Adiós al Soldado Micolta
Debo
admitir que este mes en el blog ha sido menos activo que en los anteriores,
dado que he tenido mucho trabajo de laboratorio, y ya que casi todos los fines
de semana salgo a comer, la verdad no me he dado mucho tiempo para escribir -comprobarán
que ni siquiera pude hablar sobre el plantón contra la iglesia del Padre
Chucho, que tanta desinformación y polémica ha generado-. Dicho esto, se hace
necesario un poco de justa indignación en estos días. Y en este caso, es la
siempre deficiente comprensión de lo que significa ser racista.
Sintonía:
el pasado viernes nos enteramos que el personaje del Soldado Micolta, interpretado
por el humorista Roberto Lozano en Sábados
Felices, desaparecerá
del programa debido a una serie de reclamos del colectivo Chao Racismo.
Según esta organización, el Soldado
Micolta era una ridiculización de los afrocolombianos, y por tanto un personaje
de discriminación. Lozano aceptó retirar el personaje, a pesar de aclarar que
nunca fue su intención ofender a la comunidad afrocolombiana, y de acuerdo con
los voceros de Caracol, su decisión fue voluntaria (cómo no…).
Siendo
sincero, Chao Racismo jamás me ha parecido un colectivo serio. Sufren de los
mismos defectos de pensamiento que sufren muchos grupos de justicieros
sociales hoy, y que en medio de este mundo tan políticamente correcto se han
convertido en una llaga crónica: creer que cualquier representación humorística
es racismo, y dejar de lado a los verdaderos racistas. Terminan importando más
las sensibilidades que las injusticias reales.
Aclaremos
lo primero: la rutina de Los Siameses era simplemente
humor. Sí, seguramente el Soldado Micolta era un personaje difícil de
tragar para muchos, con ese acento un poco exagerado -sólo un poco-, pero su
color de piel y su forma de hablar eran cosas más bien secundarias. La gracia
del personaje era su torpeza, su evidente incapacidad de comprender las órdenes
del Teniente Rincón (quien, por cierto, sí es de piel oscura). ¿Que tal vez no
era necesario que fuera un soldado negro? Sí, quizás. Pero seamos realistas. El
Ejército suele ser el camino para muchos jóvenes de zonas marginadas del país.
¿Y dónde están dichas zonas marginadas? ¿Cuáles son las comunidades más
marginadas? Tal vez ese debería ser un mejor tema de análisis que una rutina
humorística, especialmente porque si a usted no le gusta lo que está viendo en
televisión, puede cambiar el canal. A
los verdaderos racistas, en cambio, no se les puede desaparecer simplemente
apretando un botón.
Este
asunto me recuerda un poco la polémica que hubo hace ya varios años por el
comercial de Calimenio de Fruco BBQ. ¿ Lo recuerdan? Tuvieron
que modificarlo porque a algunas organizaciones de defensa de los derechos les
pareció que presentar a tres negros con acento marcado, y diciéndole negro a
otro (¿eso qué tiene de raro, por cierto?) era “negar
la identidad de un ser humano”. Alegatos bastante absurdos, pues de
hecho el comercial se hizo muy popular a pesar de todo (incluso tuvo una canción
muy popular); para el mismo actor que interpretó a Calimenio, las quejas sobre
racismo demostraron que “los negros somos
los más racistas con nosotros mismos”.
Hay
una frase muy buena en Internet que resume esta actitud ante la palabra negro:
si usted se siente ofendido cuando le dicen negro, es que realmente está
acomplejado por su color de piel. Es por ello que no apoyé mucho la actitud de
aquel trabajador que reaccionó iracundo cuando unos agentes de Policía le
pidieron requisa, mientras muchas otras personas pasaban junto a él: molestarse
porque cualquier persona le diga negro demuestra un complejo muy grande. Esto
no significa, no obstante, que apoye la actitud de los policías, pues fue
claramente un caso de discriminación racial. La reacción del hombre, aunque
quizás un poco exagerada, fue ciertamente justa.
Y
estos son los casos que Chao Racismo debería estar analizando, en lugar de
perder el tiempo tratando de suprimir rutinas humorísticas. La solución nunca
está en suprimir, ni siquiera a los verdaderos racistas, pues estos seguirán
alimentando su odio por debajo del radar, y quizás sin una supervisión real de
la que gozarían al estar expuestos en público. La solución siempre consiste en
educar, en hacer un trabajo desde colegios, universidades y otros centros educativos,
para desterrar esa fastidiosa idea de que los seres humanos tenemos diferentes
capacidades de acuerdo a su color de piel. Quién sabe, quizás al hacerlo
desaparezcan rutinas como las del Soldado Micolta. Tal vez sería una pérdida de
diversidad humorística, pero al menos sería de una forma más legítima que una
prohibición bajo argumentos absurdos.
Por
lo pronto, yo me despido de Los Siameses con cierta pena, y esperando que algún
día el Soldado Micolta recuerde hacer bien las veinte tortugas, y no tortugas
ninja.
Comentarios
Publicar un comentario