Vinland Saga: la voluntad enfrentada a la severidad cultural
Advertencia: esta entrada contiene algunos spoilers de Vinland Saga, en especial del capítulo 154, si bien consiste de una historia tangencial al desarrollo del manga. Por lo tanto, si decide seguir leyendo, lo hace bajo su responsabilidad.
Si
bien Vinland Saga toma una fuerte
influencia de algunas de las grandes sagas nórdicas y registros históricos de
la época, Yukimura construye para Thorfinn una historia de venganza, esclavitud
y redención que lo lleva a servir bajo el comando de Askeladd, el líder de una
banda de mercenarios vikingos y asesino de su padre, con la condición de algún
día enfrentarlo en duelo y cobrarle su crimen, e interactuar con el príncipe
Canuto (más tarde el histórico Canuto el Grande), hijo del rey danés Svend
‘Barbapartida’, quien debe a su vez aprender a sobrevivir en medio de las
intrigas políticas de la realeza británica. Es difícil hacerle justicia al
personaje sin revelar partes importantes de la historia, pero a través de las
páginas vemos el crecimiento y madurez de Thorfinn, que pasa de ser un muchacho
furioso, lleno de rencor y sed de venganza, a una hombre quebrado y
complaciente, con su ego derrumbado por haber perdido el objetivo que en su
odio se había dado a sí mismo y a su vida, hasta reconstruirse en un idealista
determinado, que busca crear un espacio de paz y prosperidad donde las personas
no tengan que recurrir a la violencia, y donde pueda vivir con orgullo
siguiendo las palabras de su padre, Thors: “Un
verdadero guerrero no necesita espada”.
“No, tú
escúchame. Nuestra hija es una genio diseñando cosas. Es diferente a la gente
normal. Necesitamos dejarla hacer lo que quiere. Forzarla a conformarse a las
convenciones no sería correcto para ella.”
Como
yo lo puedo apreciar, estas escenas que presenta Vinland Saga demuestran que su desacralización de la visión
bucólica o los estereotipos negativos de los vikingos va más allá de denunciar
la futilidad de la guerra y la violencia, sino que construye un retrato de la
convicción de los seres humanos para defender sus valores individuales, aún por
encima de los dictados absurdos de su propia cultura; es la imagen de la
voluntad personal en contraposición a la devoción colectiva, y a menudo
irreflexiva, a parámetros morales que perpetúan un ciclo de sufrimiento. Es, en
esencia, una historia de irreverencia frente a la estaticidad de las culturas y
sus tradiciones. Y uno de los capítulos que, a mi juicio, mejor retratan esta narrativa
tan directa y de un modo trágico, es el 154.
Contexto:
durante el Arco de la Guerra del Mar Báltico, Thorfinn termina en medio de la
lucha entre dos facciones de los Jomsvikings, una de las cuales es comandada
por Floki, quien orquestó la muerte de Thors a manos de Askeladd, y busca que
su nieto de diez años sea designado como líder de su ejército. Por una serie de
sucesos que no voy a destripar aquí, los compañeros de viaje de Thorfinn son
tomados prisioneros por Floki, y el protagonista se infiltra en su base en
Jomsgund para rescatarlos, justo cuando está a punto de ser invadida por las
fuerzas al mando de Thorkell el Alto, un gigantesco mercenario vikingo al
servicio de Canuto (al igual que Floki, por cierto) que comparte historia con
Thors y su hijo.
El capítulo 154 abre con feroces escenas de combate: las tres primeras páginas nos muestran un brazo cercenado y una cabeza volando, un soldado empalado por casi una decena de lanzas, otra cabeza separada desde el maxilar y una evisceración bastante gráfica. No hay elegancia ni romanticismo en las imágenes, todo es caos y brutalidad. De repente nos encontramos con un vikingo sin nombre frente a un portal abierto, ya sin un brazo y atravesado por flechas en todo el cuerpo, cayendo en medio de un montón de cadáveres. Los comentarios y escenas nos revelan que es uno de los hombres de Thorkell, luchando hasta su último aliento para mantener la abertura y permitir la invasión al fuerte, y ya sin fuerzas para seguir combatiendo puede ver cómo su esfuerzo dio frutos, cuando su jefe penetra el portal y destroza Jomsvikings a diestra y siniestra con un enorme tronco. Orgulloso de su último combate, el moribundo sonríe para sí mismo, esperando a las valquirias que lo llevarán al salón del Valhalla, digno sólo de los mejores guerreros. Pero nadie llega.
Este es uno de los capítulos que más me ha impactado, no sólo por mostrarnos a un personaje ajeno al rumbo de los principales, sino también por dejar un mensaje demoledor, que como dije va más allá de denunciar la guerra, y mantiene el mismo tono de crítica a los valores sociales imperantes en una cultura, una constante en Vinland Saga. Como ustedes saben yo soy agnóstico, otra razón por la cual esa escena de muerte fue impresionante para mí. Pero antes que eso soy escéptico, y como tal defiendo a cabalidad el principio de la libertad de opinión y expresión, los cuales parten desde la base de que ninguna idea o creencia está exenta de ser debatida o criticada, Y por supuesto, mucho menos las creencias tradicionales y costumbres culturales, las cuales por mucho tiempo han sido usadas de excusa y justificación para brutales invasiones expansionistas, genocidio, discriminación y opresión.
¿Cuántas
veces no hemos escuchado noticias de bombarderos suicidas que se detonan en
sitios públicos, o radicales islamistas que provocan masacres, sintiéndose
respaldados por creencias supuestamente inmunes al debate? ¿Por cuánto tiempo
hemos tenido que soportar a esos líderes que consideran a los extranjeros como
una plaga que roba las mujeres y los trabajos a los ciudadanos de su nación?
¿No he mencionado en este blog el problema de afirmar que los textos sagrados y las creencias religiosas no son objeto de crítica, que empoderarse de un velo en una nación inhiba la crítica
a su imposición en otra, que causas nobles como defender a los animales no caen en absurdos,
que las tradiciones colectivas se deben respetar aún por encima de metas individuales, o incluso que un ateo no pueda ser fanático e irracional?
Eso es lo que más aprecio del 154. Yukimura usa un personaje sin nombre para reforzar en cierta forma el mensaje de su obra, de comprender que la devoción irrestricta y el autosacrificio a los valores de una sociedad pueden ser dañinos, que pueden enajenar y despojar a los individuos de un criterio personal hasta llevarlos a finales dolorosos que podrían haberse evitado con la libertad de criticar y elegir. Sea una vida de matanzas y conflictos, o una aldea donde la mayor aspiración es ser ama de casa y cuidar hijos, no es erróneo ansiar a más, atreverse a cuestionar los paradigmas sociales, a sembrar la duda de si acaso esa única cosmovisión es todo a lo que un individuo tiene derecho. Esa es la raíz detrás de la voluntad de sus personajes, y es para mí el mayor acierto de Vinland Saga.
“Una tierra sin
espadas… Vale la pena intentarlo.”
Y
bien, creo que es todo lo que puedo explicar sobre la obra y los mensajes que
transmite. Siento que hay mucho más por contar y exponer al respecto, pero me
parece que con lo poco que he comentado es suficiente, así que les animo a que
le den una oportunidad: es de verdad uno de los mejores trabajos de ficción que
he leído –y ya tiene un anime, así que pueden igualmente empezar a seguir la
historia de Thorfinn en la pantalla-. Como regalo, les dejo además esta pequeña carta de amor
de mi amiga Marina Golondrina a Vinland
Saga, así como el análisis que Jauri -a quien agradezco por hacerme
concebir la idea para esta entrada- le hizo a Askeladd, uno de los
personajes más complejos de este manga.
Feliz
Año Nuevo para todos, a pesar de las circunstancias. Saludos.
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