#AceWeek: Lo que significa ser autista y asexual
Nota: esta entrada nace a partir de un hilo que escribí en 2023, el cual ha sido ampliado y revisado para el presente texto.
Estamos en la Semana de la Visibilidad Asexual -o Semana As- de 2024, una celebración anual para la comunidad asexual, la cual es aprovechada por miles de miembros alrededor del mundo para concienciar a la población acerca de la realidad, luchas y dificultades que representa ser asexual en la actualidad. Este servidor contribuyó hace un par de años al escribir una entrada acerca de la asexualidad, su historia y mitos alrededor de ella, y el año pasado después de la Semana As con una crítica a un texto discriminatorio de Julie Bindel.
Una de las formas concretas en las que se
aprovecha la Semana As para difundir información y experiencias al respecto es
el Día del As Discapacitado, que se conmemora el miércoles de la Semana As.
Este día, inaugurado
en 2021 por Courtney Lane del podcast The Ace Couple, se enfoca en
destacar los problemas e invisibilización de la intersección de ser
discapacitado y ser asexual. Teniendo eso en cuenta, creo que es necesario
hablar un poquito de lo que ha representado para mí ser as y a la vez
discapacitado invisible en el tema de las relaciones.
Los lectores habituales sabrán que soy
autista y TDAH. Sea que sigan el modelo médico, el social o el
biosocial, se trata de discapacidades reconocidas, con efectos en las relaciones
personales e integración social. Tener esa condición tiende a ser un cúmulo de
ironías: por un lado, mucha gente se queda con estereotipos y malas
concepciones de lo que significan, y tienden a menospreciar un poco lo que
tienes que decir al respecto; por otro, al no contar con señales físicas
evidentes como, por ejemplo, una silla de ruedas, hace que otros ignoren que,
en efecto, se trata de discapacidades, por lo que pueden actuar o paternalistas
o desdeñosos hacia el tema.
Por otro lado, la demisexualidad es una forma de asexualidad que significa desarrollar únicamente atracción secundaria -es decir, a través de experiencias y pensamientos compartidos por la otra persona-, por lo que no hay un interés sexual a primera vista o por cuestiones físicas. Un resumen clásico es "hasta que se forme un vínculo emocional", pero eso puede ser un poco confuso.
Para que se entienda un poco mejor lo que
significa, ustedes pueden encontrar guapa a una persona, y algunas veces eso
les puede despertar un interés sexual, aunque se quede sólo en un subidón de
libido, pero otras veces dicen, “ah, está guapa” y siguen su camino. El segundo
escenario sería el “default” para alguien demisexual: el deseo surge con el
tiempo por otras circunstancias, y ni siquiera tienen que ver con algo sexual.
Esas fueron cosas que me llegaron a pasar a mí. No entendía mucho la fascinación que tenían los compañeros del colegio por alguna chica. Sí, podía ver que era bonita, o tenía una parte del cuerpo llamativa, pero eso no despertaba en mí mucho interés. Tenía, eso sí, una atracción estética por alguna que otra muchacha, pero me doy cuenta que nunca hubo atracción sexual o me interesó realmente estar en una relación con ellas. Era más como "me gusta ver a esta persona, me parece llamativa".
Por supuesto, eso significa que podría
costarte formar relaciones afectivas con otras personas, porque tu tiempo para
desarrollar una atracción no es el mismo que el de otras personas. En mi caso,
siendo mayor hubo incluso personas de las que al principio me incomodaba recibir
un beso repentino de saludo -sí, un simple beso en la mejilla-, pero ya después
de un año de pasar mucho tiempo juntos, de repente algo se encendía y sentía una
atracción intensa por ellas. No sabía cuándo o cómo pasaba, y ni siquiera tenía
que ser un momento sexual o íntimo siquiera, sólo que tenía ganas de pasar más
tiempo con ella, de ser algo más físico, más íntimo. Es como si tu cerebro
necesitara un largo tiempo para cargar energía, y de repente saltara en una
gran lluvia de chispas en el momento de hacer conexión.
Por supuesto, ser demisexual no fue el único inconveniente mientras crecía. Imaginen ahora que su neurología es diferente; que el hecho de acercarse a otras personas en primer lugar para establecer una relación cualquiera, como una amistad o un vínculo laboral, es difícil de por sí, que te cuesta comunicarte como lo esperan ellos, que te es más difícil que a la persona promedio identificar y reconocer tus propias emociones y sentimientos. Y todo esto sin poder entender siquiera cómo funcionaba mi propia mente, pues no tuve mi diagnóstico sino hasta hace unos pocos años. ¿Pueden concebir cuán difícil llega a hacerse aún más el construir una relación afectiva con otra persona?
Literalmente, me ha tomado años comprender
las cosas. En una ocasión en el colegio, recibí una nota con un corto poema en
el que básicamente decían que me preferían a mí, pero yo era tan tímido en ese
entonces que no le presté mucha atención. No fue sino hasta años después que
entendí que esa persona quería algo conmigo, y me sentí un idiota por no
notarlo. Imagino lo cómico que puede leerse, pero es muy en serio.
En otras ocasiones, ya mayor, he estado en otras situaciones con personas muy cercanas, donde tuvieron que pasar años antes de lograr percibir esa sensación que te dice “oye, creo que me gustas y quiero algo serio contigo”. Y claro, o no actuaba por mi carácter, o ya no podía hacerlo porque era tarde. Y es frustrante, tanto para mí porque no estoy seguro de si realmente me siento atraído por la otra persona, o de la forma en que ella quiere, como para ella, porque no encuentra la forma de hacer que yo note las circunstancias y dé el siguiente paso. Una vez -y esto fue hace apenas unos años-, incluso salí regañado de un sexting, porque no caí en cuenta de que, bueno, estaban esperando que yo fuese más explícito.
Casi literalmente fue
esta situación.
Y no es como que reconocerme como demisexual
tampoco sea fácil. Me aclaró muchas cosas, pero había otras más que desconocía
sobre ser demi, y además está ese estereotipo de que los autistas son
asexuales, que siento que es un lastre al que nadie desea contribuir, de hacer
ver a los asexuales como “enfermos mentales” o a los autistas como “frígidos”.
Eso también me hizo reticente por mucho tiempo a aceptar mi propia sexualidad,
porque sentía que me estaba empujando a mí mismo dentro de un molde al que no
quieres contribuir.
No he tenido mucha experiencia romántica,
sólo una que podría llamarse una relación larga. Y tal como imaginarán, no fue
algo inmediato, a pesar de que mis amigos me hacían ver que ella tenía ganas de
estar conmigo. Me gustaba salir con ella y con mis amigos, pero no sentía una
atracción. Fue con los meses que de repente noté que quería pasar más tiempo
con ella, y cuando tuvo que irse de la universidad me sentí bastante mal.
Entonces seguimos hablando por Internet, y poco a poco nuestras conversaciones
eran más largas y detalladas. Me encantaba que ella tuviese temas con los que
podía poner a divagar mi mente, y me sentía cada vez más atraído por ella,
hasta que nuestras palabras se hicieron más íntimas, y proyectamos un tiempo y
una visita en la que pudiésemos estar juntos como algo más que amigos. Nuestra
relación se hizo bastante íntima, y aunque las circunstancias nos obligaban a
estar separados por mucho tiempo, nos tentábamos mutuamente con las cosas que
nos decíamos en privado, y cuando nos veíamos en persona, me sorprendí a mí
mismo de lo físico que había querido ser con ella por tanto tiempo.
Por desgracia, mis problemas para comprender señales se hicieron más evidentes. Aunque ella empezó a darme pistas (nada directo, debo admitir) de que quería que nuestra relación fuera mucho más seria, creo que no lo noté al principio porque me había convencido, por sus propias palabras al inicio de todo, de que no seríamos una pareja oficial, y en mi cabeza aún no estaba haciendo ese cambio de chip, por decirlo de alguna forma. O tal vez fue porque yo tenía miedo de dar un siguiente paso. Como sea, esa diferencia en comunicación pronto hizo brecha, y terminamos separándonos, aunque en términos más o menos amigables.
Ha pasado mucho tiempo desde que tuve sexo, y
mucho más tiempo desde aquella relación. Siento que no he tenido muchas
energías o interés para intentar una nueva relación. Y no es un problema de
libido lo que tengo; de hecho, cuando mi libido sube, lo hace hasta las nubes.
No es el sexo en sí lo que me interesa o me llama, sino desear tener esa
experiencia compartida con la otra persona. Es como la culminación de todos esos
momentos que se pasan juntos. Pero mi timidez y mi dificultad de identificar
mis propias emociones y las señales que recibo me han jugado malas pasadas de
nuevo desde entonces. Me han dificultado mucho reconocer más de un momento en
que se esperaba ese paso de mí, a pesar de que yo mismo ardía en deseos de
tocar a esa persona, de tomar su rostro y acercarlo al mío, y quitarnos todo de
encima. Y ha sido doloroso más de una vez.
Pero tampoco se trata de una necesidad
apremiante. Después de todo, no mueres por falta de sexo. Y se trata de una
experiencia que no tiene que hacer necesariamente parte de tu vida. Es bastante
íntima, y eso obviamente la separa de otras experiencias en tu vida. Pero
puedes vivir bien sin el sexo.
Por lo mismo, y a título personal, reprocho
también la idea no sólo de que el sexo sea un derecho, sino la actitud de
algunos discapacitados que prácticamente exigen dejar de ser vírgenes y
endiosas cuestiones como la prostitución por permitirles el acceso al sexo,
como si la vida o la sociedad nos debieran eso. Sí: no todas las personas son
abiertas a tener relaciones con un discapacitado, y es un problema de educación
y discriminación. Pero tampoco se trata de pretender que el sexo sea un recurso
indispensable para ser una persona completa dentro de la sociedad. Eso es otro de
los
estorbosos mitos que hemos forjado en torno a la virginidad: no eres menos por
ser virgen, y no mereces un trato de acceso preferencial al sexo ni siquiera
por ser discapacitado.
Si debo ser franco, a menudo yo también tengo
esa sensación de que no soy suficiente, que por más que lo intento, jamás podré
actuar como ella lo espera, porque me confunde y dificulta entender a mi propio
corazón. Es frustrante a veces ser discapacitado, y aún más dudar tanto de ti
mismo por causa de ello. Puedo entender, hasta cierto punto, la obsesión que a
veces llegan a tener algunos con la sexualidad y las parejas.
Pero también he aprendido a no temerle a la
soledad, a reconocer que no es necesario caminar con otra persona a tu lado
para ser un individuo completo. La vida sigue, y no tengo idea de qué tan larga
será la mía. Por más que se oscurezca, sale el sol. La paz mental y la tranquilidad
pueden llegar a ti. Y no hace falta tener otra persona a tu lado para lograr la
tranquilidad que mereces como ser humano.
Sólo que, vaya si lo deseo a veces.
Feliz Semana As para
todos.
P.D.: para otra visión acerca de ser demisexual y autista, pueden revisar este texto de Yo Samdy Sam en NeuroClastic.
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