En qué importa la fe del Fiscal General
La semana ha estado particularmente
“entretenida” en lo que a política colombiana se refiere. El domingo pasado, la
vicepresidenta Marta Lucía Ramírez hizo un comentario religioso particularmente
torpe en Twitter acerca de la campaña de apostasía católica masiva en Bogotá
ese mismo día, comentario que mi amigo David ya
analizó cuidadosamente en su blog. Por otro lado, el Fiscal General
de la nación, Néstor Humberto Martínez, fue sometido a un debate político en el
Congreso de la República para explicar su relación con el caso Odebrecht, en
especial por los audios que sugieren que ya conocía desde hace años las
prácticas corruptas de la empresa durante su época como abogado del grupo Aval,
con el cual la empresa brasileña tenía algunos proyectos. Bueno, “sometido” es
una palabra muy fuerte para llamar a ese circo: se quiso escapar del debate,
llegó tres horas tarde, le
echó la culpa a una supuesta conspiración en contra suya,
básicamente declaró seguir a Gustavo Petro y quiso pasar como inocente con
otras supuestas pruebas. Y mientras el gobierno no dijo ni mu sobre su postura
en torno al Fiscal, el partido del gobierno presentó un video donde Petro
recibe un fajo de billetes y lo acusó de tener negocios con narcotraficantes
para quitarle peso moral a sus acusaciones, como si eso le restara realidad a
las evidencias que existen contra Martínez.
(Entre
paréntesis: es cierto que el dichoso video fue presentado como una cortina de
humo que ha distraído un poco sobre la imposible permanencia de Martínez como
fiscal. Sin embargo, tal como han afirmado periodistas como Daniel Coronell y
Félix de Bedout, las
declaraciones de Petro en Twitter y las
contradicciones entre las personas relacionadas con el video son
insuficientes para tranquilizar a la opinión pública. Es muy probable que la
supuesta relación del senador con negocios ilícitos como el narcotráfico u
Odebrecht, como lo quieren presentar algunos, sea una mentira, y personalmente
yo tampoco lo creo. Pero creer no es saber, y tal
como expone la editorial de hoy en El Espectador, eso no puede
cegarnos tampoco ante el hecho de que no es
normal –o al menos no debería serlo: recordemos que es Colombia- estar
recibiendo fajos de dinero a mano como si nada, por lo cual “que se
trate de una táctica de distracción no puede leerse como una carta blanca para
asumir que no ocurrió nada. Necesitamos respuestas”. Cierro paréntesis.)
Por
otra parte, quizás uno de los momentos más graciosos a la vez que descarados
del pseudo-debate (aparte
de la intervención del senador Zabaraín y Uribe diciendo que el mal
llamado Centro Democrático es un partido honesto, claro) fue cuando Martínez respondió
a las acusaciones de Jorge Enrique Robledo diciendo: “Dios existe, senador, porque yo no soy ateo, y anoche me hizo llegar
unos audios donde el señor Jorge Enrique Pizano, no del 2015, no del 2016, no
del 2017, senadores, del año 2018, de este año; en donde Pizano me dice que él
no sabía de delitos y por lo tanto cómo puedo saber yo de los delitos”.
Jamás aclaró de dónde salieron esos supuestos audios que lo exoneran, ni quién
se los hizo llegar, como pretendiendo que literalmente fue Dios el que se los
entregó.
Risible,
sí, y además sumamente molesto por su carácter manipulador. Tengamos en cuenta
como siempre que Colombia es un Estado laico, y por tanto son inadmisibles los
argumentos con proselitismo religioso por parte de funcionarios públicos.
Seguramente Martínez no espera que alguien crea que Dios le entregó de sus
sacras manos la evidencia de su inocencia, pero sí que insinúa en sus palabras
que premió su fe con ese material probatorio. Eso es proselitismo religioso en
un debate político, y si en el caso de la vicepresidenta podían existir dudas
si su cuenta personal es o no espacio para exponer su experiencia religiosa (me
suscribo a la postura de David: ya que sus publicaciones en su cuenta son desde
el ejercicio de su cargo, su comentario religioso contraviene la ley), con el
Fiscal no hay ninguna ambigüedad de la inconstitucionalidad de su argumentación.
Ya
he dicho antes que hay una razón por la cual ciertos concursos internacionales
de música prohíben, o en el mejor de los casos desalientan, el uso de canciones
con contenido religioso por parte de los concursantes: porque el criterio
objetivo del jurado y el público puede verse influido al encontrarse con
mensajes que van en línea con sus creencias personales. Al iniciar con esa
patética frase, Martínez pretende desviar la racionalidad de sus opositores y
la opinión pública y distraerlos de la realidad: que su conflicto de intereses
con el caso de Odebrecht lo convierten en un fiscal inepto para una
investigación objetiva de los acusados por corrupción, en especial de sus
anteriores jefes. ¿Cómo sería posible que una persona tan devota pueda ser tan
corrupta, en especial cuando cuenta con el apoyo divino?
Además
tiene su gracia que diga claramente “no soy ateo” en su refutación a Robledo.
¿Es que acaso sus críticos lo son? Porque no es como si tan siquiera el
escepticismo con respecto a una figura divina abunde en el recinto legislativo.
Y aún si lo fueran, ¿qué tendría que ver con las acusaciones y evidencia en su
contra? ¿O acaso insinúa que el ateísmo trae consigo una falta de objetividad?
¿Es que acaso se trata de una persecución religiosa en contra suya? El asunto
en principio es muy risible, pero es otra evidencia del poco respeto que se
suele tener en Colombia por los que no compartimos ninguna creencia religiosa.
¿Y
cómo es eso de que “Dios existe porque no soy ateo? ¿Qué clase de argumento a
favor de la existencia divina es ese? ¿Qué viene significando entonces que cada
vez haya más escépticos religiosos, retraso mental? ¿O es que Dios se está
muriendo de a poco? Yo pensaba que no se podía ser más circular que con la
Biblia o la
moral objetiva al razonar sobre la existencia de Dios, pero el Fiscal
resultó todo un filósofo.
Considero sinceramente que una persona que en verdad se asume como cristiana no metería a
Dios en un asunto tan delicado como un debate político sobre corrupción, pues
Jesús dejó muy claro en su famoso sermón del monte que el nombre de su padre no
debía ser tomado a la ligera (Mateo 5: 33-37). Así que creo, y espero, que las
personas realmente devotas en Colombia sientan un profundo asco por el cinismo
con el que Martínez quiere pervertir las amenazas en su contra tratando de explotar
los sentimientos religiosos del pueblo. Es una de las formas más bajas de
manipulación emocional que hay, y merece todo el reproche posible.
Como
suele pasar en este país, realmente no tengo confianza en que haya una
investigación seria que condene al fiscal Martínez mientras sea por organismos
colombianos, y es obvio que él no tiene ni un ápice de dignidad o moralidad
como para renunciar a un cargo para el cual le falta honestidad y seriedad.
Pero que al menos esta reflexión quede como otra evidencia de la mediocridad y
corrupción de las que el actual dirigente de la Fiscalía General de la Nación
se pavonea sin ningún pudor, aun cuando se trata de un asunto menor que en
otras circunstancias habría podido hasta pasar desapercibido.
Y
un par de memes para cortar el sabor agrio.
P.D. ¿Alguien tiene confianza en que Iván Duque, aquel que
acudió a una reunión de Óscar Iván Zuluaga con Duda Mendonça, presentará una
terna objetiva y honesta de la cual elegir al fiscal ad hoc para el caso
Odebrecht, por orden de la Corte Suprema de Justicia?
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