Más perspectivas del autismo en la ficción

Advertencia: la siguiente entrada contiene elementos que son importantes en la trama de las series She-Ra y las princesas del poder y Woo, una abogada extraordinaria, los mangas Asper Girl y Kieta Hatsukoi, y las películas Music y Desde el jardín. Se recomienda discreción.

Introducción

El pasado 18 de junio fue el Día del Orgullo Autista, y como me ha pasado en otras ocasiones llego elegantemente tarde a la celebración; de hecho, creo que ni siquiera estaba consciente de que existía dicha fecha. Lo cual es irónico, porque fue justo por esos días que proyecté que tendría mi entrada cuatrocientos en el blog. Trece años de estar publicando. A veces me cuesta imaginar que haya pasado tanto tiempo desde que me senté a escribir sobre el desdén con que nos referimos a lo público. Por ello, quise desde el principio que esta entrada fuese algo especial, y decidí que sería sobre el autismo, cayendo coincidencialmente cerca de estas fechas.

Hace casi cinco años, precisamente para celebrar la entrada número trescientos, escribí una entrada bastante animada y personal sobre las representaciones del autismo en la ficción. Acabó siendo una entrada bastante popular, y una de mis favoritas personales, pues pude hablar de un tema tan íntimo para mí como es el autismo, un interés particular como fue la historia de Given, y combinarlo con algo tan relajado y entretenido como las obras de ficción y la cultura popular. En este tiempo me he topado con nuevas representaciones del autismo y personajes con rasgos autistas, así que en el espíritu de darle un reconocimiento a esa entrada trescientos, y por presentarles nuevos (y viejos) ejemplos sobre representación neurodivergente, la presente entrada será también sobre personajes autistas y/o de codificación autista en la ficción. Piensen en esta como una secuela de esa entrada clásica.

Ahora, esta entrada es escrita teniendo un enfoque un poco diferente, así que antes de continuar, vale la pena explicar un par de detalles. Para efectos de esta entrada, un personaje autista es aquel que haya sido escrito y descrito explícitamente en su historia como autista, o que se haya escrito como tal sin ponerlo directamente en la historia. Por lo tanto, aquí incluiré tanto personajes explícitamente autistas como aquellos que son escritos con el autismo en mente, pero que no se hayan mencionado como tales en su obra. Por ejemplo, si hubiese escrito la primera entrada con este enfoque en mente, la doctora Brennan de Bones sería clasificada como un personaje autista, y sería menos ambiguo con Sheldon Cooper.

Por su parte, un personaje de codificación autista, o autistic-coded para los entendidos -referido de aquí en adelante por comodidad como AuCod-, es aquel que probablemente no fue escrito con la intención de representar el autismo, pero cuyas características hacen que el público los pueda asociar con dicha condición. Bajo esta perspectiva, obviamente un personaje como mi querido Mafuyu es AuCod, pues aunque es fácil que un autista se sienta identificado por él, el manga no lo describe como tal, y la autora de Given nunca ha dicho nada al respecto en entrevistas. Qué es lo que los espectadores consideran como rasgos autistas, o qué tan válidas pueden ser dichas interpretaciones, es una discusión interesante que será la última parte de este ensayo.

Por supuesto, tengan en cuenta que lo que voy a hablar son perspectivas particulares en ficción, que no tienen por qué definir el autismo por sí solos, y que todo lo descrito aquí es también mi opinión personal. Si quieren entender las dificultades de representar el autismo en la ficción, pueden consultar la entrada original, pero recuerden que la ficción no tiene por qué presentar un personaje que pueda ser ubicado en los criterios diagnósticos del ICD-11 y el DMS-V. Lo que sí puede hacer es irse acercando cada vez más a retratar historias identificables para aquellos dentro del espectro.

Cuando regresamos a los clásicos

Me place decir que menos personajes autistas como malas representaciones llegaron a mí en este tiempo. En algunos casos se trata de personajes reales cuyos rasgos y dificultades fueron exagerados, como Alan Turing en The Imitation Game –se sospecha que el científico era autista-, o representaciones que con el paso de los años se han revaluado, como Christopher en el libro El curioso incidente del perro a medianoche, que en su época de lanzamiento fue considerada una visión progresista del autismo, pero desde entonces muchos lectores ven al personaje como un conjunto de clichés y estereotipos sobre la condición.

En concreto quiero hablar de dos ejemplos de historias, ambas más enfocadas en el cuidador del personaje autista que del propio autista –qué casualidad, ¿cierto?-. Una terminó generando una polémica sobre la forma en que vemos a los autistas dentro de una familia, y la otra hizo una representación tan mala que fue repudiada por autistas y neurotípicos en general.

El primer caso ocurrió incluso antes de que escribiera la primera entrada sobre personajes autistas, en 2019, y generó un debate interesante, el llamado “Puppetgate”. En aquella época, el teatro Southwark Playhouse de Londres anunció la presentación de una obra llamada All in a Row, creada por Alex Oates, que trataba sobre la vida de un matrimonio con un hijo autista de once años, Laurence. La obra supuestamente se enfoca en temas como la familia, las nociones de amor y lo que significa vivir con un hijo discapacitado.

Sin embargo, la obra despertó críticas y reacciones de molestia entre personas autistas en redes sociales desde el mismo anuncio porque el tráiler que la promocionaba sólo mostraba a un muñeco de piel gris y aspecto inquietante, y es que resulta que el personaje de Laurence no sería interpretado por un actor humano, sino por un literal títere. Difícilmente podrías dar una peor impresión para una representación humana del autismo que presentándolo como un muñeco sin voluntad. Las inquietudes no cesaron cuando poco después la Sociedad Autista Nacional lanzó un comunicado revelando que fueron consultados para revisar el guion de All in a Row, pero rechazaron apoyar públicamente la obra debido a su representación del autismo y el uso de un muñeco.

El equipo detrás de la obra explicó que hicieron casting para actores infantiles y autistas, pero al final decidieron usar una marioneta porque la actividad física que se requería para el papel, como balanceos y cabeceos, podía ser agotadora y dañina para un niño, y que la representación ayudaba a transmitir la idea de que Laurence no era más que una marioneta metafórica del sistema –algo que me suena muy básico, con todo respeto-, alguien a quien se le ha negado su autonomía. En redes, dijeron también que la Sociedad Autista Nacional no entendía su visión, e invitaron a los críticos en redes a que viesen la obra en su estreno. Entonces, ¿qué tal les fue?

Bien, es justo decir que All in a Row cosechó sus críticas positivas por su supuesta representación honesta de la convivencia con un hijo autista. Pero también recibió críticas demoledoras de parte de activistas autistas, no sólo por presentar clichés y estereotipos sobre el autismo, sino también porque los personajes humanos se portan de forma horrible con Laurence, incluso sus padres, y hablan siempre de él en tercera persona y hacen cosas inapropiadas frente a él, como si Laurence, que está todo el tiempo presente en escena, no fuese consciente de lo que ocurre a sus alrededores. En un punto de la obra, su padre incluso admite haberse cagado en la cama y echarle la culpa al niño.

Por supuesto, todo lo de hablar sobre bukkake y enviar a Laurence a una escuela residencial en frente de él no sólo es inapropiado, sino que da una impresión muy incorrecta. Los autistas, incluyendo los no verbales, estamos muy conscientes de nuestros alrededores y de las cosas que otros comentan, aunque nos cueste mucho expresarlo. Que los padres de Laurence hablen y actúen de forma tan ligera frente a él da a entender que creen que el niño no es capaz de comprender lo que está ocurriendo, lo que es directamente menospreciar su capacidad mental, una idea bastante capacitista. No ayuda tampoco que el tono gris elegido para el muñeco fuese porque, de acuerdo con sus creadores, encajaba con el diseño del set y hacía sentirlo parte de sus alrededores, lo que da el efecto no deseado de que Laurence se sienta simplemente como parte del set y no como una persona real.

En general, probablemente la obra habría generado menos polémica si el personaje autista no hubiese sido un títere, y eso que el muñeco original era incluso más perturbador. Pero eso no habría eliminado las implicaciones incómodas que transmite All in a Row, y si lo vemos con estos ojos críticos, es más fácil entender por qué la Sociedad Autista Nacional se negó a darle respaldo. Como dato curioso, una versión en catalán, desarrollada por la compañía de teatro La Maièutica, fue presentada en Barcelona el año pasado.

Pero bueno, si me siguen en redes, saben lo que viene. Lo que están esperando. Y sí, hay que hablar inevitablemente de Music Gamble, de la película Music. Interpretada por la actriz y bailarina Maddie Ziegler, Music es una adolescente autista no verbal con altas necesidades de apoyo, que vive bajo el cuidado de su abuela, pero cuando esta fallece al inicio de la película queda bajo la custodia de su media hermana Zu (Kate Hudson), una alcohólica en rehabilitación. Intentando ganarse la vida como traficante de drogas, Zu debe aprender con la rutina y costumbres de Music, y poco a poco darle estabilidad a su propia existencia.

Seré franco: si fuese sólo por su trama, la película podría pasar por otra de las muchas películas inspiracionales mediocres en donde el protagonista debe cuidar de un pariente discapacitado, y a través de él aprende convivencia, tolerancia y todos esos bonitos valores que necesitamos. Pero es imposible hablar de Music, la película, sin cumplir el deber de señalar que Music, el personaje, es una de las peores representaciones autistas que he visto en ficción. Music se menea y gesticula constantemente de forma muy sobreactuada, en algo que parece a medio camino entre autismo y parálisis cerebral -con respeto a quienes viven con dicha condición-, como si hubiesen pretendido representar a un personaje autista teniendo sólo como referencia Rain Man y El cubo, y al inicio de la película no parece notar que abuela acaba de morir, como si en verdad estuviera totalmente ajena a sus alrededores; literalmente quise apagar el portátil a los primeros tres minutos. No quiero echarle tierra a Ziegler, pues se ha reportado que ella misma tenía miedo de que su actuación no estuviera a la altura –de hecho, se reporta que rompió en llanto tras el primer día de grabación-, y durante la producción tenía apenas catorce años. El problema no es con la actriz: es con que se eligiera una representación tan irrespetuosa y se siguiera adelante con la película.

Algo más irritante que la sobreactuación de Ziegler es que Music ejemplifica bien uno de los mayores problemas en este tipo de películas: que el personaje discapacitado es usado como utilería, como un recurso para que el personaje principal evolucione. Sí, conocemos un poco de la mente de Music a través de las secuencias musicales, y admito que es un recurso que se siente refrescante, pero ella no es el personaje principal: lo es Zu. Es de Zu de quien vemos principalmente sus luchas, sus inseguridades y su evolución. Music está ahí para ser el motor de su desarrollo, como suele pasar en estos dramas. Es como si en cuarenta años no hubiésemos avanzado nada en la forma que vemos la discapacidad en la ficción, como si sólo pudiese ser angustia, algo que se cura al final, o que impulsa a otro personaje para cambiar su vida. Y ese tipo de porno inspiracional ya se siente cansado y grosero a estas alturas.

Incluso dejando de lado esos problemas, Music no destaca mucho en general. Como dije, la trama es genérica –es básicamente Rain Man, sólo que Music y Zu apenas tienen cómo vivir-, aparecen varios personajes que no se desarrollan demasiado con excepción de Ebo, hay una muerte trágica que apenas me despierta algo, las secuencias de imaginación son de colores escandalosos y a veces con luces estroboscópicas que pueden ser agresivas para algunos autistas y personas fotosensibles –para mí, que prefiero colores fríos y tonos oscuros, se vuelve difícil de seguir-, y las canciones son tan sutiles en su letra como recibir una almádena en la ingle. La única secuencia musical que me gustó un poco fue la de Ebo, precisamente por ser en un fondo azul profundo, pero en general no creo que destaque tampoco como musical, aunque admito que estoy familiarizado con la música de la cantante Sia, quien fue también directora, productora y guionista del filme.

No me sorprende que tan sólo el tráiler de Music encendiera la furia de gran parte de la comunidad autista, y a pesar de las sugerencias de Sia de esperar a que la película estuviera en cines antes de juzgarla, el estreno no cambió mucho la percepción en torno a ella. Se criticó sobre todo la pobre representación autista, el hecho de que se escogiese una actriz neurotípica para el papel, y una escena en la que Music es sometida físicamente contra el piso para calmar su meltdown, de una forma peligrosa y potencialmente letal que recuerda a casos de brutalidad policíaca. Sobre lo segundo, Sia afirmó que tuvieron en un inicio una actriz autista de altas necesidades, pero las grabaciones le fueron agobiantes, lo cual puedo llegar a entender, pero no justifica que eligieran esa horrible representación; pudieron investigar un poco más, ofrecerle herramientas a Ziegler para que su interpretación fuese más precisa y respetuosa. En cuanto a la escena física, la cantante aseguró que sería removida la película, cosa que hasta hoy no ha ocurrido. Es irónico que desde entonces Sia terminó siendo diagnosticada como autista; quizás con esa nueva perspectiva pueda entender mejor por qué se le cuestionó tanto.

¿Hay cosas positivas para destacar de la película? Pues sí. Me gusta que haya una red de personas cercanas a Music que ayuden a su supervisión diaria, y a quienes acudir en caso de problemas; un muchacho parece sentir especial aprecio por ella, y al final de la película le encarga un perro de apoyo –uno tuerto, por cierto, lo que es un bonito detalle-. También hay cositas pequeñas que Ziegler hizo bien, como caminar sobre los dedos de los pies, algo que ocurre a menudo entre autistas –no es mi caso, pero igual me señalan que camino “raro”-. Y como dije antes, que muestren en ocasiones el punto de vista de Music es inusual, aunque sea caracterizado de modo infantil. Es una pena que esos pequeños detalles no alcancen a levantar el desastre que fue todo el filme. Music no es una película que recomiende, a no ser que sea como un ejercicio para entender todo lo que no se debe hacer en representación autista en la ficción.

Tres buenas representaciones

Por supuesto, el mayor conocimiento que tenemos en la actualidad sobre el autismo permite que su representación en redes sea cada vez más adecuada, y si bien de vez en cuando seguiremos teniendo baches como los anteriormente mencionados, también es justo reconocer que podemos encontrar buenos personajes explícitamente autistas en la ficción. Para reforzar este punto, quiero traer entonces el caso de tres personajes autistas, casualmente tres mujeres –algo importante, dado la prevalencia del varón en representaciones y estereotipos autistas-, con los que podemos ver distintas formas de enfocar la condición en medios literarios y audiovisuales.

El primer ejemplo que es importante mencionar es Megumi Saitou, protagonista de una de las historias más desgarradoramente realistas en la ficción, Asper Kanojo -conocida de este lado como Asper Girl o (suspiro) Mi chica atípica-, un manga de demografía seinen escrito por Sohachi Hagimoto e ilustrado por Renji Morita. Saitou aparece un día frente al apartamento en el que malvive Taku Yokoi, repartidor de periódicos y dibujante de mangas con poco éxito y doujinshis porno, ya que se siente reflejada en uno de sus mangas que habla de acoso escolar, y decide quedarse a vivir con él sin mayores explicaciones. A partir de aquí se desarrolla una dinámica tan inusual como dolorosa que transcurre a través de cien capítulos, en los cuales Yokoi debe ajustar su vida a la presencia de una joven neurodivergente en su casa, mientras que Saitou necesita acomodarse a los espacios y tiempos de una persona que, a pesar de todo, parece comprenderla mucho mejor que la mayoría.

Si hay algo que definitivamente me gusta de la caracterización de Saitou es que es un esfuerzo realista por presentar a una persona autista, sin demonizarla ni beatificarla. Saitou es una mujer bastante observadora y analítica, y puede llegar a comprender lo que sucede con personas cercanas, aunque le cuesta verbalizarlo, pero está muy lejos de ser el típico estereotipo de genio neurodivergente. Al mismo tiempo puede llegar a ser imprudente, celosa y bastante agresiva al punto de la violencia física o verbal, y si bien es cierto que muchas de estas conductas son tanto por su condición como consecuencias del abuso y maltrato que sufrió mientras crecía, el manga no elude el hecho de que son conductas que debe aprender a manejar, y que Saitou también necesita tener claros ciertos límites, como el espacio personal de Yokoi o sus interacciones con otras personas. También debo destacar que Saitou no es un personaje simplemente asexual, como se solía pecar con representaciones autistas (aunque la asexualidad en sí no es algo malo): ella entiende lo que es el sexo, ha leído los doujinshis de Yokoi, le pregunta a este si quiere tener sexo con ella al poco tiempo de conocerse, e incluso tiene alguna fantasía turbia.

Hagimoto se esfuerza al mismo tiempo en explicarnos en qué consiste el autismo y por qué se nos dificulta la comunicación con otras personas –tal como Yokoi ejemplifica, es como si sólo entendieras español y te pidieran hacer sumas en inglés-, y que el autismo se puede expresar de diferentes formas, por lo que vemos en el manga a otras personas autistas que coinciden en algunas experiencias con Saitou, y también difieren en otras. El mismo Yokoi reconoce que podría ser neurodivergente, y es gracias a sus propias experiencias con el aislamiento, la soledad y el no entender bien a otras personas por lo que puede comprender y ayudar mejor a Saitou en su evolución.

Es cierto que Yokoi es el personaje que tiene el punto de vista en el manga, y por lo tanto seguimos mucho de la historia de Saitou a través de sus ojos. Pero Asper Girl evita caer en clichés del cuidador autista, como que el autista sea la inspiración para que el personaje mejore y destaque en su arte o pasión, o que sea la carga que dificulta su vida. Saitou sin duda inspira a Yokoi en sus siguientes trabajos de manga, pero realmente no se vuelve más destacado o exitoso con ello; también es cierto que su presencia complica sus finanzas, pero ambos van poco a poco encontrando formas de sobrellevar esas dificultades, y Yokoi nunca le exige a Saitou que busque un empleo más formal hasta que una enfermedad y los problemas económicos lo llevan a pedirle su ayuda.

Gran parte del desarrollo de Saitou es el esfuerzo que debe hacer no sólo para enfrentarse a sus traumas y los fantasmas del pasado, sino reconocerse a sí misma como una persona que merece vivir, y que su condición no tiene por qué ser una sentencia de vida o la justificación de otros para el maltrato que sufrió. La serie hace un trabajo magistral en presentarnos las consecuencias del maltrato familiar y el acoso escolar, así como el papel que tienen a menudo las figuras de autoridad en permitirlo, y es por ello que la mayor catarsis para Saitou llega en el arco de La nieve de Yonago, en donde viaja junto con Yokoi a su ciudad natal para encarar a sus mayores fuertes de tormento: su propio padre y sus acosadoras del colegio.

Aunque recomiendo leer Asper Girl, debo advertir que en muchos momentos no es una historia fácil de leer. Saitou sufre de ataques de pánico y ansiedad, y desde los primeros números nos hablan no sólo de maltrato y acoso, sino también de estrés postraumático, autolesiones y suicidio. Fiel a lo que sugería desde sus inicios, el manga cierra en un tono melancólico, dejando claro que Saitou aún tiene mucho que trabajar en sus traumas y quizás nunca se recupere del todo de las experiencias que sufrió. Pero también enfatiza en la compañía y aprovechar los pequeños momentos, en que lo que podemos hacer es seguir esforzándonos y continuar día tras día, pues mientras sigamos con vida, siempre habrá un día después del final.

Un segundo personaje muy interesante para mencionar aquí es Entrapta de la serie animada She-Ra y las princesas del poder, inspirada en la serie She-Ra: La Princesa del Poder, parte del universo de He-Man. En la serie original, Entrapta era una villana de la Horda que usaba su cabello para manipular cosas, con unas pocas habilidades en tecnología. Para este reinicio, le creadore de la serie, ND Stevenson, quiso desarrollar a Entrapta como una persona autista, una princesa con una pasión y curiosidad por la tecnología, pero no se quedó sólo en el estereotipo de la genio autista sino que además la caracterizo cuidadosamente en su comportamiento, expresiones e incluso movimiento –contó con la ayuda de un artista autista en storyboard-, y le dio un arco de personaje a través de las cinco temporadas de la serie. Entonces, ¿cómo resultó ese esfuerzo?

¡Entrapta es un personaje muy entretenido! Definitivamente mi favorita de la serie. Es una mujer enérgica, extrovertida y llena de curiosidad, con poco sentido del espacio personal, y sólo come comida pequeña, que pueda tragar de un solo bocado. Cuando la vemos por primera vez está encerrada en su castillo, trabajando en la tecnología de los Primeros, y uno de sus experimentos termina metiendo en problemas a los protagonistas, pero al final del episodio decide unirse a la Rebelión. Sin embargo, en el baile de las princesas interactúa sin malicia con Catra y Scorpia a pesar de que hacen parte de la Horda (me niego a llamarla por esa ridícula traducción de “hordianos”), y tras una incursión a la Zona del Terror, en que su curiosidad se lleva lo mejor de ella y se queda atrás, termina uniéndose a la Horda, manipulada por Catra y atraída por su mayor desarrollo tecnológico y su interés en seguir encontrando tecnología de los Primeros.

Para Entrapta, la investigación y el desarrollo científico son su hiperfijación, al punto de que no se interesa demasiado en dilemas éticos o en potenciales consecuencias para su seguridad y las de los demás. Su tiempo con la Horda la lleva a desarrollar armas y robots muy peligrosos, y también a encontrar formas de acceder al poder que los Primeros guardaban en Etherea. Al mismo tiempo forja una amistad cercana con Scorpia y Catra (aunque esta última lo niega) y un vínculo particular con Hordak, el líder del ejército invasor, a quien no sólo ayuda con la armadura que estabiliza su cuerpo, sino que también lo invita a reconocer su propio valor a pesar de sus imperfecciones. A los ojos de Entrapta, la imperfección es la base de la investigación y la ciencia, ya que abre infinitas posibilidades de exploración. En sus palabras, la imperfección es hermosa.

Por supuesto, el arco de personaje de Entrapta consiste precisamente en comprender los alcances de sus acciones y cómo afectan a quienes la rodean. Hacia el final de la tercera temporada, sus cálculos y simulaciones la llevan a darse cuenta de que abrir un portal hacia la flota de Horde Prime podría generar catástrofes a nivel planetario, y por primera vez decide abandonar su investigación, por lo cual fue exiliada por Catra a la Isla Bestia, a espaldas de Hordak. No la volvemos a ver hasta cerca del final de la temporada siguiente, donde podemos verla tan enérgica y aparentemente despreocupada como siempre, pero en un momento de vulnerabilidad revela que no se siente capaz de encajar con otras personas, y que falló incluso tratando de ser una buena amiga con Catra, por lo que en un inicio prefiere quedarse en la isla, que además le ofrece una enorme cantidad de información por conocer. Cuando regresa del lado de la Rebelión, las otras princesas siguen desconfiando de ella en un principio, pero ella revela que le resulta difícil entender a las personas y por ello quiere usar la tecnología para ayudarlas y ser útil, por lo que se empeña en encontrar a Glimmer, quien después de todo sigue siendo su amiga. Su trabajo termina siendo clave para rescatar a la princesa y a Catra, encontrar información sobre la debilidad de Horde Prime, y detener la invasión.

He visto que a algunas personas les molestó el personaje de Entrapta, porque consideran que el personaje cae en el estereotipo de “persona neurodivergente que se alía con los malos porque no entiende la maldad”. Entiendo un poco de dónde viene esto, y tengo que decir que tengo también reservas con la forma en que su personaje llevó el tema de hacer ciencia por el bien de la ciencia, algo que critiqué medio en broma, medio en serio en mis redes. Pero creo que ella es un personaje mucho más complejo que un simple estereotipo. Más bien, como comenta Burkely Hermann, Entrapta es una ‘datista’, una persona que procesa la información con datos, algoritmos y mediciones, enfatizando eso en lugar de formarse ideas y experiencias propias. Y aun así, vemos que Entrapta sí es capaz de tener sus propias conclusiones y decisiones.

Finalmente, hablaré de un ejemplo del que tenía pendiente escribir hace años: Woo Young-woo, protagonista del dorama legal Woo, una abogada extraordinaria. Young-woo (interpretada por la actriz Park Eun-bin) fue criada en solitario por su padre desde que era pequeña, y durante ese tiempo leía los libros de derecho que su padre guardaba de sus estudios, de modo que al crecer entró a la escuela de leyes, y para el inicio de la serie es la primera abogada autista graduada en Corea del Sur. Así, ingresa a la firma legal Hanbada como interna con un contrato temporal, donde tiene que interactuar con otros compañeros y enfrentarse a diferentes casos que plantean no solo dilemas legales, sino éticos también.

A mi parecer, Young-woo es una muy buena representación de una persona autista dentro de un entorno neurotípico. Aunque Park no es autista en la vida real, se esforzó bastante en sus movimientos corporales, expresiones y diálogo; de hecho, cuando fue seleccionada para el papel, antes de decidirse tomó un año para estudiar la condición y consultar con personas autistas para poder representar de forma fiel y respetuosa el autismo, y la verdad se nota. Young-Woo evita a menudo mirar directamente a las personas, no entra por una puerta sin cerrar los ojos y contar hasta tres, camina con los brazos estirados, come sólo gimbap y siempre de forma horizontal (para poder ver sus ingredientes), y termina sus frases con consonantes suaves (como “mmm”) cuando la mayoría de los coreanos lo hace con sonidos duros; todos estos son comportamientos y ademanes que pueden sentirse familiares para muchas personas autistas con sensibilidades sensoriales y dificultades motoras. Tiene una notable hiperfijación con las ballenas, por lo que suele conceptualizar situaciones en su mente o explicar temas legales con símiles de cetáceos. No es exactamente tímida, pero sí bastante reservada al relacionarse con los demás, aunque no tiene miedo de expresar su opinión cuando algo le incomoda o le parece incorrecto.

Esto no significa que Young-woo no tenga amistades. Desde niña forjó una relación muy cercana con Geu-ra-mi y tienen incluso un cómico saludo personal, a pesar de que las dos parecen en principio ser bastante diferentes. Cuando ingresa a Hanbada forma una relación profesional con su superior, Jung Myung-seok, quien al principio se muestra hosco con ella, pero poco a poco la comprende y aprovecha su buen juicio y capacidades, mientras que al mismo tiempo la aconseja cuando tiene dificultades o dudas en los casos. También se hace cercana con Choi Su-yeon, una compañera novata en Hanbada a quien conoció en la escuela de leyes y quien, a pesar de a veces encontrar a Woo irritante o incómoda, no puede evitar siempre ayudarla, algo que Young-woo siempre ha reconocido, como revela cuando le explica a Su-yeon por qué piensa en ella como un sol de primavera. Y obviamente no puedo ignorar a Lee Jun-ho, asistente del equipo de litigación de Myung-seok con quien Young-woo forja una amistad que poco a poco se convierte en algo más romántico.

Sobre las habilidades de Young-woo, pueden verse como un estado intermedio entre Saitou y Entrapta. Woo tiene un conocimiento teórico y una memoria eidética impecable de leyes y derecho, es bastante más perceptiva de lo que parece, y en ocasiones es capaz de analizar los casos de forma más lógica que el resto de sus compañeros, sin que sus emociones se interpongan en su camino. Sin embargo, carece del conocimiento práctico y experiencia que Myung-seok o algunos abogados rivales poseen, por lo que algunos casos se le complican debido a triquiñuelas legales; además es consciente de sus limitaciones y fortalezas, de modo que no duda en consultar a sus superiores o compañeros si tiene inquietudes. Young-woo no deja de ser una persona muy empática y moral, por más que le cueste expresarlo, de modo que buena parte de su desarrollo a través de la serie es comprender que la justicia y la ley no siempre van de mano con la ética, y aprender a ser firme en sus principios a pesar de las dificultades.

La serie tampoco esconde que el capacitismo sigue prevaleciendo en la sociedad, y no deja de afectar a Young-woo por más que esté en el ambiente laboral. En el tercer episodio, el equipo tiene que trabajar en un caso con un joven autista con altas necesidades de apoyo, y nuestra protagonista reflexiona sobre la relación de Hans Asperger con el régimen nazi y lo reciente que es el reconocimiento social a la neurodiversidad; en el mismo episodio recibe muchos comentarios negativos sobre su capacidad de llevar el caso, y eso la lleva a renunciar temporalmente a Hanbada. Más adelante en la temporada, rompe con Jun-ho tras visitar a su familia y escuchar sus crueles comentarios al joven sobre su pareja, temiendo ser una carga para él. Pero al final se reconcilian, y Young-woo aprende también que tiene derecho a amar y ser feliz con las personas que la rodean.

Pueden ver que los tres ejemplos cuentan con sus similitudes y particularidades, y son un ejemplo de lo mucho que en años recientes se ha avanzado en la representación autista en la ficción. Eso sí, podemos notar que algunos detalles estereotípicos persisten en menor forma, como el tropo del genio autista, y que seguimos con pocos autistas no verbales o que requieran de necesidades muy altas de apoyo. No obstante, puedo entender en parte esto último porque en sí fueron un estereotipo frecuente de autismo en ficción del pasado, y tampoco es fácil construir una historia alrededor de un personaje así sin caer en los clichés del cuidador.

Debo hacer menciones especiales de personajes que conocí mientras desarrollaba esta entrada. En ese espíritu, me refiero a Quinni Galagher-Jones, de Aprendiendo a vivir, Abed Nadir en Community –ya sé que llego tarde al tren- y Harlan Cooper, de The Umbrella Academy. La primera por ser interpretada por una actriz autista (Chloé Haydenl), el segundo por hacer que su creador descubriera que él mismo podía ser autista mientras creaba el personaje, y el último por ser la representación de un autista anciano, algo incluso menos frecuente. También podría mencionar a Helaena Targaryen, en La Casa del Dragón -esta sí la vi- que fue escrita como un personaje autista en un ambiente fantástico medieval en donde obviamente no se tiene un nombre para ello, y se nota mucho en su comportamiento, aunque caen en el cliché de darle también cualidades proféticas. Pero no deja de ser una exploración muy interesante. Espero que en los siguientes años podamos contar con muchos otros personajes y mayor diversidad en representación, que reflejen mejor nuestras experiencias.

Nuevas codificaciones del autismo

Hace casi cinco años mencioné lo curioso que era el hecho de que muchas veces encontramos mejores representaciones de autismo en personajes que no son escritos como tales. Como pueden ver por la sección anterior, cada vez estamos más cerca de encontrarlos explícitamente en la ficción, pero eso no significa que no podamos ver de vez en cuando algún personaje ficticio y reconocer en él algunas de las experiencias que existen dentro del autismo, así que hablemos de nuevo de personajes AuCod, algo que me entretiene mucho. Lamento si los ejemplos vienen principalmente del manga/anime, pero mi círculo cercano en redes es muy asiduo a estos medios, y son las referencias más inmediatas, además de haber dado mucho de qué hablar con respecto a la última parte de este ensayo.

Sé que hay un personaje súper obvio al cual mencionar, pero del que sólo haré una mención honorífica, y esa es Frieren, protagonista del manga y anime Sōsō no Frieren. La elfita autista podría dar para párrafos y párrafos de análisis, pero es algo que ya hice con anterioridad dentro del blog. Si quieren dar un vistazo a mi interpretación sobre Frieren, el autismo y la alexitimia, pueden consultar esta entrada, y de paso les recomiendo este video de Daniel Kaze, otro creador autista como yo.

Uno de los personajes que yo en particular pude ver como AuCod es Mona Tsukishiro, del manga y anime Senpai Ga Uzai Kouhai no Hanashi (traducido como Mi senpai es muy molesto). Fue una pena leer después el manga y descubrir que muchas de las escenas de Mona fueron creadas para la serie, pero eso no quita la codificación que dicha adaptación le otorga con ellas. Tsukishiro trabaja en la misma empresa que los protagonistas, y es vista como una persona bastante rara, que parece siempre medio dormida, aparece de repente detrás de sus compañeros y los sorprende dentro de su espacio personal, y actúa a menudo sin pensar mucho las cosas, como frotándole la barriga a Sakurai o ponerle de repente un postre en la boca mientras habla de la torta Siberia; pero también es bastante perceptiva, notando en un momento que Futaba quería estar a solas con Takeda. Tiene una lengua muy sensible al calor, al punto que un refresco tibio de máquina le incomoda; fue algo con lo que de hecho mi hermana, también autista, se pudo identificar cuando le mostré la escena en que intenta competir con Takeda comiendo bollos de carne. Algo que me gusta es que la misma Mona parece estar algo consciente de cómo la ven otros, ya que en un episodio Takeda le dice “¡seguro eres rara!”, y Tsukishiro replica “la gente dice eso a menudo, pero no entiendo qué les parece extraño”, una frase con la que muchos autistas nos podemos identificar también, sobre todo antes de recibir el diagnóstico.

Si tuviera una moneda por cada vez que me encuentro un personaje aquileano y AuCod en una historia romántica de manga, tendría dos monedas, lo que no es mucho, pero es raro que pase dos veces, ¿no? Luego de hacer el chiste obligatorio, aclarar que hablo por supuesto de Kōsuke Ida, del manga Kieta Hatsukoi (Borroso primer amor). Ida es un estudiante de preparatoria que recibe un borrador con su nombre y un corazón, y cree que es de Aoki, el chico detrás de su asiento, con lo que asume que está enamorado de él. A partir de ahí se desarrollan una serie de confusiones y situaciones tanto graciosas como románticas en un shōjo corto, pero entretenido.

Ida es bastante particular como personaje, y no me sorprende que fuese leído como autista por una parte de los lectores. Es una persona tranquila, con expresiones y un tono a menudo parco, pero que de repente puede tener una reacción exagerada, y tiene dificultad en comprender situaciones sociales, al punto que su amigo de la infancia asegura que siempre ha sido “lento”, pero puede ser sorprendentemente perceptivo hacia las personas. Por lo mismo, también parece tener dificultad en entender cómo son el amor y las relaciones, pero no sólo algo como no haber tenido una pareja nunca, sino además como que realmente no entiende qué es lo que debe sentir o de qué forma reacciona alguien al estar enamorado, algo similar al caso de Frieren. También tiene detallitos pequeños, como que es muy sensible al frío, o detesta los lugares ruidosos, cosas que pueden ser cotidianas para otros, pero que sumado a lo anterior generan un cuadro que fácilmente se puede interpretar como AuCod.

Pero no son sólo personajes recientes en los que podemos ver rasgos asociados al autismo. Existen también algunos antiguos, los cuales han sido vistos con un ojo curioso con los años gracias a la forma en que comprendemos el autismo hoy en día. Tenemos por ejemplo a Dale Cooper, protagonista de la aclamada serie Twin Peaks. Si bien la sensación de “rareza” es más fuerte en los primeros episodios de la serie, Cooper tiene bastantes conductas y actitudes que pueden hacerlo identificable para muchos autistas: es bastante perceptivo y observador, pero le cuesta leer situaciones sociales, y reacciona a ellas con gestos metódicos como hacer pulgares arriba; es propenso a hacer infodumping, tiene una hiperfijación con los árboles y un interés profundo por el Tíbet y su cultura; tiene una alimentación muy específica; y también le resulta difícil en ocasiones expresar sus sentimientos. Y con todas sus particularidades, resulta siendo el mejor agente que el FBI podía haber enviado a Twin Peaks.

Tenemos también el caso de Chance el jardinero, interpretado por el legendario Peter Sellers en la película Desde el jardín, del lejano 1979. Chance es un hombre maduro, con alguna discapacidad neurológica no especificada, que tras la muerte del hombre que lo ha cuidado durante toda su vida vaga sin rumbo por las calles de Washington, D.C., hasta que por un pequeño accidente termina bajo la supervisión de un magnate, codeándose con el propio Presidente de la nación y convirtiéndose en un fenómeno político, todo a través de sus simples comentarios sobre jardinería que todos confunden con agudas metáforas políticas.

Desde el jardín es una incisiva sátira sobre el problema de priorizar el estilo por encima de la profundidad y la sensatez en la política, mostrando que cualquier simplón puede llegar a parecer hasta presidenciable con las palabras que creemos adecuadas, pero se ha revalorizado en tiempos recientes como una representación interesante sobre integrar a las personas discapacitadas en la sociedad. Y es que Chance resulta fácil de leer, para nosotros, como un personaje AuCod: viste con un estilo bastante único, es de dicción calculada y poca expresividad, y no sabe hacer o decir nada más aparte de ver televisión y ser jardinero, sus intereses específicos a los que dedica mucha atención. Nunca lo educaron bien, por lo que no sabe leer o escribir, pero es capaz de reconocer cuando una planta necesita alguna atención especial. Chance es un hombre que ha sido aislado del mundo desde que era pequeño, pero cuando lo sacan de su jaula y le dan una atención necesaria, aunque mal fundada, llega incluso a desarrollarse un poco, pues cuando murió el anciano distante que lo tuvo bajo su cuidado no despertó gran cosa en él, mientras que en la muerte de Ben Rand, el magnate multimillonario que se fijó en él y escuchaba y agradecía sus palabras (creyendo que eran otra cosa, por supuesto), podemos ver lágrimas en sus ojos, pues fue un vínculo, a pesar de todo, más genuino.

Otro personaje muy popular como AuCod entre los seguidores de su serie es Maomao, protagonista de la serie de novelas ligeras, manga y anime Kusuriya no Hitorigoto (Los diarios de la boticaria). Ella es una joven boticaria china que trabaja ayudando a su padre, un viejo boticario y médico, en una pequeña aldea, hasta que un día es secuestrada y vencdida al palacio interior del Emperador como sirvienta. Un día, interesada en la noticia de la muerte del hijo del Emperador, deduce pronto lo que ha ocurrido e interviene, y por cuestiones del asunto termina bajo las órdenes de una de las concubinas de alto rango del soberano, y recibe encargos de Jinshi, el eunuco a cargo del palacio interior, para que lo ayude a resolver los misterios que van surgiendo en el palacio.

¿Y por qué se lee a Maomao como autista? Bien, para empezar tiene una hiperfijación obsesiva por las hierbas y, especialmente, los venenos, al punto que no tiene problemas en experimentar consigo misma probando diferentes toxinas, y se emociona como una niña cuando tiene acceso al almacén medicinal del palacio interior, recolectando hongos en el bosque, o consumiendo platillos envenenados, al punto de que disfruta la idea de ser envenenada. Pero no sólo eso: Maomao tiende a ser también impresionantemente tranquila y poco expresiva, no le gusta mucho el contacto físico, en ocasiones es sincera al punto de la imprudencia, es bastante lógica y poco emocional (a menos que se trate de hierbas y medicinas), le cuesta mucho aprender cosas que no se relacionen con sus intereses especiales, ella misma parece agotarse cuando tiene que lidiar con personas a las que no conoce, y reconoce que comparada con otros, sus emociones son menos intensas, al punto que se pregunta si es incapaz de amar.

Finalmente, no puedo evitar mencionar a los hermanos Touden, Laios y Falin, del manga y anime Dungeon Meshi (Tragones y mazmorras), pues en buena parte es por ellos que decidí incluir la última parte del ensayo. Con ellos, además, se puede apreciar ciertas diferencias en la forma en que se evidencian los rasgos autistas entre hombres y mujeres, incluso entre hermanos. Laios es un completo nerd de los monstruos, con un conocimiento enciclopédico de ellos, y entretiene por mucho tiempo el estímulo sensorial de alimentarse de ellos, incluso cruzando niveles que otras personas podrían considerar poco éticos. Por fuera de ellos, sin embargo, Laios nunca encajó bien con otras personas en su aldea y en el ejército, con comportamientos inusuales, y se le dificulta mucho reconocer señales sociales -al punto que era el único en su equipo que no sabía que Shuro estaba enamorado de Falin-, algo por lo que Shuro, a quien consideraba un amigo, realmente lo detestaba por su imprudencia y falta percibida de reciprocidad. Y personalmente, me encanta aquella escena en donde agita sus manos antes de enfrentar al cambiaformas, una forma de stimming común entre autistas.

Por su parte, Falin comparte de hecho muchas de las conductas de Laios, sólo que de forma menos intensa o mejor enmascarada, una diferencia importante entre mujeres autistas –y una de las razones tras los sesgos de diagnóstico en el mundo real-. Falin ama los monstruos al igual que Laios, pero no parece ser tan obsesiva al respecto, y también ama a animales regulares, estando maravillada por ejemplo con los insectos –irónicamente, Shuro ama ese lado de ella mientras lo desprecia en Laios-. También era rechazada en su aldea, pero al parecer era más tolerante al respecto que su hermano y, como Marcille recuerda, no tenía amigos en la academia de magia por sus hábitos extraños. Como con su hermano, aprecio también escenas pequeñas fácilmente identificables, como que Falin le mostraba insectos a Marcille, e incluso le regaló una pequeña flor, algo que se corresponde con el llamado penguin pebbling con que muchos autistas manifestamos cariño y aprecio.

Podría estar aquí escribiendo por horas de otros ejemplos de personajes AuCod. Podría mencionar a Miles Edgeworth, de la franquicia Ace Attorney, con su dificultad en expresar sus sentimientos, su forma de hablar directa y accidentalmente grosera o condescendiente, su perfeccionismo y planificación y su literalidad. Podría hablar de Luna Lovegood, de la saga de libros del niño que vivió, con su interés en criaturas inexistentes y su dificultad para relacionarse con otras personas (aunque preferiría hablar lo menos posible de esa obra). Y mencionar cómo el gigantesco conocimiento de Ishmael, el protagonista de la novela Moby Dick, acerca de ballenas y la pesca ballenera, puede sentirse perfectamente identificable como interés específico para autistas y personas de atención divergente (eso, y que no se da cuenta que prácticamente está casado con Queequeg), aun cuando se nota que Melville sólo quería presumir a lo grande de su propia afición por los cetáceos.

Pero como he implicado en varios momentos a través de este escrito, interpretar a personajes de ficción como autistas sin una confirmación canónica se ha convertido en un tema de debate en tiempos recientes. Algunas objeciones son comprensibles, otras absurdas, pero ¿cómo podría ser un análisis completo sin abordar un tema complejo como la forma en que interpretamos la ficción a través de lo que comprendemos de la realidad, y cómo interpretamos la realidad a partir de lo que vemos reflejado en ficción?

¿Son negativos los headcanons autistas?

Cuando se volvió popular la interpretación de Laios Touden como autista, hubo personas en Internet que se molestaron profundamente, porque consideraban que los rasgos que mostraba eran cosas que otras personas tienen de forma cotidiana sin presentar ninguna condición neurológica. Decían que este tipo de headcanons eran estereotipantes y ofensivos, y que podían confundir a la gente sobre lo que significa ser autista. Incluso tomaron una entrevista realizada a Ryōko Kui, creadora del manga de Dungeon Meshi, en donde comentaba que no escribió a Laios con la idea de que fuese autista, ¡como una señal de que se estaba irrespetando la propia obra!

Hablar sobre este tema es tener que hablar de headcanons en general, interpretaciones particulares sobre una obra por parte de un grupo de seguidores, que se consideran plausibles pero que no están respaldadas a nivel canónico. Los headcanons generan mucho debate en redes sociales, porque a algunos no les gusta que se interprete más allá de lo que está construido en una obra, y a otros les parece que se construyen a menudo sobre puntos débiles o que pueden tener una explicación más mundana, por lo que fomentarían ideas estereotípicas. Considero que muchas obras pueden llegar a ser interpretadas de diferentes formas, independiente de si son positivas o negativas, y eso nos guste o no es válido, de modo que no tomaré en consideración al primer grupo de críticos –esto no significa, por ejemplo, que no se puedan criticar interpretaciones como decir que El eternauta es una obra libertariana-. Son los segundos, los que plantean inquietudes sobre estereotipos y rasgos comunes, quienes merecen atención.

Estos críticos por lo general sustentan su postura en dos puntos. El primero es que usualmente se utilizan señales que no son exclusivas de personas autistas, de modo que tener una o dos no es suficiente razón para considerar que un personaje lo sea. En el caso de Laios, por ejemplo, que sea un fanático de los monstruos es algo que podemos ver en personas que aman el fútbol o los dinosaurios, cosas que se encuentran entre personas neurotípicas. Por lo tanto, este tipo de headcanons son realmente interpretaciones débiles.

El segundo punto es que consideran que hacer headcanons de personas neurodivergentes es algo que contribuye al desconocimiento y la confusión sobre lo que realmente significan estas condiciones. De acuerdo con esto, la idea de poder identificar a un autista por unos pocos rasgos dificulta tener en cuenta otras cuestiones importantes en un diagnóstico, y consideran que esta confusión hace parte de la forma en que se romantiza el autismo en redes sociales en tiempos recientes, y contribuye también a la “moda” del autodiagnóstico.

El tema del autodiagnóstico requiere todo un debate que no es el objetivo de esta entrada -lo juro: hablaré al respecto dentro del blog en un futuro cercano-, pero los rasgos no exclusivos y la confusión sobre el autismo parecen inquietudes bastante legítimas. Y no podemos olvidar que en ocasiones hay fanáticos que se obsesionan tanto con sus interpretaciones personales que llegan a ser molestos e incluso tóxicos si alguien los cuestiona, o si algo de la propia historia contradice su visión. No me olvido los comentarios odiosos que vi cuando se publicó el capítulo 125 de Tokyo Ghoul:re, porque iba en contra del popular headcanon de que Kaneki era gay, incluso llegando a acusar de homofóbico al propio autor. Pero, ¿son razones suficientes para desacreditar en general los headcanon autistas?

En principio, creo que algunos de los críticos de estas interpretaciones magnifican mucho lo que ocurre en redes sociales, y olvidan que estas no siempre reflejan dinámicas reales. El hecho de que haya personas que reaccionen de forma exagerada con su devoción a un headcanon no significa que la mayoría de las personas vayan a actuar de forma cerrada ante una crítica al respecto. Dicho eso, creo que las críticas más generales sobre los rasgos no exclusivos y la banalización del concepto de autismo entre las personas en redes sociales tienen sus propias falencias.

Un problema importante en cuestionar los rasgos que se usan para caracterizar a un personaje como AuCod es que muchas veces los rasgos no se consideran por sí solos, sino que se toman en conjunto y se tienen en cuenta su intensidad. En efecto, muchos de esos rasgos se pueden encontrar en personas neurotípicas, pero es cuando se presentan en un conjunto y en una intensidad superior a lo que se considera regular que estamos hablando de neurodivergencia. Por ejemplo, muchas veces se reduce el tomar a Laios como autista a su fanatismo sobre los monstruos, pero no es sólo eso, sino que también tiene importantes dificultades sociales, como mencioné antes, y su fanatismo llega a entorpecer situaciones, o alcanza niveles que muchos no consideran prudentes, como el querer probar la carne de criaturas humanoides, un umbral que Marcille exige, pero que él no tiene problemas en romperlo a sus espaldas e incluso hacer que ella lo rompa sin enterarse. Son estas cuestiones las que deben verse en conjunto para entender por qué se puede reconocer su caracterización como autista.

Veamos un ejemplo sólo de intensidad. Mencioné antes que Ishmael ha sido visto en ocasiones como alguien autista o de atención divergente -TDAH, para entendernos-, al menos entre amigos que conozco y que también son neurodivergentes, aunque no es una interpretación tan seria. Pero se hace no sólo porque tenga una enorme fijación con los cetáceos, sino porque presenta su conocimiento de ellos de una forma detallada, voluminosa, y que no pocas veces interrumpe la historia principal. ¡El cabrón está haciendo infodumping de ballenas! ¿Cómo no vamos a reconocernos en él?

La acusación sobre banalizar o confundir acerca de lo que realmente es el autismo es interesante, y sabiendo que a veces hay headcanons que no tienen una base sólida, se puede entender de dónde surge. Por otro lado, me parece que los headcanons autistas ofrecen una inesperada ventaja, y es que promueven la visión de que el espectro autista es mucho más diverso y complejo en sus manifestaciones que el clásico estereotipo del chico no verbal aislado en su esquina o el súper genio científico y socialmente incompetente. Porque la realidad es que por mucho tiempo no tuvimos más que unas pocas representaciones estereotípicas y erróneas del autismo, y en la sociedad se ignoraba lo común y cotidiano que puede llegar a parecer esta condición. Por ello es normal que, a medida que comprendimos mejor todo lo que implicaba y cómo se podían manifestar nuestras experiencias, reconociésemos que muchos de los personajes quirky e inusuales vistos en obras de ficción podían entenderse perfectamente como autistas. Podemos identificarnos con Chance el jardinero o con Maomao porque su construcción los convirtió en personajes en los cuales nos podemos reconocer.

Y sobre esa última oración quiero construir otro punto importante: los headcanons autistas muchas veces son respaldados y reivindicados por los propios autistas. Obviamente no pretendo hablar por todos: sé que hay autistas a los que les disgustan esas interpretaciones, lo he visto. Pero eso no quita de muchos de nosotros podemos ver nuestras propias experiencias reflejadas no sólo en las conductas y pasiones de dichos personajes, sino también en las dificultades que presentan. Y no sólo somos nosotros: hay personas neurotípicas que conocen bien a personas autistas, o que están muy bien informadas y actualizadas sobre esta condición, y por lo tanto pueden ver por qué a ciertos personajes se les puede llegar a considerar como tales. Es precisamente por eso por lo que también podemos reconocernos e identificarnos con personajes canónicamente autistas como Entrapta o la abogada Woo, a pesar de que aún tengan características algo estereotípicas como la inteligencia superior: porque tienen muchos matices que las hacen humanas, con los que podemos encajarnos en algunas de sus experiencias.

La importancia de reconocer la diversidad de individuos autistas incluso en personajes que no son pensados como tales es algo que reconocen no sólo lectores, sino también los propios autores. Volviendo a la entrevista con Ryōko Kui, cuando le preguntaron sobre el headcanon de Laios autista, esto fue lo que dijo en concreto:

Muchos fanáticos tuvieron una fuerte reacción a la confrontación de Laios y Toshiro entre ellos. Unos pocos fanáticos en redes sociales parecían relacionarse con la dificultad de Laios en leer señales sociales y lo relacionaron a sus propias experiencias en el espectro autista. ¿Visualizaste a Laios como autista cuando concebías su personaje? ¿Cómo describirías la fricción entre Laios y Toshiro?

Pues lo que entiendo de Laios es que realmente es una persona normal; no hay nada especial, y todos pueden relacionarse. Yo también me relaciono con él, así que no creo que haya escrito nada especial. Por eso es que creo que las personas pueden relacionarse con él o apreciarlo. Algunas personas podrían decir que Laios es un poco autista, pero que Shuro tiene sus propias dificultades.

Kui nunca rechazó la idea de que personas autistas se puedan identificar con Laios, porque quiso escribir al personaje como uno en el que los lectores en general se puedan identificar. Es natural que no le parezca algo especial la forma en que lo construyó. Mucha gente sigue teniendo ideas preconcebidas sobre lo que significan ciertas condiciones del neurodesarrollo, de modo que pueden llegar a interactuar con una persona autista sin enterarse.

Sí, los lectores sabemos que Laios no es un personaje canónicamente autista, y que no fue escrito con esa idea en mente. No somos idiotas. Ese nunca fue un impedimento para interpretarlo como tal, porque estamos haciendo lo que su autora quería: reconocernos en él e identificarnos con sus luchas y sus dificultades. Es lo que hacen muchos neurotípicos, que asumen que Laios es simplemente una persona peculiar, sin más bases para decir que no es autista que por ser eso lo “normal” y cotidiano. ¿Por qué de repente tiene que ser una interpretación súper rigurosa cuando es un neurodivergente quien la propone?

Si se me permite ponerme un poco más personal y especulativo, creo que existen dos razones importantes por las que vemos muchas de estas críticas en contra de headcanons autistas, sin asumir por supuesto que toda crítica se fundamente en ellas. La primera de ellas es que estas críticas a headcanons sobre neurodiversidad o sexualidad disidente vienen mucho de parte de personas antiwokistas, que ven estas interpretaciones como una forma de promover ideas progresistas donde basta considerar que una persona tiene rasgos autistas para que pueda asumirse como tal, y se replica esto con personajes de ficción, por lo que es una banalización o incluso fetichización de condiciones neurológicas que tienen sus luchas y dificultades en el mundo real. Este motivo va mucho de la mano con la idea de que los headcanons generan confusión acerca de lo que abarca el autismo. Por supuesto, no toda persona que critique un headcanon autista estará en contra de las ideas consideradas woke, pero es algo que sí he notado con frecuencia entre los críticos.

El segundo motivo que veo es que seguimos teniendo una idea del autismo como algo inherentemente negativo, algo que no debería ser motivo de orgullo, que se tiene que sufrir, y por ello varios de estos críticos desalientan estas interpretaciones con personajes de ficción, que tienden a centrarse en cualidades y rasgos que les parecen cotidianos. Por eso tampoco les gusta que las bases sean rasgos que también se ven con frecuencia entre neurotípicos: no les agrada ni entretener siquiera la idea de que ellos mismos podrían ser autistas. Y obviamente coincido con que diagnosticar una condición no se puede hacer con base en unos rasgos en solitario, pero cuando desdeñas la importancia de los rasgos como tal por tu visión negativa de lo que significa ser autista, entonces tenemos un problema serio.

Aquí es donde tengo que hablar entonces del Orgullo Autista –qué corta la transición para llegar hasta este punto, ¿no?-. La idea detrás de esta celebración es reconocer nuestras vidas y experiencias como válidas dentro de un mundo que nos presiona hacia la homogeneidad. El autismo no es vivir roto o incompleto, y es mucho más que las dificultades que experimentamos; es también procesar el mundo en nuestra forma particular, relacionarnos con aquellos que nos rodean en un lenguaje propio. Cada autista tiene su propia experiencia de vida y existe en todas partes, y es por ello que podemos vernos reflejados en personajes tan distintos y que ni siquiera fueron escritos como autistas: porque nuestras experiencias pueden ser también bastante cotidianas. Permitir que otras personas se familiaricen con ellas a través de la reinterpretación de personajes de ficción es lo que las hace tan importantes.

Si hay algo con lo que quiero que se queden de esta disertación, es la importancia de escuchar a las voces autistas cuando intervienen acerca de estos headcanons. No para estar a fuerza de acuerdo con su reinterpretación, sino para que al menos se entienda de dónde surge, cuáles son sus argumentos. Y por supuesto, comprender que las vidas autistas van más allá de lo que se suele entender. Estas reinterpretaciones pueden ayudar a comprender que hay autistas en todas partes, que puede llegar a ser tu abuela que coleccionaba fotos de pasteles, ese amigo que se queda callado cuando se habla de otro tema que no sean reptiles voladores, el profesor que se truena los dedos constantemente durante la clase, o incluso tú mismo.

Conclusiones

No cabe duda de que nuestro mayor entendimiento del espectro autista y la necesidad de ofrecer productos de ficción que reflejen mejor la diversidad de historias de vida de la población, sea por motivos creativos o económicos, ha influido en la gran cantidad de personajes autistas con representaciones precisas que hemos tenido en los últimos años, y en cómo podemos identificar y reconocer nuestra condición en personajes que no fueron concebidos con el autismo en mente. Esto no significa que de vez en cuando no surjan de nuevo representaciones estereotípicas, pero es refrescante poder decir que nuestro reparto de personajes autistas en la ficción es mucho más que un Sean Murphy o Sheldon Cooper.

Me alegra haber tenido la oportunidad de escribir acerca de este tema. La ficción es un aspecto importante en nuestra cultura, que influye y se ve influida por nuestra comprensión de los aspectos que componen nuestra existencia y del mundo que nos rodea, de modo que son bienvenidas siempre estas representaciones que buscan reflejar la diversidad dentro de nuestra sociedad. Agradezco nuevamente a los lectores por la paciencia de llegar hasta este último párrafo, y confío seguir hablando en el futuro de nuevos personajes que transmitan lo que significa realmente las condiciones neurodivergentes.

 

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