The Killing Joke y el mal trabajo de MinCultura
Esta
entrada es una pequeña molestia personal, aunque es una que puede tener impacto
en un pequeño grupo de personas desagradable que les encanta quejarse mientras
ponen a los niños como víctimas. Sé que no soy el único que ha observado este
problema. En fin, como buen lector de cómics o como simple diletante, fui una
de las personas que eligió asistir anoche a ver The Killing Joke, la película basada en la famosa historia de
Batman escrita por Alan Moore, en Cinemark Colombia. No obstante, desde el
principio vi ciertas incomodidades que hay que discutir. Advertencia: spoilers adelante.
Antes
de centrarme en el tema primordial, tengo inevitablemente que dejar mi opinión
sobre The Killing Joke: la película
es muy promedio. Demasiado. No me convenció mucho la
primera media hora, centrada en la historia de Batichica previa a la tragedia
principal: es una muchachita caprichosa e impulsiva, algo así como ver a Anakin
Skywalker en las precuelas, y eso no es precisamente un halago, sin mencionar la
innecesaria escena de sexo con un Batman con el cual tiene una confusa
relación. Se entiende que los creadores de la película intentaban darle una
mayor importancia a Barbara, con el fin de que no quedar como una
mujer más en el refrigerador (una de las críticas que ha sufrido el cómic
original), además de darle mayor tiempo a la película, pero ubicarla como una
mujer tan confundida y testaruda no fue la elección más brillante (si bien el
caso que presentaban durante este momento de la película sí fue un poco
interesante).
El
resto de la película es bastante fiel al cómic, y con eso bien pueden contentar
a los comiqueros aburridos que nunca están conformes con las adaptaciones. A
pesar de ello, la verdad no me atrapó tanto como esperaba. No sé por qué: las
secuencias son prácticamente el cómic viñeta por viñeta, y se mantienen los
diálogos, pero por alguna razón no funcionó tanto como esperaba. No se sentía
la misma tensión, la misma oscuridad. Quizás es porque el ritmo lento de la
historia es difícil de adaptar, quizás porque, como me señaló un amigo, la
música de fondo elegida no fue la mejor, pero en verdad se sentía que faltó
algo. Eso sí, las voces de Kevin Conroy (Batman) y Mark Hamill (el Guasón), en
especial la de este último, cumplen a cabalidad reflejando la personalidad de
sus personajes. Aun así, no puedo dejar de sentir una decepción que no
identifico -pongámoslo así: tenía pensando una entrada completa para la
película, pero en honor a la verdad no da para eso-.
Sin
embargo, hay una razón por la que ese sinsabor es secundario, y es porque desde
que se anunciaron las ciudades en Colombia donde se presentaría la película se
vio un detalle que alarmó a muchos:
Sí.
Una película animada para adultos,
con una clasificación de R
(restringida) en su país de origen, lo que significa que todos los menores de
17 deben estar acompañados de un mayor de edad al verla, fue presentada en
Cinemark Colombia como apta para mayores
de 7 años. No fueron pocos los que notaron esta discrepancia, y así se lo
hicieron saber a Cinemark Colombia en su página de Facebook. Lo cierto es que
este no es un problema de Cinemark, pues no son ellos quienes clasifican las
películas: sólo las presentan de acuerdo a la clasificación que se les da. Ese
trabajo le corresponde al Ministerio de Cultura.
Y
no hacen un muy buen trabajo. Actualmente, las empresas de cine en el país se
ciñen al Sistema de Clasificación de Películas establecido en la Resolución 016
de 2005, el cual se divide en las siguientes categorías: para todo público;
aptas para mayores de 7 años; aptas para mayores de 12 años; aptas para mayores
de 15 años; aptas para mayores de 18 años; para mayores de 18 años (se
distingue de la anterior por incluir las películas de carácter pornográfico); y
prohibidas (que inciten o hagan apología al delito). La cuestión radica en que
las categorías para mayores de 7 y 12 años son de carácter informativo, no restrictivo.
Es decir, las empresas de cine no están obligadas a impedir la entrada a menores
de 7 o 12 años a una función con las respectivas clasificaciones, siempre que
estén acompañados por mayores de edad.
Por
supuesto, uno puede argumentar que, por obvias razones, es necesario el
acompañamiento de un mayor de edad a una película de cierto calibre, puesto que
puede ayudar a que el niño procese la información (aunque sospecho que muchos
padres no se molestarán en hacer eso), y que en un todo ellos son los
responsables de conocer de antemano la temática de la película a la que asisten
con los chicos (sospecho que pocos o ninguno lo hacen igualmente). El problema
de fondo es que The Killing Joke no
fue clasificada originalmente como una película apta para mayores de 7 años, y
a pesar de ello así se presentó en el país -por fortuna, al menos aquí en Santa
Marta el más joven de los espectadores era un chico de unos diez años-. ¿Qué
fue lo que pasó?
Creo
que la mayoría diría lo obvio: MinCultura no se preocupa en analizar las
películas que llegan al país. Si lo hiciera, habría comprendido que The Killing
Joke no era una película apta para todo público. Sospecho, y creo que muchos lo
hacen también, que en Colombia aún se tiene la errónea creencia de que todo lo
que sea animación es inmediatamente “infantil”. Y luego, cuando se dan cuenta
de su error, tenemos un montón de cartas de quejosos a la Defensoría del
Televidente, y cortes y ediciones horribles en series como Los Simpson y Fullmetal
Alchemist, que nunca han estado orientadas al público infantil (entre
paréntesis: es curioso que en los noventa series como Dragon Ball Z y Los
caballeros del Zodíaco, que tenían grandes cuotas de sangre, nunca fueran
censuradas de la misma manera. ¿Habrá sido el crecimiento de la corrección
política en el nuevo milenio? Cierro paréntesis).
Podría
argumentarse que The Killing Joke quizás
no es una película tan violenta como para ser clasificada como restringida (la
maestría de la obra original radica en su atmósfera oscura y la complejidad
psicológica, no en su violencia), y que después de todo, Estados
Unidos también tiene varias deficiencias en su sistema de clasificación (es
una nación muy mojigata en varios temas), por lo que es posible que la
clasificación de esta película en su país no fuera del todo exacta, y
MinCultura hizo un mejor trabajo al clasificarla en el nuestro. No obstante, esa
idea se cae cuando vemos casos como el de Deadpool.
Esta película sí que requería una clasificación R: es live action con escenas explícitas de sexo, y violencia gráfica y
nada estética. No obstante, en Colombia fue presentada como apta para mayores
de 12 años, y naturalmente había muchos niños en la sala de cine el día que fui
a verla. ¿Quiere alguien creer que de verdad MinCultura le echó un vistazo a la
película antes de ajustar su clasificación al país? Siendo Colombia un país muy
conservador todavía, ¿realmente se les habrían pasado esos detalles, de haber
visto la película?
Y
no es que yo esté especialmente preocupado por los niños. Suena frío, pero
ellos son los que menos me importan en esta situación: después de todo, a un
niño se le pueden explicar ciertos contenidos (aunque en verdad yo no le habría
permitido a uno ver Deadpool). No, el
problema son todas esas personas detestables que, como Helena Alegría, usan
este tipo de errores y torpezas para querer restringir y/o prohibir los
contenidos en cine y televisión, usando siempre a los niños como víctimas, y
como este tipo de personas nunca sabe reconocer límites a sus ideas, pronto
intentarán que no sólo los niños, sino también los mayores de edad, se ajusten
a su conservadora y restrictiva visión. Y eso sí me molesta.
Es
por eso que episodios como el de The
Killing Joke son necesarios para reflexionar sobre el papel que realmente
desempeña MinCultura en el contenido audiovisual que es recibido en Colombia, a
fin de permitir una adecuada transmisión y al público indicado. Después de
todo, queda muy mal que una entidad semejante prefiera clasificar
arbitrariamente las películas, para después lavarse las manos ante los
justicieros sociales desubicados que nunca faltan para, supuestamente, defender
la moral de la sociedad.
P.D. Dejen de quejarse pendejamente por la escena de canto, que si hay un momento en que el Guasón cantó, fue precisamente en el mismo cómic. A los que no lo leyeron y vieron la película, los tranquilizo diciendo que, con una mente tan disparatada como la del Guasón, la escena de canto cala normal. A los que sí lo leyeron, se nota que no prestaban mucha atención.
P.D. Dejen de quejarse pendejamente por la escena de canto, que si hay un momento en que el Guasón cantó, fue precisamente en el mismo cómic. A los que no lo leyeron y vieron la película, los tranquilizo diciendo que, con una mente tan disparatada como la del Guasón, la escena de canto cala normal. A los que sí lo leyeron, se nota que no prestaban mucha atención.
Puedo entender en parte su opinión, pero no completamente.Personalmente, prohibir a todas las personas menores de dieciocho años el ver producciones fílmicas con escenas de gore y sexo explícito, como en el caso que usted citó de Deadpool,no me convence. Por ejemplo, yo tengo dieciséis años, y me he visto impedido de asistir a ver varias películas por lo que yo considero meras preocupaciones de mojigatos. Honestamente, pienso que estoy y he estado desde incluso antes de cumplir siquiera doce años perfectamente capacitado para observar ese tipo de material audiovisual. Las personas antes de cumplir 18 años (por cierto, una edad que se eligió de manera, a mi entender, arbitraria, para otorgar a la gente ciertos derechos considerados propios de gente madura)no son automáticamente seres sin capacidad de usar la razón y asimilar contenidos violentos. Por otro lado, me parece que lo que en realidad le preocupa a usted es que cierta gente particularmente mojigata prohíba incluso a los mayores de edad acceder a producciones de ese estilo, y debo decir, comparto su preocupación y me parecería una intromisión gravísima en las libertades individuales de los ciudadanos.
ResponderEliminarEs justo como lo estás planteando. Yo me cuestiono también a veces sobre la pertinencia de ciertas etiquetas de clasificación para las películas; por eso mismo, señalo que los niños, a mi parecer al menos, no son el problema; después de todo, no van solos a películas como Deadpool. Uso esa película principalmente como ejemplo de que, siendo todavía Colombia un país tan mojigato, que ese tipo de películas tengan una clasificación tan "laxa" me dice que probablemente no se molestaron en analizarlas bien en MinCultura. Y cuando eso ocurre, entonces los que aparecen son las Helenas Alegría y todos esos justicieros sociales que supuestamente piensan en los niños, pero que en realidad se asustan cuando a otros les gustan cosas que ellos detestan, y que creen que todo lo animado debe ser infantil y cursi.
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