Retomando el dilema de las “mujeres reales”

 Hace ya cinco años publiqué una entrada comentando sobre la campaña #ImNoAngel de Lane Bryant y el mal enfoque que estaba tomando en asumir que su campaña era más “representativa de las mujeres reales” que Victoria’s Secret y sus Ángeles. En su momento fui concreto en los puntos que me molestaban de ese tipo de campañas que usan el mezquino término de “mujer real”: sus estándares de lo que asumen como “real” son tan excluyentes como los de Victoria’s Secret o Dior, quienes rechazaron a modelos como Kate Upton o Jordan Dunn tan sólo por tener un busto “demasiado grande”. Y es que se trata de una etiqueta no muy diferente a los que dicen que “las únicas parejas naturales son las de hombre y mujer”, asumiendo una especie de esencialismo barato que sólo refuerza la discriminación, por asumir un hecho físico como un tipo de cuerpo femenino como si fuera un asunto moral.

Una mujer real es lo que sea que quiera ser.

Había escogido ignorar este tema cuando se formó una discusión absurda sobre Jari Jones, la modelo trans que fue elegida por Calvin Klein para una reciente campaña, porque hubo otros que señalaron algo importante: el marketing LGBTI por parte de estas grandes empresas suele sólo ofrece un cambio estético, una percepción de que las condiciones de vida y derechos han mejorado para las minorías sexuales, pero en el fondo permanecen muchos de los mismos problemas. Sin embargo, recientemente surgió otra polémica en Internet, pero esta vez en plan de censura y condescendencia artística, por definirlo de alguna forma, debido de nuevo al asunto de las “mujeres reales”. Hablo, por supuesto, de Uzaki-chan.

Por favor esperen, lo puedo explicar.


Ugh… ¿Por dónde empiezo? Esta “monita china” es la protagonista de Uzaki-chan wa Asobitai! (Uzaki-chan quiere jugar) un manga shōnen escrito e ilustrado por Take que se empezó a publicar en diciembre de 2017, en la revista Niconico Seiga en Japón. Del género comedia/recuentos de vida (slice of life), la historia se centra en Hana Uzaki, una universitaria que descubre que un compañero de escuela, Shinichi Sakurai, está yendo a su misma universidad, pero parece haberse convertido en un tipo solitario. Hana decide entonces dedicarse a cambiar la vida de Shinichi y convertirlo en una persona más extrovertida y alegre, pero a costa de seguirlo a todas partes y fastidiarlo de modo constante, mientras que Shinichi decide tolerar su intromisión porque la mayoría de las mujeres lo evitan, y le agrada que Hana disfrute su vida universitaria.

Me interesa hablar de esto, a pesar de que muchos otros ya han hablado al respecto y además es en cierta forma una tontería, porque: 1) es un tema que tenía ganas de retomar hace tiempo, visto que años después de mi entrada se mantiene ese tema cuasi perverso de lo que es ser una mujer “real”; 2) había demorado en tomar energía para escribir de esto, tanto por mi situación actual como por el corto debate sobre el “fanatismo ateo” del que hablé en mi última entrada; y 3) bueno, después de tocar un tema social/filosófico me merezco un descanso tomando un caso más “relajado”. Entre comillas, porque la verdad el tema de Uzaki-chan ayudó de nuevo a resaltar las partes más enfermizas del fandom y la arrogancia de algunos que dicen “luchar” por inclusión y empoderamiento. Y eso es todo menos relajado.

Como sea, no se preocupen, que con las recientes decisiones del (sub)Presidente Duque en Colombia se hace menester hablar de la forma en que se está demoliendo (aún más) la democracia en Colombia. Y ni qué decir del surgimiento de unas milicias urbanas en Estados Unidos que terminan pareciéndose bastante a los colectivos chavistas de Venezuela o, peor aún, a los paramilitares colombianos. Por ahora, vamos con Uzaki-chan.

Debo confesar que no he leído el manga, y por las descripciones que he visto y los comentarios de críticos y espectadores parece ser la clásica historia de comedia romántica con una manic pixie dream girl que llega a cambiar la vida de un hombre solitario o cínico con una vida aburrida, una fórmula un tanto sobrexplotada pero que no hace necesariamente mala una historia: si los clichés no funcionaran, no se recurriría a ellos. Como sea, la obra parece haber sido al menos lo bastante llamativa para ser adaptada este año al anime por Studio ENGI, y en cuanto vimos de este lado del charco el diseño de Uzaki-chan, la clásica minoría vocal en redes sociales empezó a despedazar al personaje, acusándolo de ser una sexualización desproporcionada de una mujer, afirmando que su tipo de cuerpo es “irreal”, que deberían cancelarla y, en los casos más condescendientes, llevando el tema de las “versiones artísticas” de personajes famosos en la cultura pop a un “rediseño” para que Uzaki-chan se vea más “normal” y “realista”, hecho que considero es de los peores delirios que he visto en el pseudoprogresismo de hoy, y que además es increíblemente irrespetuoso, tanto con el creador del personaje como con los seguidores de la serie dentro y fuera de Japón.

Lo único que me molesta de su diseño es ese colmillo; es un fetiche estético en el manga/anime, pero con ese color y tamaño parece un pedazo de labio o una gota de baba.


Algo curioso es que Uzaki-chan ya había sido objeto de controversias en Japón a finales del año pasado, pero no por su diseño sino por el uso de su figura para una campaña de la Cruz Roja Japonesa a finales del año pasado. Resulta que Uzaki-chan era parte de una campaña de donación de sangre, pero como siempre un extranjero en Twitter hizo un alboroto por la “excesiva sexualización” del personaje que resonó con una abogada japonesa que critica el fanservice en la industria de anime. Por lo demás la Cruz Roja mantuvo la campaña (que de hecho tuvo éxito), y sólo sirvió para incrementar la fanbase de la serie, tal como ocurrió con la polémica reciente, además de servir para que un bloguero explorara un poco sobre las diferencias culturales entre Japón y Estados Unidos y se burlara de la polémica como “hipocresía estadounidense”. Digamos que en un país tan relajado sobre la sexualidad como Japón (lo cual, dicho sea de paso, sí genera otra clase de actitudes cuestionables), ver a una figura de manga como Uzaki-chan es como encontrarse con un póster de Mickey Mouse: a estas alturas no tiene nada de especial. Ojo, eso no significa que no haya machismo en el diseño de Uzaki-chan: después de todo es un shōnen con cierto ecchi, y en esa demografía son pocos los que no usan sus personajes femeninos como fanservice. Pero de ahí a decir que su presencia en una campaña de salud sugiere “un fondo de acoso sexual”, el trecho no es corto.

Volvamos con las críticas recientes. Es bastante chocante que toda esa onda de moralistas en Internet se refiera a Uzaki-chan como un diseño “irreal” o “anormal”, cuando la realidad es que las bases de su argumento delirante son prácticamente las mismas de los religiosos que se refieren a la homosexualidad como algo “antinatural”. Damas, caballeros: lo que sea irreal o antinatural no existe, porque por su misma definición es algo que no podría presentarse en la vida real. Y les tengo noticias: así como hay homosexuales, bisexuales, transgénero y muchas otras minorías sexuales, también existen mujeres con el tipo de cuerpo de Hana Uzaki. Y no precisamente por cirugía.

A ver, es cierto que sus proporciones de busto no “parecen” acordes con su corta estatura (150 cm) y su físico, que es más robusto que “gordo”, y cabezona sí es. Pero resulta que, en la vasta diversidad de morfologías físicas en el Homo sapiens, hay mujeres de su misma estatura, y otras que no necesitan tener sobrepeso para llevar un pecho de 96, como muchas mujeres en Internet demostraron con fotos tras las pretensiones papistas sobre el diseño de Uzaki-chan. ¿Son ellas anormales o irreales? Técnicamente no hacen parte tampoco de los cánones “normativos” de belleza que tanto se critican. ¿Por qué pretender que no existen, porque no llevan sobrepeso encima para complementar el tamaño del sostén? Y no me jodan con el cuento de la gordofobia, que vaya si sé bien lo que es tener exceso de peso; por lo mismo me enfurece cada vez que con sus pretensiones morales de defender a las “mujeres reales” terminan haciendo a un lado a muchas otras.

Para que tengan una idea de lo “irreal” que es, esta usuaria en Twitter subió su foto en respuesta a las críticas.


En las diferentes tallas de estatura, peso, proporción cintura/cadera, tamaño de busto y otros rasgos masculinos y femeninos entran en juego muchos factores genéticos que a la minoría vocal más-santo-que-tú de redes sociales parece que no le importa o no los conocen. Gente, en serio, ¿es que nunca fueron al colegio en bachillerato, o no pisaron jamás una universidad? Porque si hay sitios donde tendrás un vistazo de las muchas formas en que la pubertad configura el crecimiento en hombres y mujeres, son los centros educativos superiores. O siendo más crudo, ¿nunca visitaron páginas para adultos, aunque fuera para tomar lista de sus “degradaciones”? Uno pensaría que todas estas experiencias les habrían aportado una perspectiva más amplia de la diversidad en nuestra especie, pero no: parece que sus prejuicios morales se comieron su asidero a la realidad.

Con respecto a su corta estatura, otros han alegado que combinarla con sus descomunales pechos es darle unos rasgos infantiles, y que se trata de una apología a la pedofilia y a la sexualización infantil, cosa que la verdad ya raya en el absurdo. Yo soy el primero en reconocer que los japoneses tienen más de un fetiche inquietante y perturbador, quizás exacerbado por ciertas legislaciones en torno a la pornografía que podría explorar en otro momento (de ahí el meme “censuran el porno; no podemos pedirles que entiendan de relaciones románticas”), pero como ya expliqué en un principio sí existen mujeres adultas con esa estatura y ese busto. Por otro lado, en la serie se establece desde el principio que Uzaki-chan tiene 19 años, y que cuando mucho la confunden con una estudiante de secundaria por su estatura, no con una niña de “cinco años” como dijo un exagerado en Twitter. No es como que su tamaño o proporción (o desproporción) sean tampoco algo inusual entre los personajes femeninos de anime en general, así que esas acusaciones de apología son más un intento desesperado de hacer alboroto por cualquier cosa, y dicen más de lo enfermizos que pueden ser algunos moralistas.

Los peores son los “rediseñadores”. Es muy común entre los ilustradores en Internet dibujar a personajes populares no sólo con su estilo personal, sino también con algún rasgo corporal al suyo propio, o al de alguna minoría a la cual pertenece, y eso está bien. Lo que ya no está bien es que haya artistas que por cuestionar el diseño de Uzaki-chan presenten sus rediseños en plan “mejoré su diseño; ahora se ve normal”, con un tono de pedantería académica y autocomplacencia moral, como si con ponerle más barriga y piernas a una mujer de ficción estuvieran aboliendo el velo islámico. Y hablo de barriga y piernas porque parece que los únicos rediseños que algunos conocen es ponerle sobrepeso a las mujeres o cambiarles el color de piel, como si no pudiera ser incluso más delgada, por ejemplo: mejor dicho, terminan ignorando a mujeres con otros físicos. Presentar una ilustración con tus preferencias personales diciendo que son la “normalidad” o la “realidad” no es un acto de reivindicación: es pretencioso, condescendiente e insultante no sólo contra el creador de la serie, sino con sus seguidores y las mujeres que sí tienen el tipo de cuerpo de Uzaki-chan y cualquier otra forma corporal. No olvido que fueron defensores de las “mujeres reales” los que casi llevaron al suicidio a una artista en Deviantart tan sólo por atreverse a “adelgazar” a Rose Cuarzo, de Steven Universe, así que gente así no puede venir a presumirme de una alta moralidad.



Y miren, puede que yo guarde cierto escepticismo sobre la inclusión corporativa detrás de campañas como las de CK, y ya he hablado de cómo esa visión mercantil suele llevar a desastres en la ficción, pero en general no veo nada de malo con que Jari Jones sea un nuevo rostro de modelaje y publicidad. Lo digo sin tapujos: no es menos mujer que las mujeres cuya morfología genital y gametos se corresponden con su identidad. La pregunta es: ¿por qué sería ella una mujer más “real” que una mujer pequeña y delgada como, digamos, Maisie Williams? ¿Es acaso lícito promocionar un tipo de cuerpo a costa de los otros, diciendo que es “real”, sólo por corresponder a personas históricamente discriminadas? ¿Quién es entonces el que está haciendo body shaming? ¿Ese de verdad es el enfoque correcto? ¿Y por qué seguimos aferrados a una dicotomía de real/irreal que sólo termina perpetuando la discriminación de la mujer, situando su valor en su físico?


Y sobre todo, ¿por qué insistimos en que todo aquello que ofende nuestras ideas o sensibilidades tiene que ser suprimido, censurado o peor, reescrito, mientras que las verdaderas fuentes de exclusión, discriminación y violencia permanecen intocables? ¿Es acaso diferente a las personas que piden prohibir las lecturas de textos como La cabaña del tío Tom o Matar a un ruiseñor, porque tienen miedo de exponer a sus hijos a las crueles realidades de otros tiempos, como si nunca hubiera existido el racismo? ¿De verdad creen que con esas censuras están cambiando los problemas de fondo?

No voy a decir que el físico no es relevante en la atracción; aun cuando la belleza está en el ojo del que contempla, objetivamente hay personas más atractivas que otras. Y aun así, si hay algo que aplaudir de campañas como las de Lane Bryant o Calvin Klein es que ofrecen mensajes positivos para aquellas mujeres con un tipo de cuerpo diferente al que vemos en las altas pasarelas, que es al final el fondo de la discusión. Sin embargo, tampoco podemos reducirnos a ese juego de acomplejarnos entre sí, de decir que “esta mujer” es más real que “esta otra”, o que este es el tipo de mujer que debe gustarle a todos. Eso sólo es reemplazar una ridiculez por otra. No a todos los hombres les gustan los Ángeles de Victoria’s Secret, como no a todas las mujeres les gusta un tipo tan musculoso como Henry Cavill, aunque quizás a la mayoría sí, pero eso no hace que unos u otros estén equivocados. Pretender que nuestras ideas personales encajen en la percepción de todos los seres humanos sin antes obrar cambios de forma más estructural es imposible, mucho más a través de peticiones absurdas como la censura o la cancelación.

Como postre, les dejo un enlace al reciente video de Esquizofrenia Natural, La Realidad es Ofensiva, que desmenuza de forma impecable las paradojas de definir la realidad a través de una visión particular. Saludos.

Adenda: ya de vuelta al mundo real, un policía disparó siete veces por la espalda a un hombre negro desarmado en Estados Unidos, dejándolo en un grave estado, y un adolescente con un AR-15 mató a dos personas durante las subsecuentes protestas. Como a mitad de esta entrada, dicha situación me hace recordar el eterno dilema de la “justicia” por mano propia y revive el fantasma de las sangrientas autodefensas en Colombia, así que quiéralo o no, habrá que hablar al respecto

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