Por qué la Corte aprobó la adopción igualitaria

El 4 de noviembre será recordado como una fecha importante para la lucha por los derechos humanos en Colombia. Ese día, la Corte Constitucional decidió que la orientación sexual de un solicitante de adopción no debe ser un criterio para definir si está en condiciones de adoptar un niño. En otras palabras, las parejas homosexuales ya pueden adoptar en Colombia. Hubo júbilo y gran celebración ante este nuevo paso hacia la tolerancia y el respeto a la diversidad; sin embargo, al mismo tiempo, las habituales voces en oposición a los derechos LGBTI brillaron por su opaca presencia.



Las críticas vienen por parte de muchas personas: los típicos religiosos para quienes la homosexualidad es un pecado, aquellos que creen que es un despropósito jurídico, aquellos que como Helena Alegría siempre presumen de pensar en los niños, y aquellos que simplemente sienten que no es algo muy común o normal. Para todos, es inaudito que la Corte haya fallado a favor de la adopción para parejas homoparentales. Y para todos estos, pero especialmente a los últimos, que quizás puedan cambiar mejor su forma de pensar, hay una serie de razones por las cuales la Corte decidió apoyar este caso.

Número uno, y quitemos esto del paso de una buena vez: Colombia es un estado laico. Si bien esto en la práctica se irrespeta mucho, es fundamental a la hora de definir los derechos humanos. Significa que todas las actividades públicas no deben tener origen ni dirección en la religión. La Constitución garantiza que todas las religiones son iguales ante la ley, pero al mismo tiempo es clara en que el Estado no puede promocionar ni favorecer a ninguna religión en especial. En palabras castizas, las religiones deben mantenerse por fuera de las organizaciones del Estado.

¿Se comprende lo que trato de decir? Sí, usted seguramente cree según la Biblia que los homosexuales son pecaminosos, pero esa es su creencia, y pertenece a su ámbito privado, ya sea en su casa o en los sitios donde realice sus reuniones con otros fieles. El Estado no está facultado a tomar decisiones con base en creencias religiosas, pues no sólo sería favoritismo hacia un credo particular, sino que también sería base para discriminar a personas que no comparten dicho credo, y eso es inconstitucional. La ley está por encima de las religiones.

Por otro lado, hay miles de religiones en el mundo, y no hay forma de saber cuál es la correcta, pues ningún dios ha bajado del cielo en estos días a resolver el embrollo. Y los libros sagrados no cuentan, pues muchas religiones tienen también los suyos. El islam tiene al Corán, el hinduismo tiene los Vedas, el mormonismo tiene el Libro de Mormón, la cienciología tiene… las novelas de L. Ron Hubbard. Que en ellos esté escrito que son la verdad absoluta no es tampoco ninguna prueba de nada.

No se preocupe. No se le está obligando a abandonar sus creencias que avalan la homofobia: sólo que las mantenga en su espacio personal, y no pretenda imponerlas por ley. Si usted cree que todas estas son señales de la segunda venida de Jesucristo, perfecto, pero ese es su problema. A los que no creemos en lo mismo que usted, eso no nos interesa en lo más mínimo. ¿Y qué creen? Al Estado tampoco.

Número dos: la Corte Constitucional está obligada a garantizar que todos los ciudadanos del país gocen de los mismos derechos. Hace mucho tiempo que los miembros de la comunidad LGBTI son vistos y tratados como ciudadanos de segunda clase, y no hay razones jurídicas para que siga siendo así, mucho menos razones bíblicas. Recordemos que el buen libro ha sido usado muchas veces para la discriminación y para mantener a otras personas como ciudadanos de segunda clase. Hace más de cuatro siglos, los indígenas eran tratados como seres inferiores -y todavía se les trata así, incluso cuando se les sobreprotege-; hasta hace menos de dos siglos, los negros aún eran esclavos; hace menos de setenta años, las mujeres ni siquiera podían votar.


Todas esas ideas arcaicas se han ido abandonando ante la simple verdad de que cada ser humano nace libre e igual ante la ley. Eso es lo que se busca garantizar. Es por lo que los LGBTI han estado luchando: régimen patrimonial, adopción, matrimonio. Hay que ser muy inmoral para seguir manteniendo la estúpida idea de que hay seres humanos que deben ser legalmente inferiores. No es simplemente un capricho o una moda de los gays, como dicen algunos, ni un acto innecesario de la Corte cuando hay otros problemas más importantes, como aseguran otros: se trata de garantizar los mismos derechos fundamentales a todas las personas. Eso es un asunto prioritario.

Número tres: sí, Helenas Alegría del mundo, se pensó en los niños al tomar esta decisión. ¡Claro que se hizo! Y es justamente por tenerlos en cuenta que la Corte Constitucional decidió que la orientación sexual es irrelevante en una solicitud de adopción: debe prevalecer el derecho de un niño a tener una familia. Ya había discutido este tema en una entrada anterior: lo que se debe tener en cuenta a la hora de adoptar a un niño son otras cosas, como la estabilidad económica y emocional dentro de la familia, no la orientación sexual. Si estos escollos son superados, no debería haber algún problema en la adopción.

Sí, hay muchos que aseguran que si se le pregunta a un niño, este dirá que prefiere tener un papá y una mamá. Es cierto, pero dejando de lado el sentimentalismo victimista de muchos homofóbicos consideremos que, en primer lugar, un niño no tiene la suficiente comprensión del mundo para comprender cómo se busca su bienestar, y segundo, que muchos niños en el sistema de adopción ya habrán sido contaminados por la intolerancia y el rechazo típicos de la educación religiosa tan común en Colombia. Y volvemos al primer punto: las creencias religiosas no pueden y no deben ser tenidas en cuenta en las decisiones de las entidades estatales. Es necesario darles la orientación adecuada para que comprendan que la homosexualidad es una forma de vida tan normal como cualquier otra, y que no afectará su desarrollo ni su bienestar.

Los opositores no han demorado, como siempre, en compartir una imagen de un supuesto titular del periódico sobre una pareja homosexual que abusó sexualmente de su hijo adoptivo durante años. Asumiendo que tal noticia sea cierta (no aparece el nombre del periódico ni la descripción de la noticia, y no hay una sola fuente al respecto), es una bajeza moral recurrir a esa clase de argumentos para desprestigiar la adopción igualitaria. ¿Acaso todas las parejas homosexuales serán pederastas depravados? ¿Y qué hay de las familias heterosexuales donde se dan casos de abuso sexual no sólo hacia hijos adoptivos, sino también con hijos de su propia sangre? ¿No sería ese un argumento suficiente como para acabar con el sistema de adopción en general? O de paso, ¿por qué no esterilizamos a todos para que no haya más niños, y evitar estos episodios desde la raíz? Es una suprema imbecilidad, y hay que ser moralmente imbécil y de pensamiento muy mediocre para usar una supuesta tragedia como un argumento de discriminación, involucrando el elemento del patetismo con los niños como excusa.


Número cuatro: toda la evidencia científica seria a disposición de la Corte está abrumadoramente a favor no sólo de la normalidad del comportamiento homosexual, sino de la ausencia de problemas de desarrollo mental en un hijo de parejas del mismo sexo. Los pocos conceptos en contra provienen de estudios con graves defectos metodológicos, o viciados de subjetividad por tener intereses de grupos anti-LGBTI, por lo cual se desestiman nada más leerlos. Pasó justamente eso con el polémico concepto de la Universidad de la Sabana, que fue la única institución educativa en contra.

Ya sabemos que el comportamiento homosexual en animales es algo frecuente, y de lo más normal, por lo cual la idea del homosexualismo como algo antinatural ya está oxidada hace mucho -en todo caso, quienes creen en un hombre que murió y resucitó a los tres días no son precisamente los más facultados para hablar de leyes naturales-, y que existen muchas razones por las cuales pudo evolucionar este comportamiento. De manera similar, se ha demostrado que existen diferencias biológicas importantes entre el cerebro de personas homosexuales y el de heterosexuales, lo cual sustenta la idea de que el homosexual no se hace, sino que nace. Y en todo caso, si se hiciera, ya se mostró que es algo perfectamente natural, así que no hay nada malo en ello.

¿Qué hay sobre la familia? Bien, ya se ha demostrado con suficiente evidencia que no hay diferencias cognitivas, emocionales o psicológicas entre los niños criados por parejas del mismo sexo y las parejas heterosexuales. Además, se sabe muy bien que su calidad de vida es prácticamente igual, y que la amplia mayoría de los hijos de parejas gay son heterosexuales. Insisto: no hay ninguna razón a nivel científico para dudar de que la adopción igualitaria sea peligrosa para el niño y su desarrollo.

¿Quieren evidencias al respecto que no involucren gays? Pueden pensar en los muchos niños que son criados sólo por uno de los padres, por sus tías, o por un abuelo. ¿Realmente cree que el niño es una tabla rasa, y que necesita dos padres de diferente sexo para desarrollar adecuadamente su sexualidad? Si realmente fuera cierto, ¿cree que los padres heterosexuales tendrían hijos homosexuales? La idea se cae por su propio peso una vez que se le analiza detenidamente.

Comentarios finales: conversando con un amigo que no es cristiano, pero que tampoco apoya la adopción igualitaria, nos dimos cuenta los dos que es una píldora difícil de tragar porque llevamos mucho tiempo arrastrando socialmente los preceptos morales católicos. Este país es aún muy católico moralmente, y eso hace que aceptar que la comunidad LGBTI tiene los mismos derechos que cualquier ciudadano de a pie no sea nada fácil -él comprendió, sí, que cada persona debe tener los mismos derechos ante la ley-.

Esto se puede ver en el ciudadano secular, que no es precisamente religioso ni ateo, y que ni siquiera tiene en cuenta a Dios para creer que los homosexuales no deben adoptar (bien, quizás subconscientemente), sino que simplemente diría, como Homero Simpson, que no es común o normal. Bien, tampoco era normal que las mujeres salieran a estudiar y buscar trabajo. Antes era impensable que las parejas se divorciaran. Antes nadie habría confiado en que una madre soltera pudiera sacar adelante a su hijo. Antes nadie habría propuesto siquiera la idea de que el sexo premarital es algo normal e inocuo. Todas estas son ideas que se han dejado atrás con los años, y no porque nuestra sociedad se haya “relajado con el pecado”, como dirán muchos fanáticos, sino porque ya hemos comprendido que se tratan de hechos completamente normales, y que las creencias religiosas de unos no pueden someter a aquellos que no las comparten.

Aquí termina la presente entrada. Si hay personas que discrepen con ella, los invito como siempre a que tomen un momento y reflexionen. Ante toda la evidencia que demuestra lo normal e inofensivo del homosexualismo, que la orientación sexual de los padres en nada afecta al niño, y que las creencias religiosas no son una evidencia en cuanto son personales y con afirmaciones imposibles de comprobar, ¿a qué se sigue aferrando usted para querer negarles a las parejas de igual sexo el derecho a adoptar?

Comentarios

  1. Me gusto muchísimo tu articulo, muy de acuerdo con tus argumentos, me llena de impotencia pensar que muchos grupos activistas religiosos aun utilicen argumentos homofobos basados es su propia creencia para justificar negar derechos a una minoría, me hace pensar en como hace tan pocos años argumentos similares fueron utilizados para justificar actos atroces o discriminatorios contra otras personas.

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    1. Es curioso que nunca hacen ese pequeño ejercicio de memoria: hace años a los negros, a las mujeres y a los judíos se les discriminaba y se les mantenía como ciudadanos de segunda clase con base en argumentos principalmente religiosos. Aunque claro, pedirles que vayan en contra de sus dogmas es como decirles que se extirpen su propio riñón. Afortunadamente, tenemos suficiente base hoy en día para demostrar que no hace falta la religión para gobernar o ser una buena persona.

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