La torre oscura
“Matar a un hombre no es defender una
doctrina, es matar a un hombre”.
Sebastian
Castellion, acerca de la ejecución del teólogo y científico Miguel Servet.
Introducción
La
noche del viernes 13 de noviembre de 2015, tres células terroristas efectuaron una serie de atentados en distintos puntos de París,
Francia, dejando un saldo
hasta ahora de más de 150 muertos y 350 heridos. Las fuerzas especiales de la
policía lograron abatir a los criminales antes de que pudieran hacer un mayor
daño. Poco después, el grupo terrorista Estado Islámico se atribuyó los
atentados. El presidente francés, François Hollande, determinó cerrar
inmediatamente sus fronteras y declarar estado de emergencia, asegurando que no
detendrá su lucha contra el terrorismo, por lo que ya muchos temen un conflicto
global aún mayor que la crisis siria. Mientras tanto, en gran parte del mundo
la gente se solidarizó con la tragedia y el sufrimiento por el que pasa la
población francesa en este momento.
O
eso se cree. Como suele ocurrir cada vez que ocurre un atentado en “Occidente”,
las opiniones al respecto se han polarizado mucho, y lo que debería unir a las
personas en un espíritu de solidaridad las mantiene separadas por arengas
desubicadas, afirmaciones estúpidas y pretensiones mezquinas.
Hay
algo que yo debo confesar. Por lo general, cuando ocurren masacres, ya sea en
Francia, Nigeria, o en cualquier otro país que sea afectado, no son las muertes
en sí de las personas lo que me incomoda o indigna (lo siento, quizás soy menos
empático de lo que debería) como el hecho de que sus muertes ocurrieron por razones
estúpidas. Porque en realidad, discriminar, torturar o matar personas por
razones de etnia, ideología política, cultura o religión, son las excusas más
estúpidas que pueden existir sobre la faz de esta tierra. Es por ello que me
fastidió cuando los animalistas atacaron sin piedad por Internet a Caterina Simonsen.
Es por eso que he cuestionado fuertemente a los que discriminan con base en la fe o ausencia de ella a
otras personas. Y es por esto que
siento la necesidad de usar este, mi espacio personal, para hablar de muchos
hechos incómodos en torno a estos hechos recientes. Como en ocasiones
anteriores, tendrán que excusar si subo mi tono en algunos pasajes por un poco
de justa indignación.
Los eternos críticos
Los
que siempre están listos para desestimar o incluso casi justificar casos como
los de Francia suelen dividirse en dos grupos: aquellos que dicen que pasan
peores cosas en el mundo a las que debería prestarse atención, y los que
consideran que X país ha hecho cosas peores en otros, y prácticamente no hay
que tener compasión de ellos. Casi siempre, ambos grupos están conformados por
mamertos y relativistas posmodernos que cuestionan todo lo que ha sido y todo
lo que hace Occidente (mientras aprovechan sus beneficios, claro). Y ambos
grupos tienen actitudes desubicadas, imprudentes, o ya de plano crueles.
A
los primeros debo recordarles lo que ya dije antes:
desestimar una causa para resaltar otra -porque admitámoslo: les indigna más
que no sean sus ideales lo que se comparte- es una bajeza moral, y una
estupidez de cabo y rabo. No necesitas manifestar tu indignación por la
situación palestina para sentirte indignado por lo ocurrido en Francia, y mucho
menos decir que alguien es hipócrita o doblemoralista por no hacerlo. Que los
hay, sí, pero no significa que cualquiera que comparta la bandera francesa en
su muro de Facebook es un pantallero o un idiota. Uno se puede condoler de la
situación en Colombia, y a su vez de lo ocurrido en Francia, y no es necesario
que exprese lo primero para hacer lo segundo, como si dicha acción significara
que no le interesa Colombia.
En
estos días de conflicto, el Oriente Medio y otros países sufren constantemente
atentados contra la población civil (no hablo de los bombardeos, que son harina
de otro costal) que no son tan llorados por el resto del mundo ni tan cubiertos
por los medios (aunque no todos son tan graves como el ocurrido en París). Y
eso tiene una explicación: los medios son empresas. Se mueven con respecto a lo
que el público quiere. Y alrededor del mundo, es más factible que se enfoquen
en Francia que en Líbano -sí, por cierto, el Líbano también sufrió un atentado; ya llegaré a eso-, porque la información tiene
mayor y más facilidad de flujo desde el primero que desde el segundo, y porque
culturalmente y en términos de civilización, muchos comparten más con Francia
que con el Líbano (no genéticamente, que en ese caso quizás algunos en Colombia
tengan más sangre libanesa), por lo cual es más fácil congeniar con el
sentimiento de unos que con el de otros.
Por
cierto, entre los que critican el cubrimiento a la tragedia francesa mientras
se “ignora” a Siria, están muchos de los que criticaban el cubrimiento a la
muerte de Aylan Kurdi mientras tenemos nuestras propias crisis. ¿Doble moral,
dónde?
Hay
una razón más, al menos hablando de Colombia, por la que “momentáneamente” nos
hemos “dejado de preocupar” por nuestros problemas. Nosotros llevamos
arrastrando décadas de conflicto armado. Décadas. Décadas de masacres, terrorismo,
desplazamiento, narcotráfico. Todo eso ha hecho que el colombiano común, tal
como lo ha mencionado en muchas ocasiones el actor Fabio Rubiano, se haya
insensibilizado un poco hacia su propia violencia, pues para él es algo
cotidiano en su país. En Francia no. En teoría, este tipo de hechos violentos,
y menos de tal magnitud, no deberían ocurrir en un país del mal llamado primer
mundo, y menos por razones religiosas o políticas -pero siendo justos, no deberían ocurrir en ningún país-. Es
por eso que a muchos colombianos estos atentados los impresionan tanto.
Ojo: no estoy
diciendo que todos estos sean pensamientos justos, ni trato de darle la razón a
algún lado, o excusar a nadie. Sólo digo que hay otras razones que explican
mucho mejor el impacto y cubrimiento que han tenido los atentados de Francia, y
que quizás deba reflexionar un poco antes de llamar hipócrita a todo el que
pone azul, blanco y rojo en su foto de perfil. No presuma su falsa superioridad
moral por cuestiones de ego. De hecho, probablemente usted también participa de
una moda hipócrita, al sumarse a montones de personas que siempre critican una
nueva tendencia en Internet para presumir de moralistas.
Muchas gracias, Ego,
por saber ejemplificar cómo funciona Internet.
Pero
si estos son desagradables, los otros son peores. No ha faltado el que dice que
Francia ha hecho cosas peores: el brutal colonialismo en África, los muertos
durante la Revolución Francesa y la época del terror, los actuales bombardeos
contra EI en Libia y Siria sin permiso de la ONU. Muchos usan estas
afirmaciones de forma que me desconcierta, y realmente me molesta ver cómo hay
tantos imbéciles morales.
¿Qué se supone que significa decir todo esto? ¿”No
les den condolencias, que ellos han hecho lo mismo”? ¿”Los franceses son
peores”? ¿”Los franceses obtienen lo que buscaron”? Recordemos, en primer
lugar, que las acciones bélicas en territorio sirio son acciones del gobierno de Francia, no de su población civil. Así como es terrible
que mueran civiles sirios por causa de los bombardeos contra EI, también lo es
que sean asesinados civiles franceses por lo que hace su gobierno. Ninguno de
los dos debería pagar por lo que hace su gobierno o una organización
terrorista, y sugerir que “se lo buscaron” es pensamiento de imbécil, tal como
lo fueron los que decían que Charlie Hebdo se había ganado su atentado su atentado por dibujar a Mahoma. Ni unas ni otras muertes deberían ser
más importantes que otras, y hay que ser un supremo cretino para resaltar unas
como forma de desestimar las otras.
En
cuanto a los que citaron el colonialismo francés o la Revolución y el terror,
poco tengo que decirles. Siempre he sido enfático en que mantener complejos de
conquistado y señalar culpas atávicas es un muy mal ejercicio. ¿Qué culpa tiene
la actual generación de franceses de lo que hicieron sus ancestros en África o
en su propio país, o cuando decidieron repartirse el Imperio Otomano con sus
aliados tras la Primera Guerra Mundial? (Nota:
si no sabe de lo que hablo, entonces realmente no comprende nada de la
situación en Oriente Medio). ¿Desde cuándo la vendetta es justicia? Si su
abuelo se robó a una mujer en su juventud, ¿cree que sería justo que violaran a
su esposa como retribución?
En
serio, citar episodios crueles pasados o actuales para desestimar el luto de
Francia es terrible. A ese tipo de personas les cabe un calificativo que los
describe perfectamente: miserables.
También
están los conspiranoicos que dicen que la CIA creó EI, y que Estados Unidos
está detrás de todo esto, y que recogen lo que sembraron. Incluso hablan de una
operación de bandera falsa. Considerando que no tienen una sola evidencia seria
de lo que afirman, ni siquiera me molestaré en comentar esas estúpidas falacias.
El nuevo drama sirio
Sin
duda, quienes serán más afectados por los atentados en París son los habitantes
de Siria. No sólo los que están siendo afectados por los bombardeos
indiscriminados de Estados Unidos, Francia o Rusia, sino también, y quizá más
especialmente, los miles de refugiados que deben huir hacia Europa, huyendo
precisamente de EI.
Todos
conocemos ya la actual crisis en Siria. Independientemente de las posturas políticas que
el lector pueda tener, seguro está consciente de que lo que ocurre en Siria es
una guerra civil que ha provocado una crisis grave. Millones de sirios han
salido huyendo de su país, y ante el poco apoyo que han recibido de algunos de
sus países “hermanos”, han tenido que arriesgar sus vidas para llegar a Europa.
Y a pesar de la oposición y el trato abusivo de algunos países europeos, otros
los han recibido desde el inicio de la guerra, y otros más estaban dispuestos a
confiar en ellos y abrirles sus fronteras.
De
un solo golpe, EI está poniendo en peligro esa confianza. Los atentados en
París son la excusa perfecta que necesitan muchos gobiernos, no sólo en Europa,
sino también en países de Oriente Medio, para cerrar sus fronteras a los
refugiados. Francia ya lo hizo, aunque por encontrarse en un estado de
emergencia, y quizás no pase mucho para que otros países sigan sus pasos. Los
que ya tenían sus fronteras cerradas, como Hungría, recrudecerán su control
sobre la inmigración. Y al final, los refugiados sirios, que no tienen culpa de
lo sucedido en París, que están huyendo de ese EI que atacó Francia, terminarán
pagando por los actos de unos pocos.
Hay
otro problema del que nadie quiere hablar, porque se siente como darles un poco
de razón a los partidos de extrema derecha, pero que es inevitable. Tal como vi
en un comentario en Facebook, al adjudicarse EI los atentados se están creando
dos escenarios posibles: que tienen células terroristas dentro de Francia (y
probablemente en otros países), o que enviaron a sus militantes escondidos
entre los refugiados.
No
se sabe cuál sea peor -y por las recientes investigaciones, parece que ambas
son verdad-. El primer escenario significa que culturalmente los musulmanes
no han podido adaptarse a Occidente. Es bien sabido que no pocos de ellos
exigen que se respete su ley sharia en Europa, y esto siempre genera conflictos
a nivel jurídico y social, y que algunos de ellos incluso forman una especie de
patrulla urbana para reprender a quien incumpla con sus designios. Por
supuesto, este no es el panorama de todos los musulmanes en Europa, pero es
complicado que después de tantas décadas de intentar asimilar parte de la
cultura europea como suya propia, haya miembros nacidos en Occidente que
resienten vivir allí, que crean que su estilo de vida es degenerado, y opten
por convertirse en el brazo terrorista europeo de EI, pues todos los demás
tendrán que pagar directamente las consecuencias. Algo está fallando, entonces.
El segundo es también terrible. De ser real,
implicaría que EI logró predecir, quizás desde su inicio, la reacción de otros
países hacia la crisis siria. Sabía, entonces, que el sentimiento humanista, el
altruismo y la capacidad de preocuparse por la situación de otros harían que
más de un país en Occidente recibiera a los refugiados, y camuflar efectivos
entre ellos permitiría asestar golpes más directos a estos focos de abominación
y dominación global. En cualquier escenario, todo esto implica que se necesita
revaluar la forma en la que hasta ahora se ha intentado detener a EI, y también
las políticas de integración social de los refugiados.
Pero, responsabilizar a todos los refugiados sirios por los atentados de París y la posible
infiltración de EI entre ellos es imprudente e injusto. Es precisamente de
ellos de quienes están huyendo. No tienen tiempo para detenerse, no tienen tiempo
para fijarse quién no pertenece realmente a los oprimidos. Buscan, simplemente,
llegar a tierra segura. Difícilmente están apoyando lo ocurrido en París
(podrían haber excepciones, por supuesto). El miedo no puede ser una
justificación para mantenerlos apartados del otro lado de la frontera.
La fe sigue
siendo un problema
Poco después de los atentados, cientos de personas
en Internet empezaron a difundir el mensaje Pray
for Paris (Reza por París), esperando
que sus peticiones ayuden a aquellas personas que perdieron a sus seres
queridos en la masacre. Al mismo tiempo, un grupo de musulmanes crearon un
video llamado I’m Muslim, But I’m not…
(Soy musulmán, pero no soy…), en el
cual manifiestan su rechazo a los estereotipos que siempre surgen cuando
ocurren estos atentados terroristas. Muchos otros musulmanes manifestaron en la
red su rechazo a las acciones de EI. Todas son medidas loables, y celebro su
impulso de conciliación y apoyo.
Desafortunadamente, no puedo apoyar ninguna. Pray for Paris puede tener buenas
intenciones, pero deja de lado que al mismo tiempo los terroristas gritaban “Allahu Akbar” (Dios es el más grande) cuando cometían sus actos, tal como en las
Cruzadas los ejércitos se lanzaban al combate gritando “Dios lo quiere”. ¿Qué
trato de decir con esto? Simple: la fe ciega de las religiones se ha convertido
en la fuente de grandes desgracias a lo largo de la historia de la humanidad,
por lo cual ofrecen oraciones por quienes fueron asesinados por
fundamentalistas es un poco como echar sal en una llaga. Sería más honesto si
se pudiera hacer un ejercicio de autocrítica ante la falsa inmunidad de las
creencias religiosas a la crítica. Este tipo de campañas suelen terminar
actuando como las manos de los Tres Monos Sabios, que se niegan a salir de su
zona de confort: no ver ningún mal, no oír ningún mal, no hablar ningún mal. Ni
un solo cuestionamiento serio.
En cuanto a los mensajes de los musulmanes, es
comprensible que tengan que salir a defenderse a sí mismos, en momentos en que
muchas personas estarán dispuestas a satanizarlos como terroristas. Aun así,
necesitan igualmente dar el siguiente paso. Varias veces se dice que los
fundamentalistas no representan el verdadero espíritu de una religión. Y como ya
comenté unos meses antes, tras la masacre de Garissa, tal
cosa, tristemente, no es verdad. Mientras nos mantengamos en la misma
actitud de no cuestionar nuestras propias creencias, en la actitud de exaltar
la fe como una virtud mientras condenamos los crímenes perpetrados por la fe, de
creer que nuestros libros de fe son sagrados cuando inspiran la discriminación,
el odio y la violencia, seguirán ocurriendo atentados como los de Francia.
Podrían decirme que las acciones de EI no son
simplemente religiosas, sino que obedecen a cuestiones políticas e históricas
en la relación entre Medio Oriente y Occidente. Y conociendo la historia de esa
región, podría perfectamente aceptar esto. El problema es que cuando la
creencia religiosa no es la causa, a menudo es la excusa perfecta para perpetrar
las peores atrocidades, pues escuda de tranquilidad a muchos al decirles que es
voluntad de Dios, más aún cuando sus libros sagrados así lo muestran. Cuando
mencioné el atentado del Líbano varios párrafos atrás, no lo hice para resaltar
el supuesto desinterés de la gente con respecto a este atentado, sino para
tener en cuenta cómo afectan las creencias religiosas a las relaciones humanas,
tanto que vemos a musulmanes masacrando a otros musulmanes.
Odio realmente tener que cuestionar las creencias
religiosas usando como tema un atentado contra los civiles, pero es necesario
hacer este ejercicio de honestidad. ¿Tendremos que ver cómo los israelíes y los
palestinos se matan todos entre sí, hasta que no quede nadie, para entender todo
el mal que ha surgido de las creencias sin fundamento? ¿Cuántos muertos más
tienen que haber para que comprendamos que respetar todas las ideas de las
religiones provoca tanto sufrimiento? ¿Cuántos atentados tenemos que sufrir
antes de aceptar que la misma fe, aceptar sin cuestionar, sin evidencia alguna,
no es y jamás será una virtud?
¿Veinte París? ¿Setenta 11/9? ¿Cien Garissas?
Y no, por enésima vez: no estoy pidiéndole a nadie que abandone su religión. No es y nunca
será mi motivo primario para el activismo escéptico. Lo único que le estoy
pidiendo es que sea más racional con sus creencias. Que comprenda que nadie
está obligado a respetar sus creencias si no las comparte, ni a creer que su
libro de fe es sagrado y merece respeto, sino que basta con respetarlo a usted
como persona. Que se tome la libertad de reflexionar, de cuestionarse a sí
mismo, de preguntarse si la fe que usted comparte es tan inocente como tan
vehementemente defiende usted. Que comprenda que nos preocupan mucho las
ideologías nocivas en las religiones, pero que nos preocupa mucho más que, en
medio de su sensata moderación, usted mantenga silencio ante los pasajes que
las motivan, y en cómo todo esto se mantiene por la pretensión de que su libro
es sagrado. Si todo esto lo lleva a abandonar su religión, tanto mejor. Ganará
más de lo que imagina.
Lo que vendrá
Es difícil saber cómo progresará todo esto. Ya vemos
que, en principio, países como Suecia y Dinamarca han reforzado su control
sobre la migración, y de forma dura. El discurso del presidente Hollande ante
la masacre, donde promete “una respuesta
despiadada” a EI, fue aterradoramente parecido al que usó George W. Bush en
2001 tras los atentados del 11/9, aquellos que usó para justificar las
invasiones a Afganistán e Irak. No podemos dejar que el rencor y el dolor
ocurrido nos lleven a cometer los mismos errores y crímenes que vimos hace ya
más de una década.
La sombra de la extrema derecha europea, que tanto
ha crecido de modo alarmante en los últimos años, podría recibir más apoyo tras
los atentados. Y esto puede incluso afectar a otros países como Estados Unidos,
donde el discurso xenófobo y discriminatorio de Donald Trump parece tener cada
vez más respaldo popular. Es necesaria la mesura y la cabeza fría para analizar
todo esto. La masacre en París fue terrible, pero no podemos ceder al miedo y
terminar escogiendo a quienes son terribles seres humanos, que sólo buscarán
discriminar y joder a otras personas, en un modo no muy diferente de las
acciones de EI.
Tampoco podemos creer que haya salvadores o héroes
entre los líderes del mundo. Al Assad sigue siendo un dictador, por mucho que
diga que “Francia está sufriendo lo mismo
que sufre Siria desde hace cinco años”, omitiendo que él es uno de los
perpetradores de ese sufrimiento. Hacerlo ver como una víctima es inmoral y
absurdo. Putin y Obama tampoco serán los salvadores, pues las potencias rara
vez actúan por puro altruismo, y hay muchos factores complejos que representan
un papel importante en la estabilidad (o más bien, inestabilidad) de Siria y
otros países afectados por EI, y que no pueden resolverse simplemente
bombardeando. El camino a la paz en la región es largo y difícil, y tenemos que
ser muy objetivos y racionales antes de proponernos recorrerlo.
Buenas noches a todos.
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