Reflexiones sobre el cierre del Parque Tayrona

Como muchos de ustedes seguro ya lo saben, el Parque Tayrona tendrá sus puertas cerradas durante todo el mes de noviembre. El motivo: los representantes de los cabildos de las cuatro etnias indígenas de la Sierra Nevada de Santa Marta consideran que el sitio necesita “un descanso y una limpieza”. Por supuesto, mientras los indígenas realizan los correspondientes pagamentos en los sitios sagrados, Parques Nacionales aprovechará para realizar acciones que permitan mitigar las problemáticas ambientales ocasionadas por la sequía y otros factores.



Por supuesto, desde el principio se presentaron quejas ante la decisión más bien abrupta del cierre, especialmente desde el sector turístico. Ya algunas empresas de visitas al parque reportan pérdidas, aunque se les ha prometido empleos temporales a las asociaciones dentro del parque, como todos los vendedores de agua, pasabocas, recuerdos, entre otros, ayudando en las labores durante el cierre. Al respecto, el líder arhuaco Rogelio Mejía asegura que la limpieza ambiental y energética es muy necesaria para poder prolongar la vida humana, y que es por el bien no sólo de los indígenas, sino también de Colombia.

Mucho se ha discutido al respecto: unos ven a las empresas como buitres abusivos que sólo explotan el Tayrona; otros creen que los periodistas que han cubierto la noticia actúan de forma “colonialista” al no comprender la visión de los indígenas; y casi todos coinciden en que ellos tienen la razón en todo este asunto. En parte es cierto, pero prefiero tomarme el tiempo de hacer algunas observaciones sobre el tema antes de intentar tomar partido por alguno de los lados.

El tiempo de propuesta y aceptación del cierre. Si hay algo en lo que tienen toda la razón los afectados por el cierre del Tayrona es que su solicitud fue hecha de manera inesperada, y se aceptó de manera muy inesperada y abrupta, en aproximadamente medio mes. Por mucho que los indígenas tengan sus propias leyes, ellos no son los únicos que dependen del sector, y la decisión de cerrarlo por un mes debió realizarse con una mayor aceptación, o que se situara en un mes un poco más posterior -por supuesto, es difícil que se hubiera realizado la limpieza en un mes de vacaciones como diciembre o enero-, con el fin de que las personas dependientes del Parque pudieran prepararse adecuadamente.

El impacto económico del cierre. Sí, hay una pérdida económica de cierta importancia con la decisión del cierre. Y no se trata sólo de los operadores de planes turísticos, o de todos los buitres que quieren ser dueños de un pedazo de terreno allí dentro: verlo sólo desde esa perspectiva es bastante miope. Claro que esto es un poco difícil de conseguir, puesto que cuando se habla de economía privada vs palabras indígenas, muchos “radicales” creen que en la primera son todos perversos capitalistas, mientras que todo lo que dicen los segundos son cosas enteramente legítimas.

Pero la realidad nunca es tan simple. Los afectados económicamente no son únicamente las empresas de turismo, de las cuales no todas van a ser tan grandes, ni los propietarios de terrenos dentro del parque, muchos de los cuales ya estaban establecidos antes de ser declarado área protegida, sino también los vendedores informales dentro del parque -de los cuales, probablemente no todos acepten los trabajos temporales durante el cierre, si sienten que ganarán menos-, y los pescadores que trabajan en el Tayrona -los cuales no recibirán solución alguna, pues por constitución no podrán pescar allí-. Y por supuesto, volvemos al punto anterior: la poca antelación que se dio para prepararse ante el eventual cierre. Son muchos factores a tener en cuenta, mas no quiero detenerme mucho en esto.

El impacto ambiental del cierre. No se preocupen; no es nada negativo lo que voy a decir al respecto. Mi única queja al respecto es que no debería ser necesaria una solicitud de los indígenas con base en cuestiones religiosas para decidir realizar un análisis del estado ambiental del parque. Lo ideal es que esto sea una labor que se haga de forma constante, tal como se deben hacer las limpiezas habituales en el parque (hablando en un sentido literal, claro).

Dejando eso de lado, sí es necesario observar cuánto ha sido el impacto de la actual sequía y la crisis hídrica que azotan el departamento del Magdalena, pues de ello también depende la conservación del parque, y que pueda mantenerse su provecho y su belleza, tanto para visitantes y turistas como para investigadores e indígenas. Cualquiera de los cuatro reconoce la importancia de esto.

Por otro lado, las basuras dentro del parque sí son un problema. Como suele ocurrir en parques naturales, y como suele pasar en playas, los turistas suelen ser bastante descuidados con la basura que producen, y las formas de manejarla suelen ser insuficientes. Sería muy bueno que en este tiempo de cierre, los encargados de las playas y Parques Nacionales planteen estrategias más adecuadas, incluyendo además una labor de concienciación en los visitantes que llegan constantemente.

Foto de Semana.com.

Los motivos de los indígenas. Mmm… Esta es la parte más complicada de tocar (bueno, quizá no tanto), porque realizar alguna crítica a los indígenas es visto casi como un acto de blasfemia. No obstante, si dejamos de lado el principio elemental de la autocrítica, entonces estamos jodidos desde el principio, y toda nuestra pretensión de progreso no sirve de nada.

En una entrevista realizada a Rogelio Mejía en Semana -que admitámoslo, es penosa: las preguntas realizadas son simples y hasta tontas. ¿Y por qué mencionar la Mesa de la Habana?-, el líder arhuaco dejó claras las razones por las cuales es necesaria una limpieza espiritual del parque. Ignorando el componente espiritual, algunas cuestiones son válidas: el tránsito automovilístico y animal, el turismo y las construcciones tienen un fuerte impacto ambiental, tal como se mencionaba al principio, al igual que otras acciones en la Sierra Nevada, como los cultivos ilegales y la deforestación. Que deba cerrarse un mes el Tayrona para evaluar esto, y especialmente pretender aliviarlo con rituales religiosos, sí es discutible (hablaré al respecto en un momento).

Otros motivos que plantean son sencillamente ridículos. Mejía asegura que cuando una pareja tiene relaciones sexuales en la playa “esto contamina la energía del mar, sostén de la Sierra Nevada”. Así mismo, asegura que las relaciones homosexuales transforman la naturaleza. “En la cosmovisión indígena, el sexo entre mujeres produce lluvias dañinas, y entre hombres, fuertes sequías” (un tanto irónico, considerando que los tayronas, antiguos habitantes de la Sierra Nevada, practicaban el homosexualismo como ritual en sus ceremonias).

Seamos sinceros: si usted escuchara esas palabras del pastor chileno Javier Soto, o del procurador Ordóñez, o de cualquier figura cristiana, usted pensaría de inmediato que son las palabras de un obtuso mental y un intolerante. Pero muchos aceptan que sean los indígenas quienes digan esto porque… bueno, porque son indígenas. Son una cultura nativa, han sido perseguidos… las excusas sobran. Y la realidad es que ninguna es válida a la hora de cuestionar sus creencias, si son tan absurdas como las ideas cristianas de que los desastres naturales de hoy son un castigo a nuestra conducta inicua. Si criticamos a Soto por afirmar algo así, y aplaudimos a los indígenas por hacer básicamente lo mismo, lo que estamos haciendo es aplicar un doble rasero, y eso no es más que cobardía hipócrita del pensamiento crítico.

Ignoremos ese asunto de que “es su cosmología, es su cultura, hay que respetarla”. Ya se ha dicho hasta el cansancio que ni las ideas ni las creencias, ni tampoco las costumbres culturales, están exentas de cualquier crítica, burla o sátira. Las personas sí. No estoy ofendiendo a los indígenas por pensar que dicho pensamiento sobre el sexo al aire libre y la homosexualidad es absurdo, como tampoco usted ofende a todos los católicos por pensar que las ideas religiosas del procurador son una estupidez. Mi punto es sencillo: cuando las creencias carecen de lógica, son enteramente susceptibles de crítica, sin importar la condición sexual, étnica, histórica o económica de la persona. Ignorar esto es traicionar los principios del pensamiento objetivo, y cualquiera que defienda considerar las mismas ideas en un grupo social de forma diferente a otro quizás debería bajarse de su caballo antes de pretender que defiende la verdad y la justicia.

No lo tomen de forma incorrecta: yo defiendo perfectamente que los indígenas tengan el sistema de creencias que ellos elijan, por más que considere que son incorrectas. Ese es su derecho, y su libertad. No obstante, eso no significa que yo tenga prohibido cuestionar dichas creencias, especialmente si me parecen tan ridículas como las creencias “occidentales” que tantos relativistas repugnan. Y si vamos al hecho de que son culturas “ancestrales” y “nativas”, cualquiera de los mestizos, negros y blancos que vivimos aquí y hemos nacido en el país es tan nativo como un indígena, en el sentido de que nosotros, nuestros padres y muchos ancestros nacieron aquí. Ciertamente, la “ancestralidad” no es ninguna excusa para hacer inmunes las creencias de nadie.

Termino aquí. Quienes estén en desacuerdo con esta entrada deben sentarse un rato a reflexionar. Analizando detenidamente, las distintas partes en torno al cierre del Parque Tayrona tienen algo de razón, y a la vez se equivocan. Tal como dije al principio, no creo que fuera necesario cerrar el parque todo un mes para poder evaluar su estado ambiental, ni esperar a que los indígenas lo solicitaran. Sólo esperemos que, al menos, se pueda obtener algo útil que permita contribuir a la conservación de esta área protegida.

Comentarios

  1. considero que una solución más equilibrada seria que el cierre se diera en periodos de tiempo regular (una ves al año por x tiempo o algo así), tal ves que coincida con el calendario de los indigenas y lógico con temporada baja, así todos tendrían claro de antemano la programación y creo que las perdidas serian más "aceptables"

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    1. Eso si se quiere que una vez al año se cierre el parque. No sé si la decisión de noviembre tiene que ver con algún calendario indígena. Si se llega a eso, lo ideal sería, efectivamente, que fuera en temporada baja.

      En todo caso, sigue siendo necesario que los encargados del parque estén preocupados los doce meses del año del manejo de las basuras y la seguridad de las playas, cosas que siempre han sido problemáticas para el Tayrona.

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