Cabezas, drag queens y jinetes: el pánico satánico en torno a los Olímpicos de París

 

Una vez más le pido a los cristianos que maduren de una maldita vez y dejen de pretender que todo lo que no entienden o no les gusta es satánico.

-Un comentario en Twitter/X.

 

El pasado viernes 26 de julio se inauguraron los Juegos Olímpicos 2024, realizados en París, Francia. El evento deportivo internacional más importante de la historia no ha estado exento de polémicas en esta reciente entrega. El veto a la participación de Rusia mientras se permite a Israel en los juegos; la presencia en la delegación de Países Bajos de un atleta condenado en 2016 por violar a una niña de doce años; la prohibición del hijab en el equipo deportivo francés; la revelación de que la ciudad removió a inmigrantes y personas sin hogar de sus calles antes de iniciar el evento; críticas en torno a las ineficientes medidas de sostenibilidad tomadas por el Comité Olímpico. Ni siquiera se había puesto la llama olímpica en el pebetero, y ya había bastantes críticas para mantenerse ocupado.

No obstante, desde el viernes las palabras han estado girando en torno al espectáculo de inauguración de los Olímpicos. Los franceses quisieron mostrar grandes aspectos de la cultura e historia de su país, y París se convirtió en una exhibición con embarcaciones cruzando el Sena, exhibiciones pictóricas y hasta una banda de metal. Pero para miles de personas por fuera del mundo, con más escrúpulos religiosos que asombro, lo que supuestamente presenciaron fue una muestra de satanismo, degeneración y, en un todo, de la “decadencia” de Occidente.

El evento fue tanto vistoso como provocativo. Tuvimos a un hombre encapuchado portando la antorcha, quizás una referencia a Los miserables -¿o a Assassin’s Creed?-, una puesta en escena del famoso cuadro La libertad guiando al pueblo -alusión a la Revolución de 1830, no a la Revolución Francesa de 1789 como algunos creen-, y un jinete plateado que llevó también la llama hacia su destino final, además de canciones interpretadas por Lady Gaga y Celine Dion. Por otro lado, una María Antonieta decapitada daba paso a la banda francesa de death metal progresivo Gojira, la primera en participar en los Olímpicos, junto a la cantante mezzosoprano Marina Viotti; y una exhibición de drag queens en un escenario que, para muchos, fue una referencia a la Última Cena.

Por supuesto, las reacciones sobre el contenido supuestamente diabólico de la inauguración no se hicieron esperar. Tuvimos comentarios como estos:


La navaja alquilada de Dios”. Pintoresco.



¿No dejamos atrás hace tiempo la idea del derecho divino de los reyes?

O estos:

Nótese la bandera anarcocapitalista de la cuenta.


Participación del "padre ejemplar". ¿Necesito decir algo?

Si soy franco, muchos de los comentarios me producen más risa que indignación, tanto por lo estrambóticos como por lo ignorantes. A pesar de esto, entiendo que la religión es uno de los principales referentes culturales que puede tener una persona, por lo que, a falta de información, muchas veces intentará llenar con ella para comprender lo que está viendo -en especial si es fundamentalista-. Intentaré ser lo menos sardónico en los párrafos siguientes analizando por qué y cómo se equivocan, pero les recuerdo a los lectores -por si alguno lo ha olvidado- que soy una persona irreligiosa, así que no esperen concesiones especiales tampoco.

Vamos de lo más sencillo a lo más denso, así que empecemos con el supuesto “jinete del Apocalipsis”, ese que desde su caballo pálido -en realidad plateado- está mostrando el compromiso de Francia con la Agenda 2030. Según el director artístico de la ceremonia, Thomas Jolly, se trata no sólo de una escena para difundir el espíritu olímpico, sino que es además una representación de Sequana, la diosa del río Sena de la religión galo-romana, llevando la bandera de los Olímpicos de París de 1924, la cual fue robada por un atleta y estuvo desaparecida por más de 70 años. Hay que admitir que es información bastante oscura si no eres francés o estudioso de la historia de las religiones, así que entiendo que, a falta de una referencia, un fundamentalista cristiano lo asocie a lo más próximo en iconografía que se le ocurra. Pero no deja de ser una asociación absurda y dramática que ya parte desde un prejuicio, el del deterioro de Occidente.

Mucho más evidente, aunque no dejó de tener detractores, fue la referencia en el espectáculo de Gojira. Se trató de una versión de Ça ira (Estará bien), una canción popular de la Revolución Francesa; en concreto, de la versión más agresiva entonada por los sans-culottes, partisanos de las clases más humildes, que prácticamente habla de cómo todo estará mejor cuando cuelguen a la aristocracia. De hecho, el edificio desde cuyas ventanas se presentó la banda con su grupo de damas sin cabeza fue la Conciergerie, la prisión donde María Antonieta pasó sus últimos días. La presencia de la reina en el espectáculo no es casual, pues por muchas decisiones y circunstancias históricas -de las cuales ella no tuvo el control de algunas-, ella acabó siendo vista como el símbolo de la decadencia y derroche del régimen absolutista francés, incluso más que su esposo, el inepto Luis XVI.

No obstante, muchos no apreciaron la puesta en escena, y ya sea por ignorancia sobre historia -cosa que no deja de ser desconcertante- o por un rechazo a cualquier espectáculo en apariencia sangriento, acusaron a la presentación de ser un ritual satánico. La asociación del metal con el satanismo y la adoración al Diablo es prácticamente un cliché a estas alturas, y una respuesta esperable pero débil; lo que me llama la atención es que se sientan sorprendidos por la presencia de la María Antonieta decapitada. La presentación fue sin duda osada, pero la Revolución es el evento seminal que definió a la nación contemporánea, por lo que, a diferencia de países como Estados Unidos que de dientes para afuera rechazan toda violencia política, los franceses siempre han estado orgullosos de su papel en la historia, sin ignorar incluso sus aspectos menos glamorosos. Ni siquiera puedo ubicar qué clase de referencia bíblica tenían los críticos para llamar “satánico” al espectáculo de Gojira, más allá de otra sarta de prejuicios absurdos ante cualquier cosa que los incomoda o desconcierta.

Vamos con el espectáculo más polémico: las drag queens. Para muchos esta fue la mayor afrenta, una burla a los sentimientos religiosos más profundos de millones de personas, al tomar uno de los momentos más emblemáticos de la cultura cristiana como lo es La última cena pintada por Leonardo da Vinci, y llenarlo de figuras travestidas, bailes absurdos y “sexualización”. Pero, ¿realmente era la Última Cena?

Pues no. De acuerdo con Jolly, se trató en realidad de una representación del festín de los dioses, un tema artístico donde se presenta a un grupo de deidades grecorromanas alrededor de una mesa. En concreto, la escena de la inauguración rinde tributo al cuadro El festín de los dioses, de Jan van Bijlert, de 1635, donde se representa a los dioses en la boda de Tetis y Peleo. Es por ello que hay más de trece personas en el banquete de la puesta en escena -lo que debió ser una primera pista-, que la figura central tiene un halo, pues se trata de Apolo, y por lo que tuvimos en primer plano a un gordito azul con uvas y una corona de flores, representando a Dionisio. Fue, pues, una rendición al origen antiguo y “pagano” de los Juegos Olímpicos, no una exhibición anticristiana, aunque una basada en una temática de artes que no muchos conocen y por lo cual, de nuevo, una persona cristiana simplemente asoció lo que podía reconocer con un símbolo propio ya conocido, como el cuadro de da Vinci -y sin duda es probable que el propio van Bijlert fuese influido por dicha obra al pintar El festín-.

Supongamos, por el bien del debate, que en efecto la puesta en escena se hubiese tratado de la Última Cena, y que se tratase de una sátira. ¿Y? En primer lugar, el cuadro de da Vinci no es sólo una obra religiosa, sino un símbolo dentro de la cultura popular. Como tal ha recibido tributos, ha sido referenciado e incluso parodiado múltiples veces a lo largo de la historia, algunas veces también con polémicas, incluso cuando se trataban de representaciones tenues cuyo mayor pecado al parecer fue no ubicar a Jesús. La exhibición en la ceremonia de inauguración no sería más que otra de esas tantas referencias a un trabajo ya bastante secularizado y desacralizado en la actualidad.

“Pero la Última Cena sigue siendo un momento importante para millones de personas cristianas”. Sí, y hay millones de personas para las cuales no significa nada. Eso me lleva a otro punto. Francia es un estado laico, y como tal no debe otorgar primacía a sentimientos religiosos de ningún tipo, ni siquiera de la religión más común en su territorio, y como tal no tiene delito de blasfemia. En ese sentido, los organizadores de la exhibición estarían en todo su derecho y libertad de hacer una versión particularmente transgresora de la Última Cena. ¿Innecesario? Quizás. ¿Podrían haberlo hecho? Desde luego. ¿Tendrían que ser cuestionados por ello? No realmente. La burla y la sátira son también aspectos protegidos por la libertad de expresión.

Por otro lado, ¿qué era exactamente lo deplorable de la presentación? ¿Las drag queens? ¿Por qué? ¿Por hacer de bailes parte de la puesta en escena? ¿Por llevar barbas y ropas que no habrían llevado los apóstoles? Para eso es una puesta en escena: no tiene que ser una exhibición fiel al evento que están representando, pues tampoco creo que los dioses vistiesen, y Dionisio no era muy azul que digamos. Tampoco estaban precisamente abogando por la destrucción de la cristiandad, o perseguir a los cristianos, si es que eso los hace sentir intimidados. Si muchos tributos a la Última Cena son entendidos como eso, tributos, ¿por qué resultó tan fácil para muchos entender este caso particular no como un tributo sino una ofensa? Si lo que les incomoda es que los participantes estuviesen por fuera de cánones físicos de normatividad y género, sea porque los creen satánicos o porque los acusan de sexualizados por llevar vestimenta que en otras personas se considerarían “normales” eso tiene una palabra: discriminación. Y por supuesto un prejuicio rampante por parte de muchos religiosos, para quienes la simple existencia de personas así constituye una abominación.

En ese sentido, y considerando la avalancha de críticas absurdas e insultos intolerantes que he visto en redes en los últimos días, incluso por parte de personas que nominalmente no son cristianas, casi desearía que en efecto la exhibición fuese la Última Cena. Si tu tolerancia exige que se ponga límites a la expresión artística porque podrían ofender tus elecciones espirituales en particular, pues eso no es verdadera tolerancia. Y estamos hablando de una religión que persiguió y mató en otros tiempos cuando tenía un mayor poder sobre las decisiones políticas y sociales, y por la que aún hoy en día a millones de personas que no encajan en su visión de la sexualidad se les considera de segunda clase. Si acaso, las drag queens estarían en todo su derecho de hacer mofa de semejante institución. Así que no me escondo en decir que, si se hubiese tratado de una burla hacia la Última Cena, pues la seguiría respaldando de todos modos. Se necesita que dejemos que creer que las opiniones y creencias requieren de una protección especial, y dejar de gritar “¡persecución!”, “¡blasfemia!” o “¡satanismooo!” cada vez que nos cruzamos con una crítica religiosa.

Y no ser tan descarado de llamar satánica a una ceremonia cuando te pones una armadura con Baphomet para hacerte el genial.

¿Saben lo que sí es un verdadero ejemplo de la decadencia de Occidente? Que una nación participante lleve casi diez meses bombardeando a ciudadanos inocentes en un territorio ilegalmente ocupado, y no sólo la mayor parte de las naciones estén de su lado -entre ellas justamente Francia- sino que incluso algunas la sigan financiando militarmente. El genocidio en Gaza se ha convertido en el símbolo de la hipocresía e indolencia occidental, de cómo sus valores internacionales y el “nunca más” no significan nada ante el amiguismo y la conveniencia política. ¡Y aquí tenemos a cristianos asustados por mujeres barbudas!

“Ah, pero el mismo fuste no lo tiene con el islam”. El islam no tiene un vínculo histórico tan potente como lo ha tenido el cristianismo con las sociedades occidentales. ¿Por qué tendrían que parodiarlo en la inauguración? ¿Y no fue acaso suficiente insulto la prohibición del hijab para las mujeres musulmanas de la delegación francesa? ¿No hubo acaso críticas por parte de representantes de la comunidad musulmana a la exhibición? Quienes exhiben ese argumento usualmente son dos tipos de personas: las que directamente odian a minorías sexuales y desearían que sus países fuesen tan severos contra ellas como las naciones musulmanas, y los que creen en la visión desdentada de la tolerancia y la libre expresión que ya he descrito antes. Tampoco es que sepan mucho sobre iconografía musulmana, la cual de por sí es bastante escasa -y limitada por sus propias normas iconoclastas, todo hay que decirlo-, como para exigir una parodia específica. Y no, señor Nohra: usted no se leyó como alguien que quiere ver al mismo tiempo una parodia del islam como una exhibición de la libertad e igualdad francesa, sino como alguien en plan “si me ofendió a mí, entonces que ofendan a otros”.

Quisiera hacer mención a un último argumento de ataque ante la exhibición. Algunas cuentas, casi siempre de derecha, se han encargado de contrastarla con una presentación que tuvo Freddie Mercury, difunto vocalista de Queen, junto a la soprano española Montserrat Caballé, en los Olímpicos de Barcelona de 1992. Según estas personas, el gran Freddie Mercury, él mismo homosexual, no tuvo necesidad de hacer “mamarrachadas” en su época, y era admirado y querido a pesar de su orientación sexual.

En eso encontramos dos problemas. El primero es que esa presentación no pudo ocurrir en aquella época, pues Mercury falleció en 1991; el video e imágenes que presentan dichas cuentas, en el cual ambos artistas interpretaron “Barcelona”, proviene de 1988; lo que ocurre es que dicha canción fue seleccionada como el himno de los Juegos de Barcelona. El segundo problema es que, si bien el cantante nunca fue lo que se diga abiertamente bisexual -porque sí, era bisexual-, era de hecho bastante reconocido por su extravagancia durante sus presentaciones y videos con Queen, al punto que siempre corrieron rumores sobre su sexualidad, y no estuvo exento de críticas por ello: el video de su canción “Body Language” se convirtió en 1982 en el primer video prohibido en la historia del canal MTV debido a sus “subtonos homoeróticos”, y “I Want to Break Free”, en el cual la banda aparece famosamente vestida de drags, tampoco fue muy transmitido por el canal, y fue objeto de polémica en Estados Unidos. No olvidemos tampoco que el SIDA se cobró miles de vidas como la de Mercury en pocos años porque se creía que sólo afectaba a homosexuales y drogadictos, y las autoridades de naciones como Estados Unidos no hicieron un esfuerzo en contenerlos. ¿Y cómo creen que habría sido tratado el cantante de haber revelado mucho antes su condición de salud?

Sí, Mercury fue bastante respetado en su época, pero no era ni de lejos la figurita favorita de los conservadores, como ahora nos quieren hacer creer. Y no se engañen ni pretendan engañarnos quienes esgrimen al cantante para despotricar contra la inauguración de estos Olímpicos: a ustedes no les interesa Mercury o Queen. Si una persona como Freddie se presentara tal como lo hacía en sus conciertos en vivo al día de hoy, ustedes serían los primeros en llamarlo “degenerado” y “mamarracho”, un portavoz de la “ideología de género” que busca corromper a la sociedad. Sáquense las máscaras de tolerancia, que sus pretensiones lo único que generan es risa e indignación: sólo buscan una excusa barata y difícilmente velada para seguir escupiendo desprecio.

En fin, si usted es una persona religiosa y se sintió incómoda viendo la inauguración de los Olímpicos, déjeme darle un parte de tranquilidad. No, no era un ritual satánico: era una exhibición de la cultura e historia francesas y el pasado griego de los Juegos. No, no era la Última Cena: era un festín de dioses griegos. No, no era el jinete de la Muerte: era la antigua diosa del Sena. No, a ese bailarín no se le salió el escroto: era una rotura en sus mallas.

Y no: no todos tenemos que entender o filtrar las acciones de los demás a partir de su religión particular. Es agotador y francamente molesto tener que sentarse a reflexionar cada vez que se quiera hacer una declaración, una acción, una obra artística, sobre si acaso ofenderá los sentimientos de alguien que simplemente no la entiende. No tenemos que estar sometidos a sus caprichos y escrúpulos, y es hora de que esto se entienda de una vez.

Por lo demás, espero que en general los lectores puedan disfrutar el resto de los Olímpicos, y que sepan levantar la voz en torno a polémicas verdaderamente serias -como las mencionadas al principio de esta entrada-, y no a discusiones mal concebidas por incomprensión e ignorancia. Dejemos también de tener miedo de las cosas que no entendemos, y tomémonos en cambio el tiempo para comprenderlas más allá de nuestros propios referentes, moldes o prejuicios.

Adenda: el pasado domingo 28 de julio se celebraron elecciones presidenciales de Venezuela, las cuales dieron como ganador a Nicolás Maduro en circunstancias irregulares que apuntan hacia un fraude. En estos momentos hay protestas y disturbios, así como amenazas del régimen. Mi mayor apoyo y energía a todos los venezolanos, para que se mantengan firmes en su lucha, y que ojalá en un futuro puedan liberarse de tales cadenas.

 

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