¿Deberían prohibirse los misioneros?
Hace
poco me topé con una supuesta noticia que ha estado tomando revuelo, según la
cual el Senado de México va a discutir en los próximos días una Ley para la
Protección Doméstica, que penalizaría el acoso en el hogar de personas como
vendedores, cobradores y, especialmente resaltado, evangelizadores.
Al parecer, esas simpáticas personas que con inoportuna frecuencia interrumpen
nuestras mañanas para hablarnos de la palabra de Dios podrían enfrentar hasta
seis semanas de cárcel. Maravilloso, ¿no es así?
Excepto
que la noticia es falsa. Si uno se toma la molestia de ser un poco riguroso en
Internet, pronto se dará cuenta que casi todos los enlaces referentes a dicha
noticia pertenecen a páginas cristianas, y prácticamente son un copia y pega de
la misma nota una y otra vez. Pronto no tarda uno en descubrir que es un bulo: de
hecho, la página Recursos TJ,
perteneciente a los Testigos de Jehová -uno de los grupos que serían más
afectados por dicha ley-, presentó una investigación particular donde
encontraron que no hay ninguna referencia a una propuesta de ley
semejante en los sitios
oficiales de comunicación del Senado mexicano, por no mencionar que una ley así
probablemente sería inconstitucional y además afectaría la propaganda política,
cosa que en un país tan corrupto y religioso como México sería impensable
siquiera.
Antes
de continuar con el objetivo de esta nota, debo dar un reconocimiento al autor
de la nota en Recursos TJ por no
tragar entero y cuestionar la noticia en cuanto la vio publicada. Eso habla muy
bien de su capacidad crítica, con todo y que obviamente no la aplicará del
mismo modo para sus creencias religiosas. No obstante, eso es más que lo que
puedo decir de quien la publicó en un grupo ateo en Facebook (no diré cual)
donde aparentemente varios se la creyeron. No quiero ejercer de juez ni
verdugo, pero sí me parece un pésimo referente que haya ateos que le apliquen
más tripas que cerebro a su postura, y publiquen cualquier cosa antirreligiosa
que vean sólo porque les complace que se caguen en la religión -figurativamente
hablando; la nota original del bulo no es nada grosera-. Evidencia, claro, que
ser ateo o agnóstico no es sinónimo de ser escéptico, ni mucho menos de ser más
inteligente; sólo de una idea con la cual alguien se ha tomado la molestia de
ser un poco más crítico de lo usual.
Una
corta reflexión. Ahora centrémonos en lo principal.
Ahora,
¿sería correcto algo así? Es decir, ¿realmente sería algo bueno o útil, incluso
justo, penalizar la evangelización? La verdad es que yo tengo muchas dudas al
respecto.
Consideremos,
primero, que hay un principio de libre expresión bajo el que cualquier país que
se precie de ser civilizado sigue. Eso implica, por supuesto, que la misión
evangelizadora de todos esos grupos cristianos que llegan a su puerta no es más
que una forma de expresar sus creencias, si bien no es la más oportuna ni
agradable para los demás, creyentes o no. Intentar prohibir esto a través de
una “Ley para la Protección Doméstica” sería lesionar esa libertad.
Por
otro lado, cuando se intenta prohibir un discurso, una idea, la gente podría
tener la impresión de que dicho discurso o idea era importante y valioso, y se
le hizo callar porque no era conveniente para algunos. Sí, suena muy
conspiranoico, pero así funciona la mente humana tratando de darle patrones
fijos a los hechos a su alrededor. En adición, la experiencia histórica nos ha
mostrado varias veces que la prohibición sobre un producto o una idea sólo
incentiva su consumo. La mejor forma de combatir una idea nociva, que genere
distancia y discriminación entre las personas, no es censurándola ni hacerla
desaparecer, sino confrontándolas con debates y hechos, demostrando que su
verdadera naturaleza y valor son menores de los que les damos.
Hay
otro aspecto a considerar. Aunque puede debatirse la pertinencia de aceptar los
discursos de predicadores en sitios públicos como calles -dado que
perfectamente podría considerarse perturbación del orden público- o en busetas,
que vengan a predicar a tu casa no tendría forma de considerarse un delito,
dado que el dueño de la casa tiene la
opción y potestad de aceptar o rehusar el mensaje que llegan a darle. ¿Cómo
podría tipificarse como delito una acción carente de coerción alguna?
Ahora,
todo lo anterior es referente a la labor de predicación
urbana. Pasemos a la perspectiva mundial: la misión internacional, y específicamente aquella dirigida a países
pobres o en conflicto. Aquí la cosa parece ser un poco más compleja, ya que sabemos
que se trata mayormente de un juego sucio: aprovechan las dificultades de gente
pobre y frecuentemente sin mucha educación para transmitir su mensaje,
plenamente conscientes de que Dios es el paliativo perfecto para muchos males.
Por supuesto, muchas veces suelen complementar esto con donaciones de alimentos
y otros productos, y por lo menos eso sí es una ayuda real para los afligidos,
pero en otros casos parecen ser tan ruines o tan enajenados que creen que sólo el mensaje espiritual es suficiente
ayuda.
¿Estas
acciones son susceptibles de ser clasificadas como delito? Sí, ciertamente se
ven horribles, y en un todo dejan en evidencia lo rastreros que pueden ser
algunos predicadores. ¿Pero eso es un delito? En realidad, aunque están
aprovechando el estado de vulnerabilidad de una persona para poder calar más
hondo con su mensaje, tampoco puede decirse que sea coerción. Claro, podríamos
alegar que se trata de predicar creencias que fomentan la discriminación hacia
otras personas, pero volveríamos al mismo problema de si es pertinente censurar
o no un mensaje por su contenido.
Ahora,
sí hay algo que pienso debería controlarse, y es justamente a los predicadores
que sólo llegan a dar la palabra, y no contribuyen tangiblemente a mejorar la
situación de los pobres y damnificados. En estas situaciones de emergencia, hay derechos fundamentales que necesitan
garantizarse, y ante ello la libertad de ir y predicar la palabra del dios
que sea deberían quedar en segundo plano. Cuando se puedan cubrir las
necesidades reales de las personas afectadas, puede considerarse lo del mensaje
divino; mientras, darles la misma prioridad a los predicadores que no traen más
que el mensaje junto a las personas que de verdad están ayudando de forma
tangible a las necesidades primarias y urgentes es entorpecer la labor de estos últimos. Creo que, en tales
circunstancias, algo de control sería adecuado.
Es
curioso todo lo que uno se pone a pensar cuando se encuentra con una noticia
falsa, ¿no? En fin, como les digo, tratar de conseguir que se penalice a los
que llegan a tocar tu puerta para compartir el mensaje de Dios contigo es un
extremismo absurdo. Si no le interesa escuchar sus palabras, dígales. No se
reprima por cuestión de modales (ahora, tampoco es que lo insulte). Y si llegan
a visitarlo con asiduidad, puede simplemente pegar un mensaje en la puerta del
estilo “En esta casa somos todos (inserte creencia particular). POR FAVOR NO
INSISTA”. Si a pesar de ello realmente insisten, ¡sea franco! “Gracias, pero no
me interesa escuchar su mensaje. Que tenga buen día”.
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