Diez apuntes sobre la destrucción en Gaza

 


El pasado 7 de octubre, la organización subversiva Hamas lanzó desde Gaza una serie de misiles e incursiones coordinadas en la frontera con Israel, en pleno sabbat judío y a casi cincuenta años de la Guerra del Yom Kippur. En el ahora llamado “Sábado Negro”, miles de combatientes del grupo terrorista atacaron varios kibutz fronterizos, bases militares e incluso un festival de música rave, dejando un salto de cerca de 1.200 muertos, 859 de ellos civiles, otros miles de heridos, y unos 250 ciudadanos, entre civiles y soldados, tomados como rehenes.

Como respuesta, el Estado israelí lanzó una ofensiva militar hacia la Franja de Gaza, enfocados en supuestamente derrotar a Hamas y recuperar a los secuestrados, bajo el argumento de la legítima defensa. Sin embargo, tras más de 60 días de conflicto, es difícil seguir otorgando legitimidad a tal discurso. Mientras escribo estas palabras (20 de diciembre), los intensos bombardeos y asonadas militares de Israel han provocado la muerte de más de 20.000 civiles palestinos (entre ellos cerca de 10.000 niños), herido a otros 20.000, y desplazado a casi dos millones de civiles (más del 85% de la población de Gaza) de sus viviendas. Miles de edificios, incluyendo universidades, hospitales y hasta mezquitas medievales, se han convertido en polvo bajo el intenso bombardeo.

El conflicto entre Israel y Palestina es uno de los más difíciles de analizar, no sólo por la gran cantidad de pasiones y sesgos que despierta, sino porque también evidencia la monumental hipocresía de los líderes mundiales en cuanto a las violaciones a los derechos humanos, la impotencia de las instituciones internacionales frente a crímenes de guerra, el intenso complejo de culpa de Occidente y la pereza intelectual de muchos a la hora de considerar cualquier conflicto que involucre al islam. Mi interés con esta entrada no es ofrecerles una respuesta final, sino presentar una serie de puntos importantes a tener en cuenta sobre la actual guerra y lo que yo considero que deberían ser los caminos a tomar, pero sin exigir compromiso con ello al lector.

I) Es imposible ignorar el contexto histórico de la violencia en Palestina

Por mucho que los atentados del pasado 7 de octubre fuesen repudiables, y merezcan y necesiten el debido rechazo de todo el mundo, el intento de los políticos israelíes y estadounidenses por empujar la narrativa de que debemos analizar la actual guerra sólo en el contexto de esa masacre es erróneo. Si queremos entender de verdad qué es lo que está ocurriendo con Palestina e Israel, tenemos que remontarnos a la historia tras la fundación del Estado israelí, y todo el conflicto subsecuente.

Tras el final de la Segunda Guerra Mundial, y el ascenso de hostilidades intestinas en el territorio del entonces Mandato Británico de Palestina, las Naciones Unidas formularon en 1947 el Plan de Partición de Palestina, con el objetivo de asegurar un 56% del territorio como nación judía, el naciente Estado de Israel; un 42% seguiría siendo Palestina; y un 2% restante –las ciudades de Jerusalén y Belén- como zona internacional. Este plan no fue visto con buenos ojos por las organizaciones árabes internacionales, ya que la población árabe palestina constituía un 67% del total entonces, y era una violación a su libre autodeterminación. Así que en 1948, tras la fundación del Estado de Israel, la Liga Árabe invadió el territorio, siendo repelida por el naciente Estado. Cerca de 700.000 palestinos fueron expulsados de sus territorios y huyeron a campos de refugiados en naciones circundantes, evento recordado amargamente hasta hoy como al-Nakba, La Catástrofe.

Pero en 1967, tras la Guerra de los Seis Días, Israel ocupó ilegalmente y tomó control militar de Cisjordania y la Franja de Gaza, territorios palestinos controlados respectivamente por Jordania y Egipto desde 1948. Más de 300.000 palestinos fueron expulsados de Cisjordania. La ocupación se mantuvo a pesar de otros intentos de coaliciones árabes por liberar Palestina, y en 1987, esto provocó la primera intifada, una serie de levantamientos en el territorio anexado; surgió un proceso de paz que dio lugar a los Acuerdos de Oslo de 1993, que permitiría a la Organización por la Liberación Palestina (OLP) asentarse en los territorios ocupados y establecer la Autoridad Nacional Palestina. El asesinato del Primer Ministro de Israel a manos de un militante connacional de extrema derecha haría que el nuevo gobierno rechazada los acuerdos.

Tras la segunda intifada (2000-2005), el Primer Ministro israelí, Ariel Sharon, decretó la retirada de militares y colonos israelíes de Gaza, terminando así en formalidad la ocupación, aunque en realidad Israel sigue controlando las rutas aéreas, marítimas y de bienes y servicios hacia el territorio. En 2007, tras un choque producto de la escisión entre los grupos insurgentes Fatah y Hamas, Israel impuso un bloqueo naval a Gaza que persiste hasta hoy. Conflictos esporádicos han surgido desde entonces, con grandes bajas sobre todo del lado palestino, hasta que en 2022 subió al poder en Israel la coalición de Benjamin Netanyahu, que ha implementado políticas de extrema derecha que poco a poco han apretado la presión sobre Gaza.

Créanme que esto no alcanza a cubrir toda la extensión del conflicto, sino que es un resumen más o menos práctico. Lo que deben entender es que no se puede hablar del choque actual sin situarnos en todos los elementos históricos que dieron origen a las fuerzas en conflicto, en especial cuando Israel sigue ejerciendo un férreo control sobre gran parte de los elementos del diario vivir de los gazatíes. La masacre del 7 de octubre es apenas otro ejemplo reciente de una larga y cruel historia; ni siquiera se puede considerar una “ruptura genuina” del cese al fuego, puesto que 39 israelíes y 247 palestinos habían muerto antes del Sabbat Negro, además de que cientos de palestinos han sido desplazados por colonos israelíes promovidos por grupos sionistas. En una lucha que lleva décadas, y que no parece estar cerca de terminar, el contexto histórico es fundamental.

II) Las acciones del 7/10 son a todas luces condenables

Dicho todo lo anterior, las acciones de Hamas y otras milicias aliadas en la invasión y masacre del 7 de octubre son una violación grave de derechos humanos, y merecen el rechazo internacional. Hay muchas lecturas equivocadas o edulcoradas sobre la organización, pero sus ataques a la población civil deben ser a todas luces inadmisibles por cualquier persona.

Debo también contextualizar, porque las comparaciones de “Hamas es ISIS” o que “son peores que los nazis” son salidas simplistas y ridículas que evitan una evaluación seria de las partes en conflicto. Hamas no es un grupo fundamentalista islámico; es difícil incluso considerarle terrorismo religioso, a pesar de su carácter religioso. Hamas es, ante todo, un grupo subversivo de corte nacionalista. Nació en 1987 con la primera intifada, con el objetivo de expulsar a “la entidad sionista” del territorio palestino y la destrucción del Estado de Israel. Tras unas elecciones legislativas en 2006, obtuvieron la mayoría en el Concejo Legislativo Palestino, y desde 2007 tienen el control de la Franja de Gaza; en 2017 presentaron una nueva carta de objetivos, retirando el lenguaje antisemita, enfocando su conflicto hacia el sionismo y no a los judíos y abogando por el reconocimiento de un Estado de Palestina dentro de los límites de 1967. Irónicamente, han sido financiados por el propio Israel, quien buscaba de esta forma mantener en conflicto al pueblo palestino y evitar así la independencia.

Pero ese contexto no puede distraer del hecho de que Hamas ha cometido crímenes internacionales. Incluso ignorando los hechos del 10/7, la organización es muy reconocida por el uso de carros bomba y ataques suicidas a la población civil, y ha entrado en otras guerras periódicas, no sólo contra Israel sino también contra Fatah, que han puesto en peligro a la población civil, a pesar de que cuentan con un amplio apoyo (comprensible, dada la crisis humanitaria por el rigor de Israel). Sobre el Sabbat Negro, además de las masacres y secuestros, hay también denuncias de violencia sexual, que si bien no han podido ser verificadas (y hay razones para poner en tela de juicio el relato de Israel, ver Punto VII), de comprobarse no deja de ser un uso atroz de la sexualidad como un arma de guerra, en un día considerado sagrado para el judaísmo. Las circunstancias de represión y maltrato contra el pueblo palestino no pueden excusar las acciones del grupo terrorista contra otras poblaciones civiles.

III) Esto es un genocidio

Por supuesto, grupos como Hamas son el resultado del apartheid en el que viven los ciudadanos palestinos en Israel. Aislados en un muro, con permisos laborales restringidos fuera de él, bloqueados por tierra, aire y mar, con los servicios básicos controlados por Israel, y sin una noción verdadera de poder sobre su propio destino, Gaza es considerada por muchos una prisión a cielo abierto o un gigantesco campo de concentración. Y dado el constante estado de violación a los derechos humanos, y el asesinato de civiles palestinos por parte de las fuerzas militares, muchos temían que la represalia de Israel a los atentados del 10/7 fuese una forma de castigo colectivo hacia la población gazatí.

Resultó siendo mucho peor. Desde la primera semana tras los atentados, se empezó a denunciar la respuesta desproporcionada de Israel, con bombardeos en alfombra sobre la ciudad de Gaza. Bajo la justificación de que Hamas ha construido una red de túneles a lo largo y ancho de la ciudad, la IDF (siglas en inglés de las Fuerzas de Defensa de Israel) ha destruido en estos meses gran parte de la infraestructura en Gaza, destruyendo no sólo edificios de apartamento y casas, sino también hospitales, el Ayuntamiento de Gaza –donde residían documentos de importancia histórica-, la librería Al Mansur, las universidades de al-Azhar e Islámica de Gaza, y hasta refugios o áreas a las que previamente había dirigido a la población civil. ¡Incluso ha habido ataques contra Cisjordania, ciudad que no tuvo nada que ver con las incursiones de octubre, y donde ni siquiera reside Hamas! A todas luces, la “aniquilación de Hamas” parece ser una prioridad que pasa sin problemas por encima del Derecho Internacional Humanitario, incluso considerando la situación de los rehenes.

De hecho, es bastante obvio que los secuestrados no son su prioridad, pues el 16 de diciembre se reveló que la IDF disparó letalmente a tres personas que mostraban telas blancas y gritaban en hebreo que no les dispararan. Y ni siquiera eso ha sacudido la atención de los muchos apologistas sionistas por fuera de Israel, que al principio, cuando sólo se sabía del crimen, aseguraban que Hamas los había disfrazado de mujeres con hiyab, lo cual sugiere que los mataron no por creerlos combatientes, sino por considerarlos palestinos. En noviembre se dio un intercambio parcial de rehenes por prisioneros palestinos (muchos de estos jóvenes que fueron encerrados de adolescentes bajo cargos absurdos), pero tras el retorno de las hostilidades, Netanyahu se ha negado reiteradamente a un cese al fuego. El interés de esta masacre no es salvar a los israelíes, es aniquilar o expulsar a los palestinos de sus territorios y ocuparlos por completo.

Como comentaba, la población civil palestina ha sido la más afectada por la respuesta de Israel, con grandes bajas especialmente entre los menores de edad. Ni siquiera las ambulancias o la prensa ha sido respetada en estos meses: 89 periodistas han muerto desde el inicio de las hostilidades, 17 en el ejercicio de sus funciones, y varios han sido asesinados en ataques quirúrgicos que dan cuenta de una planificación premeditada. Se trata, proporcional al tiempo, de la guerra más letal para la población civil, y en especial infantil, de los tiempos modernos, y no son pocos quienes catalogan este conflicto como un genocidio contra el pueblo palestino.

La sugerencia no es exagerada. No sólo porque los crímenes de guerra ya son más que evidentes a estas alturas (el argumento de Israel de que muchos son escudos civiles es una pobre racionalización post hoc), sino porque las acciones desde inicios de octubre, y las condiciones a las que someten a la población palestina, cumplen de sobra con varias de las características bajo la Convención del Genocidio, como las describo aquí. Además de esto, disparan a civiles desarmados, les han cortado los servicios de agua y electricidad, les lanzan bombas, e incluso pasan por encima, literalmente, de tiendas donde atienden heridos… No tiene que cumplir todas las características para notar que, en medio del discurso etnonacionalista del gobierno de Israel, la represalia actual tiene todos los visos de una limpieza étnica, y en un todo es una de las campañas militares más atroces de los tiempos modernos.

IV) Sí hay un incremento en antisemitismo… al igual que en islamofobia

Cuánto han afectado las masacres en Gaza a la percepción popular de Israel es un poco difícil de tasar, en parte porque tanto Israel como sus aliados intentan empujar el sinsentido de que criticar el proyecto sionista, pedir que Palestina sea libre, o siquiera un cese al fuego es antisemitismo (ver puntos V y VIII). Lo que es un hecho es que las reacciones antisemitas y sobre todo islamófobas en redes sociales se perciben cada vez más frecuentes.

Comentarios de estilo castigo colectivo contra los judíos, videos celebrando los atentados de octubre, decir que Hitler tenía razón, que el único problema del Holocausto es que no fue absoluto… No han sido muy raros en redes sociales como Twitter/X. Al mismo tiempo, ataques islamófobos, como insinuar que Israel debió eliminar a Palestina hace tiempo, o que desde concepción todo musulmán es un antisemita homicida, o que todos en Palestina son terroristas en potencia, se pueden encontrar con mucha frecuencia. Y es de destacar los increíblemente irrespetuosos ejemplos de blackface y burlas que en redes como TitTok han subido decenas de civiles israelíes que menosprecian o se ríen de la crisis humanitaria de los gazatíes.

Complicando las soluciones a este contenido están las propias limitaciones operacionales o reglamentarias en las redes sociales, como el hecho de que Elon Musk despidió a gran parte del equipo en Twitter que se encargaba de lidiar con la desinformación y los discursos de odio, y está constantemente replicando contenido de extrema derecha y antisemita. Las propias ambigüedades en lo que a discurso protegido se refiere en varias naciones, sumado a la propia narrativa deshumanizante del gobierno de Israel contra la población gazatí (PuntoVI), sólo dificultan el control y manejo de estos contenidos.

V) Criticar el sionismo no es antisemitismo

En medio de la propaganda israelí (Punto VII), tanto el gobierno como judíos en todo el mundo, e incluso personas que ni siquiera son judías, han intentado desviar y reducir las críticas a las acciones criminales del Estado israelí y el problema del discurso sionista con la carta del antisemitismo. De acuerdo con esto, si eres antisionista, y rechazas que Israel tenga el derecho a conformar una nación propia, eres entonces alguien que no quiere que el pueblo judío viva con tranquilidad, e incluso los repudias. Incluso pensadores como Jerry Coyne (Punto IX) han caído en esta falsa equivalencia.

Pero por supuesto, el sionismo no es lo mismo que la identidad étnica judía. El sionismo es una doctrina política nacionalista, surgida, sí, ante la persecución antisemita del siglo XIX, pero como parte del auge de movimientos nacionalistas y étnicos de la época. Está influido por la identidad compartida de la religión y la historia, pero es sobre todo una idea política de que los judíos no son una etnia o una religión, sino una nación, y como tal merece un Estado independiente. De hecho, irónicamente, la mayor parte de los sionistas no son judíos, sino cristianos. Hay corrientes evangélicas y protestantes que apoyan el reclamo de Israel, bajo la idea de que una vez que culmine “el exilio de las doce tribus”, iniciará el fin de los tiempos. Otros lo hacen por un complejo sentimiento de culpa por los horrores del Holocausto (Punto VIII). Y otros son irónicamente antisemitas, que prefieren que los judíos estén todos en Israel, y no que hagan parte de su visión blanca y cristiana de la sociedad.

Sin embargo, esto no significa que pueda tomar decisiones sobre quienes ya habitaban Palestina por muchos siglos sin consultarles, y menos causar crisis humanitarias al controlar sus condiciones de vida, razón por la que de hecho, muchos judíos en el mundo condenan las acciones del Estado de Israel y abogan por la solución de dos estados. No todo judío es sionista, y esto no los hace antisemitas, porque el sionismo no es parte de la identidad semita como tal. Es incluso la presencia de esta doctrina nacionalista, lo que ha acercado al Estado de Israel a infligir los horrores que el propio pueblo judío padeció en tiempos anteriores, y que tantas personas parecen evitar reconocer. Es por ello que cada vez son más las propias comunidades judías que denuncian las atrocidades de Israel, y abogan por un cese al fuego y una solución de dos estados.

VI) Israel es un etnoestado con un serio problema de discriminación

Todo esto no ha sido más que reforzado con el discurso agresivo y discriminador del Estado Israelí. “Jamás habrá dos Estados en Israel, “No hay niños inocentes en Gaza”, “Destruiremos a Amalec” (un pueblo bíblico al que Israel buscó exterminar más de una vez en el Antiguo Testamento), “Los palestinos apoyan totalmente las acciones de Hamas”, “Que vayan a ocupar Jordania o los campamentos de refugiados en el Líbano”, “La segunda Nakba”, son algunas de las ruines declaraciones, desde secretarios hasta el propio Netanyahu, quien incluso declaró recientemente que es responsable por el fracaso de la conformación del Estado palestino luego de los Acuerdos de Oslo, y está orgulloso de ello. Es una narrativa ultraconservadora que da cuenta de cómo el sionismo estatizado minimiza y desprecia cualquier posibilidad de que Palestina tenga independencia y una porción del territorio que llevaban siglos ocupando antes de las migraciones judías.

No es una acusación excesiva. Desde el final de la Guerra de los Seis Días, los gobiernos israelíes han permitido el asentamiento de colonos israelíes en las tierras fronterizas de Gaza y sobre todo Cisjordania (una medida ilegal en el derecho internacional), lo que ha incrementado choques entre civiles, y la agresividad en la ocupación se ha incrementado durante el gobierno de Netanyahu, aliado con facciones religiosas ultraconservadoras. Estos colonos, muchas veces armados, son también ultranacionalistas y sionistas con la meta expresa de bloquear toda posibilidad de establecer un Estado palestino a través de la ocupación de sus tierras. Por supuesto, no están muy conmovidos por los ataques a Gaza, e incluso hay denuncias de su participación en las hostilidades hacia civiles.

Es incluso peor. Desde 2018, la ley constitucional define a Israel como “la nación Estado del pueblo judío”, y permitió la construcción de asentamientos en territorio palestino. Desde la fundación de Israel, distintas medidas de judaización se han implementado en el área del desierto del Néguev, abusando de los miles de beduinos que habitan allí. La idea de que los palestinos tienen suficientes derechos en Israel no es más que una mentira muy bien contada, y en las últimas décadas Israel se ha empeñado no sólo en que sus condiciones de vida sean aún más deshumanizantes, sino en cerrar cualquier oportunidad de libre determinación. Y ni siquiera las propias comunidades judías escapan de su etnonacionalismo, pues los judíos de origen etíope han elevado por años denuncias de racismo sistémico en cuanto al acceso a educación, brutalidad policíaca y restricciones a donaciones de sangre.

VII) La maquinaria de propaganda pro-Israel ha sido manipuladora y deshumanizante

El gobierno de Israel, sobre todo la IDF, ha sido constante en emitir propaganda a favor de sus acciones en Gaza, y más se esfuerzan en generar estas piezas apologistas que lo que demoran en redes sociales en dejarlos en evidencia. Que cuarenta bebés fueron decapitados, una mentira que repite hasta Joe Biden, presidente de EE.UU., a pesar de que se demostró que era un bulo fabricado. Que bajo el hospital al-Ahli existen túneles y bases periféricas de Hamas, y que eso justificaba el bombardeo por encima de los heridos, bebés en maternidad y pacientes en UCI, que no podían ser fácilmente trasladados, y que la grabación que supuestamente mostraba los túneles era falsa. Que una supuesta enfermera denunciaba que el hospital había sido tomado por Hamas, a pesar de que ningún miembro del personal en al-Ahli la reconocía, y su inglés no tenía rastros de acento árabe. Que enviaron un ultimátum para que el edificio fuese desalojado, algo que fue desmentido con fuerza por la Organización Mundial para la Salud.

Que una ambulancia llevaba armamento de Hamas, a pesar de que transportaba heridos, y el personal médico jamás debe ser objetivo de guerra. Que se violaron montones de mujeres durante el 10/7, a pesar de que no se ha generado evidencia hasta ahora, y las autoridades israelíes han sido sospechosamente renuentes a colaborar con entidades internacionales en la investigación. Que se encontró un tomo de Mein Kampf en una habitación infantil, aunque el libro se veía extrañamente limpio para haber salido de un edificio bombardeado como el que mostraron.

Es cierto que algunas noticias, como los delitos sexuales, pueden ser plausibles. Otras se sienten como esfuerzos desesperados por presentar a los palestinos en general como monstruos que cubren a Hamas sobre cualquier circunstancia. Lo cierto es que Israel ha salido perdiendo en general con la propaganda internacional, puesto que a diferencia de acusaciones como la supuesta existencia de armas de destrucción masiva en Irak, que tardaría años en descubrirse como una mentira, es difícil ajustar la maquinaria de relaciones públicas con una realidad que se está viendo a diario, gracias a los cientos de periodistas y los propios palestinos que transmiten imágenes de la barbarie, las cuales se transmiten a gran velocidad en la Internet. Sencillamente, Israel no es tan poderoso para frenar esto.

Por otro lado, es casi graciosa la forma torpe en que funcionarios del gobierno israelí acusan a muchos críticos y denunciantes de ser cómplices de Hamas, o incluso de proteger los intereses del grupo terrorista. A la Creciente Roja, Médicos sin Fronteras, incluso a la ONU les han acusado de alojar o transportar en sus instalaciones a militantes de Hamas, o estar alineados ideológicamente por ellos. Y sepan: todas estas son organizaciones que han denunciado ataques indiscriminados por parte del ejército israelí a vehículos, instalaciones o incluso miembros de sus fuerzas. Si no fuese en medio de una brutal represión militar, sería hasta cómico el esfuerzo tonto de Israel por jugar a la conspiranoia.

Desafortunadamente, poco les importa que gran parte del mundo no les crea, si han tenido a poderosos aliados como Estados Unidos apoyando su causa, y muchos medios internacionales importantes replican su propaganda sin mucha crítica. Y es obvio que no les interesa si el público de a pie les cree o no. Después de todo, los funcionarios públicos no tienen problemas en proponer ideas absurdas como barrer del todo con Gaza y convertir el espacio en un memorial como Auschwitz (¿y se supone que los palestinos serían los criminales de semejante museo?); o un plan de cinco puntos post-Gaza propuesto por el representante de Israel en la ONU, Danny Danon, en el que se contempla, entre otras cosas, la “inmigración voluntaria” (léase: desplazamiento forzado) de los gazatíes a otros países de Oriente, y una “rehabilitación económica” que suena a centros de reeducación. Demasiado tiempo han contado con el favor de los líderes en Occidente, y propaganda desmentida o no, parecen sentirse por encima de cualquier consecuencia.

VIII) Las instituciones internacionales han fallado en condenar a Israel

La condena a las acciones de Hamas en el 10/7 fue prácticamente universal. Era esperable y bienvenido, así que las acusaciones de Israel sobre no ver críticas al grupo terrorista cuando los gobiernos han empezado –muy recientemente- a pedirle mesura en su campaña de exterminio son absurdas. Si en algo han sido constantes los líderes de Occidente es en su descontento y rechazo hacia la muerte de civiles en ataques terroristas.

No obstante, esa celeridad a la hora de condenar los reiterados ataques de Israel contra la población civil ha brillado por su ausencia. Durante el primer mes, lo más cercano a una condena era pedir una respuesta proporcionada, pero al mismo tiempo apoyar el derecho de Israel a la legítima defensa. Peor aún: naciones como Estados Unidos, Reino Unido e incluso Alemania han optado por levantar directivas que condenan como antisemitismo no sólo protestas a favor de Palestina o criticando el sionismo, sino equiparar cualquier crítica antisionista o incluso el empleo de frases como “From the River to the Sea, Palestine Will be Free” (Desde el río hasta el mar, Palestina será libre) como apologías al genocidio, aun cuando funcionarios de Israel han empleado esta última. Ni siquiera la ONU era particularmente contundente.

Con el tiempo, no obstante, y el incremento de denuncias ante los ataques a fuerzas médicas, periodistas y menores de edad, sumado a las protestas ciudadanas alrededor del mundo, algunos gobiernos empezaron a reaccionar y pedir más respeto por los civiles gazatíes. Y el asesinato de los tres rehenes sólo ha incentivado esa reacción, pues incluso EE.UU. y Reino Unido están abogando por un cese al fuego u otro intercambio de rehenes. Pero no dejan de manifestar aun así su apoyo a las acciones militares de Israel.

Es indudable que parte de las motivaciones occidentales son políticas y económicas. Israel es uno de los pocos aliados de EE.UU. y las potencias europeas en Medio Oriente, y por lo tanto lo han respaldado por décadas, incluso ante las denuncias de apartheid y violaciones a los derechos humanos en los territorios palestinos; además, ya se sabe que se han emitido varias licencias de exploración de gases en Gaza. Pero, por otro lado, percibo que otra gran parte de las razones tras su pusilanimidad en condenar el genocidio es su propio sentimiento de culpa con el Holocausto, donde millones de judíos fueron asesinados a pesar de que el antisemitismo del régimen nazi se estaba denunciando desde antes incluso de la Segunda Guerra Mundial, y que durante esta ya habían sospechas y evidencia parcial acerca de la “Solución Final” de Hitler. Tal remordimiento político, combinando con cierto nacionalismo y un propio antisemitismo paternalista, fue también parte de la motivación tras la creación de un Estado de Israel.

El problema con estas motivaciones es que se acaban silenciando las voces y evidencias de que está ocurriendo un nuevo episodio de barbarie comparable. Sobre todo, la insistencia de que conceptos como el Holocausto o el apartheid deberían ser específicos a un momento histórico y geográfico concreto nos ciega cuando otros gobiernos, en especial aliados, recurren a herramientas de opresión similares. Y es peor cuando aquellas medidas extremistas son empleadas por aquellos que alguna vez fueron víctimas. Esto no es decir ni por asomo que todo judío es un extremista comparable a un nazi, pero es indudable que el gobierno de Israel está procediendo con tácticas criminales más cercanas al fascismo que los persiguió que a un gobierno realmente democrático. Y a sus aliados les ha importado un comino por demasiado tiempo.

IX) Muchas figuras escépticas han sido deficientes en su análisis del conflicto

A comienzos del año pasado, cuando empezó la invasión rusa a Ucrania, el Escéptico de Jalisco publicó una opinión sobre lo que los escépticos podemos ofrecer al respecto, más allá de sólo señalar argumentos deficientes o denunciar noticias falsas en torno a la guerraa. Pero una mirada personal me hace notar que, con la situación en Gaza, ni siquiera en esto último hemos tenido un gran papel, a juzgar por la forma en que muchos observan el conflicto desde el lente del ateísmo como fuente del problema, lo que ya señalamos que es insuficiente para comprender la complejidad de la guerra Israel-Gaza. Y ni siquiera es una lente limpia, puesto que el sesgo antimusulmán en varios casos perturba una observación objetiva de lo ocurrido, y se quedan en simplificaciones ingenuas y desdeñosas como “un conflicto entre democracia y antidemocracia” o “un choque entre civilización y salvajismo”.

Sam Harris se mantiene en sus trece, con análisis tan pobres como el que publicó hace unos años acerca de por qué no critica a Israel, una excusa perfecta para quienes evitan una reflexión más profunda. Richard Dawkins y Jerry Coyne participaron en un podcast tan apologista de Israel que incluso muchos de sus seguidores les reprocharon por propagandistas y desbalanceados. Bill Maher, por supuesto, intenta vincular las protestas contra Israel con las “guerras culturales” en Estados Unidos, mientras culpa a los palestinos de rechazar las ofertas de paz (ver Punto VI). Michael Shermer ha sido especialmente reacio en que las acciones de Hamas son incluso peores que las de los nazis, porque estos últimos “al menos” intentaban esconder sus crímenes, y que si no apoyas a Israel pues eres peor que los nazis, lo que viniendo de un especialista del Holocausto es desconcertante en el mejor de los casos. En contraposición, siendo de los más críticos sobre la supuesta captura ideológica de la academia por la izquierda y el riesgo a la libertad de expresión, no parecen especialmente preocupados por la supresión de discursos y protestas pro-Palestina en algunas universidades, o la destrucción de mezquitas e iglesias de importancia histórica, algo que en tiempos de los talibanes o de ISIS habría generado mucha indignación.

Por supuesto, estos no son todos los escépticos que hay en el mundo, y como dije en el punto VII, son cada vez menos las personas que caen en la propaganda israelí, o que visualizan un tema tan complejo en tonos de blanco y negro. Pero la racionalidad instrumental y el análisis crítico selectivo de estos otrora ejemplos de intelectualidad deben servir como otro ejemplo de que todos somos susceptibles a caer en sesgos y disonancias, incluso los que se consideran libres de supersticiones. Y si soy franco, es otro ejemplo de que muchas de las figuras intelectuales surgidas tras el 9/11, ancladas en una crítica general a la religión, no son realmente faros cuidadosos de moralidad o pensamiento crítico constante, por mucho que sus superventas los hagan parecer tales.

X) ¿Qué podemos hacer?

Es difícil predecir cómo terminará esto. Israel mantiene la ventaja en poder militar y ausencia de represalias políticas internacionales, pero a largo plazo su disposición favorece a Hamas. No porque cada palestino apoye a Hamas por ser palestino, sino porque la muerte y destrucción que ha provocado el Estado israelí crea una huella difícil de borrar entre los jóvenes, y radicaliza a las siguientes generaciones no sólo de palestinos, sino en otras naciones árabes que han seguido de cerca el conflicto. Incluso dentro de Israel ya hay manifestaciones por un alto al fuego y un acuerdo de paz que al menos permita el regreso de los secuestrados por Hamas, que siguen ignorados por el gobierno.

En todo caso, algunas acciones internacionales como consecuencia de las protestas y boicots se están percibiendo. Como dijimos en el punto anterior, algunos gobiernos ya están pidiendo a Israel que cese al fuego, y que respete los acuerdos internacionales sobre derechos humanos. Las campañas pro-Israel de algunas empresas que han financiado se están deteniendo. En el Mar Rojo, los rebeldes hutíes de Yemen están bloqueando el paso marítimo en el estrecho de Bab el-Mandeb, con lo que cuatro de las cinco compañías de transporte marítimo más grandes del mundo han suspendido el tráfico hacia Israel por costos y seguridad (aunque Estados Unidos ya anunció una coalición internacional para enfrentarlos), y Malasia ha cerrado sus puertos a todo buque carguero con la bandera israelí. El descontento sigue creciendo, y ni siquiera las leyes mal concebidas contra manifestaciones pro-Palestina están frenando.

Sin embargo, no podemos quedarnos tranquilos mientras las tendencias en redes sobre Palestina disminuyen, tal como ha ocurrido antes con Siria, Sudán, Congo o el propio Yemen. Necesitamos más que nunca mantenernos firmes ante la incertidumbre, seguir denunciando la inoperancia e hipocresía de los gobiernos internacionales, y desbaratando los cada vez más desesperados intentos de propaganda del Estado israelí. Solicitar los acuerdos de paz, no sólo para terminar con la violencia en la Franja de Gaza, sino para que por fin el pueblo palestino tenga el control sobre su propio destino, como no ha ocurrido en décadas.

Otras fuentes de consulta

Amnistía Internacional. 2022. Israel’s apartheid against Palestinians: a cruel system of domination and a crime against humanity. Amnistía Internacional. https://www.amnesty.org/en/latest/news/2022/02/israels-apartheid-against-palestinians-a-cruel-system-of-domination-and-a-crime-against-humanity/

Centro de Medios. 2023. Gaza: UN experts call on international community to prevent genocide against the Palestinian people. Oficina del Alto Comisionado de Derechos Humanos de las Naciones Unidas. https://www.ohchr.org/en/press-releases/2023/11/gaza-un-experts-call-international-community-prevent-genocide-against

Chotiner, I. 2023a. The Extreme Ambitions of West Bank Settlers. The New Yorker. https://www.newyorker.com/news/q-and-a/the-extreme-ambitions-of-west-bank-settlers

Chotiner, I. 2023b. The Gaza-ification of the West Bank. The New Yorker. https://www.newyorker.com/news/q-and-a/the-gaza-ification-of-the-west-bank

Colapsoydesvio. 2023. Detrás de la Intifada del siglo XXI –Aufheben. Colapso Y Desvío. https://colapsoydesvio.noblogs.org/post/2023/12/18/detras-de-la-intifada-del-siglo-xxi-aufheben/

FIDH. 2023. FIDH Resolution on Israel’s unfolding crime of genocide and other crimes in Gaza and against the Palestinian People. Relief Web. https://reliefweb.int/report/occupied-palestinian-territory/fidh-resolution-israels-unfolding-crime-genocide-and-other-crimes-gaza-and-against-palestinian-people

Kelter, F. 2023. Israel-Gaza war fuels online anti-Semitism, Islamophobia in China. Al Jazeera. https://www.aljazeera.com/news/2023/11/4/israel-gaza-war-fuels-online-anti-semitism-islamophobia-in-china

Kharroub, T. 2023. Disinformation and Hate Speech on Social Media Contribute to Inciting War Crimes Against Gaza. Arab Center Washington D.C. https://arabcenterdc.org/resource/disinformation-and-hate-speech-on-social-media-contribute-to-inciting-war-crimes-against-gaza/

Memorias de Pez. 2020. El conflicto de Israel y Palestina en 13 minutos – Resumen fácil y rápido. YouTube. https://www.youtube.com/watch?v=6L5PQSg1-E0

Polidura, A. 2023. La trágica muerte de tres rehenes a manos del Ejército israelí eleva la presión para un nuevo acuerdo con Hamás. El Debate.  https://www.eldebate.com/internacional/20231217/tragica-muerte-tres-rehenes-manos-ejercito-israeli-eleva-presion-nuevo-acuerdo-hamas_161003.html

Redacción AN-JGE. 2023. Reclaman investigación internacional sobre presuntos 'enterrados vivos' por ejército israelí. Aristegui Noticias. https://aristeguinoticias.com/1612/mundo/reclaman-investigacion-internacional-sobre-presuntos-enterrados-vivos-por-ejercito-israeli/

Redacción Mundo. 2023. Hay una masacre de periodistas en la guerra de Gaza: Reporteros Sin Fronteras. El Espectador. https://www.elespectador.com/mundo/mas-paises/hay-una-masacre-sin-precedentes-de-periodistas-en-la-guerra-de-gaza-reporteros-sin-fronteras-noticias-de-hoy/

Sonnenfeld, J. & Tian, S. 2023. The Israel-Hamas War Reveals the Fundamental Flaws of Social Media. Time. https://time.com/6342140/israel-hamas-war-social-media-flaws/

Wallace, B. 2023. Netanyahu’s tactics are weakening Israel. The Telegraph. https://www.telegraph.co.uk/news/2023/12/17/netanyahus-tactics-are-weakening-israel/

 

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