La FILBO 2016 y el nuevo entretenimiento

El lunes pasado, 2 de mayo, cerró la Feria Internacional del Libro de Bogotá (FILBO) 2016. Dos semanas de eventos, en los cuales uno de los más concurridos y polémicos se dio justamente el 23 de abril, día en que se presentó a firmar libros Germán Garmendia, popularísimo youtuber del canal Hola Soy Germán, y reciente autor del libro #ChupaElPerro, una especie de guía de superación, o al menos un libro de consejos (no estoy muy seguro, y eso que me gusta mucho su canal). La concurrencia fue tal que las entradas a la feria ese día se agotaron pronto, y se hacía difícil circular.



La polémica no tardó en reventar pronto. Cientos de personas se quejaron de que un simple youtuber, sin ninguna formación de escritor, de repente se hiciera más famoso y concurrido que Svetlana Alexijevich, la ganadora del Premio Nobel de Literatura 2016, quien de hecho debía presentarse ese mismo día para una firma de libros, y Fernando Vallejo, quien tuvo un discurso ese mismo día. Dio suficiente pie para que se escribieran varias críticas en torno a los “nuevos escritores”, youtubers que aprovechan su gran número de fanáticos para sacar libros, como Dross, Sebastián Villalobos, y otros. ¡Qué trágico que la literatura esté tan desprestigiada, que ahora un muchachito idiota “escriba” un libro y peor, que sea un éxito! ¡Qué lástima que las pseudocelebridades de Internet ahora sean más importantes que un reconocido escritor colombiano o la ganadora del Nobel! Claro, como contrapeso, también hay varios que defendieron a Germán, o al menos la reacción que generó.

Pero… ¿Es para tanto toda esa reacción negativa? Leyendo y conversando con otras personas, me he dado cuenta que se debe en gran parte a la brecha generacional entre una población consumidora y otra. Seamos francos: la mayoría de los indignados con el caso de Germán Garmendia son mayores de 30 años, y he notado que gente sólo cinco o incluso tres años mayor que yo ya encuentra negativo el ascenso de los youtubers como fuente de entretenimiento. Ahora, ¿eso demerita sus críticas? ¿Se puede observar de forma objetiva la situación?

Número uno: es bien sabido que gran parte de los jóvenes que entraron a la FILBO el día que estuvo Garmendia fueron más para verlo y conseguir autógrafos que para comprar su libro. Y es muy probable que muchos de los que compraron #ChupaElPerro ni siquiera lo vayan a leer; sólo les interesa tener su autógrafo o por lo menos su trabajo en su estantería. Ahora, todo este movimiento no es nada nuevo. En décadas anteriores ocurrió lo mismo con Raúl Santi, Diomedes Díaz, Menudo, Backstreet Boys, con García Márquez -¡con este último sigue pasando! ¿Cuántos de los que dicen conocer su obra realmente han leído algo de él?-, con cualquier estrella de rock o actor que aparezca. No es como que antes no existieran jóvenes que compraban éxitos sólo por tenerlos, y no por leerlos.

Número dos: no voy a defender el libro de Germán Garmendia, que no me interesa conseguir, pero sí creo que se le debe hacer algo de justicia al hombre. Que si su trabajo no es original, que si supuestamente usó bots, que si su humor es ridículo; lo cierto es que Germán tiene un gran movimiento de admiradores tras él, y la reacción en la FILBO no hizo más que confirmarlo. La publicación de su libro, más que decisión de Garmendia, fue una estrategia de la editorial que lo buscó y le solicitó que escribiera algo, con fin de capitalizar en ventas su gran número de seguidores. Todo eso es independiente de la calidad de su trabajo en Youtube, y creo que no se debe mezclar lo uno con lo otro.

Número tres: percibo que muchos consideran, igualmente, que los escritores de renombre y los ganadores del Nobel son un tanto elitistas, o por lo menos lo son quienes los escogen. O quizás, simplemente, no consiguen la forma de llegar a los lectores jóvenes. La mayoría seguramente no tiene ni idea quiénes son los ganadores del Nobel de Literatura de los últimos años (lo cierto es que yo tampoco), pues no son de géneros o estilos muy atractivos, y los premios Nobel ya no son tan bien vistos porque con frecuencia se han politizado (el de Literatura no es la excepción). El discurso de Vallejo es algo que escuchamos cada vez que aparece en un discurso, así que tampoco es tan grandioso, excepto por ser cosas que nadie quiere decir (al menos no en ese estilo) y porque, bueno, es Vallejo.


Y eso no basta. Ya hemos comentado antes cómo la literatura colombiana aún está muy subdesarrollada en varios géneros. Alexievich y Vallejo, con sus trabajos periodísticos en la primera, y sus obras de violencia y temas controversiales en el segundo, no hacen más que ofrecer las mismas cosas que se han visto una y otra vez en la literatura del país. Para muchas personas, eso no es atractivo. Para mí tampoco: yo soy más dado a la ficción y el terror, y aunque a veces disfruto obras dramáticas, jamás serán mi primera elección literaria. Los temas de Alexievich no me interesan, y Vallejo nunca ha logrado captar mi atención. Las obras de los youtubers tampoco son algo que me interese, pero dados a escoger yo preferiría leer Luna de Plutón antes que La virgen de los sicarios, con todo y lo “blasfemo” que eso suena, porque es algo más acorde con mis gustos.

Eso nos lleva al número cuatro: el éxito de los youtubers en su oficio (dejando por fuera la escritura en la mayoría de ellos) no proviene de la nada, sino que han sabido llenar gustos e intereses en los jóvenes que ya no se encuentran, o no pueden encontrar fácilmente, en el cine, la televisión o la literatura. Germán Garmendia es muy popular porque, a través de su humor, analiza diversas situaciones cotidianas por las que pasa la gente. Yuya cubrió el espacio tutorial de maquillaje para las muchachas que desean saber cómo arreglarse adecuadamente, por banal que pueda sonar eso. Dross, con todo y lo disparatado que resulta en muchas ocasiones*, consiguió hacerse un nicho con la audiencia interesada en misterios, historias de terror, y uno que otro dato de cultura popular.

Son intereses que difícilmente se pueden encontrar ya en otros medios de comunicación, y no sólo porque la calidad de los trabajos haya disminuido, o porque haya menos desarrollo en algunos géneros de entretenimiento, sino también porque es más difícil acceder a muchos de ellos, y tampoco te muestran lo diverso que puede llegar a ser. Pensemos en esto: media hora de Internet puede pagarse con 500-800 pesos, y con ello se puede uno informar y entretener bastante. Un buen libro de primera mano puede estar costando entre sesenta y ochenta veces ese dinero -y eso suponiendo que quien compra el libro realmente lo lee-. ¿A qué es más fácil llegar? Se tiene también en contra la poca cultura de lectura en Colombia: yo mismo me he topado con gente que, fuera de la Biblia, no ha leído gran cosa, y esto es verídico. ¿Qué cultura de lectura puede inculcarles gente así a sus hijos?

A eso, súmenle que en las clases de castellano difícilmente te muestran todo lo que abarca la literatura. Por ejemplo, si bien en bachillerato nos mandaron a leer El cuervo de Poe -que ya había leído de niño-, las lecturas eran por lo general de otro estilo: Platero y yo, Sin tetas no hay paraíso, los repugnantemente conservadores libros de Carlos Cuauhtémoc Sánchez, El lazarillo de Tormes. Unos eran buenos, otros no tanto, pero en general estaban dentro de un marco muy realista. Poético en ocasiones, sí, pero realista al fin y al cabo. ¿Dónde estaban las otras opciones? ¿Por qué no se esfuerzan en hacer conocer la obra de algunos de los ganadores del Nobel de Literatura -y por favor, ¡Gabo no fue el único ganador!-, teniendo luego que despotricar porque son ignorados por una juventud que no tiene ni idea de lo que significa ganar ese premio, o que seguramente no tienen forma de conseguir dicho trabajo? Esto último, quizás, se debe precisamente a lo poco accesible que es la literatura en Colombia.

Puede ser triste que para muchos jóvenes la literatura se haya banalizado tanto, pero es aún más triste que cosas como la presencia de Germán Garmendia en la FILBO hayan tenido que pasar para que nos demos cuenta de lo maltratada que está no sólo la literatura, sino también otros medios de comunicación y entretenimiento. Me parece sumamente excesiva la reacción de muchas personas contra el éxito de los youtubers, pero es porque siento que se han concentrado en los puntos equivocados.

La mayoría de sus libros seguramente no pasarán la prueba del tiempo; si Germán se hace un espacio en la historia, será más por su histrionismo en Internet que por su talento como escritor. Sin embargo, si de algunos de esos libros alguien puede tener un mayor interés por leer, bienvenido sea. Es decir, si alguien mira, por ejemplo, cuáles son las influencias que pueda tener Vegetta777 para escribir sus libros, y busca más de esos autores, al menos el libro habrá servido para algo.

Consideren, por ejemplo, mi caso: cuando vi El resplandor, me pareció aburrido de muerte -no me crucifiquen-. Conseguí el libro, ¡y me pareció muchísimo mejor! Y además, me dio interés de buscar más trabajos de Stephen King. Viendo Supernatural, supe que estaban influenciados en parte por American Gods, de Neil Gaiman (a quien ya conocía por The Sandman, probablemente el mejor cómic de la historia), y es uno de los mejores libros de ficción que he leído. ¡Y me permitió conocer más de su obra! Con su trabajo coescrito Buenos presagios también pude vislumbrar el trabajo de Terry Pratchett, ¡y estoy enganchadísimo con Mundodisco! Si alguna de las obras de esos youtubers -al menos, las que son ficción- puede ayudar a otras personas a conocer la literatura más allá de Gabo, Vallejo o Gustavo Bolívar, adelante.

Como siempre, probablemente haya personas que no estén de acuerdo con todo lo que he expuesto aquí, así que simplemente les pido que reflexionen un poco. La realidad es que el éxito de Germán Garmendia en la FILBO no fue sino el síntoma de algo que está ocurriendo hace años no sólo en Colombia, sino en otros países latinos: no estamos enamorando a la gente de la literatura. Internet se ganó a pulso ese interés hace tiempo, y es hora de que lo comprendamos, y tomemos mejores estrategias al respecto. No porque lo que haya en Internet sea intrínsecamente malo, sino para que se pueda abrir la mente a toda la riqueza que se esconde en los mundos literarios.

*Estoy consciente que a veces Dross puede contribuir a la desinformación con sus videos, pero se debe recordar que él tiene su advertencia de que no busca presentar verdades absolutas, y que casi todo lo que muestra es ficción. ¿Quién es más torpe: el taumaturgo que ofrece una cura milagrosa, o el tipo que se la compra creyendo que funciona?

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