Apoyo a Caterina Simonsen
Hace
algunos días, se hizo eco en Internet la historia de Caterina Simonsen, una
joven italiana de 25 años con varias enfermedades congénitas, y que
prácticamente respira a través de tubos de oxígeno. La indignación fue
gigantesca cuando la joven publicó una foto en su cuenta en Facebook
agradeciendo que, sin la investigación médica basada en la experimentación
animal, ella “habría muerto a los nueve”.
De inmediato, cientos de activistas anti-vivisección y defensores de los
derechos de los animales llenaron
su cuenta con mensajes de odio, y muchos con deseos de muerte. La joven,
quien aspira a ser veterinaria, tuvo que salir en la televisión para
defenderse, criticando al mismo tiempo la incoherencia y la aparente
misantropía de los activistas, y al poco tiempo después fue internada en el
hospital por un problema respiratorio (es probable que deba
pasar Año Nuevo en el hospital).
Si
fuera una cuestión aislada, y si yo fuera la misma persona de hace unos años,
probablemente no me habría interesado en dialogar acerca de este tema. Sin
embargo, después de saber que hay cientos de personas que defienden a capa y
espada la prohibición del uso de animales en la investigación biomédica, es
imposible mantenerse callado ante este acto de simple hipocresía, egoísmo e
idiotez.
Uno
de los mayores fracasos del movimiento ambientalista, que no ecologista (a
diferencia de los ecologistas, los ambientalistas nunca brindan soluciones),
actual, es que se ha hundido tanto en la subjetividad que hay cientos de
personas que parecen creer que la vida de un animal se mide en términos incluso
superiores a los de una vida humana. He tenido que leer comentarios de gente
que preferiría que muera media humanidad antes que perder la vida de un solo
animal. Y no hay nada más triste que una persona que está de acuerdo en
sacrificar a los de su misma especie para proteger a un ser completamente
diferente.
Y
ahí radica la hipocresía de los activistas. La investigación biomédica con
animales ha permitido obtener grandes éxitos en el campo de la medicina que, de
basarse sólo en aproximaciones teóricas, habrían sido casi imposibles de
definir. Ha permitido salvar la vida de millones de personas en el mundo. A los
activistas, por lo general, no les gusta esto, pero es muy cómodo despotricar
contra una persona gravemente enferma si no pertenece a tu familia, ¿no es así?
¿Cuántas vidas animales sacrificarías si con eso salvaras a tu hermana, a tu
madre? Hay quienes ven esto como “especismo”, un término estúpido, puesto que
no hay una sola especie que ponga el bienestar de un organismo de otra especie
por encima de sí misma. Los animales están limitados por su instinto; nosotros,
porque nuestra mayor arma de supervivencia, el intelecto, no se debe sacrificar
ante otra especie. No es especismo dedicar tu inteligencia a buscar el alivio
de una enfermedad congénita, aunque esto suponga el sacrificio de algunos
animales. Si puedes obtener resultados exitosos, entonces ese sacrificio no
habrá sido en vano.
Dejando
de lado el elemento emocional, un segundo elemento a considerar es que la
experimentación animal evita las enormes dificultades éticas de la
experimentación con seres humanos (al fin y al cabo, son miembros de nuestra
especie). Y no es una opción poco
tentadora: mantener las condiciones adecuadas para los animales de laboratorio
es mucho más costoso que trabajar con sujetos de prueba humanos. Y si bien es
poco probable que hayan personas dispuestas a someterse a estas pruebas
riesgosas, una escena en Blade: Trinity
hace retorcer las entrañas: cientos de indigentes usados como ganado para
extracción de sangre, el alimento de los vampiros. Hay millones de indigentes
en el mundo, sin papeles, y aparentemente sin preocupaciones. No es
descabellado el uso de algunos en pruebas y experimentos médicos. Es fácil
tomarlos de las calles, y al encontrarse en el escalón más bajo de la sociedad
(lumpenproletariado, los llamaba Marx), a nadie le dolerá que desaparezcan
algunos. Ya pasó algo semejante en Barranquilla, hace mucho tiempo, con
la matanza de Unilibre.
Ahora,
cabe resaltar que esto no significa que la libertad de experimentar con
animales sea total. Aunque yo no creo en los derechos animales (en tanto que la
agencia moral es un rasgo común exclusivo al ser humano), los científicos deben
manejar un grupo de lineamientos éticos necesarios para trabajar con sujetos de
prueba animales. En primer lugar, la experimentación debe ahorrar el
sufrimiento innecesario al animal, en la mayor medida que esto sea posible. Y segundo,
si se considera necesario sacrificar al animal, esto se hará de forma indolora,
que no implique gran sufrimiento.
Por
estas razones, yo me sumo a las voces de aliento que ha recibido Caterina de
los pocos valientes que no han temido mostrar su apoyo a la investigación
biomédica. Deseo que se alivie pronto, y que pueda disfrutar de la vida que,
gracias a la experimentación animal, aún conserva.
Feliz
Año Nuevo.
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