De falsos dilemas y justos medios: el comediante y el nazi

 

Nos contaba hace años Maik Civeira (Ego para los amigos) que la falacia del falso dilema ocurre cuando tomamos el principio del tercero excluido (“O es A, o es no-A. No hay una tercera opción.”), y lo expresamos de tal modo que se convierte en dos únicas opciones (“O es A, o es B. No hay una tercera opción.”), donde por lo general una es tan aborrecible que debe ser inevitable elegir la otra. Es una falacia porque en muchos casos hay una gran cantidad de opciones, ya que, por ejemplo, ese no-A puede ser B, C, D, E, y así hasta Z. Se trata, entonces, de una trampa retórica, común en discursos maliciosos o entre personas que desconocen las múltiples opciones.

Hablo sobre este tema porque empezando junio ocurrió un caso particular de agresión en España que involucra un montón de temas: homofobia, nazismo, validación de la violencia. Muchas personas se dejaron enredar por un silbato de perro muy común en la extrema derecha, pero otras también obviando los problemas de usar ataques personales involucrando menores de edad, y encima en contextos discriminadores.

Seamos concretos. El comediante español Jaime Caravaca fue golpeado en medio de un de sus presentaciones. El agresor fue un cantante con el alias de Alberto Pugilato. El motivo: cuando Pugilato presentó en redes sociales la foto de su hijo de tres meses, Caravaca hizo un “chiste” sobre que el niño crecería de mayor para ser homosexual y hartarse de chupar “pollas de negro obrero”. Pugilato tomó esto como una gran ofensa y, acusando al comediante de pedofilia fue a golpearlo en su show. A los pocos días, Caravaca pidió disculpas, las cuales Pugilato aceptó mientras afirmaba su derecho a reaccionar así y que “los niños son sagrados”.

Lo que no tardaron pocos en señalar en redes sociales, y que muchos medios en España convenientemente omitieron, es que Pugilato es un reconocido y confeso neonazi. Uno que por cierto hace bromas con el asesinato de jóvenes extranjeros, reivindicó al autor de la masacre de Christchurch de 2019 en Nueva Zelanda -donde muchas víctimas eran niños-, y que poco después del incidente de marras citó una frase en apariencia noble ("Pero al final venceremos, porque lo bueno y verdadero siempre triunfa sobre este mundo") que resultó ser de Joseph Goebbels, ministro de propaganda de Hitler, y la cual fue para colmo expresada unos días antes de asesinar a sus seis hijos y concretar un pacto homicida-suicida con su esposa. Extraña santificación de la infancia por su parte.

Por supuesto, las redes han estado hirviendo con debates al respecto. Están los que obvian que el tipo es un supremacista discriminador y avalan o incluso justifican su reacción; los que creen que Caravaca fue un imbécil por hacer chistes de semejante calibre usando a un bebé; los que consideran que ni siquiera eso lo hace merecedor de un puñetazo; y quienes. Y no han faltado, por supuesto, quienes creen que o criticas a uno de los dos lados o lo estás justificando.

Primero que nada, voy a ser claro en un punto: no sólo no avalo la respuesta violenta de Pugilato, sino que no avalo nunca una respuesta violenta en este tipo de situaciones. Eso va más allá de posturas políticas: es un reclamo que habría hecho igualmente si se tratase de un progresista del que lanzó el puñetazo. No es por un pacifismo radical ni nada de eso: es que a nadie tienen que ir a romperle la cara por un comentario, por más desubicado y terrible que pueda ser. Se supone que estamos en sociedades civilizadas, y existen herramientas legales para hacer que el ofensor se retracte o reflexione sobre sus acciones. El discurso de la defensa del honor es tan arcaico como peligroso.

“¡Pero los niños son sagrados!”. Los niños son la demografía más vulnerable en edad, pero no son más sagrados que cualquier otra persona. Con esto no me refiero a que haya vía libre para insultarlos o agredirlos, sino que no requieren una defensa especial que justifique la violencia contra otros por cuestiones de un comentario. Y aun si así lo fuese, yo me sentaría a pensar un momento si alguien que se ríe de los menas asesinados y los niños musulmanes masacrados en Nueva Zelanda realmente considera que la infancia es sagrada y libre de ofensa alguna, y por tanto sus acciones merecen alguna atención o reconocimiento por parte de la sociedad.

Y a diferencia de lo que parecen entender algunos, no se puede obviar ni separar el nazismo de Pugilato de su acción. Primero porque es claro que Caravaca dirigió su ataque hacia él precisamente por sus posturas públicamente xenofóbicas y homofóbicas. Segundo, porque el nazismo va mucho de la exaltación de la masculinidad y una homofobia marcada, y es muy posible que un comentario acerca de que su hijo se hartaría de comer coños cuando mayor no habría suscitado la misma situación, aun siendo igualmente inapropiado, aunque esto último es especulación. No sería inesperado, pues, que el puñetazo de Pugilato fuese más porque el ataque de Caravaca fue específicamente deseando que su hijo fuese homosexual que porque se le insultara a través de su hijo en general.

Pero no se crea el lector que Caravaca está libre de críticas. Algo refrescante que vi en redes sociales es que fueron muchos que, criticando aún a Pugilato por su reacción y su nazismo, cuestionaron también al comediante, y con justa razón, pues el comentario sobre el hijo del cantante fue a todas luces imbécil y degradante, primero y principal por su contenido sexual. No se trata de pedofilia, como acusaron Pugilato y otros: Caravaca fue enfático en su insulto que la homosexualidad sería “de mayor”. Pero aun así, es bastante desagradable que lo primero que se te ocurre para faltarle al respeto a alguien sea a través de su propia familia, y encima en forma de un comentario sexual brusco.

En segundo lugar, porque fue también bastante homofóbico. Presentar la homosexualidad como un castigo o un karma a la postura nazi de Pugilato es seguir cayendo en la discriminación de la diversidad sexual, en verlo como algo terrible para la persona y sus seres queridos, una pena que nadie quiere soportar. Y por supuesto, desear que un niño gay tenga un padre neonazi como Pugilato también es de una insensatez impresionante. No me sorprende, entonces, que haya mucha gente de la comunidad LGBT+ que esté prácticamente tan furiosa con Caravaca como lo está con Pugilato. La libertad de expresión no exime de responsabilidades, y el insulto del comediante terminó involucrando a un bebé que no puede defenderse de ser usado de forma desagradable para atacar a su padre. Eso fue innecesario y ruin.

Esta, por ejemplo, es una forma muy pobre de caracterizar las palabras de Caravaca.

Así que sí: puedo criticar a Pugilato por sus posturas nazis y su acción violenta, y de todos modos discrepar con las palabras de Caravaca. Aquí no hay lados para elegir, como si se tratase de un partido, pues en ambos casos hay personas y acciones terribles. Si acaso el único inocente es el niño, que ni siquiera tiene medio año, ya lo están usando para atacar a su padre, lo caracterizan en un insulto muy homofóbico, y de todos modos tendrá que crecer con un neonazi como padre.

Ahora, si el lector ha llegado hasta aquí, no crea que estoy pretendiendo tener una posición centrista o neutral sobre este caso. Ego también nos advirtió de caer en la falacia del justo medio, de creer que entre dos opciones extremas, el punto medio se encuentra siempre de forma igualmente equidistante entre ambos, porque se cree que ambos extremos son igualmente irracionales, moralmente equivalentes e igualmente peligrosos. Si tengo que ser honesto, aunque reitero que aborrezco las palabras y acciones de Caravaca, encuentro por mucho más peligrosa la validación del puñetazo de Pugilato. Y para que me entiendan por qué, hace falta aclarar algunas cosas.

Un gran problema con el fascismo, y que siento que algunas personas ignoran o desconocen, es que dentro de esta corriente extremista el ejercicio de la violencia es una parte importante en su discurso para concretar sus objetivos. En este sentido, aunque los movimientos fascistas son reaccionarios, su violencia no es reactiva, sino que se proyecta como un proceso activo. Pero irónicamente, una de sus tácticas para acomodarse en el discurso es apelar al centro, presentando temas en un discurso más tranquilo que puede convencer a algunos de cederles cierto espacio.

¿Qué tiene que ver esto con el caso de Pugilato? El discurso de “los niños son sagrados” ha sido explotado en tiempos recientes por movimientos de extrema derecha que buscan permear con más profundidad en el discurso público y hacerse de simpatías con un mensaje que muchos no tienen problemas en apoyar, como es proteger a los más pequeños. No es difícil notar, dadas sus publicaciones, que a Pugilato realmente no le importan los niños –al menos, no los niños no blancos y no españoles-: sólo consiguió una oportunidad de oro, un ataque estúpido a su bebé, para enviar un mensaje de violencia, pero una violencia con la que muchos pueden llegar a coincidir.

Esto resulta en que, al final del día, se le está validando a un neonazi el ejercicio de la violencia en una situación que, realmente, no requería violencia para resolverse. Lo siento por los que quieren comprar el discurso de “lo hace por ser buen padre, no por ser neonazi”, pero es imposible separar su ideología de sus acciones. Ya compartió una cita de Goebbels para agradecer por el apoyo que recibió: se siente libre para intentar permear a más gente con su discurso de ultraderecha. Lo único que necesitaba era el espaldarazo popular. No te vuelves un neonazi por justificar la acción de Pugilato, pero sí te has dejado llevar a un escenario donde respaldaste a una persona miserable en una acción que hace parte de su propio discurso político.

Y esto sienta un precedente problemático. No sólo porque se convierte en una intimidación no sólo hacia los comediantes, sino también para los críticos de cualquier expresión fascista (que al final es lo que pretendía Caravaca, aunque lo hizo de un modo atroz y repugnante), sino porque se le justifica e incluso aplaude al usar violencia, y no hay garantía de que este sea el único escenario en que un fascista recurra a lo mismo. Ellos tienen muy claros a sus adversarios: extranjeros, musulmanes, LGBT+, progresistas… No dudarán en el acoso y la intimidación de estos grupos. Y recordemos que en muchos de sus discursos los satanizan con argumentos sin fundamento, pero que pueden llegar a sonar plausibles para muchos: que los moros violan a más mujeres, que los homosexuales corrompen a los niños, que los comunistas te quieren quitar tu casa. Es tentador usar la violencia para responder ante estas supuestas amenazas, ¿no creen?

Para concretar: sí, rechazo las palabras de Caravaca, como también rechazo el ataque de Pugilato. Ambas acciones son reprobables, pero no me parece que sean igualmente peligrosas. Y me parece preocupante que haya cierta lenidad con respecto al puñetazo de un comprobado neonazi sólo porque supuestamente lo hizo en defensa de su hijo.

Necesitamos ser más críticos a la hora de analizar mensajes y situaciones tanto en redes sociales como fuera de ellas. No sólo porque es importante saber ser rigurosos con los fallos cometidos dentro de nuestra propia inclinación política y social, sino también porque debemos estar alerta ante la normalización de discursos extremistas que buscan legitimarse a través de actos públicos como lo ocurrido. El panorama actual es bastante agitado, con mucha discriminación y odio circulando rampantes entre la población. Nos corresponde a nosotros reconocerlo y confrontarlo.

 

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