El caso de Excalibur
El mundo ha estado en
zozobra en los últimos meses debido a la extensión de casos de ébola por fuera
del continente africano. A raíz de un brote en África Occidental, que fue
ignorado en sus inicios, la enfermedad se ha diseminado en casos puntuales por
fuera del mundo. Aunque, debido a las características de la enfermedad, la
posibilidad de una pandemia de ébola no es tan cercana, los países
desarrollados están preparándose al máximo para evitar que esto ocurra.
Un caso se ha hecho más
notorio en los últimos días. Una enfermera española contrajo el ébola tras
atender a un misionero enfermo, y fue puesta en cuarentena. Ante la
probabilidad de un brote, las autoridades sanitarias en España decidieron
sacrificar al perro de la mujer, Excalibur, sin realizarle un análisis
serológico para descartar una infección, ni ponerlo en cuarentena. Las voces de
grupos animalistas alrededor del mundo no se hicieron esperar, manifestando su
indignación y descontento ante lo que algunos denominan un “asesinato”, e
incluso alegando que el perro fue víctima de “los más inútiles que tenemos en este país: la casta política”.
Como si eso no fuera
suficiente, he visto comentarios de personas que dicen cosas del estilo de (y
cito textualmente): “Deberian sacrificar
los humanos infectados.... por que los animales no humanos si los sacrifican???”.
Opiniones de este tipo son particularmente inquietantes, y cada
vez es más
común encontrarlas entre los animalistas, lo que me hace preguntarme qué
decretarían personas como estas si dirigieran el Ministerio de Salud o la
Presidencia misma.
Conviene, entonces,
hacer un análisis del asunto de Excalibur. La pregunta principal es: ¿actuaron
de forma adecuada las autoridades de salud en España al sacrificar al perro, o
por el contrario, fue un caso de negligencia e incompetencia, como afirman los
animalistas?
Hay algo importante a
considerar. Los perros pueden contraer ébola (y eso está demostrado en
estudios), pero el virus es asintomático en ellos. No hay una evidencia de que
el animal esté enfermo. No, esto no es algo bueno: que un agente infeccioso no
provoque síntomas no significa que no pueda contagiarse. Como es sabido, la
gonorrea tiende a ser asintomática en las mujeres, y aun así es una enfermedad
de transmisión sexual muy seria. En muchas personas, el virus del VIH no
produce el SIDA, pero son igualmente transmisores de la enfermedad.
Debido a esta
característica, los protocolos de cuarentena y toma de muestras que se utilizan
en los casos humanos en el ébola se hacen inadecuados para un perro. El ébola
sólo puede comprobarse en serología unos pocos días después de manifestarse los
primeros síntomas. Si el perro no muestra los síntomas, es difícil saber si
está contagiado, cuándo pudo haber contraído la infección, y en qué momento
puede convertirse en transmisor. En tal caso, es posible que se terminen
desperdiciando en un animal las pruebas serológicas y cuarentenas que podrían
ser necesarias para otras personas. Es una forma brutal de decirlo, pero es
así. La prioridad, en este momento, son nuestros semejantes.
Teniendo estos
inconvenientes en cuenta, es claro que lo que ocurrió con Excalibur no se trató
de negligencia, ni un asesinato, como dicen tan libremente muchos. Las
autoridades de salud en España se toparon con un problema difícil, que requería
una solución rápida: un tiempo de cuarentena y estudios que podrían haberse
prolongado, o el sacrificio del animal. Decidieron decantarse por la opción más
práctica. ¿Fue lamentable que se tuviera que sacrificar a Excalibur? Sí, por
supuesto. ¿Fue una acción equivocada? No. Las decisiones no pueden tomarse en
blanco y negro; los matices son más profundos de los que los furiosos
animalistas consideran.
Ahora, con respecto a
la persona que decía que deberían sacrificarse a los humanos infectados, hay
una clara respuesta a su indignación. Esos son miembros de nuestra misma especie. Ningún animal pone el beneficio
de un miembro de otra especie por encima del suyo propio, y los humanos no son
la excepción. Si está en nuestras posibilidades ayudar y salvar a la mayor
cantidad posible de humanos, es nuestro deber hacerlo. Si podemos ayudar
igualmente a otros animales, perfecto; pero no
podemos poner a esos otros animales por encima de las vidas de otras personas.
Eso es inmoralidad. La indignación de una persona que se pregunta por qué se
sacrifican a otros animales, en lugar de un enfermo del ébola, apesta a la más
desagradable misantropía posible.
Habrá quien no esté de
acuerdo con mi opinión, pero, como siempre, yo sólo invito a hacer pensar.
Dejaré una cuestión final: si en un incendio quedan atrapados un hombre y un
perro, y sólo puedes rescatar a uno de ellos, ¿realmente tienes que detenerte a
pensar a cuál de los dos salvar? Temo entonces por las personas a tu alrededor,
pues tu capacidad de tomar decisiones morales es deficiente.
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