El simbolismo tras los demonios en Sōsō no Frieren
Advertencia: esta entrada
contiene detalles importantes del manga
Sōsō no Frieren, en especial del Arco de
El Dorado. Se recomienda precaución.
Introducción
A
través de la ficción, podemos explorar no sólo temas actuales, sino también
escenarios hipotéticos que nos pueden llevar a reflexionar sobre cuestiones
científicas y filosóficas a las que poco damos consideración en el mundo real,
pero que igualmente pueden darnos perspectiva sobre el mismo. Pensemos, por
ejemplo, en cómo Julio Verne concibió en sus historias vehículos impresionantes
para viajes submarinos y espaciales que precedieron por décadas a los que
conocemos hoy.
Con
esto en mente, quiero traer de nuevo al blog el manga Sōsō no Frieren. En
la ocasión anterior, usé la historia de una protagonista que
viaja alrededor del mundo tras la muerte del líder de su grupo para explorar la
frecuencia y expresión de la alexitimia dentro del autismo. Si quieren un
resumen pequeño de la trama del manga y entender bien la cuestión de la
alexitimia, pueden leer dicha entrada que escribí el año pasado: les aseguro
que no tiene desperdicio.
Para esta ocasión, me interesa hablar en este caso de un tema del que escribí en su tiempo en un hilo de Twitter/X: la naturaleza de los demonios en Frieren, y cómo representan temas biológicos y discusiones sobre la consciencia y la empatía. Es un hilo que sigue siendo comentado en estos días, en particular por el ciclo recurrente en redes sociales de acusar a la serie de presentar alegorías fascistas. Por ello, esta vez quiero expandir y desarrollar un poco más sobre lo escrito en aquellos trinos, no sólo para exponer y comentar mejor la crítica a tropos recurrentes en ficción sobre razas malvadas, sino también para analizar de forma más detallada si existen comentarios filosóficos detrás de los demonios en Frieren, o si son los mismos clichés masticados una y otra vez en la literatura de fantasía.
El problema de las razas malvadas en
la ficción
Los
demonios aparecen por primera vez en el Capítulo 5/Episodio 3 de la historia,
pero no los conocemos con profundidad hasta el Arco de Aura, la Guillotina
(capítulos 14-23 del manga, episodios 7-11 del anime). Se nos presenta una
misión diplomática de demonios que buscan un tratado de paz con el Dominio del
Graf Granat, y Frieren se porta de forma inusualmente agresiva con ellos, al
punto que es encerrada en prisión para evitar un incidente político. Sin
embargo, pronto que revela que la misión no es más que un plan trazado por
Aura, la Guillotina, una de los dos últimos sobrevivientes de los Siete Sabios
de la Destrucción -los generales más poderosos del antiguo Rey Demonio-; en
concreto, de debilitar las fuerzas del Dominio ante una invasión.
Es entonces cuando la serie nos explica que los demonios son criaturas fundamentalmente sociópatas y asociales –al punto que uno de los demonios de la misión diplomática ni siquiera entiende el concepto de padre, pues no ejercen cuidado parental-, que se organizan entre sí por conveniencia y de acuerdo a su nivel de maná, y son famosos por engañar a sus víctimas humanas para matarlas y devorarlas, jugando a menudo con sus emociones e imitando gestos y frases que les hagan bajar la guardia. No sólo son incapaces de empatizar y formar lazos incluso con personas que se arriesgan a protegerlos, como nos revela un desafortunado recuerdo de Frieren, sino que la mayoría ni siquiera entiende lo que significan las frases que vocalizan, sólo que funcionan para conseguir alimento o evitar que los lastimen. La Gran Maga Flamme, maestra de Frieren, se refiere a ellos como monstruos con inteligencia y un lenguaje articulado que no pueden usar para comunicarse de forma efusiva. Por lo tanto, Frieren no siente ningún resquemor en eliminarlos por completo.
-¿Qué es un “padre”?
-¿Quién sabe?
Desde
que se lanzó la adaptación al anime de la serie, llegando así a un mayor
público, el tema de los demonios y el desprecio de la protagonista hacia ellos,
ha generado mucha molestia entre un sector de los espectadores, y como comenté al
principio, se convirtió en un tema recurrente de debate en redes sociales, uno
en el que incluso participan personas que nunca han leído o visto Frieren. Las críticas se centran en que
a pesar de encontrarse en un viaje de autodescubrimiento para reconectar con la
brevedad de la vida humana, y el valor que los seres humanos le dan a cada
momento que experimentan, Frieren llegue a ser tan despiadada a la hora de
matar demonios en lugar de intentar razonar con ellos. Para sus críticos, se trata
de un discurso deshumanizante y peligroso que encuentra reflejo en tácticas de
repudio y discriminación que históricamente han sido utilizados para la
persecución de varias poblaciones, por lo que puede verse también como un
ejemplo increíblemente descarado de racismo.
Cuando
escribí originalmente el hilo, descarté los señalamientos del discurso racista
en Frieren como algo surgido del exhibicionismo moral que suele aparecer en
redes sociales, no porque quienes esgrimen los argumentos no crean en su propio
discurso, sino porque a menudo es un acercamiento superficial. Y si bien es
cierto que muchos son así, también es cierto que existen muy buenos puntos a
señalar sobre el tema de los demonios en Sōsō
no Frieren, por lo cual no fue justo rechazarlos a todos. Entender la base
de las críticas al discurso de la serie sobre la naturaleza de los demonios
requiere, entonces, que nos involucremos con uno de los tropos más antiguos y
controversiales en la ficción: el de la maldad
siempre caótica.
Se trata de una población, casi siempre una raza entera –por “raza” en ficción a menudo se refiere a una especie de apariencia humanoide-, que es invariable y esencialmente maligna. Incluso si existen individuos con ideas o comportamientos algo diferentes, en un todo la especie es malvada. Rara vez se explora o explica por qué la raza es malvada; simplemente lo es en su totalidad, por lo que a menudo los héroes no sienten remordimiento en perseguirlas y exterminarlas. Dentro de este amplio espectro podemos encontrar cientos de expresiones de maldad, desde los militaristas Kree del universo cinematográfico de Marvel, pasando por los ya emblemáticos orcos de la saga de la Tierra Media, hasta los depravados trasgos de Goblin Slayer. Incluso en la mitología y la religión encontramos ejemplos así, como el pueblo de Amalec en la Biblia –muchas otras etnias, de hecho, pero a diferencia de las otras no hay un solo amalecita bueno en el libro- y los centauros de la mitología clásica.
Un
problema con esto es que, si bien muchas veces tales historias reflejan desde
sus inicios la lucha entre el bien y el mal, o rasgos de la sociedad o el ser
humano que se reconocían o criticaban –por ejemplo, los centauros representaban
el lado salvaje e incivilizado del ser humano-, también es real que muchas
veces las razas fantásticas o sus rasgos físicos o culturales se han inspirado
en poblaciones humanas, exagerándolos o destacándolos de forma grotesca.
Pensemos, por ejemplo, en los Profundos de La
sombra sobre Innsmouth y su descripción física que exageraba los rasgos faciales
de poblaciones negras y mixtas en el sur de Estados Unidos; y aunque no son una
raza caótica, es innegable que los duendes en Harry Potter tienen una fuerte influencia de caricaturas y estereotipos
judíos en la literatura.
Otra
cuestión seria es que la narrativa en estas historias suele llamar al
exterminio de una raza caótica, lo cual es ayudado porque también es frecuente
que sea una raza al servicio del villano principal de una historia, actuando
como sirvientes sin rostro o individualidad, de modo que ni los héroes sienten
remordimientos al combatirlas ni los lectores tienen que buscar matices o empatizar
con ellas. Sin una respuesta de dónde surgen, por qué actúan como lo hacen, si
tienen otros aspectos sociales importantes aparte de la destrucción y la crueldad,
no es difícil que uno coincida con que son especies que deben ser exterminadas.
Y eso es un discurso que, trasladado al mundo real, es altamente problemático,
pues llama a la deshumanización y la persecución de otras poblaciones.
Ojo: quienes esgrimen estas críticas no están diciendo que las historias de ficción sean directamente racistas (aunque algunas sí lo son) o que avalen la discriminación, sino que este tipo de discursos reflejan peligrosamente aquellos que en el mundo real hemos cuestionado por su supremacismo e incluso fascismo. Recuerden, por ejemplo, que durante el genocidio ruandés, uno de los elementos más influyentes en el llamamiento a la masacre de la población tutsi fueron los discursos en la radio, donde se promovían mensajes de odio y se etiquetaba los tutsis como inyenzi, pestes o cucarachas, que debían ser exterminadas. Y en tiempos tan recientes como 2023, el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, citó un pasaje bíblico que llama al exterminio de Amalec durante un discurso en el que hablaba de combatir la amenaza de Hamas, generando temores hacia una campaña de exterminio en Gaza, lo cual se ha visto confirmado con los miles de muertos civiles palestinos y el lenguaje deshumanizante constante del ejército y los políticos israelíes, e incluso de defensores del sionismo en redes sociales, para quienes “no hay inocentes en Gaza”, ni siquiera niños.
Entonces,
más que ponernos a la defensiva con las advertencias sobre los mensajes que
vemos en la ficción, sí que es importante tener presente que algunas de las ideas
que se plasman en ellas llegan a reflejan, a menudo sin intención, otras que no
pueden ni deben ser aplicadas en el mundo real, y que debemos siempre verlas
con un ojo crítico. No es extraño que algunos escritores busquen salirse de esas
narrativas deshumanizantes e intenten presentar razas aparentemente malignas pero
con matices y profundidades, que reflejen también virtudes o al menos explicaciones
sobre la forma en que actúan. Pueden ser criaturas malignas a fuerza, que han
sido diseñadas o alteradas para actuar de forma oscura, malignas porque creen
que sus acciones responden a un bien mayor, o son consideradas malignas porque biológica
o evolutivamente están adaptadas a la agresión y la depredación de otras
especies: hay varias formas de analizar y deconstruir esta narrativa.
De esto tenemos ejemplos tanto recientes como algo antiguos. Como ejemplos recientes, podríamos mencionar el Libro Tres de Avatar: la Leyenda de Aang, donde vemos que la mayoría de los ciudadanos de la Nación del Fuego son personas normales y tranquilas, moldeadas por décadas de adoctrinamiento, y el propio fuego control tiene un origen menos agresivo; por su parte, en Nevermoor, de Jessica Townsend, se comenta lo absurdo del tropo de las razas malignvs cuando se pondera si los Wundersmith son todos malvados siempre. Entre los antiguos, en las obras de Edgar Rice Burroughs aparecen muchas razas aparentemente malignas, pero que lo son por aspectos culturales, como el rechazo del afecto en los Hombres Verdes de John Carter de Marte, o las hambrunas que llevaron a los caníbales de U-gor a recurrir a tan aborrecible práctica para sobrevivir.
Un
ejemplo que creo que vale la pena señalar es el propio J.R.R. Tolkien. Por un lado,
son conocidas las críticas a la descripción física de los orcos, que encajaba
con estereotipos racistas de poblaciones no caucásicas; por el otro, como católico
devoto, el autor rechazaba la idea de que los orcos fuesen una raza ontológicamente
malvada y completamente irredimible. En sus obras se ocupó de darles nombres y
personalidad a personajes orcos, alejándose un poco de la visión impersonal
típica de razas malignas, así como de explicar que servían a los señores oscuros
principalmente por miedo, y en escritos personales dejó claro que veía a los
orcos con virtudes como la cooperación y lealtad, e incluso implicó que algunos
de ellos no siguieron a Sauron.
Sé que muchos han detestado Los Anillos de Poder, pero tengo que darle un reconocimiento a la serie en seguir esa línea (intencionalmente o no) y arriesgarse un poco en mostrarnos a los orcos más allá del cliché de las razas caóticas. Siguen siendo criaturas peligrosas y destructivas, pero también buscan un territorio propio donde puedan vivir alejados de las otras razas en la Tierra Media, y liberarse de ser explotados y maltratados como les ocurrió primero con Morgoth y luego con Sauron. Buscan, como todo ser vivo, la supervivencia. Después de todo, nunca pidieron como tal convertirse en criaturas de odio y malicia: nacieron a partir de los elfos capturados y torturados en las Edades de los Árboles –al menos en esta adaptación: el origen de los orcos siempre fue confuso en las obras de Tolkien-, y no son menos merecedores de una oportunidad de vivir que cualquier otra raza. Muestran camaradería entre ellos, e incluso son capaces de formar familias. Irónicamente, estos matices que se le intentaron dar a los orcos en la serie, y que tantos piden en la ficción, fue un aspecto bastante criticado de la misma.
Volvamos
al manga que nos ocupa. ¿Es Frieren fascista? Pues, por mucho que sea cierto
que este tipo de discursos no deberían usarse para analizar la realidad por
fuera de páginas y pantallas, tenemos también que comprenderlas dentro del
contexto de la historia que se busca contar, y en ese sentido no podemos decir
que la elfita alexitímica sea fascista. Dicho esto, ¿qué buscan representar los
demonios en Sōsō no Frieren?
Depredadores y mimetismo agresivo
Es normal que quienes siguen la serie por el anime puedan tener una impresión desafortunada de las palabras de Frieren, pero incluso en lo que se ha adaptado hasta ahora se puede ver un poco de la dirección que pretende tomar la historia. En el flashback que nos muestran durante el Arco de Aura, vemos una niña demonio que es perdonada por Himmel, ante las protestas de Frieren, cuando la escuchan llamar a su madre, y es acogida por una familia que perdió a su hija. Desgraciadamente, la niña termina matando a sus padres adoptivos, y cuando es herida de muerte por Himmel vuelve a hacer el llamado a su madre, pero revelando no sólo que es una táctica para sobrevivir, sino que ni siquiera entiende lo que significa esa vocalización.
Cuando
combinamos esa escena con el comportamiento de los demonios en la misión
diplomática, y las descripciones de Flamme y Frieren, entendemos un poco mejor a
lo que se refieren ambas. Los demonios son criaturas nacidas del maná, es
cierto, pero siguen siendo depredadores, unos que evolucionaron hasta adquirir
un aspecto humanoide. Y puesto que los humanos son su presa principal, han adquirido
no sólo inteligencia sino también la habilidad de replicar expresiones y
emociones humanas, con las que pueden imitar de forma aterradoramente cercana a
sus víctimas para engañarlas y alimentarse de ellas.
Pero, ¿pueden realmente entender o sentir las emociones que replican de sus presas? Responder esta pregunta requiere que hagamos un poco de trampa y saltemos más adelante en el manga. Por lo tanto, necesito hacer algunos spoilers del manga, en concreto del Arco de El Dorado (capítulos 81-104), considerado por muchos como el punto más alto de la serie hasta el momento.
El
antagonista de este arco es Macht, el más poderoso de los Siete Sabios de la
Destrucción. Cuando la serie nos lo presenta, resulta que se trata de un
demonio considerado “excéntrico” entre los suyos, es decir, alguien que siente
curiosidad por los humanos más allá de masacrarlos o conquistarlos. Macht se
identifica como un pacifista –lo que en términos demoníacos viene siendo “evita
matar sin provocación”-, y carece de lealtad alguna al Rey Demonio; detesta el
conflicto, y además está interesado en aprender más sobre las relaciones
humanas. Pero no deja de ser una de las criaturas más poderosas de la serie, a
quien incluso Frieren prefiere evitar o acercarse con cautela, y pronto nos
enteramos que sus intentos por comprender las emociones de los humanos, a pesar
de su profesado pacifismo, no sólo involucran de hecho muchos muertos, sino que
también realiza “experimentos” con los humanos, como obligar a dos niños a
matarse entre sí, para comprender y quizás sentir él mismo emociones como la
empatía y la culpa.
Durante una de sus travesías entre “reflexiones”, Macht se encuentra con una demonio llamada Solitär junto al cadáver de una orca en la playa. Ella, también una excéntrica que estudia a los humanos, lo lleva hasta un hangar, y mientras le enseña los esqueletos de una orca y un tiburón, le habla sobre la convergencia evolutiva, y cómo los demonios han evolucionado para ser similares a los humanos y engañarlos, pero siendo por naturaleza incapaces de comprender o expresar de forma genuina emociones como la culpa o la malicia. Así, durante la conversación Solitär deja claro que, por mucho que ha estudiado a los humanos, incluso más que el propio Macht, cree que la coexistencia de ambas especies es imposible, pues evolutivamente son incapaces de empatizar.
En
este punto el manga pasa de la simple fantasía a tocar los terrenos de la
biología especulativa. Este es un campo de la ciencia ficción que plantea escenarios
hipotéticos de evolución biológica, ya sea para describir especies terrestres
en un futuro planteado, o proponer cómo serían las especies de otros planetas,
de acuerdo con las condiciones de su mundo. No obstante, la explicación que
ofrece Solitär sobre la naturaleza de los demonios es discordante a nivel
científico, pues más que convergencia evolutiva (es decir, organismos sin
relación filogenética que desarrollan estructuras similares al estar en
ambientes y condiciones similares), su descripción sobre la especie, y las
escenas que vemos en la serie, corresponden mejor al mimetismo agresivo.
Para quienes no conocen mucho de biología, el mimetismo es un fenómeno evolutivo en el cual un organismo comparte las señales de un modelo diferente, usualmente otro organismo o un objeto concreto, lo cual le permite sobrevivir a la depredación o ayuda a su alimentación. Un ejemplo típico es el del insecto palo similar a una rama de árbol, o la falsa coral, cuya coloración es similar a la de las venenosas serpientes coral. En el caso específico del mimetismo agresivo, un organismo imita señales de un modelo no agresivo para poder acercarse a las especies que depreda o parasita. Puede ser un objeto, como el pez hoja imitando las hojas que flotan en los ríos; una fuente falsa de comida, como la tortuga mordedora, que usa su lengua para imitar un gusano y así atraer peces; señales de otra especies, como el caso de las luciérnagas hembra del género Photuris, que imitan las señales lumínicas de las hembras del género Photinus para atraer machos y devorarlos; y por supuesto, imitar a otra especie, muchas veces su presa.
Un ejemplo de mimetismo agresivo en ficción, aunque mal
explicado en la película como “imitar a tu depredador”, es la raza Judas en Mimic.
Tenemos como ejemplo de ese último escenario el caso de las arañas mirmecomorfas, que imitan no sólo la coloración de las hormigas, sino también su movimiento, postura e incluso sus señales químicas. Esto le permite colarse en colonias de hormigas y alimentarse de los individuos incautos, aunque otras especies lo hacen para escapar de depredadores como avispas cazadoras, que por lo general evitan a las hormigas. La diferencia del mimetismo agresivo con la convergencia es que, si bien aunque algunos organismos convergentes pueden entrar en conflicto (por ejemplo, tiburones atacando delfines), la convergencia evolutiva no implica ni involucra mimetismo, sino un desarrollo evolutivo similar debido a que se comparten circunstancias ecológicas. Nadie está imitando a nadie.
Convergencia
¿Cómo
se aplica todo esto a la historia de Frieren?
Como vemos a través de Macht y Solitär, los demonios pueden intentar comprender
las emociones humanas desde una visión cognitiva de la empatía: es decir,
reconocer a nivel intelectual su presencia en otras especies. Pero su propia
mente es incapaz de procesar dichas emociones, porque son criaturas
evolutivamente distantes a los humanos. Se camuflan entre los humanos y tienen
un intelecto muy similar al nuestro, pero por mucho que puedan imitarlos casi a
la perfección, serán siempre incapaces de replicar o interiorizar sus procesos
emocionales. No está en su naturaleza, y tal como le señala Solitär a Macht, no puede estarlo, porque son criaturas
individualistas y, ante todo, depredadores:
desarrollar empatía por sus presas sería una desventaja evolutiva para su
supervivencia, por lo que su proceso evolutivo no favoreció el desarrollo de capacidades
sociales a nivel emocional, mucho menos que puedan reconocerse en individuos
que ni siquiera son de su propia especie.
Hago
aquí una pausa para dejar algo claro, porque es algo que siento que algunos
podrían ver reflejado en lo comenta en el manga, lo he visto comentado no pocas
veces, y de forma tan reciente como en una entrevista que dio Elon Musk en
el podcast del impresentable Joe Rogan: la empatía no es una debilidad o una desventaja evolutiva del ser
humano. De hecho es precisamente una fuerza importante detrás de la cooperación,
y por lo tanto del desarrollo tecnológico y cultural, en nuestra especie:
recordemos que son seres sociales. Podemos quizás cuestionar la forma en que se
tiende a manejarla, o que en nuestra sociedad se pretende valorar en abstracto
mientras se desdeña la empatía por el individuo, pero la idea de que es un
problema fundamental sólo es una expresión del objetivismo más egoísta que sí ha
deteriorado civilizaciones como la estadounidense.
Lo que nos plantea Sōsō no Frieren es un escenario especulativo, preguntarse “¿Cómo sería la psicología de una especie depredadora que ha evolucionado para parecerse a los humanos?”. De este modo nos presenta a una criatura capaz de imitar expresiones y emociones humanas a través de su historia evolutiva, pero que por la necesidad de que su estilo de vida garantice su supervivencia, no cuenta con el desarrollo psicológico necesario para replicarlas tal como lo hace el ser humano, pues se vería abrumada al entender sus propias acciones.
Es
de esta incapacidad emocional, y del propio exterminio de los elfos a manos de
los demonios –ya hablaremos de eso más adelante- que nacen la desconfianza y
frialdad de la protagonista hacia ellos. Pensemos de nuevo en las arañas
mirmecomorfas. Imaginemos que tanto ellas como las hormigas son organismos
sintientes, y aun así la araña se alimenta de las hormigas, porque simplemente
evolucionó para hacerlo. ¿Deberían intentar las hormigas comprender los motivos
por los que la araña las caza y devora? ¿Esperarían que una araña reflexione
sobre las emociones de una especie por la que ha evolucionado para alimentarse
de ella?
Muy
probablemente se trate de una tarea infructuosa de parte y parte, porque son
seres tan distantes filogenéticamente, y con una historia de vida tan
diferenciada, que incluso si ambas fuesen racionales, lo más probable es que no
compartan las mismas nociones de “moralidad”. Es un error que cometemos
nosotros mismos, cada vez que tratamos de asignarles valores y cargas morales
humanas a otras especies animales, como si fuese intrínsecamente inmoral que el
leopardo devore un venado, o que el polluelo de cuclillo mate a sus futuros
competidores en el nido que parasita. Esas son nociones humanas, producto de
nuestra evolución como seres sociales que requerimos interactuar dentro de una
serie de acuerdos y reglas para que la organización funcione. Los organismos no
humanos no actúan por malicia, sino porque es parte de su conducta y su historia
de vida.
Resumiendo
entonces, los demonios en Frieren son
una interesante exploración de cómo un depredador mimético contemplaría a sus
presas si estas fueran humanas, y el tipo de características que tendrían como
especie para poder prosperar. Así, Kanehito Yamada nos ofrece una especie fría e
indolente, que sólo puede relacionarse con otras especies humanoides mediante
el engaño y la muerte. Parecería que, en efecto, es imposible intentar razonar
con ellos. Sin embargo hay algo que no hemos conversado a fondo. Si somos capaces
de entender que los animales no humanos pueden actuar de formas que nos parecen
crueles pero sin malicia, ¿realmente podemos considerar intrínsecamente malignos
a los demonios? Y siendo tan cercanos en intelecto a los seres humanos, ¿de
verdad son incapaces de una seria introspección sobre su relación con nosotros?
La tragedia de una especie
Algo que para muchos no ha de escapar es que los demonios no sirven sólo como la exploración psicológica de un depredador en la historia, sino que también representan un contraste importante con los elfos, especialmente Frieren. De estos últimos podemos ver, como expliqué el año pasado, que son de hecho muy empáticos y bastante humanos en su comportamiento y actitud, pero debido a su longevidad, su perspectiva puede hacerse muy tubular, y sus emociones se atenúan ante la brevedad de la existencia del mundo a su alrededor, por lo que les puede costar mucho expresarlas e incluso reconocerlas, algo que vemos reflejado tanto en Frieren como en Serie. Mientras tanto, los demonios son bastante capaces desde niños de imitar emociones humanas, y lo hacen bastante bien –al punto que algunos lectores bromean con que los críticos de la serie se han dejado engañar también por ellos-, pero en general no pueden interiorizarlas como para actuar en torno a ellas. Su mente es tan distinta en estructura y función a la de los humanos que no pueden ser controlados mentalmente, y leer sus memorias puede ser incluso peligroso.
“Porque (Madre)
impide que nos maten. Es una palabra maravillosa, mágica…”
Pero
aquí hay algo a considerar, y es que si podemos entender a los demonios como
criaturas inteligentes, pero que actúan de acuerdo a comportamientos desarrollados
por la evolución de su especie, entonces no podemos considerarlos criaturas malignas
puesto que, después de todo, sólo hacen lo que requiere su especie para
sobrevivir, tal como lo haría un jaguar o una mantis religiosa. De hecho, en un
punto del arco de El Dorado, se intenta reactivar cierto brazalete que debía
impedir a Macht actuar con malicia contra los humanos, y los magos se topan con
el desagradable descubrimiento de que el dispositivo sigue funcionando bien. En
palabras de Macht, los demonios no tienen ningún sentimiento maligno al actuar,
por lo que no pueden por definición comportarse con malicia, ni siquiera cuando
masacran una aldea o, como Macht, convierten una ciudad entera y a sus habitantes
en oro sólido. Son acciones tan naturales como respirar o dar un paso para los
demonios, por lo que no involucran una valoración moral.
No obstante, ¿en verdad están tan alejados los demonios de las conductas y relaciones humanas? Lo cierto es que, a pesar de ser criaturas asociales, son capaces de compartir espacio y trabajar juntos por un objetivo en común, y pueden llegar a organizarse en torno a una figura de autoridad como lo fue el Rey Demonio, quien debió ser lo bastante poderoso y carismático como para movilizar a miles de sus congéneres -y amenazar con la muerte a quienes no desean combatir, como es el caso de Macht-; es decir, son asociales, pero no antisociales. Solitär llega incluso a referirse a la muerte de muchos de sus “amigos” demonios, lo que implica que entre ellos pueden formar lazos al menos de mutuo respeto. Y si bien he reiterado que en general parecen incapaces de relacionarse en amistad con otras especies, no están por encima de valorar características de ellas: en un arco posterior a El Dorado, conocemos a un demonio que parece reconocer el honor en el combate con guerreros de otras especies, o al menos disfruta combatir contra ellos en sus mismas condiciones; la propia Solitär está fascinada por la cultura de la magia, al punto que ha aprendido cientos de hechizos de diferentes naciones y razas gracias a sus “estudios”. ¿Qué tan lejos pueden llegar entonces estos demonios “excéntricos” en comprender las emociones humanas si se dedicasen a ello?
Fijémonos
en Macht. El demonio realmente estaba interesado en la coexistencia entre humanos
y demonios, pero fueron las palabras de un sacerdote que lo miraba con lástima
las que le hicieron darse cuenta que comprender la culpa y la malicia podrían
ser la clave para lograrlo, y las que lo impulsaron a cometer sus horribles
experimentos para analizar dichas emociones. Incluso a pesar de las advertencias
de, Macht siguió convencido de que vivir pacíficamente era posible, aunque no
entendiese de qué forma lograrlo. Y llegó a entender a través de sus
experimentos que, tal vez, si podía formar un vínculo con otros seres humanos
por un largo tiempo, podría experimentar culpa verdadera al deshacerse de
ellos.
Con este fin, se puso al servicio de Glück, un noble de la corrupta ciudad de Weise con un pasado turbio quien, admitiendo ser una persona terrible, le hizo la propuesta de tomarlo como sirviente mientras le prometía acompañarlo hasta el infierno de ser preciso, mientras buscaba sus respuestas. El Sabio de la Destrucción no cejó en su determinación por décadas, realizando toda clase de tareas para Glück, aceptando incluso ponerse el Brazalete de Piedra de la Soberanía como modo de control, y servir como maestro de magia del joven Denken, con tal de tratar de forjar un lazo emocional con aquellos humanos… para luego, después de décadas, trasmutar todo y a todos en la ciudad en oro sólido. Y sentado en la fuente de Weise, esperando hasta la mañana, se dio cuenta que su esfuerzo de décadas parecía ser infructuoso, pues no pudo sentir el menor asomo de culpa.
Otro
vistazo importante a la psicología de Macht la tenemos en sus encuentros con
dos elfas, Serie en el pasado y Frieren en el presente. La primera se da cuenta
que Macht no puede deshacer su hechizo de transmutación sobre los humanos de
Weise porque, siendo un demonio, entiende tan poco a las personas que es incapaz
de visualizarse devolviéndolas a la humanidad (comentario que, por cierto,
incomoda inesperadamente a Macht), y siendo la visualización un motor importante
en la magia del mundo de Frieren,
esto es una limitación importante, por lo que a ojos de Serie, Macht no deja de
ser un monstruo.
Por
su parte, Frieren hace una revelación importante cuando el grupo decide ayudar a
Denken a enfrentar a Macht, y es que el Sabio de la Destrucción es el segundo
demonio que ha conocido con la meta de la coexistencia con los humanos, siendo
el primero el mismísimo Rey Demonio que Himmel el Héroe y su grupo derrotaron hace
tantas décadas. Desafortunadamente, esto sólo refuerza lo incomprensible que
resulta la mente humana para los demonios y viceversa, puesto que el Rey
Demonio acabó masacrando a una gran cantidad de humanos, al punto que su
influencia como población se redujo a un tercio de su tamaño original, y en contraste con sus ideales pacifistas se dedicó a exterminar a todos los elfos posibles. Y es que como vimos con Macht, estos demonios que buscan la coexistencia siguen actuando
como demonios, y no pueden comprender bien cómo relacionarse con los humanos si
no es matándolos, sea más temprano o más tarde, al punto que la humanidad podría
haberse extinguido antes de que el Rey Demonio lograse haber comprendido el
verdadero significado de la coexistencia y todo lo que implica. Incluso
Solitär, a pesar de su conocimiento milenario sobre los humanos, se opone a la
meta pacifista de Macht, culpando a ese deseo del Rey Demonio de la casi
extinción de la raza de los demonios, y ayudando al Sabio simplemente por verlo
fracasar y que entendiese que no podía escapar de su naturaleza demoníaca.
Y hablando de Solitär, la gran demonio sin nombre ofrece un contraste incluso más directo a la protagonista. A diferencia de las expresiones tenues de Frieren, Solitär mantiene constantemente una sonrisa que, en lugar de transmitir confianza, resulta inquietante. Ella tiene un entendimiento de la psicología humana mucho más profundo que el de cualquier otro demonio, y es capaz de usar expresiones humanas con tanta fidelidad que la propia Frieren se siente molesta por su efectividad, pero a diferencia de Macht ha renunciado por completo a cualquier ideal de coexistir con los humanos, y su comprensión e interés por la especie humana es completamente amoral. En palabras de Frieren, Solitär actúa como alguien que encierra a un animal y lo pincha para comprobar sus reacciones, lo que no deja de hacerla peligrosa.
Durante
su combate entre las dos archimagas, se enfatiza también en que las palabras
con que los demonios engañan a sus víctimas siguen afectando incluso a los que
ya entienden sus conductas. La propia Frieren reconoce que, incluso entendiendo
racionalmente que los demonios usan las palabras para confundir y engañar, la
mente humana no puede dejar de intentar comprender el significado tras esas palabras,
al punto que, al darse cuenta de lo conscientemente que Solitär replica
expresiones humanas para hacer que baje la guardia, entiende que es incluso más
inhumana que sus congéneres, y se siente capaz, después de mucho tiempo, de matar
a un demonio sin remordimiento alguno, implicando que ni siquiera ante ellos es
tan fría como podría parecer, y que la propia serie no descuida sus mensajes.
Por su parte, al darse cuenta que ni sus palabras ni las de otros demonios le
suscitarán piedad de Frieren al final, Solitär encuentra que la mente de la elfa
ya es muy distinta a la de un humano cualquiera. En sus palabras: “Ya no puedo discernir quién de nosotras es
el verdadero monstruo”.
Finalmente, quiero destacar los momentos finales de ambos demonios para ilustrar la diferencia que sus perspectivas le dan a su propia muerte. Solitar, la que conoce más a fondo la mente de los humanos, pero que prefiere no arriesgarse con la idea de la coexistencia, cae maravillada ante la estrategia utilizada por los héroes para derrotarla, y tienta a Frieren una última vez, preguntándole si prefiere que ruegue por su piedad, tal como haría cualquier otro demonio. Mientras tanto Macht, herido de muerte, se aleja caminando a través de la ciudad, pensando en que al final es como cualquier demonio temeroso de su muerte, pero sin entender hacia dónde se dirige, hasta que se encuentra de frente al restaurado Glück. Los dos se recuestan contra el muro, con Macht fumando su primer y último cigarrillo, mientras lamenta no haber encontrado las respuestas que buscaba, y Glück ordena a Denken que acabe con su sufrimiento, mientras reconoce haber pasado un gran tiempo junto al demonio.
Pero,
¿por qué Macht se dirigió hasta su señor? ¿Fue por costumbre de su servidumbre?
¿Por encontrar un rehén valioso? ¿O acaso, sin darse cuenta, llegó a sentir apego
por aquel humano con el que compartió tantas décadas? ¿Acaso sentía sin darse
cuenta la culpa que tanto perseguía experimentar, y fue hasta allá porque buscaba
disculparse con Glück sin saberlo realmente? Es posible que, de manera similar a
como le ocurrió a Frieren con su alexitimia, no hubiese sido consciente de que
por fin había interiorizado algunas de las emociones que buscaba. Pero,
entonces, ¿por qué amenazó con matar a Glück cuando Denken los encontró? ¿Realmente
pretendía matarlo para proteger lo que le quedaba de vida? ¿De verdad estaba
lejos de la redención como comentó su maestro, o simplemente quiso guardar las apariencias
y proteger su orgullo de demonio, actuando como se esperaba que lo hiciera?
Y
sobre todo, si en efecto Macht pudo por fin experimentar la empatía y la culpa,
pero a costa de cientos de muertos y una ciudad convertida en oro por décadas,
privando a sus ciudadanos de sus vidas normales, ¿vale la pena arriesgarse con
la idea de la coexistencia? ¿O es posible que, en algún momento, otro demonio
sea capaz de experimentar las mismas emociones, pero por otro camino distinto al
del Rey Demonio y el Sabio de la Destrucción? ¿Qué camino podría ser ese? Son
muchas las preguntas que pueden hacerse a partir de este final, y es precisamente
por esto que el Arco de El Dorado es tan grandioso.
Conclusiones
Cuando
escribí el hilo acerca de los demonios, concluí que su historia como depredadores
era algo refrescante, en comparación a enfoques que buscan humanizar a las criaturas
infernales. Pero son mucho más que eso, y definitivamente mucho más que las acusaciones
de fascismo que recibe el manga en cuanto a la forma que los trata. Es una
exploración de cómo funcionaría una especie supuestamente cruel vista desde un
punto de vista más material, qué tan diferente puede llegar a ser de nosotros a
pesar de tomar la misma forma, y por lo tanto si pueden llegar a entender las
mismas cosas que nosotros.
Para mí ha sido maravilloso revisitar las páginas de Sōsō no Frieren, no sólo porque me ayuda a revisar los conceptos que ya había registrado en el hilo original, sino porque también me permite corregir algunos detalles que no consideré, y sobre todo apreciar aún más los simbolismos y las historias que presenta a través de sus personajes. Creo que he podido llegar a la reflexión que quería con este tema, tanto como biólogo como alguien que disfruta de la fantasía y el terror.
Sé
que el tema que dio lugar a esta entrada se olvidará y volverá a comentarse
dentro de un tiempo, porque así es el ciclo de los temas indignantes (y no tanto)
en obras de ficción. Mi interés con esta entrada es dejar en firme que, si bien
es necesario y productivo reflexionar sobre el origen de los tropos que
consumimos de la ficción, también es importante analizarlos dentro del contexto
de su propia obra.
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