Nacionalismo inútil (I): ¿Debe pesar más la tradición que la elección?
Se
celebró la fiesta de Halloween en el país, a pesar de la campaña difamatoria de
grupos cristianos y otros factores que podrían haber desanimado la participación
nacional (como el toque de queda en Bogotá). Sin embargo, otro grupo de
personas salieron a manifestar su descontento, o al menos su nostalgia, por el
decaimiento de otra fiesta infantil que se celebra el 1 de noviembre en varios
sectores de la región Caribe: el Día de los Angelitos.
Recuerdo
que hace ya varios años, en medios de comunicación regionales como Telecaribe
se promovía el rescate de esta festividad bajo el lema “No somos brujitos, somos angelitos”, si bien parecían motivados no
sólo por la celebración de lo “tradicional”, sino también por las connotaciones
diabólicas que fueron asociadas a Halloween, por influencia del cristianismo
protestante en Colombia a fines de los 90. De hecho, precisamente en los
últimos años la participación en el Día de los Angelitos ha sido mucho mayor,
sin dejar de lado la fiesta del 31 de octubre. Después de todo, ¿a qué niño no
le gustaría tener dos días seguidos de fiesta?
Hay
que señalar algunos aspectos curiosos con respecto a las dos fiestas. Mientras
que el Halloween es una fiesta más secular, con participación activa tanto de
niños como de adultos, el Día de los Angelitos es una celebración claramente
religiosa y exclusivamente infantil. Otra curiosidad es que, mientras que algunos critican el Halloween
por ser una celebración extranjera, por fuera de nuestra identidad y cultura, pocos
saben que el Día de los Angelitos proviene de la cultura española, esa que
tantos indigenistas y anticolonialistas de hoy también cuestionan y odian.
Tenemos, como suele suceder, un problema de doble rasero aquí.
Pero
no es esto en lo que quiero hacer hincapié. La cuestión es más acerca de la
idea de algunos de rechazar una fiesta foránea como Halloween, y aceptar las
celebraciones “tradicionales”. ¿Qué vale más: el peso de la historia y el
tiempo de una costumbre, o su aceptación popular?
En
el mundo se defiende a capa y espada la idea de mantener la identidad y la
cultura propias. El nacionalismo cultural es animado y exacerbado por la
población, y como tal, muchos consideran que deben expulsarse intromisiones
culturales de otros pueblos, y en cambio ensalzar todo tipo de costumbres
pertenecientes a nuestra propia cultura. Como ejemplo tenemos, entonces la
fiesta de Halloween que ya mencionamos. Incluso, en algunos casos, se llega a
tildar de traidor y apátrida a quien no siga esta forma de pensar. Pero, ¿es válido
esto? ¿Qué vale realmente la idea de “identidad nacional”? ¿Qué es, en realidad,
la identidad nacional?
Consideremos,
en primer lugar, que las costumbres de cada nación son el resultado del
sincretismo de actividades populares de los pueblos originales y la influencia
de otros grupos culturales, ya sea por invasión o contacto. Por ejemplo, las
costumbres tradicionales de Colombia son el resultado de las tradiciones de los
españoles, los pueblos indígenas y los africanos (por mucho que varias personas
desprecien a los primeros). En ese sentido, ¿cuáles son las verdaderas
costumbres tradicionales y originales de los colombianos? Las de los indígenas,
dirían muchos, ya que estuvieron aquí primero. Pero, aquí la población es
principalmente mestiza, no indígena, y ya que muchas de las culturas indígenas
de la época de la Conquista fueron exterminadas, sus costumbres no deberían
significar nada para nosotros. No obstante, dirían algunos, las tradiciones no
se limitan por la etnia o el color de piel. Entonces, ¿por qué rechazamos las
costumbres españolas, o el Halloween? ¿Dónde marcamos el límite de las
costumbres que deben aceptarse, y las que deben rechazarse? Como se ve, la
línea se hace difusa.
En
segundo lugar, la antigüedad de una celebración o de un rito no la hace más o menos
válida que otra. Este ejemplo sonará muy trillado pero los romanos sacrificaban
criminales en la arena, echándolos a las fieras, y no por ser una costumbre
antigua la celebramos hoy. La tauromaquia y las peleas de gallos son un
entretenimiento desde hace siglos en el país; hoy consideramos que son fiestas
bárbaras que deberían eliminarse. Igualmente, en algunas culturas son
tradicionales y muy aceptados los matrimonios infantiles, y sin embargo
consideramos que eso no lo hace un rito moralmente viable. Entonces, que el Día
de los Angelitos lleve más tiempo de celebrarse que el Halloween no es un
argumento viable para pedir que se aumente la participación en una en
detrimento de otra.
Finalmente,
y este es el punto central de la discusión, si la población de un país ha
decidido, por su propia cuenta, aceptar una costumbre como si fuera suya,
entonces no hay nada que deba reprocharse. Digamos, en un sentido, que la
cultura de un pueblo es simplemente todo lo que hace un pueblo. Tengamos eso
presente. Ahora, veamos que la fiesta de Halloween llegó a Estados Unidos en el
siglo XIX, y a Colombia en el XX, en los años setenta. Hoy en día, los pueblos
de ambos países la celebran con mucho gozo, como si siempre hubiera estado
presente con nosotros. Muchos de mi generación, seguramente, ni siquiera sabrán
en qué época vino Halloween; simplemente, lo celebran como una festividad más.
Entonces, si el pueblo colombiano ha aceptado libremente esta fecha como una
festividad popular, ya la ha hecho parte
de su cultura. La ha asimilado como
parte de su cultura. ¿Si es triste que el Día de los Angelitos cayera en desuso
ante esta fiesta nueva? Quizás, pero no es nada de qué quejarse, ya que ha sido
por libre elección de la gente. Yo, personalmente, veo más inclusiva la fiesta
de Halloween, ya que, como dije, es más secular, y abierta para las personas de
cualquier credo y edad, mientras que el Día de los Angelitos es católico e infantil, y por lo
tanto para un grupo más puntual de personas (recordemos que muchos consideran
la religión católica como la “oficial” del país). Seguramente habrá personas
fuera de esta religión que lo festejen, pero obviamente va dirigida principalmente
hacia la población católica.
Como
siempre, invito a reflexionar ante lo que se ha dicho aquí, aunque algunos no
estén de acuerdo. Usted es libre de celebrar la festividad que desee. Es
igualmente libre de sentir pasión y orgullo por los festejos y las costumbres
más viejas de su país. Pero nunca pongamos ese orgullo por encima de lo que los
demás prefieran. Tenga esto en cuenta: en el 2013, en Zulia, Venezuela, se
prohibió la celebración de Halloween en las escuelas públicas. ¿Su motivo? Es
una fiesta extranjera.
Por favor, que nunca lleguemos a eso aquí.
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