Nuestra fijación mítica con la virginidad

 


-Tío, ¿qué es “virginidad”?

-Es como un billete de cien. Si lo guardas, no sirve para nada. Si lo usas, lo perdiste para siempre.

-Aaahhh…

-Hay que gastarlo bien, y a su debido momento.

Fragmento del sketch “Tío borracho cuenta la Navidad”, de Enchufetv.

 

Introducción

Cuando estaba en bachillerato, el furor en los colegios eran los gurúes de la mal llamada autoayuda. Mientras en ética eran cosas como Ética para Amador, La culpa es de la vaca y Jorge Duque Linares con su programa de Actitud positiva, en castellano nos tocaba, para salir un poco del típico molde de las obras de García Márquez (sobre mi relación con el autor, un resumen aquí), las fantásticas novelas de… Carlos Cuauhtémoc Sánchez (suspiro). En retrospectiva no eran más que unas tablillas de catecismo mal disfrazado, así que no me sorprende que, en pleno auge del primer mandato de Uribe, donde el país estaba girando fuertemente al conservadurismo social, esos mamotretos fuesen la norma de lectura incluso en colegios públicos.

Pero si hay algo que puedo al menos rescatar un poco del pasquín católico que fue Juventud en éxtasis es una escena donde, tintes telenovelescos aparte, la madre del protagonista, Efrén Alvear, regala una pequeña frase que a mi juicio bien podría valer más que toda la obra general de C.C. Sánchez: “La virginidad es un mito que no vale nada, pero la honestidad en la pareja sí vale”. No es precisamente una pieza digna del Manual de Epícteto, y además está dentro de un párrafo dramático de cojones, pero tiene cierto criterio de valor. Y si se preguntan por qué empecé la entrada con una escena de un video cómico sobre el origen de la Navidad, y menciono una oración de un pésimo libro ultraconservador, es justo porque ambas giran en un tema que considero, recibe demasiado valor al punto de ser fuente de angustia y humillación para hombres y mujeres: la virginidad.

¿Estrategia conductual o imposición cultural?

Como estoy seguro que ninguno de mis lectores es ingenuo, sé que no hace falta explicar de qué se trata la virginidad. Lo cierto es que consiste más en una condición social que algo físico: sé que hay mucha asociación con el estado del himen femenino, y a veces incluso con la flexibilidad del prepucio, pero eso está asociado más a un valor cultural, por razones que iremos viendo. Además, como sabrán muchos, existen mujeres con hímenes que pueden resistir varias penetraciones sin romperse; que en otras se fisura por diferentes actividades físicas; y que hay otras actividades sexuales que no involucran la penetración, y que en determinados esquemas sociales también contarían como “pérdida de la virginidad” sin “participación” del himen, así que enfocarse en esa membranita no tiene mucho sentido.

Si bien en ambos sexos se encuentra presente la condición social de virgen, suele tener una carga más restrictiva sobre la mujer, pues fue con ellas que surgió y se usó originalmente el término, y aún tiene en muchas culturas un valor –o más bien, una valoración- importante. Una virgen era una mujer joven sin experiencia sexual de ninguna clase, algo asociado con la pureza y la castidad. A nivel cultural, dado que en varias sociedades los matrimonios son más bien acuerdos transaccionales, una prometida virginal es una señal de rectitud intachable, de una familia con educación firme y estricta, una garantía de fidelidad… en síntesis, una “pareja ideal”. Por ello, tradicionalmente es común que se esperara/espera que la mujer se mantenga virgen hasta el matrimonio.

Visto de ese modo, parece que la virginidad (al menos, la femenina) no es más que un concepto impuesto culturalmente. No obstante, siendo criaturas sociales, y con rasgos conductuales que podemos observar en otras especies emparentadas con nosotros, surge la duda. ¿Podría haber alguna base conductual evolutiva que en cierto modo propicie el celo hacia la protección de la virginidad? ¿Tendría eso alguna clase de ventaja biológica para nuestra especie, o es todo una mera construcción sociocultural?

Siendo franco, la verdad es que no parece que haya mucho sentido a nivel biológico en la protección de la virginidad, al menos directamente. Al nivel más básico de selección, reconocer señales de fertilidad, lo cierto es que la virginidad no nos dice nada sobre la capacidad reproductiva de una potencial pareja. Por otro lado, si analizamos relaciones afectivas en el marco de la búsqueda de pareja en una especie nominalmente monógama (sabemos que no son ajenas que las relaciones extramaritales en ambos sexos como estrategia reproductiva), lo que el macho busca de su potencial compañera y viceversa es más bien la fidelidad, no la virginidad; mantener lo primero permite reducir la incertidumbre de paternidad, o sea, asegura que el macho no invierta tiempo y recursos en cuidar a un vástago que podría no ser suyo, y ahí tiene entonces sentido que estructuras sociales como el matrimonio se formaran, así como las reglas morales que lo protegen.

Ahora, especulando por esa línea podríamos asociar la ausencia de relaciones extramaritales con una especie de garantía de fidelidad: es decir, si una mujer no ha tenido relaciones sexuales premaritales, eso sugeriría que puede limitar sus afectos a su compañero tras el emparejamiento, y así el macho no se arriesgaría a cuidar hijos que podrían no ser suyos. No obstante, hay que considerar, con los conocimientos que tenemos hoy en día sobre psicología y conducta humana, que eso es más bien una señal falsa. Recordemos además que los rasgos fenotípicos, sean físicos o conductuales, no son sólo cuestión de genes, sino también de la influencia durante el desarrollo y el ambiente en que crecemos: existen muchos factores influyendo en la fidelidad de una pareja, y van más allá de la presencia o ausencia de sexo premarital, así que, si bien no es imposible que la defensa de la virginidad sea un subproducto de la búsqueda de rasgos conductuales de fidelidad, no es biológicamente una garantía.

Entonces, ¿cómo es que, por tantos siglos y tantas civilizaciones, la virginidad parece ser una conducta casi universalmente constante? Es decir, en una revisión de 2007 sobre la evolución del apareamiento humano, David Buss cita un estudio previo intercultural en 37 culturas alrededor del mundo, y encontró que la virginidad es la variable más extendida culturalmente entre las “cualidades” deseadas en una pareja de matrimonio, con una diferencia del 62% entre sexos: es decir, que los varones ponen más énfasis en este rasgo que las mujeres, lo que se condice con lo que mencionaba en el párrafo anterior. Dicha diferencia entre hombres y mujeres se debe a que tenemos en promedio diferentes estrategias de selección, al vernos sometidos ambos sexos a distintas presiones adaptativas por nuestras condiciones disímiles, por lo cual no sorprende que muchas culturas llegaran a las mismas “respuestas” a nivel de lineamientos morales sobre el comportamiento social de pareja.

No obstante, Buss deja claro que las diferentes estrategias reproductivas humanas, aunque haya algunas muy extendidas, no son universales, sino que dependen de diferentes circunstancias como ratio entre sexos o factores socioeconómicos, y que tampoco existe una correspondencia universal entre las preferencias deseadas y la conducta reproductiva. En palabras más simples, puede que te gusten las mujeres caderonas o los hombres altos, bronceados y guapos, pero es bastante probable que al final formalices una relación con alguien que no tiene esos rasgos. Después de todo, las bases de una relación van más allá de los detalles físicos o conductas, y el estatus virginal no es una excepción.

Pero estábamos con esta última. Si aceptara la hipótesis de que la virginidad es un subproducto conductual, una consecuencia sería que al desarrollar reglas morales de conducta que garanticen la fidelidad de la pareja, se creó un especial énfasis en reducir la probabilidad de relaciones que abran oportunidades para otros individuos, y de ahí nos encaminamos a suprimir posibilidades de que existan relaciones sexuales antes de formalizar un emparejamiento. ¿Por qué hay un mayor énfasis en el sexo femenino? Eso quizás vaya en línea con la selección sexual y la inversión paterna: es decir, el sexo que se involucra más en la crianza de los hijos y que sólo puede recibir gametos de una pareja (la mujer, en ambos casos) sería el más restringido socialmente dado su “limitada disponibilidad”.

Ilustración de Rebecca Hendin.

Ojo: esto no significa que la exaltación de la virginidad en la mujer a nivel social sea justificada, mucho menos a los niveles abusivos que ocurren en sociedades androcéntricas o ya de plano patriarcales: al contrario, sólo planteo que, con la información que tenemos, el carácter cultural de la virginidad parece una especie de subproducto conductual que ha sobrevivido al ser reforzado por lineamientos morales de la sociedad. Y si bien hay un mayor énfasis en la virginidad femenina, esto no significa tampoco que se carezca de sesgos y presiones a nivel social en el sexo masculino con respecto a su actividad sexual.

Entre cadenas rosa y humillación azul

Es curioso observar la actitud diferenciada sexualmente hacia la virginidad, pues mientras que a las mujeres se les conmina a preservarla hasta el matrimonio, a los hombres a menudo se les presiona a perderla lo más pronto posible. Y si bien es innegable que esa es una condición sexista y además injusta con la mujer, no significa que en el sexo masculino estemos exentos de “cumplir expectativas” sobre su actividad sexual, mientras que irónicamente otros esperan que la mujer “sepa” del tema, pero no “demasiado”.

Seamos concretos con cada caso. Entre hombres es común dar valoración e incluso estatus social a sus congéneres dependiendo del número o frecuencia de sus conquistas románticas y/o sexuales, algo que, a pesar de las restricciones morales de la religión, suele ser más tolerado en nuestro caso; incluso, no es inusual que en ciertos países haya estereotipos regionalistas relacionados con la sexualidad o la infidelidad –pregunten cómo ven al costeño en Colombia o al ecuatoriano de Guayaquil, por ejemplo-. Eso significa, por supuesto, que no sólo aquellos hombres que no tienen mucho éxito con las mujeres sufren de humillación o incluso poco respeto de sí mismos por ser “poco hombres” (muchas películas juveniles retratan este tema de forma jocosa), sino que también se les presiona a menudo para que pierdan la virginidad a temprana edad, razón esta última por la que algunos padres o amigos llevaban (y por experiencias que he escuchado, aún llevan) a los vírgenes con prostitutas para que “se estrenen”. Y en parte, eso explicaría también la preocupante levedad que muchos varones tienen ante casos de abuso sexual donde los hombres son víctimas y las mujeres perpetradoras, incluso cuando se trata de menores de edad.

A nivel evolutivo, no es difícil rastrear un potencial origen de esta conducta: los machos en miles de especies animales compiten entre sí para aparearse con el mayor número de hembras posibles, y entre primates no es la excepción (eso no excluye, por supuesto, que algunas mujeres obtengan también éxito reproductivo de relaciones extramaritales). Dado que las sociedades por lo general tienen enfoques diferenciales entre el trato al varón y la mujer, y eso incluye diferentes ventajas sociales, no sería descabellado que la indulgencia en relaciones premaritales y la tolerancia de la poligamia en varias culturas sea una forma de reducir conflictos intrasexuales, aunque eso no hace nada para relajar la presión sobre la sexualidad como parte del estatus social. Por supuesto el entorno cultural tiene un peso enorme, y por desgracia esa tendencia conductual a menudo terminó convirtiéndose en una especie de regla no escrita sobre el comportamiento del varón, así que el hecho de no tener éxito en el sexo, o simplemente no estar interesado de momento en ello, es usado a menudo como instrumento de humillación entre y contra nosotros.

De ahí, pues, que “virgo” sea en tiempos recientes una forma común de faltarle el respeto a un varón en redes sociales, aun si la interacción no tiene nada que ver con la sexualidad o alguna conquista. Por ejemplo, hace un tiempo vi la foto de una chica con una blusa que decía algo como “Las cripto(moneda)s son para vírgenes” –porque sí: hay mujeres que también contribuyen a perpetuar ese estigma-. ¿Tiene algo que ver el uso de criptomonedas con el desempeño sexual de una persona? Claro que no, pero la asociación funciona porque la intimidad sexual es un tema que puede acomplejar a muchas personas (digo, por algo en PETA son expertos con publicidad nefasta de ese estilo), y el hecho de que una mujer voluptuosa use el mensaje sugiere que va dirigido principalmente a los varones, quienes damos más peso a un tema que, en realidad, no dice nada sobre nuestro valor o estatus social.

¿Qué hay de las mujeres? Diría que ya he explicado suficiente en párrafos anteriores sobre la imagen cultural generalizada de la virginidad en su caso: la mujer debe preservarla hasta el matrimonio. Por supuesto, esto ya no es universal, y las sociedades occidentales en tiempos recientes han ido relajando esa visión monolítica sobre el valor de la virginidad femenina, si bien el enfoque parece ir yendo hacia esperar que la mujer tenga, de todos modos, el menor número de encuentros sexuales posibles antes de una relación seria, lo que es poco más que reencauchar el mismo reglamento con diferente tono. De hecho, y esto es más a partir de experiencias conversando con otras personas, la relación de algunos hombres con el tema es un tanto curiosa: no quieren “lidiar” con vírgenes, pero también esperan que de alguna forma su futura pareja “sepa” lo suficiente de sexualidad, lo que parece un poco círculo vicioso. Entonces, si bien de puertas para afuera se le pide mucho a la mujer que conserve su virginidad, en la intimidad no son pocos los hombres que ejercen presión para que la pierdan tan pronto como sean pareja.

Y no es que las mujeres sean menos sentenciosas a nivel intrasexual que los hombres, sólo que por lo que he visto tiende a ser más de modo inverso. Es decir, que mientras los varones tienden a valorar el éxito reproductivo, las mujeres destacan una sexualidad más reposada: incluso entre quienes apoyan el empoderamiento podemos encontrar algunas que ven con ojos de recelo a aquellas mujeres de sexualidad activa, en especial si ha tenido distintas parejas. Como con los hombres, en principio no es una reacción inusual, desde un punto de vista instintivo: una mujer con amplio acceso a diferentes parejas sexuales es una potencial competidora a la hora de encontrar un compañero sexual. Y como con los hombres, es claro que también se mantiene una fuerte influencia de las reglas morales sobre la castidad y la virginidad, a pesar de que hemos ido distanciándonos de las instituciones que las refuerzan.

Se necesita tiempo para romper esos esquemas mentales a nivel más amplio dentro de la sociedad, así que, si sienten ganas de señalar negativamente a una mujer por su “promiscuidad” o a un hombre por “virgo”, pregúntense antes si lo hacen por convicción, o porque aún mantienen la influencia de reglas morales de creencias que ya no comparten.

Sin presiones sobre tu sexualidad

La principal razón por la que escribo esta entrada es porque he notado que en mis redes me siguen últimamente muchos jóvenes, y el tema de la (falta de) sexualidad es una forma recurrente de insulto y humillación. Esto me parece lamentable, porque no sólo contribuye a perpetuar el estigma social en torno a la virginidad y la actividad sexual, sino que también tiende a radicalizar a ciertos sectores que se sienten despojados de un lugar en la sociedad por su fracaso reproductivo, y termina agriando (aún más) los espacios en redes sociales.

La verdad es que, por mucho que seamos más racionales y reflexivos, seguimos siendo al final del día animales guiados, en buena medida, por nuestros instintos reproductivos. Pero debido a lo mismo, podemos no sólo manejar esos instintos sino también evaluarlos desde una perspectiva inteligente, más allá de restricciones religiosas o estigmas sociales, y es a eso que los animo. No soy particularmente un experto de la psicología humana y las relaciones, pero si tuviera algunas pocas recomendaciones para que no se obsesionen tanto con la importancia del sexo y la virginidad, serían las siguientes:

1) No eres un “fracaso” por no tener pareja; tu valor como individuo no depende de ello. Situarnos en jerarquías sociales de acuerdo a si tenemos o no pareja es un rasgo competitivo muy humano, pero es parte de lo que podemos dejar atrás si lo vemos desde una perspectiva racional. Es decir, ¿realmente necesitas demostrar tu poder de seducción a otras personas? ¿Buscas pareja por ti mismo, o por lo que los demás pensarán de ti?

2) Nunca es “demasiado tarde” para tener sexo así que, si no te sientes seguro o no te interesa, no te apresures. Más allá de razones morales o religiosas, si eres virgen por elección propia, porque tú y tu pareja prefieren esperar al matrimonio o a que pase más tiempo, o sencillamente porque no quieres buscar pareja todavía, pues bien por ti. Hay gente que empieza muy temprano en esto del sexo, o que se van de este mundo sin tener esa experiencia: cada individuo es una experiencia particular, y nadie te está pisando el acelerador. Date tu tiempo, piénsalo bien, que tarde o temprano, y si en verdad te interesa, las circunstancias se darán.

3) La primera vez está demasiado idealizada, así que no la pongas como pilar de tus relaciones. Hace años el youtuber Dross hizo un vídeo donde señalaba, en defensa de la masturbación (ya vamos para allá), que al sexo se le sobrevalora un poco. No lo llamaría así, es importante en muchas relaciones, pero sí que se le idealiza a menudo, sobre todo el perder la virginidad, que se ve mucho como un tema mítico y mágico cuando, incluso asumiendo que sea consensuado entre los dos, en realidad no lo suele ser tanto. A menudo la primera vez es torpe, incómoda, quizás incluso graciosa, sobre todo si los dos no tienen experiencia en el tema.

Mentalízate en que es muy probable que tu primera vez no sea esa escena tan poética que sueles ver en las películas, sino un momento íntimo culminante entre ti y tu pareja: importante, especial, pero no extraordinario. Eso también ayudará a que no seas un manojo de nervios, y a experimentarlo con más naturalidad. Como nota relacionada, puedes verla como la antesala para encuentros sexuales que serán más placenteros e incluso más especiales entre los dos.

4) No proyectes tus inseguridades sobre el tema ni lo uses como arma de ataque contra los demás; su sexualidad no es problema tuyo. No quiero sonar pretencioso o cruel al hablar de “inseguridades”, pero tampoco voy a irme por las ramas: si tú no has logrado tener sexo, esa no es razón para atacar a quienes lo tienen con frecuencia, aun si es con diferentes parejas. Si eliges mantenerte célibe hasta el matrimonio, no tienes por qué denigrar a quienes tienen sexo premarital. Si tienes una pareja fija, no es tu problema que otros practiquen el sexo de forma más casual. Si eliges tener sexo casual, no menosprecies a quienes no tienen éxito en conseguir pareja o simplemente no les interesa de momento. En otras palabras: lo que ocurra en tu vida afectiva y sexual es tu problema, y lo que hagan otros con sus relaciones de pareja y su sexualidad es su problema. ¿Es bastante claro?

5) Si ya eres sexualmente activo, no tienes que restringir tu actividad a las expectativas de otros. Si ya empezaste en el tema del sexo, recuerda que no tienes que satisfacer ni a quienes les piden a los jóvenes que “aplacen el gustico” ni a quienes esperan que de inmediato lo formalicen, dependiendo de lo que hagas. Si eres responsable no sólo contigo, sino también con tu pareja, aunque sea ocasional –y no hablo sólo de protección, sino también de tener las cosas claras entre los dos-, entonces lo que puedan comentar los demás debería saberte a poco.

6) La masturbación no es vergonzosa ni humillante, así que no te recrimines si recurres a ella. Autocomplacerse en ausencia de una pareja no es derrotista: es natural querer descargar esos subidones hormonales, y además ayuda a que no estés buscando a otras personas por el simple hecho de querer sexo y no dejárselo claro, así que siéntete libre de explorar tu cuerpo. Cuidado con la hipersexualidad, eso sí, porque a veces se vuelve hábito, en especial si andas tenso.

7) Y lo más importante de todo: la última palabra sobre tu sexualidad la tienes tú. Sea para que “entregues” tu virginidad, o permanezcas célibe hasta que sea apropiado, nadie tiene por qué forzarte a nivel íntimo a hacer algo en contra de tu voluntad. ¡Haz valer tu postura! Tu consentimiento, sea para tener sexo o para rechazarlo, es fundamental.

Conclusiones

Si he logrado explicarme en estas páginas, ya entenderán por qué encuentro curioso cómo en medio de sus tantos fragmentos babosos, C.C. Sánchez pudo decir algo cierto en su libro: la virginidad, en efecto, no vale nada, más allá de lo que signifique para cada persona por individual. Es una condición que exaltamos y mantenemos por un valor social que en realidad es superficial. Lo que realmente vale es que seas honesto contigo y con tu pareja.

Vivimos en una sociedad un tanto obsesionada con el sexo, y convertir un asunto sin valor en una fuente de humillación es una porción desagradable de esa fijación, una que necesitamos soltar. Que nunca les hagan sentir menos por no haber tenido sexo, no conseguir pareja o vivir su sexualidad a su modo ya que, nuevamente, eso va más allá de lo que cada uno de nosotros vale en verdad como individuo. Y por favor, damas, caballeros: ya dejemos eso de usar "virgo" o "puta" para insultar. Dejemos de contribuir a mantener la sexualidad como un tabú vergonzoso.


Adenda: Hace un mes, el pasado 21 de enero, este blog cumplió 10 años. No imaginé que llegaría a este punto hablando de historias de películas, complejidades humanas, y una que otra crítica social. Esperaba tener esta entrada lista para entonces, pero diferentes circunstancias terminaron empujándola sin pretenderlo hasta ahora, algo que no me complace, pero debo aceptarlo.

Agradezco mucho a las personas que me han leído a través de estos años, a los seguidores que se han mantenido cerca, a los lectores que han dejado opiniones para felicitar e intentar mejorar en el tiempo. Me habría gustado tener una entrada un poco más especial, pero hay cosas que escapan de nuestro control.

Comentarios

  1. Felicidades por los 10 años, y por el post (disculpa que lo lea tan tarde, pero se veía largo y quería tomarme el tiempo que merece para leerlo por completo).

    ¡Un abrazo!

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