Errores comunes antes o durante las epidemias que debemos superar
Introducción
Como no creo que el
lector promedio de este blog viva con la cabeza metida en el piso, seguro están
enterados que, debido al recrudecimiento del brote de SARS-CoV-2 alrededor del
mundo (al punto que ya fue declarado pandemia), varios países han tenido que
tomar medidas drásticas para contener la expansión del virus, como declarar
cuarentena entre la población, limitar la acumulación de productos por parte de
clientes, cerrar aeropuertos y restringir la movilidad de la población entre y
dentro de sus territorios, a fin de no repetir situaciones lamentables como las
de Italia
o España.
Se dice que en
situaciones de crisis es donde la especie humana muestra su verdadero talante,
pero por desgracia rara vez ocurre de una forma que podamos llamar colectiva o
intrínseca. La verdad a menudo prima el individualismo, el “primero yo, segundo
yo, y tercero yo”, por lo cual el manejo de una crisis saca más bien el
carácter de cada persona por separado. Y por triste que sea, como buenos
animales, el egoísmo primitivista es de las cosas que más vemos en tales
circunstancias.
Entre estos episodios,
repetidos a lo largo de la historia humana, se encuentran las epidemias. Sea a
nivel local o como una pandemia atroz, los brotes masivos de enfermedades
infecciosas han tenido patrones comunes en el comportamiento social de nuestra
especie que terminan contribuyendo a facilitar su dispersión. También, por
supuesto, han ocurrido en ocasiones circunstancias históricas que dieron pie al
surgimiento de epidemias, y que se vieron muy favorecidas por distintos errores
cometidos.
No es mi intención
compartirles la depresión con un post pesimista. Al contrario, como concluyó el
popular youtuber Dross (no me linchen) en su reciente top 7,
hemos salido de situaciones mucho más graves que esta pandemia actual, y lo
cierto es que ahora contamos con recursos mucho mejores para defendernos. Al
contrario, lo que busco es que entiendan y no repitan las equivocaciones del
pasado y el presente, para tratar de mitigar el impacto de estas nuevas plagas.
Así que, repasemos un poco de historia y veamos cuáles han sido los errores y
circunstancias que contribuyeron a las epidemias que nos han azotado desde los
albores de la civilización.
Deficiencias
en salubridad y salud. Esta es una de las más obvias: un país
con carencias graves en su sistema de salud y en la salubridad será siempre más
vulnerable a una epidemia, por lo cual en casos como el actual siempre hay una
preocupación especial por los países en desarrollo y los más pobres.
Hoy en día aún nos
topamos con esta problemática. Por ejemplo, tan sólo en 2018 se estimaron unos
228 millones de casos nuevos de malaria, y más del 90% de ellos se encuentran
en el África subsahariana, donde el impacto socioeconómico de la enfermedad es
tan severo que están entrelazados: no es sólo la pobreza la que contribuye a la
persistencia de la malaria, sino que es la misma extensión de la enfermedad la
que genera dicha pobreza. También, si nos fijamos en los brotes epidémicos de Ébola,
veremos que han ocurrido en países con limitados recursos en salud, y a menudo
azotados por conflictos (volveré a este punto en el siguiente error), lo cual
deriva en su extensa duración (para citar un caso, el brote de 2013 en África
Occidental se prolongó por tres años).
Y a nivel de salubridad, en un caso puntual, la razón por la que a los grupos
de riesgo más vulnerables al SIDA se les llamaba inicialmente “el club de las 4
Hs”, es porque entre ellos se encontraban los heroinómanos y otros consumidores
de drogas intravenosas que a menudo compartían las agujas (en un artículo de National Geographic de 2003 se estima
que casi el 90% de los pacientes con VIH en Rusia son adictos que comparten
material infectado).
A nivel de la historia, no
tenemos más que recurrir a la epidemia más famosa: la Peste Negra. Si bien es
cierto que las condiciones de higiene y salubridad en la Edad Media no eran tan
terribles como nos han hecho creer algunos trabajos de ficción (de hecho, los
artísticos renacentistas eran por mucho más repugnantes), sí es cierto que la
densidad poblacional en las ciudades europeas y la ausencia de grandes
infraestructuras de alcantarillado y desagüe, combinada con la ciencia médica un
tanto rudimentaria de la época, facilitó la proliferación de los principales
transmisores de la enfermedad: las ratas.
Conflictos
geopolíticos. En síntesis, las guerras. Los conflictos
entre poblaciones a menudo dan lugar a epidemias, puesto que tanto el
hacinamiento de una ciudad sitiada como las condiciones insalubres de un
campamento dan pie a que se diseminen epidemias severas. De manera similar, el
contacto entre diferentes poblaciones también incrementa el riesgo de
intercambio de diversos patógenos que pueden ser peligrosos para grupos que no
han desarrollado inmunidad alguna, o carecen de un sistema adecuado de salud.
El caso más conocido, por ejemplo, sería el del impacto de la viruela en el
imperio mexica durante la invasión de Cortés, pero hay otros que podemos
resaltar incluso en tiempos modernos: como destacaba en el apartado anterior,
la fragmentación territorial debido a guerras civiles en países como Sierra
Leona y Liberia dificultaron mucho la contención del brote de Ébola en África
Occidental. No obstante, toquemos un par de casos históricos.
Durante el segundo año de
la Guerra del Peloponeso (431-404 AEC), Atenas, consciente de la superioridad
de los hoplitas de Esparta en un combate a campo abierto, decidió enfocarse en
llevar la guerra a nivel marítimo, y mientras tanto llevó a la población de
asentamientos cercanos a refugiarse dentro de la polis, la cual de por sí tenía
una gran población. Ese hacinamiento provocó el brote de una epidemia que mató
entre 70.000 y 100.000 personas, entre ellos el líder ateniense Pericles, lo
cual algunos consideran contribuyó a la decadencia del dominio de Atenas y su
posterior derrota. Hoy en día, gracias a hallazgos arqueológicos y registros de
la época, historiadores y médicos sugieren que la Plaga de Atenas fue causada
por tifus, el cual habría entrado a la ciudad por el puerto del Pireo, única
fuente de suministros.
También tenemos el caso
de la “gripe española”, la pandemia más mortífera de los tiempos
contemporáneos. Aunque no se sabe con exactitud el origen de la cepa, se sabe
que a finales de 1917 había reportes de unos extraños casos de influenza en
campamentos militares de Estados Unidos y el Reino Unido durante la Primera
Guerra Mundial. El hacinamiento y la amplitud geográfica de la Gran Guerra
contribuyeron a la transmisión y, posiblemente, la mutación del virus, lo cual
lo convirtió en una pandemia que tan sólo en dos años llegó a matar entre 70 y
100 millones de personas a lo largo del mundo, cobrando la vida de personajes
importantes como el reelecto presidente de Brasil, Francisco de Paula Rodrigues
Alves, el poeta francés Guillaume Apollinaire y el pintor austríaco Egon
Schiele, pero a la cual también le sobrevivieron figuras como Alfonso XIII de
España, Franz Kafka y Walt Disney.
Difusión
del pánico y desinformación. Aquí me quiero centrar en este como
un error más moderno, puesto que el pánico en otras épocas va muy asociado a
las supersticiones, tema del siguiente error, mientras que en los tiempos
actuales la desinformación va mucho de la mano con las teorías de conspiración
sobre tal o cual gobierno (por lo general Estados Unidos) y una desconfianza
general en la ciencia.
Por ejemplo, y retomando
el caso del Ébola, en su momento comenté
sobre una teoría conspiratoria acerca de su falsedad, tan
descabellada como irresponsable. No obstante, resulta que semejante cadena tan
rara sí podría haber sido concebida por un africano, dado que en las
poblaciones afectadas por la fiebre hemorrágica hay un fuerte rechazo a la
medicina “occidental”, ya que entra en conflicto con muchas tradiciones de los
pueblos afectados, y muchos la consideran causante de la epidemia misma, por lo
cual muchas veces se dificulta implementar las medidas sanitarias requeridas.
Otros, como la cadena del supuesto africano, hablan de que la enfermedad era un
fraude, y los tratamientos de las organizaciones de salud eran los causantes de
las muertes. Y los más temerosos llegaban a creer que los médicos estaban
robando los órganos de los pacientes afectados por Ébola.
Con la actual pandemia de
SARS-CoV-2 no ha faltado esto, por supuesto. Ya les había mencionado un poco
sobre la
idea de que Contagio estuvo inspirada
en un plan previo para generar la epidemia, pero por supuesto la
hipótesis de un virus diseñado ha sido persistente a través de estas semanas.
Mi amigo David ya desmintió
varias ideas conspiranoicas sobre el origen de la cepa, y no dejan de salir nuevas hipótesis. Ahora hay
un hilo en Twitter que asegura (sin pruebas, por supuesto) que el virus fue
creado a partir del SARS y el VIH, y una supuesta revelación de Noam Chomsky
sobre el SARS-CoV-2 como una estrategia de Estados Unidos y el
grupo Bildeberg para debilitar a China y establecer el “Nuevo Orden Mundial”,
paparruchas que no voy a compartir aquí porque, como dije, mi interés no es
generar pánico con fantasías mamertas más propias de un tipo con sombrero de
aluminio que de una persona seria.
Seamos claros: el SARS-CoV-2
es de origen natural. Un estudio reciente
publicado en Nature Medicine comparó las secuencias genómicas de la cepa con
otros coronavirus y confirmó lo que otros análisis ya sospechaban: las
mutaciones presentes en su arquitectura y estructura molecular son resultado de
evolución natural, compartiendo rasgos con cepas de coronavirus presentes en
murciélagos y pangolines, por lo que se descarta alguna manipulación
artificial, cosa que de todos modos es muy difícil de lograr en un laboratorio,
y mucho más lograr convertirlo en una supuesta arma biológica (a ver, que sería
más práctico soltar una cepa de viruela en Beijing). Es más: ya en 2015 un
estudio había advertido que distintas
cepas de coronavirus presentes en murciélagos fruteros tenían potencial para
una transmisión cruzada a los humanos. En estos momentos, compartir
información equívoca y teorías de conspiración por mero antiyanquismo y
desconfianza en la ciencia no sólo es necio: es irresponsable y criminal.
¿Así
o más directo? Y no: Cuba no tiene ninguna vacuna, y el interferón no sirve para curar un coronavirus.
Supersticiones
y tradiciones. Aquí no quiero hablar de la religión en
particular, sino del pensamiento metafísico en un sentido general y tradiciones
asociadas, pues no son sólo las instituciones clericales las que en ciertos
momentos empeoran una epidemia, sino también determinados ritos y costumbres
culturales. Y seguro que lo primero que pasa por la cabeza de muchos es la
historia del exterminio de gatos durante la Edad Media y cómo contribuyó eso a
la diseminación de la Peste Negra, pero aparte de un bulo
papal de Gregorio IX donde se les asociaba con rituales satánicos pero sin
convocar a su sacrificio, fechado un siglo antes del inicio de la Peste, se
trata de una leyenda sin sustento histórico.
Sí es cierto, por otro
lado, que el carácter de ordenamiento social de las religiones ha contribuido
al carácter mortal de algunas epidemias. Las procesiones religiosas que se
dieron durante la época de la Peste Negra agravaron la transmisión de la
enfermedad debido a la migración de fieles, y los monasterios vieron a cientos
de monjes fallecer debido a su reclusión y a la condición de santuario que se
les ofrecía a los enfermos. En 1918, en plena gripe española, un
obispo de Zamora desdeñó las medidas sanitarias para convocar a misas,
conduciendo a que el pueblo español terminara con una mortalidad 10 veces mayor
entre sus enfermos de influenza, en comparación con otras ciudades del país. Y
la histórica oposición de la Iglesia Católica y otras denominaciones religiosas
al uso del preservativo también ha hecho daño en los esfuerzos por limitar la
propagación del VIH. Aún hoy en día, casos como el de la
infame paciente-31 de Corea del Sur, que se estima pudo haber
contagiado a más de mil personas por asistir a una congregación cristiana, o la
irresponsabilidad de pastores que, enceguecidos por su fe, desoyen las
recomendaciones de salud sobre grandes reuniones, dan cuenta de la
religión como un factor de riesgo. Y seguro que no inspira mucha confianza el
hecho de que Popayán, ciudad reconocida en Colombia por sus procesiones de
Semana Santa, decidiera
no suspenderlas a pesar de la actual coyuntura nacional.
Ciertas tradiciones
también han generado problemas a la hora de contener epidemias. Uno de los
factores más dramáticos en los brotes epidémicos de Ébola es que en muchos
pueblos africanos hay un acompañamiento constante a los enfermos por parte de
la familia, así como con los fallecidos, lo cual incrementa el riesgo de
transmisión del virus al entrar en contacto con fluidos corporales del
afectado; en Liberia, por ejemplo, no fue raro que familias enteras fallecieran
por ese cariño. Así mismo, los rituales medicinales tradicionales siguen siendo
importantes en muchos países (sin mencionar más baratos), por lo cual las
campañas médicas que han combatido el Ébola desde su descubrimiento han tenido
que adaptar su conocimiento y metodología sanitaria a la idiosincrasia
tradicional, lo cual también ha generado cambios culturales de importancia en
varios pueblos.
Y por supuesto, no
olvidemos que las cepas virales surgidas en China y el sudeste asiático en las
últimas décadas, incluyendo el actual SARS-CoV-2, tienen su origen en las
costumbres agrícolas, alimenticias y “medicinales” de distintos pueblos. La
deforestación excesiva obliga a diferentes especies a convivir en un espacio
relativamente pequeño, lo que facilita la transmisión de distintos patógenos entre
sí. De manera similar, murciélagos, civetas y pangolines son explotados por su
carne u órganos en diferentes países, entre ellos China, donde el pangolín
sufre una intensa presión de tráfico ilegal por culpa de la medicina
tradicional, siendo
el mamífero más traficado del planeta. Esta persecución es otro
ingrediente para la transmisión y mutación de diferentes microorganismos, tal
como se ha evidenciado en el estudio mencionado antes. Es necesario
replantearse el valor de diferentes herencias culturales que a largo plazo
constituyen una amenaza no solo para nuestra especie, sino para el planeta en
general, pues estas mutaciones pueden, en ocasiones, afectar a otros
organismos.
Ocho
toneladas de escamas de pangolín, procedentes de Nigeria, confiscadas
en Hong Kong en 2019. Toneladas.
Decisiones
políticas. Estupideces como la
que decidió Boris Johnson en un principio para Reino Unido (menos
mal que un informe serio lo hizo darse cuenta de su insensatez), o
la vacilación de presidentes como Duque y Piñera a
la hora de asumir medidas
drásticas para
contener la
llegada del SARS-CoV-2, no son algo nuevo en la historia de las
epidemias humanas. Tal como mencioné al principio de esta entrada, situaciones
de crisis como una epidemia demuestran el talante de los líderes. Y por decirlo
de un modo amable, muchos se quedan cortos al respecto.
Por ejemplo, durante la
pandemia de influenza de 1918, debido a que aún se combatía la Gran Guerra, los
censores de la época, a fin de mantener la moral de la gente y el ejército,
minimizaron los reportes de fallecidos por la enfermedad en varios de los
países involucrados en el conflicto, lo cual hizo que la gente no tuviera
conciencia de la situación sino hasta mucho tiempo después, y además retrasó el
control de la enfermedad. De hecho, si se le conoce como gripe española es porque
en España, que no participó en la guerra, la ausencia de censura hizo que se
tuviera la impresión de que la pandemia era mucho más grave allí.
Y aunque China ha sido
aplaudida por su manejo de la actual pandemia en sus principales ciudades, lo
cierto es que también se le ha señalado de haber informado tarde a la OMS de su
situación, y de censurar a muchos médicos y periodistas que empezaron a
reportar sobre la gravedad del síndrome respiratorio. Y hay que decir que este
comportamiento no es ni ajeno a su régimen autoritario ni tampoco algo nuevo:
durante la epidemia de SARS a inicios del milenio, el brote inició a mediados
de noviembre en la provincia de Guandong, pero el gobierno censuró la prensa por
fuera de esta región y no reportó a la OMS del riesgo sino hasta febrero del
año siguiente; además, debido a las
condiciones de cooperación entre el gobierno chino y la OMS, se le negó la
entrada a Guandong a un equipo médico enviado al país. No fue sino hasta abril
que el gobierno, azotado por las críticas dentro y fuera de sus fronteras,
decidió cambiar sus políticas en cuanto al manejo de la enfermedad.
Discriminación.
Tristemente, esta también es una constante a lo largo de la historia de las
epidemias que nos han azotado; de hecho, a menudo son las epidemias una causa
directa de ello. Ya vimos un ejemplo vergonzoso al respecto en Neiva, Colombia,
donde la
casa de dos hermanas contagiadas de SARS-CoV-2, fue apedreada por la gente,
a pesar de que ambas se encontraban en recuperación en el Hospital
Universitario de Neiva, y en la reducción de ventas en restaurantes chinos por
la estúpida paranoia de los samarios que les había mencionado en la primera
entrada sobre el coronavirus.
No es inusual que los
contagiados de enfermedades como viruela, lepra y tuberculosis sean rechazados,
discriminados y aislados por la gente de forma bastante cruel debido al egoísmo
y la ignorancia, lo que en ocasiones también ha hecho empeorar las condiciones
de control de una epidemia. Cuando se descubrió inicialmente el SIDA, se le
consideraba una enfermedad exclusiva de homosexuales y otros grupos de riesgo
(el infame club
de las 4 Hs), así que la atención y rechazo se centró en ellos, lo cual
permitió que el VIH se propagara rápidamente, en especial en zonas como África
y el Caribe. No se tomó conciencia de la gravedad de la pandemia y la
importancia de los preservativos hasta que se detectaron los primeros casos
entre heterosexuales y se comprendieron las causas de la enfermedad.
Los
haitianos, que desde la década de 1970 estaban migrando a Estados Unidos,
fueron uno de los grupos asociados y discriminados por causa del SIDA.
También determinadas etnias
o grupos sociales asociados con una epidemia, tal como ocurre ahora mismo con
la creciente sinofobia en el mundo, han sido maltratados durante estos
episodios, con resultados muchas veces desproporcionados. Volviendo con la
Peste Negra, frailes, peregrinos y gitanos, grupos que se desplazan mucho,
fueron perseguidos como causantes de la enfermedad, pero quienes llevaron la
peor parte, gracias a la dominancia del cristianismo, fueron los judíos dado
que, por su rituales higiénicos y su aislamiento en guetos, sufrieron menos por
la plaga, lo cual generó que fueran acusados de envenenar los pozos de las
ciudades para contaminar a la gente (en la época se desconocía el papel de las
pulgas en la transmisión) y condujo a masacres en ciudades como Toulon,
Barcelona, Erfurt y Flandes. El episodio más incoherente fue la masacre de
Estrasburgo, el Día de San Valentín de 1349, donde más de dos mil judíos fueron
quemados vivos por la población de una ciudad a la que ni siquiera había
llegado la Peste.
El
pogromo de Estrasburgo, de Emile Schweitzer
Irresponsabilidad
individual. La percibida inminencia de la muerte y la
incertidumbre del futuro dan lugar a un individualismo extremo en las
poblaciones en tiempos de epidemia, lo que conlleva a su vez a un relajamiento
del comportamiento social y al desdén por normas y reglamentos. Las
implicaciones sociales y económicas de este “pánico moral” son desastrosas.
De acuerdo con el
historiador Tucídides, quien tuvo que vivir de primera mano la Plaga de Atenas,
el miedo a morir provocó que muchas personas no sólo se entregaran a los excesos,
pensando en que tal vez no verían otro amanecer, sino que también dejaban morir
en soledad a los enfermos, puesto que nadie se atrevía a transportarlos;
apilaban los cadáveres sin siquiera cubrirlos bien de tierra en fosas comunes
(algo respaldado por la arqueología); los templos fueron descuidados y convertidos
en santuario de moribundos e inmigrantes; y muchos metecos (ciudadanos no
griegos), sin derechos políticos que se refugiaron en la polis falsificaron sus
documentos para hacerse pasar por atenienses y gozar de sus facultades
sociales. Aunque hoy en día es motivo de discusión, muchos señalan que esta degradación
social, junto con la muerte masiva de personas, contribuyó a la pérdida de
poder político y militar de la ciudad-estado y a su posterior derrota en la
Guerra del Peloponeso.
Con la actual crisis
del SARS-CoV-2, muchos países han dejado ver también la cara más egoísta e
irresponsable de su población. En Estados Unidos, muchos
jóvenes se están tomando a broma las recomendaciones de cuarentena por el
percibido error de que sólo la gente más anciana o inmunodeprimida tiene riesgo
de contagiarse o morir, pese a que la OMS hizo
un fuerte llamado a considerar que las acciones de la juventud “pueden ser la
diferencia entre la vida y la muerte para otra persona”. Los graves casos
de España e Italia ocurrieron precisamente porque muchas personas se
relajaron también en sus rutinas sociales ante la situación o, por el
contrario, entraron en un pánico tal que no obedecieron el aislamiento y se
desplazaron a sus ciudades de origen, incrementando el riesgo de infección. Y la gente en Bogotá que
decidió salir de la ciudad por el puente festivo antes del simulacro programado
de cuarentena se
encontró con la sorpresa de que no se les permitirá entrar de regreso el lunes,
menos ahora que el país por fin decidió asumir cuarentena desde el próximo
martes, una medida necesaria pero tardía. Como mencionaron en Bully Magnets,
haciendo referencia al caso de la Plaga de Atenas y la falta de conciencia
social en estos tiempos, “en
caso de epidemia… no seas un ateniense de porquería”.
Conclusiones
Como mencionaba al
principio, no me interesa generar pánico con esta entrada. Y sé que tal vez sea
difícil verla con un tono optimista, pero mi vocación personal me lleva a ser
realista. Lo que quiero es que, al menos en el mejor de los casos, los lectores
tengan muy en cuenta una serie de comportamientos a nivel social, individual y
estatal, que a lo largo de la historia han dificultado mucho la lucha contra
grandes epidemias. Estas son cosas que debemos considerar siempre a la hora de
hacer un mercadito, asistir al médico o poner un voto en las urnas pero, sobre
todo, a la hora de pensar en un futuro.
Las enfermedades y epidemias
son algo natural a la historia de muchas especies, y como primates no somos la
excepción. Lo que debemos hacer es basarnos en las experiencias que ya hemos
tenido en nuestra existencia, y tratar no sólo de tomar decisiones racionales
en momentos de crisis, sino también mantener la cordialidad y la
responsabilidad con nosotros mismos y las personas a nuestro alrededor.
Saludos.
Adenda:
como
consecuencia del pánico por la pandemia, las pésimas condiciones de las
instituciones carcelarias y la corrupción del INPEC dieron lugar en Colombia a un motín en la cárcel La
Modelo, que dejó un saldo de 23 muertos. ¿En algún momento
entenderemos en Colombia que los presidiarios también son ciudadanos sujetos de
derechos?
Si vieras toda la basura que hay en redes sociales. Curiosamente, los que las difunden y promueven son ese sector conocido como los neoliberales y libertarianos.
ResponderEliminarMira no más Trump con lo de inyectarse desinfectante, las marchas anti-cuarentena en EEUU, y las tonterías como "el estado está coartando la libertad", "nos vamos a volver socialistas o comunistas", "Colombia va camino al comunismo", etc. Aquí una muestra twitter.com/ELMASGODO/status/1255694810691796992
https://twitter.com/neoliberalit/status/1258610448473165824
https://twitter.com/neoliberalit/status/1261301968271802368
Y eso es sólo una fracción de la sarta de idioteces de estas cuentas. Cualquier persona con cinco de raciocinio le sangran los ojos con tanta idiotez.
Por eso es que yo siempre cuestiono a más de uno que conozco que dice ser de izquierda, pero termina defendiendo unas ideas que van más en línea con fascistas y conservadores. Y por lo mismo prefiero ni seguirlos ni tenerlos de contactos: ya tuve una vez una mala experiencia con un izquierdoso criptofacho que echaba pestes sobre la homosexualidad como consecuencia de una contaminación ambiental perpetrada por "los que tienen el poder", y no hace mucho con el pendejo que sacó la carta Illuminati cuando hablaba de la "conspiración" del COVID.
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