Enmascarando la estupidez
Últimamente,
creo que estoy empezando a detestar a Guy Fawkes. O al menos, al personaje V,
del reconocidísimo cómic V de venganza,
que usa su rostro como máscara. O al menos, a lo que hoy en día representa.
Porque
parece que ahora es necesario ponerte detrás de la máscara de Guy Fawkes para
que la gente crea que tiene algo importante que decir. Todo el que lleve esa
máscara lleva un mensaje importante, y peor: debe ser algo cierto. Y todo el
que tenga esa máscara es un revolucionario amante de la justicia (me reiría si
alguno de ellos supiera que el verdadero Fawkes quería derrocar al rey de
Inglaterra para instaurar una monarquía católica).
Y
es de esta forma como, por ejemplo, el célebre movimiento Anonymous (conocido
por usar esas máscaras en las manifestaciones) hace afirmaciones irrisorias, y hay gente que lo cree como si fueran el sermón
del monte. Porque parece que siempre estamos necesitados de héroes e ídolos
para manifestar ideas, sin importar cuán mediocres y equivocados sean esos
héroes. Y al fijarse no en el
mensaje, sino en el rostro del que lo porta, somos muy propensos a creer
cualquier estupidez que nos digan.
Esto
no es más que un síntoma de una enfermedad mayor. Gracias a la Internet, el
acceso a la información es mucho más fácil, y los mensajes pueden ser
transmitidos a un gran número de personas. Esto ha permitido que pululen ideas
pseudocientíficas y teorías conspirativas sin pies ni cabeza, pero que suelen
impresionar a muchas personas, porque usan palabras tan convincentes que terminan
atrapando a los incautos. Es el caso de ese terrible pseudodocumental que es
Zeitgeist. Y a pesar de toda la información existente que desmiente sus
afirmaciones, la gente mantiene una pereza intelectual, debido a que creen que
simplemente por ver videos de tintes “revolucionarios” o compartir imágenes
ideológicas en las redes sociales, ya están cambiando el mundo. No contrastan,
no critican, no analizan la información. No: lo importante es transmitir el
mensaje, sin importar si su contenido es falso.
Y
esto también ha generado una ola de jóvenes supuestamente ateos, izquierdistas,
veganos y ambientalistas que parecen seguir estas ideas más por reconocimiento
social que por un verdadero análisis racional. Una chica publica imágenes donde
la única utilidad de la Biblia es como papel para armar un porro, o con una
frase del Che Guevara, y ya es considera como “revolucionaria” por sus
contactos. ¿De verdad? ¿Nos hemos vuelto tan simples, que compartir una imagen
con contenido ideológico ya es una señal de lucha? ¿Tan imbéciles que cualquier
video hablando de “la verdad que no
quieren que sepas” es ya una fuente confiable de información, con contenido
veraz?
No
diré que una verdadera correspondencia con una ideología es siempre el
activismo, porque cuando este es utilizado de forma impulsiva, suele ser un
activismo descerebrado, y no hay nada peor que unirse a una protesta sólo porque
todos lo hacen. La solución de este problema es mantener una mente abierta,
crítica y racional. No podemos tragar entero cualquier mensaje. No somos más
inteligentes que los demás sólo por publicar imágenes y mensajes. Ya sea
actuando a través de las manifestaciones callejeras, o utilizando los medios de
comunicación para transmitir opiniones y posturas, ambas acciones deben partir
de un razonamiento previo, y no del simple orgullo de llevar una máscara
estúpida.
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