La insufrible dualidad libro-película
Aproximadamente hace un
mes y medio, a raíz de una pregunta hecha a mi amigo David Osorio en Ask.com,
la cual originó una conversación algo divertida, decidí que era tiempo de ver
la reconocida y controvertida película Saló,
o los 120 días de Sodoma, inspirada en un libro del Marqués de Sade, Las 120 jornadas de Sodoma (jornadas o
días, depende de la traducción). No tenía en principio interés en buscar la
fuente que lo inspiró, hasta que alguien nos recomendó, con cierto elitismo a
mi percepción, que debíamos leer el libro, el cual era mucho mejor que la
película de Pier Paolo Pasolini, de la cual no habló con tanto entusiasmo.
Quizás exagero al
interpretar mal la sugerencia, pero la verdad es que no me gustó. Con no poca
frecuencia veo a personas despotricando contra muchas películas basadas en
libros, debido a que suelen tomarse libertades creativas que la apartan mucho o
poco, dependiendo del trabajo realizado, de su fuente original: el trabajo
literario. Los comentarios críticos a este tipo de películas son siempre
bienvenidos, pero no dejo de pensar que hay cierto aire de intelectualismo
falso en muchos de los que actúan así, o que simplemente nos cuesta ver
diferentes enfoques de la misma historia como algo original y personal, quizás
más único.
Con todo y lo
anteriormente expuesto, ese mismo día me senté a ver Saló, y hace unos días pude leer Las 120 jornadas de Sodoma. Haré primero una corta reseña de ambos
trabajos, y después expondré mi opinión sobre los amantes de la literatura que
parecen detestar siempre cuando una obra es llevada al cine.
De entrada lo confieso:
tanto la película como el libro me parecen soberanamente aburridos. No les
encuentro asco ni incomodidad al verlos; violencia y tortura no me son ajenas,
pues he leído mangas y cómics con este tipo de temas, y también una que otra
obra literaria, como American Psycho.
Son temas que me encantan. Pero, dichas obras son mucho más dinámicas, más
gráficas (textual y visualmente) que Saló
o el libro de Sade. Es quizás por eso que estas obras no me causaron mucho
impacto: son cosas que ya he visto antes, y en mayor medida. Además, hay
momentos en que incluso se sienten repetitivas en cuanto a lo que describen.
Realmente creo que esperaba algo diferente.
No obstante, las obras
no carecen de fuerza. Aquí voy a tratar de analizarlas por separado. Las 120 jornadas es más que una obra
descarnada y provocadora. Sade crea un retrato de la corrupción y el abuso del
poder, representado por cuatro personajes de la alta sociedad que abusan y
degradan a un grupo de jóvenes dentro de un castillo oculto durante los poco
más de cuatro meses que dura la historia. Por desgracia, la novela está
incompleta, puesto que Sade sólo pudo detallar el primer mes (las pasiones
simples), dejando notas y descripciones cortas de las demás “jornadas” y el
destino de cada uno de los personajes, esperando completar la obra en un
futuro.
Es por ello que las
torturas del libro se enfocan más en cosas como coprofilia, urofilia,
coprofagia y demás uso y abuso de otros fluidos corporales. Esto no me produjo
asco, sino puramente indiferencia; no son escenas particularmente
impresionantes para mí, a pesar de lo gráficas que pueden hacerse en ocasiones.
Por lo demás, las torturas expuestas en las notas de los siguientes meses en la
novela, que se hacen más violentas y crudas conforme avanza la obra, tampoco
llaman mucho mi atención, salvo la última jornada, la cual fue un poco más
detallada por el autor. Destaco algunas conversaciones y monólogos de los
personajes, en especial del Duque.
La película de
Pasolini es más artística, más personal, e igualmente provocadora. El cineasta
usa la historia de Sade para realizar una crítica al fascismo, trasladando a
los personajes a la República de Saló, en Italia, y transforma sus
controvertidas escenas en simbolismos de crítica social. Esto no puedo dejar de
reconocerlo, pues algunas de sus escenas tienen una fuerza artística que las
hace maravillosas, siendo mi favorita la escena de los perros. No obstante, las
escenas de tortura y violencia, por ser más artísticas, pierden igualmente el
toque perturbador. Los crímenes finales son vistos desde la distancia por los
cuatro libertinos, quienes no participan demasiado en ellas, a diferencia del
libro. El ritmo que mantiene es particularmente lento para mi gusto. En
general, es también aburrida para mí, aunque comprendo por qué es tan polémica
para algunos y tan maravillosa para otros.
Quizás, en general, lo más perturbador de ambas
obras sea la amoralidad extrema y orgullosa de los cuatro libertinos, y el hecho
de que las víctimas sean menores de edad. Y ni siquiera eso es suficiente para
impactarme o atraparme. ¿Qué puedo decir? Quizás soy poco empático con los
sufrimientos descritos en el libro, o simplemente he visto y leído suficientes
obras para insensibilizarme. A pesar de todo esto, las recomiendo a todo el que
le guste el arte controversial, aunque de entrada advierto que no son obras
para todos los gustos, y pueden ser difíciles de seguir.
Ahora, vayamos al otro
tema que quiero discutir, y es esa pretendida erudición de muchas personas que
disfrutan un libro y desprecian una película con la misma historia. No es algo
nuevo: por ejemplo, el célebre guionista de cómics Alan Moore rechaza cualquier
adaptación al cine de un cómic, y por lo general no rebaja de porquería las
películas basadas en sus propias obras, independientemente de si son filmes
malos (La liga extraordinaria) o
buenos (V de venganza) por su propia
cuenta (Nota: califico las
anteriores películas como buenas o malas basado en la crítica especializada, y
no en mi juicio personal).
Por supuesto, puede
haber legítimas objeciones a una adaptación fílmica cuando en esta se omiten
elementos o personajes importantes del libro que provoquen importantes cambios
en la trama, o los efectos especiales y las actuaciones del elenco dejan mucho
que desear. Por ejemplo, en la película de Eragon
(un libro que, de acuerdo a la crítica, no es muy bueno de todos modos) se
omitieron personajes y algunos puntos del argumento que, sumados a sus efectos
especiales, considerados por muchos inferiores, la convirtieron en uno de los
peores filmes de 2006. En un caso semejante, las películas live-action de los
libros del Dr. Seuss fueron repudiadas por sus argumentos y efectos especiales,
logrando que la viuda del autor afirmara que no aprobaría más adaptaciones con
actores de carne y hueso.
En cambio, otras
críticas se dan por fanáticos puristas que no soportan ni un cambio que se haga
en la adaptación de un libro. Podría pensar en varios casos, pero el primero
que se me viene a la cabeza es cuando los seguidores de J.R.R. Tolkien criticaron
la versión fílmica de Las dos torres
porque se había omitido el personaje de Tom Bombadil. Sí, es un personaje
relativamente importante, ¡pero Peter Jackson logró que la película funcionara
muy bien sin él! Cosa que en cambio no pasó en Eragon. Y son ese tipo de detalles en los cuales se fijan esta
clase de admiradores los que fastidian a muchos. Vamos, ¿realmente es cosa de
queja que, por ejemplo, en la película de El
Lorax mostraran el rostro de El-Una-Vez?
Lo que debería
tenerse en cuenta antes de sentenciar es que una adaptación fílmica de un libro
no sólo consiste en representar la visión del escritor. Se trata igualmente de la visión personal del director. Como
tal, el director tiene la potestad de realizar las modificaciones que juzgue
convenientes: a eso se le llama libertades artísticas. Además, comprimir libros
extensos como El señor de los anillos
en casi tres horas de película tratando de mantener la trama completamente
intacta es simplemente un absurdo. Y finalmente, hay personas que simplemente
prefieren ver las películas, y no les interesan esta clase de debates, pero los
puristas terminan fastidiándole la experiencia a otros cinéfilos y a ellos
mismos.
Entonces, si usted
tiene interés en disfrutar una película sin sentir el escozor de compararla con
el trabajo literario en el cual está basada, quizás sería una buena idea ver a
cada una, como mencioné al principio de esta entrada, como una obra diferente y
personal que busca contar una misma historia. No es particularmente fácil, es
cierto, pero eso ocurre. Por ejemplo, algunas consideran que la película Los niños del hombre es muy superior al
libro. Y conocen la obra de P.D. James, pero prefieren la visión de Alfonso
Cuarón.
Con esto termino.
Como siempre, si alguien discrepa con mi opinión, siempre es bienvenido que se
tomen un momento de reflexión. Aunque en este tipo de temas se suele ser más
bien subjetivo, creo que proponer la contemplación de un libro y su adaptación
fílmica como visiones diferentes debería bastar para calmar los ánimos de
tantos admiradores puristas. Con respecto a la obra del marqués de Sade y su
adaptación, si me preguntan cuál recomiendo más, debo decir que aunque el final
de Las 120 jornadas es un poco mejor,
me quedo con la película.
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