse cuenta de ello y protestar).
Sin
embargo, sucesos como los de The Last
Dragon, y especialmente Mermaids,
hacen pensar que efectivamente nuestro cerebro puede ser una pasta inútil, o
que por lo menos su capacidad de análisis crítico de los mensajes que recibe es
muy inferior a la que le otorgamos. ¿Será esto real? ¿Estaremos sobrevalorando
nuestra recepción crítica, y en verdad seremos tan mentalmente simples como
para que una pantalla modifique nuestro razonamiento?
Explicaré
bien por qué me surgen dichas preguntas. Se supone que es de conocimiento pleno
que los dragones son puramente seres de mitología, tal como lo son las hadas o
los unicornios. Hay libros donde se explica esto claramente, incluyendo los
orígenes de dichas creencias, e incluso en los diccionarios tradicionales hacen
énfasis en que son mitología. ¿Cómo es que una persona, al ver en la televisión
un supuesto documental donde aparece un dragón congelado, no piensa: “Pero, y si esto es verdad, ¿por qué no lo he
visto en las noticias o en el periódico? ¿Será que es real, o es como una
película?”? No parece algo difícil de hacer, y no creo que sea necesario
tener una formación de nivel universitario para tener al menos un nivel básico
de análisis crítico (y viendo cómo varios estudiantes de universidad y algunos profesionales
se lo creyeron, parece incluso ridículo creerlo). ¿Qué pasó entonces? ¿Por qué
tantas personas se lo creyeron? ¿Por qué la gente tiende a creerse cosas que
son a todas luces falsas, como las fotos de esqueletos humanos gigantes, o el
pastel que supuestamente le echaron en la cabeza a Juan Manuel Santos durante
una reunión con los campesinos, o los memes cristianos sobre Albert Einstein?
¿Por qué nadie se molesta en contrastar toda esa información con fuentes que
corroboren o desmientan lo que ven?
Afortunadamente,
tales interrogantes cuentan con una respuesta que no implica la inutilidad de
nuestra masa encefálica, aunque tampoco deja en buena posición nuestra actitud.
Es, simplemente, la pereza intelectual. En otras palabras, no es que no
contemos con la capacidad suficiente para analizar críticamente los mensajes
que nos llegan de los medios audiovisuales: es que no tenemos la costumbre de molestarnos
en averiguar, a través de otras fuentes, si tales mensajes son reales. Es más
una actitud conformista que incapaz, a diferencia de lo que ladran los “rebeldes”.
Por
desgracia, ese conformismo refleja una gran falla en nuestro sistema de
educación, y es que no se está preparando adecuadamente a la gente para que
mantenga un procesamiento crítico de la información: se tiene la capacidad,
pero no se le da estímulo en la educación, y por ello, las personas suelen
conformarse con los mensajes más cercanos que reciban, o los más acordes a su
línea de pensamiento. Por supuesto, y esto hay que admitirlo, no ayuda mucho
que en un canal que se considera de divulgación científica se promocione un
trabajo de docuficción sobre dragones o sirenas como si fueran reales. Es
necesario que se cultive el análisis crítico de la información y la inquietud
científica que se necesita cuando se consultan temas de cualquier clase. Y no
es necesario tener una bata de laboratorio o manejar ecuaciones al dedillo:
basta con tener la costumbre de no quedarse con un solo lado de la moneda, con
enfrentar los datos recibidos con información disponible. Es irónico que
Internet ponga toneladas de noticias y temas a nuestro alcance, y sin embargo
no le demos el uso adecuado. ¡Aprendan a buscar información!
Con
esto no le estoy dando apoyo a los conspiranoicos y “rebeldes”, no. De hecho,
irónicamente, suelen ser ellos los primeros que mantienen su pereza intelectual
intacta cuando jamás se molestan en contrastar la información de los medios
acordes con su ideología con la que proviene de otras fuentes. Eso es estancar
su recepción crítica, porque entonces cualquier noticia de la que se enteren
(por ejemplo, las continuas noticias antiestadounidenses de RT) se la creerán sin tomarse el trabajo
de corroborarla, y en cambio cualquier información que cuestione sus posturas
será considerada por ellos como “manipulación mediática”.
Y aquí termino. Quizás he sido poco severo con The Last Dragon, aunque hago énfasis que
tiene sus detractores y críticas muy válidas. Y de nuevo, soy de la idea que
Discovery, como canal de divulgación, no era el espacio adecuado para
docuficciones como esta o Mermaids
(decir que hoy en día no lo es resulta casi tonto), o que por lo menos se les
promocionara con una publicidad seria, explicando en qué consistían realmente.
Sin embargo, considero que es mucho peor que el televidente promedio sea tan
perezoso de ver este tipo de programas y no tenga ningún interés en averiguar
si lo que ha visto es cierto, o es un invento audiovisual. Tenemos que ser más
proactivos y menos autocomplacientes a la hora de corroborar la información.
Pasamos del muro de FB a los blogs: http://de-avanzada.blogspot.com/2015/04/capacidad-critica.html
ResponderEliminarDefinitivamente! Muchas gracias por compartirlo.
EliminarEl sesgo de confirmación está un poco mencionado en el texto cuando digo que muchos sólo se limitan a las fuentes cercanas a su ideología, aunque faltó profundizar un poco. No conocía el efecto contraproducente: le echaré un vistazo.
Ese documental lo vi hace rato, no me lo creí, no sé por qué, no medité sobre eso, solo lo disfruté, pero sí han decaído esos canales.
ResponderEliminarEsto me recuerda, hace tiempo, Animal Planet pasaba historias macabras sobre leyendas de personas que se convertían en monstruos y demás, era un niño, pero siempre tuve presente ese canal como uno de ciencia...
A mí también me gustó mucho cuando lo vi, y también me di cuenta que no era real. Con mi primo biólogo me di cuenta, justamente, que lo de las extremidades adicionales no estaba bien explicado, porque genéticamente hay limitaciones para eso en el desarrollo.
EliminarAnimal Planet siempre tuvo algunos programas de misterio con animales, y había también uno de criptozoología (aunque no recuerdo si era en Animal o en Discovery). Eso no es nuevo para ellos, sólo que en los últimos años han incluido muchos otros programas que disminuyen su calidad como canales de divulgación.