Cuando la empatía animal es descriteriada

 

Introducción

La capacidad del ser humano de poder situarse en los escenarios emocionales de otras personas es una de sus mejores cualidades, pues es una parte importante de lo que nos permite sobrevivir como criaturas sociales. Y a estar conscientes no sólo de nuestra existencia, sino también de aquello que nos rodea, es natural también sentir una conexión empática con otros seres vivos, en especial con los otros animales. No es extraño, pues, que muchas personas no sólo sientan que se tiene una responsabilidad ética con el consumo de proteína animal, sino que además tienen cierta visión bucólica sobre los “mejores intereses” de los animales, cosa que a menudo es tan abusiva y especista con ellos como la industria cárnica, pues tiene más de imposición antropocéntrica que ética universal, como si concibieran la realidad en el estilo de esas empalagosas ilustraciones de los Testigos de Jehová.

El problema de estas perspectivas es que, como es obvio, la empatía en ausencia de un criterio objetivo para definir los hechos tiende a nublar el juicio, pues se dejan de considerar matices delicados que, sin aplicar un doble rasero, hacen falaz el aplicar una visión absolutista de los parámetros morales, e incluso éticos. Lo dejaré más claro ahora con tres ejemplos que se han ido juntando en estas semanas en torno a visiones que supuestamente tienen en consideración a los animales, pero que o desconocen el contexto de las acciones humanas o buscan imponerlas en un papel que se sale de toda proporción.

Dejo en claro que los dos primeros casos son más bien un análisis racional/personal de comparaciones sin contexto que generan falsas equivalencias, pero ni pretendo que sea la última palabra ni considero que sean ejemplos que reflejen una generalidad del pensamiento antiespecista (sí, aquí vamos de nuevo…). El tercero es una reciente propuesta “ecológica” desde la filosofía, pero que al carecer de argumentos biológicos resulta siendo un desastre disneylandesco que, más que dar risa, queda como un ejemplo patético de todo lo contrario a lo que explicaba en la entrada pasada.

De carne de burro y perros descuartizados

El mes pasado hubo una fuerte indignación en Colombia cuando se hizo pública la noticia de que durante más de un año, los escolares menores de edad en Bucaramanga y varios municipios de Santander estuvieron siendo alimentados con carne de burro y caballo, traída desde la Costa Caribe, como parte de una red fraudulenta dentro del Plan de Alimentación Escolar (PAE) en el departamento. El comerciante capturado como parte de la investigación conseguía la carne de animales en su mayoría enfermos o muertos fuera de sacrificio, la trataba con químicos para que consiguiera el tono rojizo propio de la res (la carne equina es más blancuzca) y luego la empaquetaba al vacío y falsificaba sellos, llegando incluso a ser exportada. Por esta treta tan ruin, que se suma a la extensa lista de escándalos de este programa del Gobierno para alimentar a los estudiantes en los colegios más pobres del país, el capturado se agenció más de 500 millones de pesos.


¿Recuerdan a mi amiga vegana que les mencioné una vez, esa a la que se le fueron al cuello sus correligionarios por compartir sin darse cuenta la foto de un señor que vendía arepas con mozzarella? Bueno, esta vez la absolutista fue ella. Preguntó en un estado de Facebook por qué la gente se indignaba por la carne de burro y no por la de res que se suele comer en la mesa, y luego de que la mayoría expusiera no sólo las pobres condiciones sanitarias sino también el hecho de que se estuviera haciendo corrupción con el dinero para alimentar niños, su conclusión fue que todos son especistas. No, en serio: literalmente eso escribió. Mantengan esa idea.

Otro tanto similar ocurrió con la cruenta noticia de un perro que al parecer fue descuartizado con cuchillo y dientes, la semana pasada, por un soldado que se encontraba de descanso en Tuluá en casa de su madre, la dueña del animal. La Policía lo atrapó tras denuncias en el sector y se llevaron capturado al hombre, además de conducirlo a una valoración mental. De nuevo, mi amiga hizo una equivalencia bastante prosaica, diciendo que no era coherente que la gente se indignara por la horrible muerte del perro mientras comían carne en la mesa. Creo que esta vez prefirieron no hacerle caso, o como preferí no fijarme en sus conclusiones prestablecidas no supe si alguien quiso refutar esa comparación falaz.


Ignorando que por lo menos en el primer caso mi amiga partía de conclusiones ya prestablecidas -todos los no veganos que argumentaran el por qué era indignante el caso de la carne de burro eran especistas-, hay que reconocer que existe cierta disonancia moral a nivel cultural en regiones como la nuestra, donde el consumo de carne de especies domésticas no criadas con ese propósito es algo que podemos encontrar repulsivo o cruel, pero al mismo tiempo almorzamos felices un sancocho de costilla. Esto es, claro, si consideramos que consumir productos animales en general es éticamente reprochable, argumento que en un marco ecológico es cuando menos cuestionable.

Aun así, y aceptando que el tema de las tradiciones me parece una pobre excusa para defender ideas o creencias, me parece que desde una perspectiva legal la equivalencia no es sostenible. A nivel legal, el caso sigue siendo una estafa completa: se estaban robando recursos de la alimentación de estudiantes de primaria abaratando los costos al conseguir carne de mala calidad y de animales no criados como fuente cárnica, violando entonces todos los protocolos sanitarios de este tipo de productos. E incluso si en Santander la gente estuviera acostumbrada a comer caballo, no deja de ser un negocio fraudulento: podrían haberla reemplazado por pollo y sería el mismo problema –aunque sin duda habría menos quejas-, pues no es cuestión únicamente de la fuente animal del alimento, sino de la fuente sanitaria y la naturaleza corrupta del negocio. En ese sentido, referirse a la indignación popular por el caso como doble moral no es un enfoque muy reflexivo de ello.

Ahora, es la falsa equivalencia en el caso del perro descuartizado la que encuentro mucho más insensata, porque tanto en una dimensión moral (costumbres y normal establecidos por una sociedad) como en una dimensión ética (valores que rigen al ser humano como parte de la sociedad) un perro masacrado y una vaca sacrificada por consumo son dos acciones diferentes, y creo que eso hasta un vegano promedio lo sabe. Sí, desde una ética vegana ningún animal debería morir en manos humanas, pero un enfoque más objetivo que sepa apreciar el contexto de cada situación permite reconocer que no es lo mismo consumir un animal -acción que después de todo es parte del flujo de recursos en cualquier ecosistema- que matarlo por sadismo o, como parece ser este caso, un desequilibrio mental: la primera se basa en requerimientos nutricionales, mientras que lo segundo es un acto de crueldad pura. Ni siquiera ocurre la misma acción directa, puesto que la mayoría de los que se sirven un bistec no ha tocado una vaca en su vida. ¿Justifica eso la muerte animal? En su perspectiva no, pero permite mantener una proporcionalidad de ambos contextos, sin caer en absolutismos morales ni comprometer sus principios.

Ahora, ¿estoy diciendo que no se deben evaluar formas de reducir la explotación animal? Por supuesto que no. Normas sanitarias o no, la industria cárnica ha avanzado tanto en producción que el rendimiento y la calidad se ven comprometidos por las condiciones en las que se mantiene muchas veces el ganado, y aunque no es cierto que sean la mayor fuente de gases de efecto invernadero, no dejan de consumir recursos importantes como el agua. Es irreal eliminar de golpe la proteína animal de la industria alimenticia, porque son muchos los países que sin esa producción están en un estado de desarrollo muy pobre, pero aquellos más desarrollados pueden buscar un esfuerzo de reducir el contenido cárnico en su dieta, o al menos cambiar a proteínas que consuman menos recursos. Eso sí, teniendo siempre en cuenta los contextos socioeconómicos, porque la desigualdad en muchos de ellos también dificulta un cambio semejante en su estilo de vida.

El hecho es que una crítica honesta sobre nuestra relación con los animales domésticos y su consumo debe partir por una contextualización objetiva de los diferentes aspectos en los cuales se da dicha relación. Puedes lamentar tanto que una vaca sea convertida en filetes como que un vecino desalmado envenene a los gatos de tu vecindario, pero no estás siendo racional si te parece que ambas situaciones son éticamente equivalentes.

¿Sacrificar a los depredadores?

El pasado mes de septiembre, la revista Journal of Applied Philosophy, especializada en estudios filosóficos enfocados en temas de debate público, presentó en un número especial un artículo llamado Painlessly Killing Predatos (Matando depredadores de forma indolora), escrito por Ben Bramble, de la Universidad de Princeton. El escrito propone la descabellada y mal sustentada idea de que, para prevenir el sufrimiento de las especies depredadas en la naturaleza, debemos intervenir en ella “herbivorizando” a los depredadores (es decir, modificándolos genéticamente para que evolucionen gradualmente a ser herbívoros) o, lo que se enfoca en defender el autor, sacrificándolos de forma indolora, procediendo a presentar escenarios donde este proceso sería “justificable”.

Antes de continuar, debo explicarles que el “problema de la depredación” no es algo nuevo. Desde los tiempos de Plutarco existía gente que consideraba a carnívoros como leones y perros “bárbaros”; la presencia de la depredación como un “mal natural” hace parte de debates en la teodicea; y diferentes pensadores como Tomás de Aquino, David Hume y el mismo Charles Darwin discutieron un poco sobre el hecho de que la naturaleza sea un entorno que produce tensión y sufrimiento para diferentes especies animales. Actualmente hay varios filósofos moralistas (es decir, enfocados en temas de ética y moral) y eticistas contemporáneos, como Jeff McMahan (quien por cierto es “citado” por Bramble) y el transhumanista David Pierce, quienes consideran que la depredación es una fuente constante de sufrimiento, y que como especie racional que ya discute sobre impedir el sufrimiento de animales domésticos en la industria cárnica y el espectáculo, nos corresponde también reducir el sufrimiento en las especies libres: Pierce llega tan lejos como para proponer la Imperativa Hedonista, la obligación moral de eliminar todo el sufrimiento en el planeta (¡!) a través de avances futuros en la farmacología, la ingeniería genética y otras áreas de medicina y tecnología avanzada.


Como curiosidad, cabe destacar que de los nombres que he consultado entre los “eliminacionistas de la depredación”, ninguno tiene lo que se dice conocimientos de biología o ecología. Por supuesto, tampoco Bramble. Así que sus afirmaciones no pasan de ser conjeturas muy bien adornadas con un antropomorfismo desconcertante e irrespetuoso con los animales, y un montón de propuestas sin sustento.

Bramble no se queda atrás. Tras iniciar mencionando que la depredación priva a las presas de los “placeres” (eh, ¿placeres? ¿de qué hablas?) de los que podrían haber disfrutado sin ser devoradas, propone como opciones para impedir la perpetuación de ese “sufrimiento” la “herbivorización” de los depredadores (…) o su sacrificio indoloro. Y por increíble que parezca, asegura que la segunda opción (PKP, por sus siglas en inglés) es preferible a la primera, HP, pero no porque llegaran a ser una competencia futura para las presas, sino porque las modificaciones genéticas tardarían unas pocas generaciones en asentarse, y mientras tanto otras presas seguirán sufriendo, además que afectaría la identidad de los futuros depredadores y haría daño a los actuales, privándolos de los “placeres” de enseñarle a su progenie cómo cazar o alimentarse con ellos (ah, eso entiende por “placeres”…), y que esto podría generar sufrimiento en los descendientes, como confusión y depresión al no poder generar vínculos con sus padres (cuando menos, en una nota al respecto reconoce que dicha afirmación “está a la espera de confirmación por la ciencia”).

Por otro lado, en cuanto a nosotros asegura que la HP o el PKP afectaría nuestras “identidades” y la de nuestros futuros hijos (???), pues reconoceríamos los cambios, pero que los futuros humanos no estarían peor sin conocer los depredadores que si hubiera sido del modo contrario, y como los beneficios que obtenemos de los depredadores no vienen de una interacción directa con ellos sino de lo que aprendemos a través de lecturas, películas, documentales, etc. (incluso podríamos experimentarlos a través de la realidad virtual en un futuro), el PKP no eliminará dichos beneficios, y además sin la presencia de los depredadores podríamos tener una mayor riqueza de herbívoros y darles una mayor consideración a los que tenemos ahora.


Siguiendo con su, digamos, propuesta, después de resumir que el PKP es preferible porque (1) salvaría de inmediato a todas las potenciales presas presentes y futuras; (2) no conlleva reducción de placeres y sufrimiento en los depredadores, como sí lo haría la transición por la HP; y (3) no priva a los seres humanos de los beneficios que nos proveen los depredadores, Bramble asegura que es justificable porque la ganancia para las presas supera a las de los depredadores, pues es mejor la muerte indolora de un animal a la depredación dolorosa de otro, y por cada depredador muerto se salvarían muchas presas. Después pasa a “refutar” objeciones sobre cómo la pérdida de un depredador afectaría ciertos rasgos de la presa (aduce diferencias de identidad en las futuras presas sin depredador), el hecho de que se propone la muerte de los depredadores (lo justifica comparándolos con el asesinato preventivo de un criminal humano para impedir muertes futuras), y que podría generar sentimientos de tristeza, desensibilización e incluso mayor aceptación del sufrimiento en animales y el asesinato en general (sólo dice que podrían haber formas de mitigar dichos efectos).

De paso arma una analogía (a mucha gente le encanta hacer analogías extremadamente específicas y extremadamente malas): si un científico malvado le lavara el cerebro a un grupo de seres humanos para matar a otros, sin que puedan ser desprogramados, y además los condiciona para sentir dolor al ser encarcelados, de modo que no puedan ser capturados, intervenir ejecutándolos de manera indolora sería una responsabilidad moral, de modo similar a nuestra intervención en la Naturaleza al sacrificar depredadores. Como conclusión, asegurando que usa argumentos “analíticos” (comparación de beneficios) y “empíricos” (él jura que su ponderación sobre el sufrimiento de los depredadores sometidos a la HP es una afirmación empírica) para sostener sus afirmaciones, pregunta cómo se sentirían los depredadores si comprendieran los efectos de sus acciones sobre las presas, clamando que estarían horrorizados e incluso nos perdonarían por sacrificarlos.


Si llegaron hasta este punto sin reírse lo celebro, no porque hayan tenido más compostura que yo, sino porque en honor a la verdad, después de releer el documento no me estaba riendo. Esto es vergonzoso. Produce pena ajena ver un mamotreto tan patético que hace afirmaciones tan osadas sin recurrir ni una vez a argumentos biológicos ni ecológicos serios; de hecho, tampoco diría que sus argumentos filosóficos cuentan con bases serias, puesto que también acude a conceptos de índole más psicológica como “beneficio” y “placer” sin abordar definiciones concretas.

Y es que, por ejemplo, si nos fijamos en la HP, por más que el autor la desecha por considerarla una mayor fuente de “sufrimiento” que el PKP, ¿entiende en verdad cómo funciona la genética? ¿Sabe acaso si existe acaso un único “gen de la carnivoría”? ¿Qué es lo que se pretendería cambiar a través de la genética: los rasgos conductuales de cacería, las adaptaciones fisiológicas a una dieta carnívora, los rasgos morfológicos de un depredador? ¿Está seguro que son los mismos genes entre, digamos, mamíferos, aves y cocodrilos? ¿Tiene alguna noción de genética cuantitativa y heredabilidad, o espera que todas las características de un depredador sean explicadas a través de unos pocos genes? ¿Está consciente de la escala que requeriría una inversión de tal magnitud? ¿Ha sopesado argumentos teratológicos y embriológicos sobre modificaciones tan radicales en el genoma? Su silencio ante estos interrogantes, que serían lo mínimo a considerar en una visión tan drástica, es ensordecedor.

Y no es como que el PKP esté exento de problemas. Para ser una propuesta tan antropocéntrica, Bramble nunca es claro en definir por qué los seres humanos deberíamos interferir en los ecosistemas con una medida arrasadora de ese nivel. Y sé que eso puede parecerles hipócrita, considerando que yo mismo he defendido la erradicación de especies invasoras, pero ahí está la diferencia: tales invasiones son consecuencia de nuestra relación irresponsable, y como tal a nosotros nos corresponde deshacer un entuerto que impacta de forma negativa en otros ambientes y afecta a miles de especies. De hecho, citando de nuevo la hipótesis de biofilia de Wilson que mencionaba en mi entrada sobre los hipopótamos de Escobar, preservar las conexiones entre las especies dentro de los ecosistemas (lo cual va más allá de los “beneficios” que nos brinden) implica también preservar aquellas conexiones que bajo nuestros parámetros morales parezcan atroces, como la depredación. Estas relaciones son parte del flujo de materia y energía de un sistema, así que la cosa va más allá de “¡es que los herbívoros sufren!”.

Por otro lado, sus criterios de “depredación” también dejan mucho que desear. Asegura no tomar en cuenta, por ejemplo, a las aves insectívoras, dado que los insectos “no viven vidas que valgan la pena vivir”. ¿Pero esto es en serio? Asumiré que aplica ese criterio debido a que, al carecer de un sistema nervioso con tanta complejidad como para desarrollar atisbos de conciencia, no se ven afectados por la tensión y el “sufrimiento” de la depredación, pero en serio es estúpido. ¿Se nos olvida que hay miles de insectos que ocupan importantes funciones en los ecosistemas como polinizadores, parásitos, controles biológicos, carroñeros y coprófagos? ¿No contarían esos como “beneficios” para el ser humano, tanto como para considerar erradicar las aves insectívoras? Ignorar todo eso por su perspectiva de “sufrimiento” es bastante débil. No deja de parecerme también que hay cierto criterio estético detrás de este sesgo, aunque es comprensible: es más fácil hacer empatía con una gacela que con un escarabajo.

Piensen que de hecho, hay importantes propuestas para manejar la conservación de insectos.

¿Qué pasa además con los omnívoros y los oportunistas? ¿También caen dentro del PKP? Porque por ejemplo, más del 90% de la dieta de un oso negro es materia vegetal, pero igual es considerado depredador: de hecho, sólo el panda y quizás el oso perezoso podrían salvarse entonces de esa medida, porque hasta el oso de anteojos ha sido visto cazando ocasionalmente ciervos e incluso tapires. Las hienas puede que cacen presas vivas, pero cumplen a su vez con una importante función como carroñeras. ¿Qué interacción prevalece entonces para dicho criterio? Y si el águila calva también cuenta como depredador, siendo que puede por igual consumir carroña, ¿cuervos y urracas también serían sacrificados? Recordemos que no son esquivas a matar animales pequeños como erizos. En serio, sus criterios son vagos y muy pobres. ¿En algún momento está de verdad considerando lo que es beneficioso para los animales, o más bien lo que es beneficioso para la conciencia moral del ser humano?

Y ni qué decir sobre el impacto de los ecosistemas, porque es evidente que tampoco lo considera en su propuesta. No, al parecer Bramble sólo asume que la ausencia de depredadores se arreglará de un momento a otro con el florecimiento de nuevas especies de herbívoros: no toma en cuenta jamás conceptos como redes tróficas, nichos, depredadores ápice ni nada similar. Eliminar o incluso reducir los números de un depredador tiene severos impactos en un ecosistema, y una larga lista de extinciones y reducciones masivas de especies en nuestras manos deberían servir como ejemplo de ello; sin embargo, el autor no acude ni una sola vez a argumentos ecológicos para sostener sus afirmaciones.

Mi principal problema con este artículo es el mismo que critiqué una vez sobre el caso de los “gallos violadores” de Almas Veganas: la pretensión de ejercer nuestros juicios éticos y morales sobre las conductas de otros animales. Los animales no conscientes no se mueven dentro de los mismos parámetros morales que los seres humanos, porque la mayoría de ellos carece de un sistema moral, incluso uno no volitivo (es decir, una moral producto del instinto y la conducta). E incluso animales de gran inteligencia y cierto nivel de conciencia (ojo, conciencia, no consciencia, que son dos cosas diferentes), como los primates y algunos cetáceos y córvidos, actúan de acuerdo a ciertos “parámetros morales” que escapan por completo de nuestra comprensión. Hay muchos casos al respecto: el apareamiento coercitivo en orangutanes y algunos grupos de chimpancés, los conflictos filiales entre polluelos de un mismo nido, e incluso los gatos que matan animales silvestres sin ninguna motivación nutricional. Una urraca puede matar a un erizo en la carretera, pero también se ha reportado que puede ejercer una conducta equivalente al duelo. Todas esas son combinaciones de conductas instintivas y/o un nivel de reconocimiento de sí mismo, pero ni siquiera ello basta para pretender ajustar las conexiones tróficas de los ecosistemas a nuestras directrices éticas, ya no digamos morales.

De hecho, no sé si recuerdan esta foto de 2016 donde un canguro aparentemente “lamentaba” la muerte de su “compañera”. Los expertos determinaron que en realidad estaba excitado, y trataba de levantarla para aparearse con ella. Como plus, les informo que hay al menos 10 especies donde se han observado conductas necrófilas, aunque por supuesto explicadas por fuera del campo de las parafilias.

En síntesis, lo que yo percibo de la propuesta de Bramble es algo que detesto profundamente, y es el esencialismo moral. Damas y caballeros, la ética y la moral no existen más allá de la concepción y estructuración que le damos a los seres humanos. No digo que sean ilusorias o inútiles, pues como expliqué alguna vez cuando analizaba el argumento moral de la existencia divina, los valores morales objetivos tienen fundamentos potenciales como normas conductuales que surgieron en los albores de nuestra especie para garantizar la estabilidad de las comunidades, llámese tribus, clanes, etcétera. El hecho es que ese es su límite material: no son normas que trasciendan más allá, hacia alguna especie de esencia universal de la moralidad como Dios o el Universo. Uno de mis libros favoritos, Papá Puerco, contiene un diálogo importante sobre las creencias que hace referencia a ello: no hay un átomo de la piedad o la justicia en el Universo, pues somos nosotros, los seres humanos, quienes les damos una “esencia” o un sentido a los valores morales universales a partir de nuestra propia existencia.

Por ello, no sólo es que los animales no tienen por qué darle esencia a valores morales concebidos por una única especie animal, la nuestra, sino que tampoco a nosotros nos corresponde tallar dicha esencia en la Naturaleza. Esas no son más que pretensiones curiosamente especistas, donde creemos que nuestro lugar especial como animales racionales, sintientes y conscientes nos da la autoridad de intervenir no sólo en las relaciones que tenemos con los animales, sino también en las relaciones que tienen los animales con otros animales, y que no tienen nada que ver con nosotros. Eso no es altruismo ni empatía: es petulancia e irrespeto con la Naturaleza misma.

Así que, citando los comentarios de un amigo y colega biólogo, que fue quien me presentó este panfleto pseudomoralista, confío y espero en que el artículo de Bramble sea cuestionado y refutado por sus mismos colegas, ojalá con argumentos científicos y empíricos esta vez. Ya lo dije en mi anterior entrada: no está mal que la ciencia aplique argumentos filosóficos para enfocar ciertas discusiones, como tampoco que la filosofía fortalezca postulados a partir de evidencias y métodos científicos. Por esta misma razón, una propuesta filosófica con alcances tan drásticos a nivel de ecología y funcionalidad ecosistémica no puede ser proferida sin considerar siquiera algunas implicaciones científicas.

Conclusiones

Mi intención con las discusiones presentadas aquí no es tirarle basura a la causa vegana, el antiespecismo o los derechos de los animales, y espero que eso haya quedado claro. Podemos tener diferencias a nivel de ejecución o fundamentos sobre sus objetivos, pero sé que buena parte de estos movimientos tienen intenciones loables sobre el bienestar de los animales no humanos, y sin caer en la misantropía o en falacias pseudoecológicas.

Dicho esto, sí considero que los debates o ideas que presentan deben darse dentro de los límites del respeto a los sujetos de debate. Respeto a los animales no humanos desde su condición de no humanos, empatizando con ellos sin antropomorfizarlos; y respeto a nosotros mismos como especie, debatiendo sobre nuestra interacción con especies domésticas o silvestres en ambientes impactados, sin interponerse en las relaciones interespecíficas de otros animales. Estas deberían ser las condiciones requeridas para poder considerarse propuestas o argumentos a futuro en torno a la relación del Homo sapiens con otras especies.

Comentarios

  1. Hace tiempo que no me pasaba por aqui asi que aprovecho de comentar en un par de entradas. Es bueno verte activo.
    Me disculpo de antemano si sueno algo agresivo, pero hoy estoy menos tolerante que lo usual. Dice el refran que el camino al infierno esta plagado de buenas intenciones y realmente buenas intenciones es lo que abunda entre aquellos que tratan de mejorar el mundo y terminan haciendo más daño que los que honestamente se acercan al mundo con intenciones hostiles. Como los misioneros cristianos de antes que honestamente trataban de salvar las almas de los "salvajes" al convertirlos, pero terminaron causando más daño que bien y que juzgamos tan duramente. Quizas aqui cometo el mismo error, pero claro, no juzgo a alguien del pasado, sino a alguien del presente con quien comparto parametros culturales.

    Primero: con respecto a tu amiga animalista, quiero decir que parece una persona elitista y moralista, no muy diferente de las beatas de siglos pasados que se jactaban de su superioridad moral por ir a misas todos los domingos pero que eran rápidas para juzgar a todo el mundo. Uno esperaria que considerando su experiencia anterior al sufrir un ataque por redes de su grupo vegano, hubiera recapacitado un poco sobre como comportarse en internet, pero pareciera que opto por eliminar la experiencia de su disco duro. Siento si resulto ser ofensivo, y tal vez tu la conoces mejor y puedes hacer un mejor juicio de su caracter y lo que yo interpreto es una caricatura de su persona, pero es que esa falta de empatia hacia las personas por proteger a los animales bonitos (los domesticos de casa, vale decir) hoy me ha enervado. Quizas ella hasta sea una mejor persona que yo, esta comprometida a una causa, y este spolo sea un matiz de su persona. Pero la actitud que explicas en el texto, lejos de ayudar, causa rechazo. Y si, claro que hay que cambiar las dietas y comer más vegetales y menos carne y mejorar el tratamiento a los animales de consumo, estoy por eso, pero es que esas postura es tan elitista, clasista ,misantropa e ignorante que me da rabia. Yo no soy una buena persona y considero que eso esta mal. Y gente que piensa que hay que anteponer las necesidades de vacas a las de niños pobres se ven al espejo y se consideran tan moralmente avanzados, me enerva.
    Sigo...

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    1. Pues, en general sí es un poco moralista en exceso, lo que es un poco irónico, y por lo mismo a veces me inquieto que percibo ciertos toques de misantropía de su parte, pero en general es buena gente. Además le gusta criticar mucho el absolutismo de sus correligionarios: el problema es que de vez en cuando cae en las mismas falencias sin percibirlo. Como ya lo he dicho varias veces, si no están dispuestos a hacer ciertas concesiones y comprender los detalles matizados de la realidad, no pueden esperar un triunfo próximo.

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  2. Continuo...
    En cuanto al filosofo Bramble, ya veo que en un par de decadas esta idea idiota va a convertirse en un movimiento que va a conseguir votos en los senados de diferentes paises para que tomen medidas que van a dañar economias y ecosistemas so pretexto de mejorar las cosas y que tendran apoyo porque mas de alguna multinacional vera beneficios ahi, causando desastres cuyos efectos se manifestaran en decadas. ¿Eso es pesimista? Considerando como los antivacunas y terraplanistas resurgieron en esta decada, no lo descarto.
    ¿Y por que detenerse ahi? las plantas tambien son capaces de comunicarse y de "sentir". No de manera animal, pero tambien lo expresan. Hay todo un universo de sufrimiento, violencia y muerte que los humanos no entendemos ni percibimos porque ocurre a otra escala (el ritmo de las plantas) y de otra forma (a traves de reacciones quimicas). Se le puede rebatir que comer vegetales es tan o más violento que comer animales. No creo estar vivo cuando ocurra ( lo que agradezco) pero seria una delicia que en el año 2150 los movimientos pro derechos vegetales le muestren al mundo la crueldad del derramamiento de clorofila de millones de almas vegetales exterminadas por los vegetarianos y veganos y la explotacion que esta sufren, algunas incluso viendo como usan los cadaveres de las plantas para construir casas. ¡A comer cosas sinteticas se ha dicho!
    Perdon por la diatriba, estoy escribiendo más de la guata que de la razon, mal endemico de internet. Estas actitudes tan en blanco y negro contrastan con mi experiencia. La energia nuclear y la caza por ejemplo no son los males que Greenpeace proclamaba y si son soluciones en algunos casos y lo que se vende como solucion no lo es tanto, como los paneles solares que duran un tiempo limitado y achicharran aves. https://www.latimes.com/local/california/la-me-solar-bird-deaths-20160831-snap-story.html
    e ironicamente, Greenpeace se convirtio en una entidad más que cuestionable, oponiendose al progreso cientifico.

    Pero claro, que se yo. Aprendi a que mientras más vivo menos sé.

    Saludos y cuidate.

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    1. Bueno, en general no creo que esa apuesta tenga mucho éxito, considerando en especial la influencia de varias industrias cárnicas, pero sí que ese discurso pseudomoralista será secuestrado por movimientos "ecologistas" tipo PETA y Greenpeace, que ya causan más desastres que ayuda. Sobre el tema del sufrimiento pues claro: por eso me parece irónico que hablando de especismo desdeñe con tanta facilidad el eliminar a los animales insectívoros, cuando por ejemplo hay veganos tan radicales que llaman crimen a matar mosquitos (no es broma: ya he visto uno que otro así en redes sociales).

      Con la caza, depende de lo que hablemos, pero seguro ya habrás visto que como solución al problema de especies invasoras la defiendo por completo.

      En cuanto a la energía nuclear, está excesivamente demonizada, pero es una apuesta relativamente segura. Saludos igualmente.

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