Díptico de loca y estúpida política
Terminando
esta semana, hemos visto una serie de sucesos dentro de la política que nos
hacen pensar que el oportunismo y la ignorancia es algo que brilla mucho dentro
de nuestros dirigentes. Claro, esto en realidad no es ninguna sorpresa: lo
innovador del asunto es que los ejemplos de la semana son tan estúpidos incluso
para personas con un mínimo de sentido común (creo yo) que uno se pregunta cómo
se les pudo ocurrir tal cosa.
1.
Como muchos en Colombia y Venezuela saben, el líder opositor venezolano
Leopoldo López se encuentra preso desde las manifestaciones de febrero de 2014,
en las que murieron 43 personas, supuestamente por incitar a la violencia y a
los desmanes públicos. Cualquiera con dos dedos de frente sabe que eso sólo fue
una excusa del gobierno de Nicolás Maduro para encerrarlo por cuestiones
políticas, por lo que su condición es básicamente de preso político. Desde
estos sucesos, ha sido su esposa, Lilian Tintori, la que ha liderado campañas y
diálogos con diferentes autoridades y líderes políticos para solicitar la
liberación de su esposo y de otros opositores encerrados tras las
manifestaciones.
Sin
embargo, esta vez Tintori hizo un movimiento muy torpe, y que probablemente le
reste credibilidad entre algunos grupos. Esta semana, se reunió en la Casa Blanca con el presidente Donald
Trump, e incluso posó con el
vicepresidente Mike Pence y el senador republicano Marco Rubio. Tras esta
reunión, Trump escribió en Twitter que el gobierno de Maduro debía liberar de
inmediato a López. Tintori explicó poco después en un video los pormenores de
la reunión con Estados Unidos, y al parecer fue acosada por miembros del
gobierno venezolano tras regresar a su país.
La
respuesta de Maduro, a estas alturas, no interesa. Poco puede decir este sujeto
que pueda ser relevante para el asunto. El problema es que, si bien Lilian
Tintori fue recibida con ovación por muchas personas, a la larga puede
afectarla el haber recurrido a una figura tan controversial como Donald Trump
para hacer visible al mundo la amarga situación que padece la oposición
venezolana (sin embargo, las recientes marchas por la liberación de López indican que no ha habido mucho alboroto entre la oposición por ello).
Para
nadie es un secreto que Venezuela prácticamente está atravesando por una
dictadura, y como dije en una anterior entrada, habría que ser asombrosamente ignorante o
repugnantemente cínico para pretender que no ocurre nada. La situación
económica y social está por el piso, las elecciones regionales fueron
retrasadas y la Asamblea, de mayoría opositora, ve todas sus decisiones
anuladas por el sector judicial, con lo que el ejecutivo gobierna de facto
todas las ramas del poder. Dudo seriamente que alguien como Trump pueda hacer
más visible lo que sucede.
Por
otro lado, es bien sabido que los gobiernos de Estados Unidos siempre han
sentido poca simpatía por el régimen chavista, aunque sin intervenir
directamente dentro de Venezuela -por más que los chavistas quieran achacarle
la crisis económica a un complot entre Estados Unidos y la oposición-, y Donald
Trump no es la excepción. Buscar el apoyo de un gobierno que es mal visto en
general en la mayor parte de Latinoamérica, y especialmente ahora que es manejado
por un misógino xenófobo e ignorante en ciencia y educación, es sumamente
dañino para su misión personal. El enemigo de mi enemigo no se convierte en
amigo automáticamente, y no todo el que critica o combate a nuestro opresor se
convierte de inmediato en un héroe. Al buscar a Trump, Lilian Tintori sólo ha
dejado ver que está tan desesperada que recurriría a cualquiera que pueda
presionar a Venezuela para liberar a Leopoldo López, incluso a un patán como el
nuevo ocupante de la Casa Blanca, y no faltará el tonto que ahora crea que
realmente hay un complot de los gringos y la derecha venezolana para
desestabilizar el país.
2.
Que la Constitución de 1991 ha sido destazada y remendada una y otra vez desde
su creación es también sabido por muchos, cosa que ha traído o mantenido muchos
de los problemas políticos que nos encontramos siempre. Ante el panorama de los
políticos de siempre, tan corruptos como clientelistas, demagogos y solapados,
no es raro que el país enfrente porcentajes altos de abstencionismo durante las
elecciones, si no se han resignado ya a votar por los mismos caciques
regionales de toda la vida.
¿Y
cuál es la brillante solución que propone el ministro Juan Fernando Cristo? Más
o menos la misma propuesta que presentó en el 2014 durante la reforma del
equilibrio de poderes, y que todos tiraron de la mesa en cuanto les empezó a
apestar cual boñiga: ampliar el período presidencial a cinco años, eliminar la
figura del vicepresidente, que se elimine el voto preferente en las elecciones
legislativas y que el voto sea obligatorio y se rebaje la edad mínima del
votante a 16 años. Cristo pretende aprovechar el fast track de los acuerdos de paz con las FARC para que su
propuesta sea aprobada con prontitud.
La
propuesta es risible y bastante antidemocrática en sí misma. Pasemos de largo
la ampliación del período presidencial y la eliminación del vicepresidente, que
al parroquiano pueden importarle poco o nada (no así a muchos que aspirarían
usar la vicepresidencia como trampolín presidencial), y concentrémonos en la
idea del voto obligatorio. Es una estupidez, y en muchas formas.
Cristo
parece creer que la razón por la que la gente no sale a votar en las elecciones
es porque, sencillamente, no están obligados a hacerlo. El voto es un derecho y
un deber del ciudadano, pero es un deber facultativo, así que si no se tiene
interés, la persona se queda en casa, ¿no? No es así, en realidad. El alto
abstencionismo durante las votaciones ocurre porque la gente simplemente está
cansada de elegir siempre a las mismas personas, los mismos partidos, y que las
cosas jamás cambien: corrupción, inseguridad, inestabilidad social, pocas
oportunidades de trabajo, impuestos absurdos… Así es muy difícil para los
colombianos percibir que un voto hace la diferencia.
Podríamos
seguir enumerando todos los problemas que enfrenta el colombiano común y
corriente, y nos daríamos cuenta que las razones para no salir a votar son más
que falta de incentivos y compromiso con la nación. Y al ministro al parecer ni
se le ocurre que la gente que va obligada a votar no necesariamente va a votar
realmente por alguien, ¿o cómo pretenderían vigilar eso? En síntesis, lo que
hace Cristo es atacar la forma y no el fondo del problema.
Y
lo de darle a los jóvenes de 16 la obligación de votar es también una cuestión
risible. Fuera de darles una forma más de consolidar un número importante de
votantes, la verdad no es una opción precisamente útil. En parte porque buena
parte de los jóvenes, si tienen suficiente conciencia política, no tienen en
alta estima a la derecha. Y además porque, precisamente y sin pretender
generalizar, si los mayores de edad e incluso los ancianos pueden ser
fácilmente embobados para votar por un corrupto o un demagogo, ¿qué efectos
tendría incluir a menores de edad que muchas veces no tienen la suficiente
madurez para escoger a conciencia a un buen candidato, y además siendo obligados a hacerlo?
Todo
esto lo digo desde la perspectiva de alguien que ha coqueteado
con el abstencionismo, pero que en realidad prefiere salir a votar. El
abstencionismo y el voto nulo pueden ser expresiones atractivas para manifestar
el descontento con la presente contienda electoral y lo poco que ofrece, pero
en honor a la verdad tienen poco impacto a la hora de modificar el poder. Con
esto en mente, prefiero realmente ejercer el derecho al voto, y si es posible
escoger al mejor candidato que vea en la contienda, aunque tal vez tenga menos
oportunidades, o votar por el menor de los males, si a eso se reducen las
elecciones (y en el país es muy usual). Y esto último no es porque uno confíe
en ese tipo de candidato, sino porque, si uno comprende bien cómo es la
situación, sabe que no sería lo mismo un gobierno de Alejandro Ordóñez a uno de
Petro, y siendo pragmáticos la idea es que el que quede de presidente sea el
que nos afecte menos.
Sin
embargo, el hecho de que lo ideal tal vez sería que la gente dejara el
abstencionismo y se motivara a votar no es una razón válida para promover que
se les obligue a votar. Forzar a la gente a escoger un candidato en unas
elecciones que no les interesan ni les motivan es una fórmula opresora y nada
democrática, además que difícilmente cambiará la problemática actual de la
política. Yo no creo que el abstencionismo y el voto nulo sean la mejor opción
en general, pero mi deber es respetar la libertad de las personas a salir o no
a votar. Y ese principio también debería recordarlo Cristo, que se supone
debería estar garantizando la libertad y los derechos del pueblo en lugar de
coartarlos.
-O-
Si
hay personas que discrepen con lo expuesto en esta entrada, son libres como siempre
de tomarse un momento de reflexionar antes de comentar. La persecución política
no debe cegarnos ante el hecho de que no todos los que critican o combaten a
nuestro opresor son inmediatamente héroes por ello. Y si las elecciones no
seducen al electorado, el camino no es obligarlos a ir a las urnas y multarlos
si no lo hacen: es empezar a cambiar las razones que siguen alimentando la
apatía del ciudadano.
Comentarios
Publicar un comentario