La importancia de ser cuidadosamente irrespetuoso
Hace
algún tiempo, por la época que escribí acerca del cierre del Parque Tayrona, tuve un pequeño debate con una compañera del
laboratorio, no sólo por el hecho de que los indígenas estaban usando
argumentos de la misma validez que los del pastor Javier Soto cuando habla de
terremotos, sino también por el hecho de que yo defendiera las recientes
decisiones de la Corte Constitucional sobre las parejas LGBTI. En un momento,
yo fui claro sobre mis principios: yo respeto las elecciones de creencias que
pueda hacer la gente, pero eso no es lo mismo que respetar dichas creencias.
Llegamos a la típica conclusión entre amigos: cada uno que viva su vida
(política y religión siempre son temas espinosos entre colegas).
Hay
un problema entre muchas personas, y es que malinterpretan bastante el concepto
y límites de la tolerancia. Para esta clase de personas, la mejor forma de
mantener un ambiente de paz es, al mejor estilo del buena onda promedio, vivir
y dejar vivir. Parece muy noble, excepto que tolerar y respetar todas las ideas
conduce, inevitablemente, a que haya intolerancia entre las personas.
Ya
he hablado antes
de este tema, pero enfocado principalmente en esa ideología bazofia que es el
relativismo cultural. Hoy quiero centrarme mejor en las personas que,
independientemente de su inclinación filosófica, política o religiosa,
prefieren evitar los debates porque dicen que es mejor tolerarse entre todos.
La
actitud es loable, pero sumamente errónea. Con frecuencia, el problema es que
no se delimitan las diferencias entre tolerar
a las personas y tolerar las ideas,
y se cree que si se irrespeta lo segundo, invariablemente estás faltándole el respeto
a lo primero. La cuestión, que ninguno debería cansarse de recordar, es que las ideas y creencias no son susceptibles
de respeto, así que no son inmunes a la crítica. Si una creencia es errónea
o peligrosa, ¿por qué sería una falta de respeto confrontarla y cuestionarla?
Si a usted le afecta tal cosa, es quizás porque en el fondo sabe que se está
equivocando, o simplemente tiene miedo de salir de su zona de confort. Pero de
ninguna forma se le está faltando el respeto a usted.
Claro, habrá algunos que objeten lo siguiente: “Espera,
si todos criticamos las ideas de todos, ¿no estaríamos siendo una sociedad muy
intolerante?”. Y la verdad es que no. No a largo plazo, al menos. Sí, puede
parecer molesto que todo el tiempo las personas sensatas estemos cuestionando ideas
y creencias insensatas; sin embargo, el precio a pagar es poco, considerando
que lo que buscamos es desterrar por completo ideas y creencias que, de
permanecer gracias a la idea de tolerancia con todos, terminan siendo fuentes
incluso mayores de intolerancia. ¿Quieren una idea al respecto? Puedo
mencionarles a los que creen que las personas deben ser tratadas de forma
diferente con respecto a su sexo, color de piel o estrato social; a aquellos
que consideran que quienes tienen inclinaciones sexuales “aberrantes” deben
permanecer como ciudadanos de segunda clase; a quienes creen que dibujar a su
profeta merecen la muerte. Díganme, queridos lectores, a dónde esperan ustedes
que podamos llegar si mantenemos esa ingenua idea de que la solución es tolerar
y respetar las diferentes ideas que existen.
Sí, más o menos esto es lo que estás permitiendo.
Ahora,
no es como que puedas expresarte de cualquier forma sobre las creencias de los
demás. Bueno, sí, pero lo ideal es mantener cierto tacto dependiendo de a quién
intenta dirigirse uno. No es lo mismo debatir con un amigo que con un sacerdote,
y no es lo mismo hablar con cualquier persona en Internet que dirigirse a un político
neonazi. Cada uno requiere una forma más adecuada de presentar el debate; no
endulzarlo, sino adecuarlo a lo que cada uno merece. La burla y la sátira son
importantes al momento de cuestionar creencias dañinas pero, de nuevo, de poco
te sirven si quieres dirigirte a una madre cristiana, por ejemplo, para debatir
con ella el tema de la adopción por parte de parejas del mismo sexo. Bueno, al
menos es la forma en que lo veo; seguro muchos tendrán una visión diferente al
respeto.
Como
es usual, invito a las personas en desacuerdo con todo lo anterior a que se
tomen un momento para reflexionar. Usted puede esperar que se respete su
elección de creencias; nadie debe obligarlo a cambiarlas. Pero la tolerancia
llega hasta usted, no hasta sus creencias, mucho menos si avalan la
discriminación o la violencia.
Hay ciertos casos en donde la única opción es la sátira o directamente no decir nada.
ResponderEliminarNormalmente en mi entorno yo ni abro la boca a menos que me pregunten, entonces digo directa y crudamente lo que pienso y como lo pienso, porque claro, si estas rodeado de creyentes en todo lo que se cruce, no puede uno estar todo el día cuestionandolo todo.
No, pues tampoco he dicho que va a estar uno buscando debate todo el tiempo. Sólo que, sencillamente, uno no va a limitar su postura por supuesta "tolerancia", y si la oportunidad se presenta, pues cuestionar sin tapujos. Eso sí, depende de con quién estás hablando para ajustar el estilo de debate a esa persona. Yo tampoco procuro abrir debates por iniciativa propia, sino que participo cuando me preguntan.
EliminarLa gente tiende a repetir patrones cuando le funcionan, si alguien profesa y difunde ideologías fundamentalistas agresivas y nadie los censura o critica, lo tomarán como una aceptación (el que calla otorga) y continuarán haciéndolo, por ello es necesario confrontarlos, incomodarlos incluso, hacerles ver en la medida de lo posible la falacia en que están cayendo, y que en todo caso la crítica está dirigida hacia la idea o su mal comportamiento, no hacia su dignidad y persona.
ResponderEliminarClaro que sí. La cuestión es que no todos van a creer que te diriges a sus ideas o su comportamiento, y lo cierto es que a más de un escéptico se le olvida eso cuando está debatiendo, que los he visto atacando de inmediato a la persona junto a la idea, y con frecuencia sin provocación.
EliminarPor decirlo de alguna forma, es cuestión de irrespetar con elegancia: comprender bien con quién debates, y de acuerdo a ello saber cómo dirigirte a sus ideas. No es guardarse nada, sino tener claro cuál es la mejor forma de transmitirle las ideas sin que se le ataque.