El problema del doble rasero
Tras el triste deceso
de 11
indígenas en la Sierra Nevada de Santa Marta, uno de los comentarios más
sonados al respecto fue el del mamo Ramón Gil, quien afirmó que había sido un
castigo de la naturaleza, por no pagar tras la tala y deforestación
indiscriminadas de la Sierra Nevada de Santa Marta. “Le quitamos 11 para que reflexione, analice y hable con los hermanitos
menores y les advierta también”, dijo que fueron las palabras de la
naturaleza.
Sorprendentemente, pocos
se sintieron ofendidos o, por lo menos, extrañados, por la explicación
sobrenatural que dieron los indígenas a un problema que puede explicarse por el
cambio climático: algo de lo cual, por supuesto, somos responsables, pero que
no requiere de alusiones a seres espirituales para ser definido ni controlado.
Muchos se excusaron con la típica frase “Son
sus creencias, hay que respetarlas”; eso, a pesar de que nos sentimos indignados
cuando un pastor cristiano asegura que los terremotos en Chile son causados por
la actitud abierta hacia la comunidad LGBTI; una idea no muy lejana de la que
sostiene Ramón Gil acerca de la tragedia en la Sierra.
Un amigo, David
Osorio, ya se encargó de señalar los peligrosos
paralelismos entre las creencias wiwa y los peores aspectos del Dios
abrahámico en los que tantos fundamentalistas cristianos creen; por ello, no
voy a centrarme demasiado en ese aspecto. Mi discusión es acerca de un hecho
que las reacciones de la gente ante este tipo de afirmaciones ponen en evidencia.
Se trata de un sesgo cognitivo, a través del cual analizamos determinadas ideas y
afirmaciones de una forma muy laxa, y en cambio manifestamos mayor rigor al
evaluar otras: el doble rasero.
El doble rasero (o doble moral, una forma más coloquial
de llamarlo) es uno de los sesgos cognitivos más comunes, realizado de forma
tanto intencional como inadvertida. Lo vemos en políticos, líderes religiosos,
maestros, alumnos. Hay ejemplos muy prácticos: el cristiano que pide evidencias
de la teoría de la evolución (y cuando se le otorgan, las suele desechar como
insuficientes), pero que acepta la existencia de Dios puramente por fe, como si
la afirmación de un ser sobrenatural estuviera exenta al menos de un análisis
lógico; el izquierdista que condena los regímenes nazis y fascistas del siglo
pasado, pero que ve la dictadura castrista como “un ejemplo para el mundo” (cientos
de cubanos se aventurarán como balseros por gusto, entonces); el rockero que
desprecia las canciones de reggaetón por sexistas y vulgares, pero que puede
disfrutar sin problemas canciones de rock y metal con igual contenido fuerte;
las personas que aplauden a un hombre con muchas amantes como un “macho”, pero
que llaman “puta” a una mujer que se comporte igual. De reyes a campesinos, el
doble rasero nos puede afectar a todos.
¿Por qué es tan común
utilizar un doble estándar para analizar conceptos e ideas ajenas de forma
diferente a las propias? Desafortunadamente, la mente humana tiende mucho a la
subjetividad. Nos gusta basar nuestro criterio más en emociones que en razón y
evidencia. Por ello, somos más defensivos ante ideas que son más acordes con
nuestra tranquilidad emocional, por decirlo de un modo. Entonces, ante la falta
de objetividad, el análisis crítico de ideas ajenas vs propias se convierte en
un ejercicio imparcial. Nos hacemos más críticos y duros hacia las ideas que
perturben nuestro sistema de creencias, sea en política, religión, ecología,
etc. De esta forma, terminamos favoreciendo a las
ideas más acordes con nuestra forma de pensar.
Y esto es un error. Necesitamos
tener una mente más amplia a la hora de discutir creencias e ideologías. Nada
ganamos con mantenernos tercamente aferrados a que nuestras ideas son inmunes
al análisis crítico. Es precisamente a través del debate que enriquecemos
nuestro conocimiento, y podemos desechas posturas erróneas que carecen de base
alguna. Es a través de la lectura y el análisis de distintas posturas, propias
y ajenas, lo que permite formar una conclusión final que dé forma a nuestra
propia forma de ver el mundo.
Pero, por supuesto, se
debe ser cuidadoso. Todo argumento
requiere de evidencia para ser tomado en cuenta. Tal como lo mencioné en la
entrada anterior, una idea que carezca de evidencia alguna no es una idea válida,
y por lo tanto debe ser replanteada, o simplemente no merecerá consideración.
De igual forma, aunque se esté abierto a debatir con personas que aporten ideas
diferentes a la suya, si esa persona no está dispuesta a abandonar un argumento
inválido, o mantiene una idea sin importar cuánta evidencia en contra se dé, o
de cuánta a favor carezca, entonces es un debate inútil.
Por ello, conviene
alejarse de personas de posturas inflexibles, de lo cual sufren,
desafortunadamente, muchos fundamentalistas religiosos y los populares “mamertos”
(lo que, obviamente, no ayuda a lo que intentan defender). En resumen, mantenga
su mente abierta, pero no tanto como para que cualquier idea vacua y sin
argumentos entre en ella. Eso no es
doble rasero: es simplemente ser consecuente con las reglas del debate y el
análisis crítico.
Es posible que muchos
no estén de acuerdo con esta crítica. Algunos incluso se habrán ofendido por
los ejemplos de doble rasero otorgado. Como siempre, yo invito a reflexionar. A
los que se hayan molestado por dichos ejemplos, les digo: tomen ese enojo como
una señal de que están aplicando un doble estándar, y siéntense a analizar de
forma crítica y honesta sus ideas.
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