Imposturas religiosas: textos sagrados y sentimientos
Después
de usar un estilo un poco más sarcástico y grosero/apasionado en mi última entrada
-lo que al parecer incomodó a uno que otro lector-, es hora de volver a mi
forma habitual de hablar: sin contenerme ni sobrepasarme, sino comentando lo
necesario de la forma necesaria. ¿Y qué mejor forma de hacerlo que enfocarme en
un tema aparentemente tan sencillo, pero aun así tan complejo, como la creencia
religiosa?
Como
sabemos, la mayoría de las religiones, si no todas, confían su cuerpo de
creencias y costumbres a un determinado texto sagrado. Los cristianos,
englobando a católicos y ortodoxos, tienen la Biblia; los mormones incluyen
además el epónimo Libro de Mormón; los musulmanes tienen el Corán; los
hinduistas tienen diversos textos como los Vedas; los judíos tienen la Torá…
Podríamos seguir, pero creo que se entiende la idea, pues esta es una característica
de la religión: un compilado de textos, generalmente de inspiración divina
-tengamos en cuenta que no siempre es el caso, como ocurre con religiones no
teístas-.
Teniendo
eso en cuenta, se comprende fácilmente por qué, por ejemplo, debatir con un
cristiano fanático suele ser un momento agotador y poco productivo. El fanático
tiende a responder -o a rehuir responder- utilizando pasajes de la Biblia,
creyendo que con eso ya se ha zanjado la discusión. Nada más equivocado, por
supuesto, pero esto no es algo que puedas hacerle comprender fácilmente incluso
a los más moderados. ¿Por qué? Por todo lo que mencionaba anteriormente: su Biblia fue escrita por inspiración divina.
Al menos, así es como todo cristiano lo cree, en menor o mayor medida.
He
ahí el principal problema cuando se trata de discutir cuestiones religiosas: el
concepto de que el texto sagrado es palabra de la deidad, y por tanto es
incuestionable. Ya me he expresado
anteriormente
con respecto a este tema, así que creo que tenga que especificar otra vez sobre
mi postura de desacralización. El punto central de la discusión no es si los
textos sagrados sean o no palabra infalible de Dios (que no lo son), sino por qué se cree que son palabra infalible de Dios. Es decir, ¿qué diferencia hay
entre la Biblia, el Enuma Elish o el Popol Vuh como para creer que el primero es
revelación divina, y que los otros no son más que pura mitología?
La
respuesta de los creyentes a esta duda se centra en dos ejes: el razonamiento
circular y la experiencia espiritual. Más detalle a continuación, para que el
lector creyente comprenda por qué dichos argumentos son insuficientes para
convencernos.
El primero es de hecho bastante reconocido,
aunque rara vez dicho de forma tan directa y simple: “Dios existe porque así lo dice la Biblia. Sabemos que la Biblia dice la
verdad porque fue inspirada por Dios”. Usemos un ejemplo más claro de los
cristianos, basándome en una serie de notas de Ego sobre falacias -las cuales
recomiendo mucho-: ellos creen que lo escrito en la Biblia es verdad porque es
el libro de la verdadera fe. Consideran que el cristianismo es la fe verdadera
porque Jesús obró milagros y resucitó de entre los muertos; por lo tanto,
demostró ser Hijo de Dios. Y saben que Jesús realmente hizo todas estas cosas
porque así está escrito en la Biblia. De nuevo, creen que lo escrito en la
Biblia es verdad porque… ¿Comprenden cómo funciona? Las premisas que componen
la afirmación sólo son posibles si se
acepta de antemano que la conclusión es verdad, y que las premisas no dan una base independiente de la conclusión. Es una
de los errores de razonamiento más comunes entre los creyentes, y lo más
curioso es que nunca parecen darse cuenta de ello.
Pues no, amigo creyente: así no es como funciona la
cosa. El escéptico religioso no le aceptará nunca una respuesta así,
sencillamente porque usted está pidiendo que tomemos el contenido del libro sagrado como evidencia de la veracidad de dicho contenido. Eso es patinar con el
razonamiento en una caída de noventa grados hacia un lecho de clavos: un
absurdo. Debe comprender que: primero, usted no está proporcionando evidencias
por fuera de su creencia que puedan servir como soporte objetivo; y segundo,
que hay muchas otras religiones
cuyos textos sagrados son considerados igualmente veraces. ¿Cómo saber usted
que está en la verdadera? Un hijo de carpintero que clama hacer milagros y
resucitar no hace la diferencia mientras no se demuestre por fuera de los
testimonios en la Biblia, y aún si se demostrara que existió realmente la
persona, eso no significa que el
Hijo de Dios sea algo real. Por el contrario, dado que está científicamente comprobado que no
venimos de una pareja edénica, entonces el concepto mismo del pecado original es un mito, y por lo tanto la necesidad
de un Hijo de Dios para salvarnos puede perfectamente ponerse en duda o
asumirse como falsa (no así la existencia de la persona histórica, que es otro asunto), por lo que inmediatamente
las doctrinas cristianas pierden cualquier sustento.
El segundo eje de respuestas es la experiencia
espiritual: es decir, el muy recurrente argumento de “Dios existe porque lo siento en mi corazón”. Con los textos
sagrados ocurre lo mismo. Continuemos con el ejemplo de la Biblia, que es la
referencia esencial en este lado del planeta. No son pocas las personas que
afirman que creen en la veracidad de la Biblia porque así lo han sentido en su
interior; incluso, varios habrán orado para consultar a Dios acerca de ello. De
hecho, entre los mormones en misión es costumbre decirle a las personas a las
que predican que se tomen su tiempo para orar acerca de la veracidad del Libro
de Mormón. Sí, suena un poco al gastado argumento de “a mí me funciona” que usan los defensores de la homeopatía.
Puede parecer que la experiencia personal sea algo
tierno y válido; no obstante, en realidad no lo es. Hay tres problemas con esta
respuesta. Primero, las experiencias y testimonios solos no bastan para
confirmar algo. Se requiere de experimentación y replicación de lo observado en
dichas experiencias dentro de un ambiente más controlado, y de tal forma
determinar si lo visto en un testimonio es válido o no. En otras palabras,
usted puede sentir en su corazón que Dios existe y la Biblia es verdadera, pero
eso no nos basta a nosotros: son cosas que deben comprobarse más allá de un
simple testimonio.
Aun así, algunos podrían afirmar que el gran número
de cristianos que dicen sentir que su creencia es real debería contar como una
prueba seria (cosa que no deja de ser ad
populum). Lo que nos lleva al segundo problema: hay cientos de religiones alrededor del mundo, y millones de fieles de
todas esas religiones aseguran que la suya es la correcta. Y todos con el mismo
patrón de racionalización que un cristiano. O todas son ciertas, o ninguna lo
es, o sólo una lo es. Como no hay ningún dios que se nos haya aparecido recientemente
para confirmarnos que su fe es la correcta (y de nuevo, el testimonio bíblico
no cuenta por las razones ya expuestas), es más sensato asumir que ninguna
tiene la razón. Y observando el contexto histórico y social de la época en que
cada libro sagrado fue escrito, se puede concluir que, de hecho, son
simplemente productos de su tiempo, sea la Biblia o el Popol Vuh.
El tercer problema es uno de índole más humana: somos
humanos. Somos racionales, pero
también somos criaturas emocionales.
Y nuestras emociones tienden a afectar nuestra percepción de los hechos, por lo
cual nuestra interpretación puede ser muy, muy
subjetiva. Es más sencillo de lo que parece: nuestro deseo de encontrar a Dios
puede influir significativamente en nuestra sensación al orar pidiendo saber si
un texto sagrado es palabra verídica. Y esto puede volverse algo incómodo para
quienes realmente tienen interés en creer, y en una trampa maravillosa para
muchos predicadores: por ejemplo, cuando los mormones le piden a una persona
que ore para saber si su libro es verdadero, y la persona les dice que no
sintió nada, le dirán que no tuvo suficiente fe, y por eso Dios no lo iluminó.
¿Qué creen que puede pasar si se lo piden de nuevo? En cualquier caso, los
predicadores nunca pierden. ¿Comprende después de todo lo anterior, lector
creyente, por qué sentir en su corazón que Dios existe no es siquiera una
evidencia real para un escéptico?
Hay quienes hacen un símil no demasiado acertado con
el viento: no lo puedes ver, pero puedes percibirlo cuando llega a ti; es lo
mismo con Dios. Además de hacer parte de una buena canción de P.O.D., la verdad
es que esa frase no es muy útil. Hay una gran diferencia: nosotros tenemos
receptores en nuestra piel que nos permiten percibir variables ambientales como
el frío, el calor y, por supuesto, el viento. Incluso si no pudiéramos sentirlo
en nuestra piel, podemos ver su efecto en la materia a nuestro alrededor, como
en todo el polvo que arrastra un ventarrón, las hojas en una brisa o el
movimiento de las nubes. Eso es muy diferente a sentir a Dios por dentro.
No lo tome demasiado a mal. Por supuesto, todas las
cosas que he mencionado en esta entrada pueden significar mucho para usted,
pero no es suficiente para convencer a un escéptico religioso de que sus creencias
son verdaderas. Necesita ser un poco más racional, y tener en cuenta que
necesita de pruebas más sustanciosas para poder demostrar que sus creencias son
reales. De lo contrario, no pasan de ser más que deseos personales, los cuales
no tienen por qué ser compartidos por todos los demás.
pero, porque no exigir las mismas evidencias a tus afirmaciones de que los textos sagrados no son la palabra infalible de Dios y que el concepto mismo de pecado original es un mito
ResponderEliminarSi quieres rebatir con evidencia contundente por qué la evidencia científica de que no venimos de una única pareja humana está mal, adelante. En cuanto a la infalibilidad de textos sagrados, pues ya queda explicado en esta misma entrada por qué la premisa falla por simple lógica.
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