Definirte a ti mismo por lo que no crees parece inútil
Por Alom Shaha
Título original: Defining
yourself by what you don’t believe seems pointless
“¡Los musulmanes están destruyendo nuestro
estilo de vida!” Este no es un encabezado del Daily Mail, sino algo que una miembro airada de la audiencia me
gritó en una charla que yo estaba haciendo acerca de mi libro, El manual del joven ateo. Quedé
sorprendido por su enojo, pero le pedí que me diera un ejemplo, sólo uno, donde
los musulmanes hubieran hecho algo que causara que su estilo de vida cambiara,
un ejemplo de algo que los musulmanes hubieran hecho que le hubiera causado a
ella, personalmente, algún daño, o incluso algún inconveniente. No pudo hacerlo
–fue evidente para mí que ella estaba simplemente repitiendo ese tipo de
retórica que no sólo se encuentra en las páginas de nuestros tabloides, sino
también entre muchas personas que llevan sus identidades de ateos con orgullo.
La
reunión donde me encontré con esta mujer fue una de muchas a las que he sido
invitado a hablar por varios grupos ateos o “escépticos” más o menos desde el
año pasado. He disfrutado la mayoría de estos eventos, sobre todo porque fui
tratado con increíble calidez y amabilidad por extraños que sintieron que lo
que tenía que decir resonaba con ellos. Aunque tristemente, también encontré
hostilidad en algunos sitios, principalmente porque soy, de acuerdo a algunos,
un “acomodacionista” -un ateo cuyo
objetivo primario no es librar una guerra total contra todas las religiones y
sus creyentes, un ateo que no cree que sea productivo andar por ahí diciéndole
a la gente que cree en Dios que son ignorantes, están equivocados o son
estúpidos, un ateo que está lleno de admiración, respeto y amor por muchas
personas que se describan a sí mismas como teniendo alguna clase de “fe”.
No
puedo dejar de sentir que las personas que gastan enormes cantidades de tiempo
y energía tratando de convencer a otras personas de la inexistencia de Dios
están desperdiciando enormemente su tiempo. Es fácil criticar la creencia
religiosa, señalar la irracionalidad de la fe, mostrar que Dios tan sólo es una
idea. Los jóvenes pueden identificar por sí mismos que las historias religiosas
que les cuentan son inconsistentes con la realidad que experimentan, y llegan
por sí mismos a la conclusión de que no hay realmente un Dios. Pero incluso
frente a la abrumadora evidencia de que su Dios es una ficción, muchas personas
continúan teniendo “fe”, porque así es como funcionan sus mentes. Si
pudiéramos, como la señora Darling en Peter
Pan, filtrarnos a través de nuestros propios pensamientos, descubriríamos
que todos tenemos algunas creencias irracionales, nociones arriesgadas que
mantenemos a pesar de una ausencia de evidencia, porque queremos o sentimos que
son reales, no porque lo sean.
Los
Nuevos Ateos han puesto los argumentos contra la religión en términos poderosos
y elocuentes, y claramente han ayudado a muchas personas a estar cómodas,
incluso orgullosas, de identificarse como ateas. Una rápida búsqueda en la
Internet revelará cientos, si no miles, de personas que acreditan a El espejismo de Dios por liberarlos de
su creencia en Dios. Dawkins, Hitchens, Harris y Dennett son figuras
comprensiblemente heroicas para muchos, pero me temo que no son la clase de
héroes que necesitamos cuando hay otros temas a colación. Cuando hay un ataque
terrorista motivado religiosamente, no estoy seguro que sea útil atacar a la
religión y vilipendiar a los creyentes. Cuando tenemos niños siendo segregados
el uno del otro por causa de la religión de sus padres, no estoy seguro que los
argumentos sobre la inexistencia de Dios sean útiles. Cuando queremos implantar
leyes y políticas que aborden la inequidad, señalar las reglas anacrónicas y
tontas en antiguos textos religiosos no es como aseguramos el apoyo de la gente
religiosa que está de nuestro lado.
He
dicho en broma en más de una de mis charlas públicas que es más probable que me
haga amigo de alguien que cree en Dios que de alguien que vota por un tory*.
Pero la broma está basada en una realidad: hay más cosas que considerar que si
alguien tiene o no fe religiosa cuando escoges no sólo amigos sino aliados en
las batallas que enfrentamos para hacer del mundo un mejor lugar. Si queremos
eliminar el racismo, el sexismo y la homofobia, si queremos dirigirnos a las
desigualdades e injusticias de la sociedad, no podemos darnos el lujo de
apartar a aquellos con quienes sólo diferimos en la cuestión de Dios.
Tengo
una deuda con los Nuevos Ateos –su trabajo ha informado mi pensamiento acerca
de la religión, y ellos indudablemente han pavimentado el camino para que
personas como yo participen en discursos públicos sobre el ateísmo. Estoy
inconmensurablemente agradecido con uno de ellos en particular –A.C. Grayling,
sin cuyo apoyo nunca habría hecho mi pequeña contribución a la literatura atea.
En mi libro, explico por qué me llamo a mí mismo un ateo, no un agnóstico. En
el momento de escribirlo, tenía esperanzas de que la palabra “ateo” pudiera
llegar a representar valores positivos, que pudiera llegar a significar que
aquellos que se etiquetaban a sí mismos de esa forma fueran capaces de llevar
vidas felices, dignas y buenas sin un Dios. Pero empiezo a pensar que
identificarse como un ateo no es terriblemente útil la mayor parte del tiempo.
Como muchos otros han señalado, definirte a ti mismo en términos de algo que no
crees parece un poco inútil. Me encuentro cada vez más presentándome como un
humanista, alguien con visiones positivas acerca de cómo debería ser el mundo,
en vez de alguien con una visión más bien simplista acerca de cómo no es el
mundo.
*Nombre
con el cual se denomina a los conservadores, en Reino Unido.
Comentarios
Publicar un comentario