De mala prensa científica y falacias univariadas: el caso de Science y el “gen gay”
Introducción
Cuando
agarramos el periódico de la mañana o vemos páginas de medios en Internet, la
mayoría nos hemos topado con titulares que descontextualizan mucho una noticia.
Ya sea por errores en la redacción, porque se enfocan en un solo aspecto del
tema en lugar de sintetizar el contenido de la noticia, o simplemente por usar
un título polémico que genere clickbait,
los periodistas pueden generar confusiones en varios temas. Y uno de los campos
más torturados por la mala prensa es la ciencia, pues a menudo los redactores
malinterpretan o exageran los resultados de una investigación, y usan
títulos estrambóticos que no van muy de la mano con el trabajo real.
Creo
que muchos habrán visto esta caricatura. Lo resume muy bien, ¿cierto?
Sólo vean este caso: hace
un año se publicó en la revista científica PNAS una investigación que sugería
que el
cambio en las dinámicas climáticas en Europa podrían haber tenido un impacto en
el reemplazo de los neandertales por los humanos modernos. Mientras
que la página en inglés Phys,
dedicada a temas científicos, compartió la noticia con un
titular que reflejaba bien el contenido del estudio, el diario
español ABC se enfocó en un fragmento
que destacaba la menor diversidad en la dieta del hombre de Neanderthal, y
tituló la misma información sugiriendo que la
especie se extinguió por comer carne. En el mismo diario y con el
mismo estilo, afirmaron que el
Homo erectus se extinguió por pereza,
a partir de un estudio donde en
realidad se analizaba el comportamiento adaptativo innovador en homínidos de la
Península Arábica, relacionado eso sí con el diseño y transporte de materiales
y herramientas. ¿Queda claro el problema?
Quizás algunos piensen: “Bueno, pero igual el contenido de las notas
aclara la confusión, ¿no?”. No siempre. Primero porque, como se puede ver
en la nota de ABC sobre los neandertales, el enfoque en un fragmento particular
del estudio puede guiar la redacción del reporte, y segundo y más importante,
porque muchos lectores no van más allá del encabezado y el subtítulo, y por
sesgo se quedan con lo que ofrecen los títulos.
Por lo general esto
conduce al efecto contraproducente
y a la desinformación e ignorancia, pero en ocasiones una noticia tendenciosa y
amarillista podría incluso tener un impacto en las políticas públicas, en
especial de gobiernos reaccionarios que se aferran a argumentos muy poco
científicos. Lo hemos visto en situaciones como las investigaciones con el
glifosato, la lista de sustancias probablemente
cancerígenas de la IARC o los transgénicos. Un reciente caso ha levantado mucha
discusión en Internet porque ha sido reproducido con un encabezado
descontextualizado que podría afectar incluso derechos básicos de un sector de
la población, no sólo por los sesgos ideológicos a los que favorece sino
también por contribuir a la confusión a la hora de interpretar los resultados
de una investigación.
Tratemos de explicar de
forma detallada lo ocurrido. Intentaré que esta entrada tenga un contenido más
científico y por tanto más denso, así que les ruego paciencia y atención a los
detalles. También les advierto que dejen sus prejuicios religiosos o sexuales
en la puerta, y si no son capaces mejor cierren la ventana y busquen una
lectura más cómoda para ustedes, porque hay mucha tela por cortar en ambos
casos.
El
atlas de las nubes
El
pasado 30 de agosto, la revista científica Science
publicó un artículo de investigación titulado “Large-scale
GWAS reveals insights into the genetic architecture of same-sex behavior” (Estudio de
asociación de genoma completo (GWAS) revela perspectivas sobre la arquitectura
genética del comportamiento homosexual). Un equipo de investigadores
encabezado por Andrea Ganna analizó las muestras genéticas de más de 470.000
participantes (el mayor tamaño de muestra hasta la fecha en estudios
semejantes) del Reino Unido y Estados Unidos con el fin de detectar posibles
variables genéticas asociadas al comportamiento sexual entre el mismo sexo[1], estimar las
proporciones de los rasgos a los cuales se asociaran esas variables y su
correlación genética con otros rasgos. Dichos análisis fueron después
replicados con otros 15.000 individuos de Estados Unidos y Suecia, a los cuales
se les hizo preguntas relacionadas con su identidad sexual, experiencia sexual
con una pareja del mismo sexo y nivel de atracción por su mismo sexo o el
opuesto.
Los
resultados del estudio son un tanto complejos, pero muy interesantes. Del
primer set de muestras se detectó la presencia de cinco
polimorfismos
de nucleótidos simples (SNPs en inglés; pronúnciese “snips” para los colegas)
asociados de forma significativa al comportamiento sexual entre el mismo sexo, y al parecer relacionados con rutas biológicas en la
regulación de hormonas sexuales y el olfato. En conjunto, las variaciones
genéticas ofrecidas por estos SNPs sumaban
entre el 8 y el 25% de la variación total en el comportamiento sexual entre el
mismo sexo de machos y hembras, con una correlación positiva pero parcial
(coeficiente de correlación genética, rg
= 0,63) entre ambos sexos. Dicha influencia genética también se solapa
parcialmente con la asociada a rasgos conductuales como el consumo de nicotina
y marihuana y la toma de riesgos, mientras que en los análisis replicados se
encontró también que el comportamiento sexual, la identidad y las fantasías se
ven influenciados por variantes genéticas similares.
Por
otro lado, los autores encontraron poca evidencia de correlación genética en la
proporción de compañeros del mismo sexo entre individuos no heterosexuales [2] en comparación con
heterosexuales, así como diferencias parciales en las variaciones genéticas que
distinguen el comportamiento heterosexual. Dichos resultados sugieren que la preferencia de parejas sexuales no podría definirse en un único
continuo desde el sexo opuesto hacia la atracción absoluta
hacia el mismo sexo, lo cual pone en duda la validez de medidas bipolares como
la popular escala de Kinsey.
La escala de Kinsey puede ser también cuestionada
porque, similar
a como ocurre con la interpretación del trastorno del espectro autista, asume el comportamiento sexual como un gradiente de un único rasgo conductual,
y no como el conjunto de una serie de
rasgos que pueden o no diferir entre sí en profundidad.
En
síntesis, ¿qué es lo que se concluye del estudio? El comportamiento homosexual
tiene una fuerte influencia de diferentes variaciones genéticas de efecto
aditivo que explican parte de la heredabilidad genética en la homosexualidad a
nivel poblacional, y que difieren entre machos y hembras, pero al mismo tiempo
no puede descartarse una influencia importante del contexto sociocultural en el
comportamiento sexual en general, así como la presencia de muchas otras
variantes genéticas que no pueden ser detectadas en el tamaño de muestra
utilizado. La mayor diferencia es este último factor, el mayor tamaño de
muestra, aunque los autores resaltan la limitación de haber hecho el análisis sólo
con individuos de tres países “occidentales”. En general, este estudio nos
ofrece una perspectiva importante sobre las bases biológicas del comportamiento
homosexual humano y la complejidad de la sexualidad en nuestra especie.
La
mecha encendida
El
estudio fue reportado por decenas de páginas de medios periodísticos, y aquí arranca
la confusión y un potencial efecto negativo. Si bien la mayoría de las páginas
explican el hecho de que se trata de diferentes marcadores genéticos asociados
al comportamiento homosexual, la misma mayoría se conforma con titular que “no
existe el ‘gen gay’” y cosas del mismo estilo. Sólo fíjense en estas
cinco
notas
en
inglés
al respecto, y estas
otras
cinco
en
español,
y en cómo su encabezado gira alrededor de esa malinterpretación. Y aunque casi
todas explican de alguna forma lo que realmente se encontró en el estudio,
recordemos como dije al principio que son muchos los lectores que se quedan
sólo con el titular, y de inmediato asumirán, por ignorancia o sesgo, que “ser
gay es una elección” y que nadie nace así.
Uno
podría pensar que se trata de mala fe por parte de los periódicos, pero no lo
es tanto. Comentaba también que la prensa científica tiende mucho a usar
titulares rimbombantes que seguro atraerán “lectores”, y decir que el “gen gay”
no existe llama, en teoría, tanto a creyentes devotos que quieren ver
justificados sus prejuicios como a activistas LGBTI preocupados por saber qué
es lo que dice. En la práctica no se cumple tanto porque muchos de los primeros
no pasarán del titular para sentirse respaldados, y varios de los segundos
evitarán leer la noticia por temor a que sus ideas sean
atacadas e incluso destruidas. Recuerden, efecto
contraproducente.
Por
otro lado, no sería extraño que los medios en línea en nuestro idioma, aparte de
esa misma táctica, se quedaran también con las notas en inglés que decían que
“no hay un gen gay” o de plano tradujeran mal los titulares que hablan de “no single gay gene”, lo cual traduciría
que “no hay un único gen gay”. Pero
son ideas mías, y no tengo forma de saber si en verdad fueron tan tontos.
Independiente
de las razones para usar titulares así, esto puede tener un impacto muy
negativo, en especial al combinarse con una explicación somera de la
investigación en sí, porque si hay algo en lo que los gobiernos reaccionarios
son expertos es en quedarse con lo superficial y desechar lo fundamental en una
investigación, o usar sólo los argumentos que los favorecen. Véase la discusión
eterna con los transgénicos, o las discusiones sobre el cambio climático. Aquí
puede ser incluso más grave, porque se están comprometiendo los derechos de un
sector históricamente oprimido de la población con base en una interpretación
incorrecta de los resultados, sea por error o por intención sesgada.
Porque
el hecho es que de un estudio así podría asumirse, de forma superficial, que la
homosexualidad no está influenciada por los genes, y por lo tanto es un
comportamiento por elección y no por nacimiento, lo cual iría al pelo con un
par de argumentos muy usuales por parte de la derecha religiosa. Es necesario
tomar esos argumentos con pinzas y diseccionarlos para explicar de lleno los
alcances verdaderos de este estudio.
Mascando argumentos
Saquemos
algo del
paso: la homosexualidad sí está presente
en la naturaleza. Ya esto lo he explicado en
otra entrada al respecto, pero en resumen se ha documentado el
comportamiento homosexual en más de
400 especies animales, y en decenas de ellas se ha investigado de forma
detallada. Se sabe que entre un 8 y 10% de los carneros domésticos jamás se
aparearán con una hembra, y si tienen la oportunidad buscarán montar a otros
machos; en el combatiente (Calidris
pugnax) el comportamiento homosexual puede incluso ser parte de su
estrategia reproductiva; y el bonobo, nuestro pariente primate más cercano, es
completamente bisexual. En otras palabras, es un rasgo conductual bastante
frecuente en animales, así que no es ninguna sorpresa que en el ser humano
también se dé, y no hay nada “antinatural” en ello.
Por
experiencia, sé que a muchos creyentes no les gusta que uno compare al ser
humano con los animales. Me ha tocado un colega biólogo que se volvió muy
evangélico, el cual aceptaba que en otras especies existiera el comportamiento
homosexual, pero que igual eso no era “natural” para el hombre. Y es alguien
cuya mejor fuente de argumentos es Answers
in Genesis... Lo máximo que me sacó para sustentar al respecto fue la
típica falacia de pendiente resbaladiza sobre la pederastia, que la verdad hace
ver a cualquiera, y me disculparán por ser directo, como un perfecto imbécil.
Esa
tozudez en rechazar comparar al ser humano con otros animales viene por una
visión esencialista y una confusión sobre lo “natural”. Lo primero es simple:
pensamos que el ser humano tiene alguna esencia posterior a su existencia, algo
que lo hace tan único y particular, que no tiene sentido hacer comparación con
los animales carentes de raciocinio. Eso tiene mucho de visión biológica
predarwiniana, donde no pocos científicos creían que las especies permanecían
únicas e inalteradas a través del tiempo, pero el surgimiento de la teoría
evolutiva y la biología sistemática han demolido las bases de esa idea, pues
las relaciones de parentesco entre las especies permiten ver cómo se
diversifican los rasgos y conductas, y nuestra especie no es ajena a ello.
En
cuanto a lo segundo, la verdad es que hablar de comportamiento “natural” o
“antinatural” ya ofrece un sesgo precedente, pues no se está hablando en
términos biológicos ni científicos sino
teleológicos, es decir, darle una
perspectiva metafísica a la funcionalidad de una estructura: para entendernos,
que se le dio un propósito. Lo “natural” es, pues, aquella función para la cual
fue diseñada por un creador. En ese orden de ideas, la homosexualidad sería
“antinatural” porque los órganos asociados a esta conducta son usados en
contravención a su propósito predefinido, pero así también lo serían la boca al
hablar o las manos al usar un teclado o escribir en una hoja, y no por ello
decimos que es “antinatural” navegar por Internet en el celular (espero). No
deseo explayarme mucho al respecto, porque no tengo interés en discutir sobre
religión en esta entrada, pero el hecho es que el argumento teleológico sólo es
válido si aceptamos de antemano que un organismo está diseñado por alguna
conciencia superior. Ese no es un
argumento científico ni serio.
El problema de la falacia univariada
Ahora,
si queremos hablar como científicos, tenemos que buscar de dónde viene esa idea
del “gen gay”. En 1993, un estudio encabezado por
Dean Hamer analizó las muestras de
76 hombres homosexuales y sus familias, y encontraron que no sólo los
individuos tenían más tíos y primos gay del lado materno familiar, sino que
también aquellos que eran hermanos tenían alelos similares en una región del
cromosoma X. Este hallazgo fue, como era de esperarse, popularizado por los
medios como el “gen gay”, lo cual daba mucha confusión al hallazgo. No
obstante, otros estudios han encontrado relaciones similares en regiones de
diferentes cromosomas, aunque muchos de ellos enfocados sólo en la
homosexualidad masculina, por lo cual el concepto de un único “gen gay” ha sido rechazado por la ciencia desde hace
tiempo: en ese sentido, los resultados del estudio de Ganna et al. no son los primeros que sugieren
una combinación de factores genéticos, ambientales y hormonales que influencian
el desarrollo del comportamiento homosexual, aunque son más ambiciosos en
cuanto a su relación con otros rasgos conductuales sexuales y no sexuales.
El
problema es que esa idea permanece en el colectivo por una falencia racional, una
que por desgracia es utilizada tanto por la derecha reaccionaria, que gusta de
afirmar que nadie nace siendo homosexual o que cigoto, embrión y feto son lo
mismo, como por la izquierda absurda, que pretende que el género no es una
cuestión biológica (y no, no
significa que exista ese argumento falso de la “ideología de género” que tanto
usan los fanáticos religiosos de hoy). En Twitter, el biólogo evolutivo Colin Wright
creó el
pasado julio un hilo al respecto acuñando un título no oficial (de
momento) creado hace poco para definir el problema: falacia univariada.
Wright explica que
la falacia univariada es “la afirmación de que, si no hay un único rasgo
definitorio que pueda ser usado para separar dos o más categorías, esas
categorías no existen”. Esto ocurre
porque se toma un problema complejo y multivariado
(esto es, que diferentes factores influyen en un evento o resultado) y se
analiza como si dependiera de una única variable (de ahí el nombre de
univariada), y si esa variable no nos
explica toda la complejidad del problema, entonces se asume de forma
errónea que no explica nada del problema
en sí.
El
biólogo pasa entonces a presentar una serie de artículos periodísticos y notas
científicas enfocadas en el tema del sexismo, en las cuales se
afirma que, como no
hay un único parámetro que
permita distinguir por completo entre
géneros, asumir que el
sexo biológico en nuestra especie es binario es
un error, y que por ejemplo analizar el cerebro para observar
diferencias anatómicas entre hombres y mujeres es “neurosexismo”. Y
si el lector ha ojeado un poco en los enlaces, se dará cuenta que incluso la
revista Nature ha caído en esta
falacia. ¡Nature! Para explicar los alcances
absurdos de esta falacia, Wright se basa en el caso de la
atleta Caster Semenya, pues no pocos la defendieron asegurando que
la testosterona no conduce por sí sola a mejorar el desempeño atlético:
“Esto es, por supuesto, un sinsentido altamente engañoso. La
testosterona guía de forma directa a los machos a través de la pubertad, lo que
resulta en individuos más grandes, rápidos y fuertes que si no lo hubieran
sido. Los suplementos de testosterona incrementan el crecimiento muscular y la
síntesis de proteínas en machos y hembras, por lo cual es usada por muchos
fisiculturistas y es una sustancia prohibida en casi todo deporte. […] Además,
las agencias de deportes que permiten a las atletas trans competir con mujeres
requieren de forma universal que reduzcan sus niveles de testosterona por
debajo de un umbral determinado, por cierta cantidad de tiempo, a fin de
reducir su ventaja competitiva.
“¿Pero por qué importaría reducir los niveles de testosterona si no
crearan una ventaja en primer lugar? Y no son sólo los mayores niveles de
testosterona ACTUALES los que dan una ventaja a los machos, sino los mayores
niveles PASADOS que guiaron su desarrollo corporal a través de la pubertad
masculina.”
Wright ya amplió una vez
el año pasado en Quilette sobre el camino
que la izquierda “progresista” ha tomado en rechazo a la biología evolutiva,
posicionándose en una vía más parecida al esencialismo planteado por la Iglesia
Católica que tanto los cuestiona (pueden encontrar el artículo traducido aquí,
gracias a mi amigo David Osorio) en cuanto al sexo biológico se
refiere, pero en su hilo reciente también pone como ejemplo en el caso de la
derecha la discusión sobre el aborto, pues en su visión esencialista los
“pro-vida” señalan que, como no hay un criterio específico que permita
distinguir entre un cigoto, un embrión y un feto en términos de “vida”, cada una
de estas etapas de desarrollo son igualmente equivalentes a la vida de una
persona.
Es por esto que, ante los
resultados del estudio de Ganna et al.,
muchos seguidores de la derecha religiosa podrían asumir, de forma errónea, que
al no existir un único “gen gay”, entonces la homosexualidad no está
influenciada por la genética y ser gay es puramente un asunto de elección de la
persona, no algo con lo que se nace. Y esto es porque, al no comprender cómo
funciona la genética, en especial en cuanto a la variabilidad de rasgos en una
especie, ignoran que la sexualidad humana es un conjunto multivariado de rasgos
conductuales, así que no puede encajarse a la fuerza en la visión estrecha de
un único gen que explique todo. En el siguiente apartado explicaré un poco
mejor este asunto, para dejar claro de una vez cuál es el problema de ver la
homosexualidad como un rasgo univariado y cómo se asocia esto con los hallazgos
de la investigación.
Contextualizando en genética
cuantitativa
Antes de entrar en detalle, un repaso veloz en
términos de genética: un gen es un
segmento de ADN, una unidad funcional de información; un locus (en plural, loci)
es la región del cromosoma en donde se ubica un gen; un alelo son dos o más formas alternativas de un gen, y donde cada
versión puede modificar la función del gen. El genotipo es el conjunto de genes de un organismo, mientras que el fenotipo es la expresión física de
caracteres en un individuo como resultado de la interacción entre su genotipo y el ambiente. Es un resumen muy básico
de cada uno de estos términos, pero es lo esencial para comprender esta
sección.
Como la mayoría de nosotros sólo recibió algunos
atisbos superficiales en cuanto a la genética en el colegio a través de la
clase de ciencias, es natural que la veamos en términos estrictamente
mendelianos. Y ojo, que no es que las leyes de herencia de Mendel no sean
válidas, pero a menudo malinterpretamos lo que nos dicen. Nos quedamos en el
experimento de las arvejas, en los pedigríes o en la herencia de la hemofilia, pero
no siempre recordamos que puede existir codominancia
entre genes, es decir, que un alelo no puede enmascarar la presencia de otro,
como ocurre con la herencia del
grupo sanguíneo en el sistema ABO; o que también hay epistasis, donde el efecto de un gen
depende de la presencia de otros, como en el caso del color de los labradores.
Finalmente, otros rasgos dependen no sólo de múltiples genes, sino también de
pequeños cambios dentro de los mismos, como el color de los ojos:
antes se creía que seguía un patrón clásico de herencia mendeliana bialélica,
con el azul siendo un alelo recesivo; hoy sabemos que al menos tres o cuatro
genes están vinculados a este rasgo, y que las combinaciones de SNPs presentes
en estos genes y los vecinos son los que dan lugar a la variedad en
pigmentación ocular. En otras palabras, la herencia genética es mucho más
compleja y diversa de lo que solemos pensar.
Hasta
aquí sólo me he enfocado en la complejidad genética detrás de la expresión de
caracteres, y por todo lo anterior descrito es que a menudo los rasgos
presentan una distribución de frecuencias continuas
(es decir, que los valores pueden ser infinitos, como la fecha y hora de
entrega de un documento) y no discretas
(no se toman valores dentro de dos consecutivos, como el número de hijos en una
familia). Dicha variación de rasgos puede ocurrir no sólo por poligenismo, como
el color de la piel, sino también porque diversos factores ambientales pueden alterar el estado del fenotipo, por lo
cual es difícil analizarlos dentro de los modelos cualitativos de herencia
mendeliana. Estos rasgos continuos son estudiados por la genética cuantitativa.
Para
entender bien esto, usemos un ejemplo
sencillo que vi hace tiempo en Internet y con el cual expuse este
mismo tema en una clase de evolución. Consideremos que la altura del gorro de
los Pitufos (contengan las risas) es un rasgo morfológico codificado por dos
loci, M y N. Cada locus tiene a su vez dos alelos, y cada copia del alelo contribuye
de forma aditiva con un valor en centímetros a la altura total del gorro. Así,
tenemos que en el locus M los alelos son M
= 3 cm y m = 2 cm, mientras que en el
locus N los alelos son N = 2 cm y n = 1 cm. Si cruzamos dos Pitufos
homocigotos en ambos loci, uno con un genotipo MMNN (por lo cual la altura de su gorro será igual a 3+ 3+2+2 = 10
cm) y otro con un genotipo mmnn
(entonces, la altura de su gorro será igual a 2+2+1+1 = 6 cm), su descendencia,
llamada F1, será heterocigota en ambos loci, MmNn, y su fenotipo será intermedio entre los de sus parentales
(3+2+2+1 = 8 cm).
Si cruzamos dos heterocigotos de la F1, siguiendo los patrones de herencia mendeliana clásica, tendremos 9 genotipos diferentes para la F2; no obstante, si nos fijamos en el valor combinado de altura en cada alelo, obtendremos sólo cinco fenotipos, aunque de todos modos la F2 tendrá una distribución de frecuencias mayor a la de los parentales y la F1.
Ahora,
consideremos además que la altura del gorro en los Pitufos está influenciada no
sólo por los genes, sino también por un factor ambiental: la dieta, en este caso el consumo de pitufresas en la infancia. Por
ello, dos Pitufos con el mismo genotipo tendrán fenotipos diferentes de acuerdo
a cuántas pitufresas se engulleron de niños en sus casitas de hongo. Si
graficamos entonces el experimento teniendo en cuenta la variación ambiental,
obtendríamos las siguientes distribuciones:
Y
esto sólo si usamos un rasgo codificado por dos loci con dos alelos cada uno.
Si incrementamos el número de loci, tendremos diferentes números de genotipos
en la F2, y teniendo en cuenta la variación ambiental, pues la cosa se
complica. El punto aquí es comprender que muchos rasgos dentro de una especie o
población se expresan por combinación de factores genéticos y ambientales, por
lo cual aunque los genes influencian
significativamente en la expresión de un rasgo, no son determinantes para la variabilidad del mismo.
¿Y eso cómo se relaciona con el
estudio de Ganna et al.?
Bueno,
aterricemos todo lo anterior. ¿Recuerdan que uno de los principales resultados
del estudio fue que la variabilidad de los marcadores genéticos analizados
explicaba 8-25% de la variación total del comportamiento homosexual en las
poblaciones de estudio? Aquí la clave es el concepto de heredabilidad (no confundir con herencia), importante dentro de la genética cuantitativa. Si por
ejemplo tomamos dos individuos de una misma población con diferente fenotipo,
los cruzamos, vemos el genotipo de sus hijos y encontramos que la media de su
genotipo es cercano a la media del genotipo de sus padres, significa que el
fenotipo tiene una base genética y es
heredable. Entonces, podemos definir la heredabilidad como la proporción de la varianza fenotípica
total que tiene base genética.
Hay
que tener en cuenta dos cosas de esto. La heredabilidad se estima de acuerdo a cada población y ambiente analizado, y es un estimado poblacional, no un parámetro individual. Por lo tanto, no nos dice a qué grado un
rasgo es genético, sino cuánto de su varianza fenotípica total se debe a
factores genéticos. Entonces, si la heredabilidad basada en SNPs, como es
aplicada en el mencionado estudio, es de un 8-25%, no quiere decir que las
conductas homosexuales sean menos genéticas, sino que todos los SNPs combinados
contribuyen a ese porcentaje de la variabilidad conductual en las poblaciones
analizadas. De hecho en un fragmento los autores son claros: los análisis son
para caracterizar la influencia genética en el comportamiento homosexual, no para predecir dicho comportamiento a
nivel individual [3], ni
evaluar diferentes proporciones de influencia de lo “innato” y lo “adquirido”
en las preferencias sexuales. En síntesis, aunque la homosexualidad no está determinada en sí por la
genética, los genes sí tienen una influencia
significativa en la variedad conductual sexual, y por las limitaciones del
estudio (tres países) podría haber muchas otras variables genéticas aditivas no
detectadas e igualmente influyentes, lo cual es consistente con otros rasgos
humanos complejos.
“Entonces,
¿eso no quiere decir que la homosexualidad no es algo de nacimiento?” No. Al contrario: el comportamiento homosexual es nato, no de elección. Lo que quiere
decir, por enésima vez, es que en nuestra especie dicho comportamiento se da
por un conjunto de factores genéticos y ambientales que influyen en toda la
variabilidad conocida de nuestra sexualidad, por lo cual es necesario desterrar esa visión limitada de un único gen que lo
explique todo.
“¿Pero
entonces un niño sí puede volverse gay por ver Steven Universe?” Tampoco.
Aquí nadie está resucitando al zombie de Lamarck. Los factores ambientales a
los que se refieren los autores son
estrictamente prenatales, como el ambiente intrauterino y las hormonas
prenatales (esto último podría explicar, además, las diferencias parciales
entre influencias genéticas en el comportamiento homosexual entre machos y
hembras), pero estos factores van a influir en la expresión fenotípica, no en
la composición genética, y actúan por supuesto de forma conjunta con la
variabilidad en esta última. Ninguna
hipótesis actual sobre la influencia de factores sociales postnatales en la
orientación sexual o la identidad de género resiste un análisis
crítico de sus
fundamentos.
Es cierto que los autores
enfatizan la importancia de tener en cuenta el contexto sociocultural y cómo
interactúa con el comportamiento sexual, pero no es de la forma que los
escandalizados podrían pensar. A lo que hacen referencia, citando un estudio
sociológico del 2010 en Estados Unidos, es que los diferentes contextos
socioculturales del comportamiento homosexual entre hombres y mujeres
(compromiso con su identidad sexual, adhesión a una minoría comunitaria,
percepción social) y las diferencias demográficas entre gays, lesbianas y
bisexuales (diferencias generacionales, estado civil, afiliación religiosa,
activismo político) pueden combinarse con las bases genéticas, generando una
mayor variabilidad de los rasgos conductuales dentro de la homosexualidad (como
un ejemplo tosco para entenderlo, el “abuelo” de Fry en Futurama decía: “¿Alguna vez tuviste
la sensación de que sólo sales con chicas porque es lo que se espera de ti?”),
que pueden dar lugar a una diversidad aún mayor si se observa entre distintos
países, dependiendo de los diferentes contextos. No hace referencia a una
influencia de factores sociales en la orientación sexual, sino más bien a cómo se
ve influenciada su expresión de rasgos conductuales, pero sin cambiar la orientación en sí.
“Y
si el contexto sociocultural influye en cómo se expresa la orientación sexual,
¿entonces sí podemos decir que el género es un constructo social?” Menos. Aunque los autores no incluyeron
individuos trans ni intersexuales en el estudio, y reconocen que esto requiere
ser abordado a futuro, sí encontraron una fuerte influencia de las variables
genéticas en el comportamiento sexual entre el mismo sexo y la identidad
sexual; de manera similar, estudios neuroanatómicos apuntan a una correlación
entre la identidad de género y la estructura cerebral, así que como tal el
género con el cual se identifica una persona también es cosa de nacimiento. Por otro lado, hablando en un
sentido general a nuestra especie, el sexo biológico es eso, biológico, y como tal se puede
distinguir por diferencias morfométricas
y estructurales entre los gametos de machos y hembras –condiciones intersexuales
como la presencia de
ovotestis comprenden mucho menos del 0,05% de la población humana,
así que no son representativos-.
Los
roles de género sí son una
construcción social, pero son un aspecto diferente a la identidad de género o
al sexo biológico en sí. Eso no
significa que yo esté en contra de los derechos de la población trans o que
los desconozca como comunidad; al contrario, los apoyo con los mismos
argumentos que a las otras letras del colectivo. El tema en general es tan
complejo que requeriría por sí solo otra entrada, pero así como la sexualidad
humana no puede reducirse a la morfología genital externa, ideas como que el
género no es algo con lo que se nace o que existen más de 50, ignorando las
evidencias anatómicas, fisiológicas e histológicas, hacen un flaco favor al
activismo trans, pues ese relativismo postmoderno ante la ciencia está echando
al traste su voz. El debate es necesario, pero
debe darse con argumentos científicos,
no ideológicos.
Conclusiones
No
estoy seguro de si con todo lo expuesto en esta entrada podré hacer cambiar a
alguien de opinión o posturas en cuanto a la sexualidad en general. Por
experiencias, no creo que a los religiosos les importe mucho nada de lo
expuesto aquí: ante su dios, la ciencia no vale. Diría que del lado progresista
son un poco más abiertos a escuchar, pero también hay algunos sectores radicales
que anteponen sus emociones y sentimientos a las evidencias, así que no puedo
tampoco asegurar mucho. Por triste que parezca, en los tiempos actuales a
menudo la izquierda termina haciendo más daño a la ciencia, a pesar que desde
la derecha son por mucho más agresivos.
Tampoco
diría, en realidad, que ese fue en sí mi propósito al escribir esta entrada. Mi
interés principal es explicar los resultados y alcances a discutir del estudio
de Ganna et al., y sobre todo quitar
toda la confusión generada por los malos titulares en la prensa y resolver las
inquietudes y dudas que puedan surgir al tratar de interpretar la información.
Es probable que haya algunos detalles y conceptos que podría explicar mejor,
pero por eso he procurado incluir diferentes enlaces a artículos y ejemplos de
los temas expuestos.
Por último, agregar
que si alguien se encuentra en desacuerdo con algo de lo presentado aquí se
tome un momento para reflexionar antes de escribir su opinión. Entiendo que a
algunas personas les parece incluso ofensivo que en pleno siglo XXI se hagan
investigaciones para atisbar las bases biológicas de la homosexualidad, pero
piensen que las conductas humanas son una serie de rasgos complejísimos, y
cualquier análisis que nos permita comprendernos puede también servir para ir
desechando nuestros prejuicios.
Notas:
[1]. Los autores usan en el manuscrito el término “same-sex sexual behavior” para referirse
al comportamiento homosexual, así como “macho” y “hembra” para referirse a los participantes
en términos de su sexo biológico, no de su identidad de género.
[2]
El término “no heterosexuales” es utilizado en el manuscrito para referirse a
los individuos que han tenido sexo con alguien de su mismo sexo. Los autores lo
aplican para facilitar la lectura, pero especifican que no debe asumirse como
una connotación excluyente o negativa para efectos del estudio ni sus alcances.
[3]
Un fragmento en el estudio menciona que la varianza del comportamiento sexual
entre el mismo sexo a nivel individual explicada a partir de puntuaciones
poligénicas construidas teniendo en cuenta los estimados del efecto agregado de
los SNPs fue menor al 1%. Esto puede suscitar confusión en algunas personas,
pero hay que recordar que esto es debido a las propias limitaciones predictivas
de la heredabilidad a nivel individual, no a que la homosexualidad carezca de
influencia de origen genético.
Adenda 1:
el fin de semana, el noticiero de fin de semana del Canal 1, Noticias Uno,
reconocido por ser uno de los pocos medios independientes y más objetivos de
Colombia, anunció que cesará sus emisiones a partir del próximo año. Aunque la razón
principal de esto se debe a decisiones económicas de los accionistas
mayoritarios, La
Fundación para la Libertad de Prensa (FLIP) destaca que “la salida del aire de Noticias Uno pone a
prueba el talante democrático del Estado colombiano. La concentración de poder
en el sector de telecomunicaciones entregado por el Congreso al Ejecutivo a
través de la Ley TIC, acompañada de la intención de voces potentes del partido de Gobierno de
silenciar a Noticias Uno, configuran un escenario propicio para que el
Canal1 haya contemplado sacrificar al mencionado noticiero.”
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