Los mordaces insultos de mis colegas ateos me desesperan
Los mordaces insultos de mis colegas ateos me
desesperan
Por
Ariane Sherine
Título original:
The scathing
slurs of my fellow atheists make me despair
Conozco
muchos, muchos ateos. Si tuviera que usar tres palabras para describirlos,
escogería “graciosos”, “inteligentes” y “frustrados”. Mi línea de tiempo del
Facebook está llena de ejemplos del último atributo: ateos describiendo a las
personas religiosas como “idiotas”, “tontas”, “imbéciles” y el ocasional
“gilipollas*” (muchos de mis 5000 amigos de Facebook son americanos).
Cinco
años atrás, habría estado de acuerdo con ellos en etiquetar a todas las
personas religiosas como estúpidas. Después de todo, ¿cómo podría alguien creen
en el Dios monoteísta a pesar de toda la evidencia científica que refuta su
existencia? ¿Cómo podría la gente religiosa pensar que los anticonceptivos, los
derechos de los gays o los derechos reproductivos de las mujeres son asuntos
contra los que vale la pena luchar?
Aún
pienso que entre más racional sea el mundo, es mejor, y me anima cualquier
señal de que se está haciendo menos religioso. Pero los mordaces, y frecuentemente
crueles, insultos de mis colegas ateos me desesperan. La pregunta que más hago
con frecuencia en estos días es: ¿cómo puede alguien pensar que insultar a las
personas religiosas va a alejarlas sus creencias firmemente sostenidas?
Porque
la religión no carece de belleza. Frecuentemente es una mezcla de hermosas ideas,
declaraciones ilógicas y principios profundamente problemáticos. Si una persona
es atraída hacia la religión por causa de sus bellas ideas, y porque quieren
ser mejores personas, entonces un ateo siendo cáustico y fulminante no va a
apartarlos de su fe; simplemente va a confirmarles que el ateísmo no es para
ellos. ¿Quién querría unirse a una pandilla de individuos groseros, sarcásticos
y elitistas?
Y
los humanistas pueden ser igualmente inhumanos hacia otros. Yo no creo que la
solución a este problema sea meramente “convertirse en un humanista”. Siento
que la British Humanist Association es una organización ética, empática y
comprensiva, pero también he conocido miembros de la BHA que ridiculizan a las
personas religiosas. Esto no es culpa de la BHA; no obstante, me gustaría que
animaran más a su membresía y a sus miembros distinguidos para que encarnen
valores humanistas cuando interactúen con personas de todas las fes.
Los
no creyentes deberían recordar también que con frecuencia pertenecer a una
religión es hacerlo con la familia, etnia y comunidad. Por consiguiente, dejar
una religión u osar hablar en contra de ella frecuentemente significa lastimar
a seres amados y dañar relaciones. Sugerir que siempre es más simple que eso es
erróneo.
Sí,
estoy consciente de que, en el peor de los casos, la religión está llena de
intolerancia, misoginia, homofobia y odio. Busca cercenar las libertades de
otros, decidir a quiénes pueden amar y con quiénes casarse, impedir a las
mujeres vestirse como quieran y hacer lo que quieran. Pero el odio colmado
hacia las personas religiosas no nos conducirá a ninguna parte. Acercarse a
ellos con amor romperá más puertas. Preceder tus pensamientos con “No creo que
tengas razón, pero respeto tu derecho a pensar eso. Así es como veo las cosas”,
es más probable que conduzca a un debate calmado y constructivo.
También
prevendría a los ateos en contra de ver a grupos de personas en términos de
blanco y negro. Mis amigos musulmanes, tales como el periodista Urmee Khan, son
tan liberales como yo, y están muy a favor de derechos iguales para todos (y
sí: está perfectamente bien tener amigos religiosos). Victoria Coren Mitchell
es una de las personas más inteligentes que conozco, y ella cree en Dios. De
igual forma, sólo porque otros ateos mantienen la misma (falta de) creencia,
eso no les hace tener la razón sobre todo, o significa que su enfoque a otros
humanos es recomendable, sin importar lo famosos o respetados que puedan ser.
Hay
una ocurrencia citada con frecuencia por los ateos: un cristiano le dispara a
un médico abortista, un islamista militante detona una bomba, un ateo militante
escribe un libro. Esto puede ser verdad, y aun así el “libro” en cuestión frecuentemente
está tan lleno de dardos desagradables e hiriente prejuicio que la mayoría
rehuirá leerlo. Nosotros los ateos podemos escribir cualquier cosa que nos
guste en nuestros libros. Tenemos a ser elocuentes en nuestros libros, también.
Tenemos el poder de cambiar el mundo. ¿Por qué no llenar nuestros libros de
amabilidad?
*Douchebag, en el original.
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