#TrigglyPuff, gatillos de traumas y el “orgullo gordo”
Introducción
Creo
que para muchos, no es secreto decir que los justicieros sociales (SJW para los
amigos) son desesperantes, y en muchos casos, se puede afirmar sin culpa que
muchos son de plano ridículos y hasta estúpidos. No obstante, esto no significa
que dichas personas ridículas y estúpidas no terminen representando un peligro
para la sociedad que tanto dicen defender. La corrección política ha llegado a
un punto en que intentar solucionar problemas universales de salud ya es un
discurso un ejercicio de odio. Como ejemplo puntual de esta ideología basura
(no hay otro modo de decirlo), les presento a Cora Segal, mejor conocida hoy en
día como #TrigglyPuff.
Suspiro…
Expliquemos de qué va el asunto. El
pasado 25 de abril, la Universidad de Massachusetts, en Amherst, presentó un
evento llamado Triggering: Has Political
Correctness Gone Too Far? (algo así como Gatillismo: ¿ha ido la corrección política demasiado lejos?), en el
cual se abrió un foro de discusión con tres invitados: la becaria del American
Enterprise Institute Christina Hoff Sommers, el periodista Milo Yiannopoulos y
el comediante Steven Crowder. Los tres apenas pudieron
hablar, puesto que Segal
se mantuvo interrumpiéndolos continuamente, gritando sendos
argumentos como “¡Jódete!” y “Deja tu discurso de odio fuera de este
campus”, mientras aseguraba que estaba ejerciendo la libertad de expresión
-por favor, recuérdenme si gritar e interrumpir hace parte de dicha libertad-. En
un punto, Segal grita: “¡Dejen de
tratarnos como niños!”, a lo que Sommers respondió tranquilamente: “Entonces deja de actuar como uno”.
Internet se ensañó
burlándose una y otra vez de Segal, apodándola Trigglypuff, en alusión a
Jigglypuff, ese Pokémon que dormía a todos con su canto, para hacer referencia
tanto al asco como la risa que, por una razón u otra, ha inspirado el incidente
y la forma ridícula de actuar de Segal. Curiosamente, ahora una amiga suya
decidió demandar
al reportero de Campus Reform que
subió el video a Internet.
Traumas y corrección política
Antes de continuar
hablando de Segal y sus ideas, es necesario explicar qué significa eso de triggering. Es un término que hace
referencia al gatillo de trauma (trauma
trigger), es decir, una experiencia que provoca que alguien reviva un
recuerdo traumático, aun si dicho gatillo no es traumático en sí mismo. Para
que se hagan una idea al respecto, ¿recuerdan a Flippy, el oso militar de Happy Tree Friends? Cuando escuchaba o
veía cosas que le recordaban momentos horribles de la guerra, como por ejemplo
fuegos pirotécnicos (confundidos con sonidos de bombardeo) o salsa de tomate
(obviamente semejante a la sangre), despertaba su personalidad violenta. En
esos casos, los cohetes reventando o la salsa de tomate en una hamburguesa eran
su gatillo de trauma (y de paso, el gatillo de la muerte de todos los que
estuvieran cerca de él). Obviamente, no todos los que sufran de este problema,
derivado del trastorno de estrés postraumático, van a atacar violentamente al
vecino; es sólo para que comprendan el término.
Bien, el triggering es un término que se ha
acuñado para definir el evento en que una persona es víctima de un gatillo de
trauma; sin embargo, también hace referencia a una tendencia reciente conocida
como trigger warning, algo así como
advertencia de gatillo o, un poco más contextualmente, advertencia de
provocación. Las advertencias de gatillo son mensajes para indicar que un
material puede contener información o imágenes que pueden ser incómodas para
aquellos con problemas de salud mental. Si bien empezó en los blogs de
Internet, como una forma de moderar los foros para evitar lesionar
emocionalmente a víctimas de abuso ante discusiones muy gráficas del tema,
algunas universidades se busca implementar dichas advertencias en las clases, y
los profesores deben informar de ello a los estudiantes -tal vez algo así era
lo que buscaba Tara Schultz cuando
se quejó por las novelas gráficas que le tocaban leer-.
Las
advertencias de gatillo cuentan con
muchas
críticas,
particularmente, en principio, por un hecho que en psicología es precisamente
bien sabido: evitar la exposición a
estímulos traumáticos sólo profundiza el trauma psicológico de trasfondo.
Es el mismo principio con el que se trata a las personas fóbicas: no
mantenerlos dentro de una burbuja donde nunca se enfrenten a las cosas que les
dan terror, sino confrontarlos de forma gradual y constante al objeto de miedo,
y de esta forma ayudarlos a superar poco a poco el problema. Con las víctimas
de trastornos de estrés postraumático, precisamente hay más éxitos en las
terapias de superación cuando se les expone a elementos que recuerden el
trauma. Tristemente, parece que hoy en día se da menos importancia a las
evidencias y más a la sensibilidad de los demás.
El
segundo problema con estas advertencias es algo de lo que ya hablé antes: es
virtualmente imposible, especialmente en la universidad, evitar encontrarse con
ideas, opiniones o imágenes que nos hagan sentir incómodos al estar en contra
de lo que creemos, pensamos y decimos. El propósito de una universidad es,
precisamente, educar a la persona no en qué
pensar, sino cómo pensar, y es por
ello que debe ser permisible transmitir todo tipo de información, por más
incómoda que sea, porque es esto lo que alimenta la libertad de pensamiento.
Finalmente,
está el eterno problema de fijar parámetros de censura con base en la
estabilidad emocional de alguien: nunca podemos estar seguros de dónde trazar la línea. Sencillamente, porque hay mucha gente que cree que
tienen derecho a no ser ofendidos, y que si se encuentran con una idea que los
incomode, enfade o asuste sólo por no ser acorde con sus propias creencias, van
a exigir que expresar en público dicha idea sea suprimida. Y ese,
definitivamente, no es el camino.
¿Aceptación de la gordura o elogio
de la mediocridad?
Volvemos
con Cora Segal. No voy a ahondar en toda la burla y humillación a la que la han
sometido por Internet porque, para decirlo de forma contundente, ella misma se
lo buscó. De manera similar a lo ocurrido con Zoe Quinn y Anita Sarkeesian
(aunque de momento, dudo que Segal haya recibido amenazas de muerte, y eso en
todo caso no cambia la crítica), no puedes estar pregonando ideas estúpidas sin
argumento y comportarte como una tonta malcriada sin que nadie te escuche y,
cuando menos, te ridiculice. No hay forma de justificar que no merece la burla
o, cuando menos, las críticas de nadie: lo cierto es que Trigglypuff tiene
bastante cola que le pisen.
Resulta
que la “justiciera” social no es nueva en el campo de la polémica. En 2014
impartió un seminario en el Swarthmore College titulado Fat Justice and Feminism (Justicia
para los gordos y feminismo), donde sus ideas se redujeron
básicamente a que el índice de masa corporal (IMC) fue inventado por
supremacistas blancos (sí, Michelle Obama es toda una neonazi), que las
campañas de hábitos saludables de alimentación son una herramienta de opresión
contra la gente gorda -digo “gorda” en un sentido general, pues Segal jamás
hace la distinción entre sobrepeso y obesidad-, que el socialismo y el
comunismo son sistemas económicos superiores al capitalismo porque este último
promueve la opresión contra los gordos (¿?), y que Ronald Reagan “jodió” todo
para esta gente (imagino que por lo antes mencionado, pero Trigglypuff jamás
dio evidencia al respecto). Hubo peticiones de respuesta a Swarthmore sobre por
qué los administradores consideraban que un seminario así era siquiera valioso,
pero al parecer nunca hubo respuesta.
En
la imagen anterior pueden ver los objetivos de uno de los talleres que imparte
(al parecer Segal es bastante activa en su universidad). ¿Intentamos desglosar
cada uno de ellos?
1. Conciencia del tamañismo y cómo
opera como un sistema de opresión y sus intersecciones con el capitalismo, la
supremacía blanca y el patriarcado. Es decir, la delgadez cómo estándar de
belleza de hecho se trata de odio a la gordura. Pueden ver que ya escogió un término para definir
su ideología absurda: sizeism, lo que
viene siendo tamañismo, es decir, discriminación por peso.
No
seré yo quien niegue que existe discriminación contra la gente con sobrepeso u obesa (hay que separarlos, pues no son lo mismo), pero de eso a
colocarlo como un sistema de opresión relacionado con el capitalismo hay una
distancia insalvable -irónicamente el capitalismo suele ser caricaturizado con
gente obesa-, mucho menos si se le pretende comparar con la supremacía blanca y
el siempre difuso término de patriarcado.
En
cuanto a los ideales de belleza, hay
razones más científicas para explicar dicha conducta más allá de que sea
una simple construcción social y un reflejo del odio hacia la gordura. Es cierto
que la exaltación de ciertos estereotipos de belleza puede afectar a aquellos
que no se sienten cómodos con su cuerpo, pero no por ello podemos empezar a
despotricar como los fanáticos religiosos que creen que el creciente laicismo
de la sociedad es una muestra del odio que se tiene hacia la religión. Es el
mismo defecto de razonamiento del que adolece no sólo Segal, sino muchas de las
feministas que creen que delgadez y belleza son sinónimo de opresión y
misoginia.
2. La gordura tiene poco o nada que
ver con la salud. Antes, es
necesario aclarar que no todos los problemas de peso se deben únicamente al
exceso de comida. Hay enfermedades endocrinas, por ejemplo, que provocan un
aumento considerable de peso, por lo cual una dieta y ejercicio no suelen
bastar para combatir el sobrepeso, e incluso eso no significa que no deban
mantener una dieta regular y actividad física tanto como sea posible.
Volviendo
al objetivo 2: falso. Sí tiene que ver, y mucho. Volvemos a lo mismo: Segal no
está haciendo una distinción entre sobrepeso
y obesidad, y las diferencias en
costo de salud al cuerpo son diferentes. Está bastante documentado que la obesidad
es un problema de salud global, y que está fuertemente correlacionado con el
aumento de diversas enfermedades. Sí, es cierto que con ciertas dietas y
ejercicios, una persona obesa puede tener más o menos la misma salud que puede
tener una persona con el peso adecuado, una dieta balanceada y actividad física
habitual. Pero eso no sobrepasa el hecho de que no es un estado ideal; es estar balanceándose en un puente que se
puede caer con cualquier falso movimiento. Lo adecuado es siempre tratar de
alejarse lo más posible de ese puente.
3. La salud NO es una obligación
moral, ni está enteramente bajo nuestro control. Moral, quizás no, aunque biológicamente hablando
sí hay importancia en mantenerse saludable hasta
donde sea posible para nosotros. A mi parecer, este objetivo no es más que
el resumen de la siguiente idea, que muchos tienen: “Tengo el derecho de vivir
como quiero, y de matarme como yo quiera. De algo se tiene que morir la gente”.
Y sí, es cierto, pero entonces no deberían llegar después a echarle culpa a
nadie por las críticas que les lluevan, o peor aún, a inventar un exagerado
delirio sobre una herramienta de opresión contra las personas con sobrepeso. Y
en todo caso, dicho argumento no apoya la idea de que la gordura no tiene nada
que ver con la salud.
4. Abordar la gordofobia en
nuestros espacios, especialmente en los movimientos sobre alimentos
sostenibles/justicia alimentaria.
Una vez desglosado el primer punto, este carece de cierto sentido. Aun así,
aceptemos que sí puede haber personas que discriminan a la gente obesa por
diversas razones (que se ven asquerosos, que no se esfuerzan, etc.). ¿Cómo se
aborda esto? Tal como se abordan temas como el racismo, la homofobia o la
xenofobia: educación. ¿Llegaría eso a requerir un movimiento de “justicia
alimentaria”, afín a organizaciones que combaten el racismo? Es posible, pero
no dejemos que se convierta en un grupo donde las personas se vanaglorien de
tener una condición de poner en riesgo su salud, sino de cómo se pueden apoyar
para superar esto.
5. Trabajar para combatir el
tamañismo y priorizar la Liberación Gorda como parte de los movimientos
radicales. El adjetivo “radical”
ya está indicando connotaciones negativas al respecto. No es tan extraño,
teniendo en cuenta que Cora Segal se ha definido como estudiante de “políticas izquierdistas radicales y
anticapitalistas”. De nuevo, caemos en lo mismo: todo lo que se quiere
parece ser rendir culto a una condición que difícilmente hace a muchos sentirse
orgullosos, y que además puede ser peligrosa.
Cora
Segal no es más que un ejemplo
de la
campaña del feminismo radical en contra de los prototipos habituales de
belleza, debate que es muy válido, pero que es abordado de forma completamente
incorrecta y absurda por parte de las representantes de dicho feminismo. Desde
su postura, cualquier persona que esté por fuera de sus estándares no es
simplemente un borrego oprimido por las medidas patriarcales, sino además un
pérfido apologista de la discriminación. Es difícil debatir con gente así.
Además,
Segal es un
pésimo ejemplo a seguir, porque muy probablemente es el ejemplo de la
víctima mediocre que se ha convertido en un victimario mediocre. Es muy
probable que fuera objeto de burlas en el colegio por causa de su peso, pero en
lugar de enfrentarse al acoso, o de hacer cualquier cosa al respecto, ha
decidido entrar al juego de la culpa: la sociedad tiene la culpa de que ella
sea así. Peor aún, pretende que ser una persona obesa -porque es evidente que ella lo es- sea considerado un motivo
de orgullo, y que no se haga nada al respecto. Que se entienda que aquellos que
le sugieren a una persona que se cuide, que sea responsable con su salud, están
siendo opresores y discriminadores. Todo esto es un mensaje irresponsable y
peligroso para los miles de niños que actualmente están en camino a este
problema, y para los millones de personas que ya lo padecen. A la larga, lo que
Segal está buscando es que no le digan en su cara lo que no quiere oír: que no
está sana, y que en un futuro podría tener problemas serios de salud. Se ha
cerrado ante cualquier sugerencia de cambiar sus ideas, de que podría mejorar
su estado, porque quizás está tan acomplejada de sí misma que odia enfrentarse
al mundo. Tristemente, es una víctima que trata de ser un victimario.
Irónicamente,
si las dichosas advertencias de gatillo fueran aceptadas globalmente, ella
sería perfectamente un objetivo de demanda por defender ideas que pueden
agravar un problema mundial de salud.
Consideraciones finales
Sé
que es muy probable que algunos se molesten por lo que estoy tratando de
explicar aquí. Con respecto a las advertencias de gatillo, repetiré que no se
puede temer a enfrentarse a ideas contrarias a las nuestras. Ese es el
propósito que ha envenenado la intención de usar dichos mensajes, y es el más
erróneo de todos. En cuanto a su propósito inicial, el de evitar discusiones
incómodas para las víctimas de trauma, debo decir que yo no he pasado por algo
similar, y quizás no comprendo del todo su situación. No obstante, la vida es
dura y continúa, y nunca podrán esquivar por siempre el enfrentarse a esos
recuerdos traumáticos. Es necesario que poco a poco decidan vencerlos, y
debatir libremente al respecto de temas espinosos como los traumas que
padecieron es un comienzo para superarlos.
Sobre
el “orgullo gordo”, tengo más cosas que decir, porque eso sí es algo que conozco de primera mano. Siempre he sido el “gordito”
entre mis hermanos, y aunque en el colegio nunca me vi como un tanquecito, el
tener un poco de barriga al parecer ya calificaba. Recientemente subí bastante
de peso, al punto que empecé a tener dolores en la rodilla y agotamiento, y en
un chequeo médico me dijeron que ya estaba dentro del rango de obesidad
temprana. Algo tenía que hacerse. He bajado bastante para como estaba a finales
de año pasado, pero lo cierto es que mantenerme con las porciones adecuadas y
el ejercicio suficiente no siempre es fácil. Es cuestión principalmente de
voluntad.
Por
eso me molesta profundamente que haya personas como Cora Segal, que dicen que
no hay nada malo con ser gordo u obeso, que no es una condición de salud, que
el resto del mundo está mal por querer que mejoren. Me molesta profundamente
porque en su mayoría son personas a quienes tú no les importas en lo más mínimo
como persona: sólo les importa que no los critiquen a ellos. Parafraseando un
video que vi hace poco, son personas que no van a estar a tu lado para alabar
tu “belleza interior” mientras mueres de una embolia cerebral o un infarto.
Y
no, no estoy diciendo que todos debemos ajustarnos a cada estándar de belleza
que vemos, o que sólo el físico no importa, o cualquier otra tontería con la
que se quiera simplificar todo lo que he escrito aquí. No, nada de eso. Lo
único que estoy tratando de decir es que, si nos sentimos incómodos por nuestro
aspecto físico o nos preocupa nuestra salud, no podemos apresurarnos a sentir
tranquilidad emocional escuchando a cualquiera que nos diga que estamos bien
como estamos, que es el mundo el que tiene que adaptarse a nosotros, porque con
frecuencia ese tipo de personas manejan un resentimiento que intentan
transmitir a todos. Tenemos que ser lo bastante sensatos para comprender cuando
tenemos que mejorar en algo. Puedes sentirte orgulloso de quien eres, sí, pero
así como tu orgullo y valor no debe definirse por un estereotipo de belleza,
tanto debería supeditarse al peso que tengas, sea mucho o poco.
Sin
más, buena tarde.
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