Un póquer de ases invisibles
“No soy gay. Quiero decir, no creo que lo
sea, pero… Creo que no soy hetero tampoco. No sé lo que soy. Creo que no soy
nada.”
-Todd
Chávez, BoJack Horseman.
Introducción
Categorizar la información que interpretamos a través de los sentidos y experiencias es uno de los actos que nos definen como seres humanos. Nos ayuda a procesar todo mejor, y aunque a veces puede ser innecesariamente confuso, e incluso algo molesto, no se puede negar que es una herramienta útil para comprender no sólo lo que nos rodea, sino además a nosotros mismos. Cierto es que somos todos parte de una misma especie, y hace tiempo comprendimos que no nos separamos en diferentes razas (a pesar de la insistencia de algunos discriminadores que insisten en ello), pero siendo cerca de ocho mil millones de monitos lampiños, tenemos mucho espacio para la variabilidad en tonos de piel, altura, talla, interacción social e incluso la atracción sexual.
Sobre
esto último quiero arrancar revelándoles que esta es la Semana de la
Visibilidad Asexual (o de forma abreviada, Semana Ace), celebrada desde 2010 en la última semana completa de octubre.
Se propuso así porque antes de 2021 no se tenía un día internacional de
reconocimiento (10 de junio), y porque durante años han existido mitos y malas
interpretaciones sobre una de las menos conocidas entre las expresiones de
nuestra sexualidad: justo en 2012, la serie House
emitió un episodio (8x09, Better Half)
que dejó una imagen bastante ignorante sobre la asexualidad. Por ello, la
Semana Ace sirve como un espacio para
compartir información, presentar curiosidades y fomentar el apoyo entre las
personas que hacen parte de esta esfera.
Así que como alguien interesado en la sexualidad humana; como un, digamos, creador de contenido que busca que la gente esté mejor informada de cosas que tal vez ignore y malinterprete; por darle más visibilidad a una minoría invisible incluso dentro del mismo colectivo de las minorías sexuales; y por cuestiones personales de las que hablaré al final, pues esta entrada es un intento de abordar y explicar un poco más sobre la que es considerada a menudo la cuarta gran orientación sexual (junto a la heterosexualidad, la homosexualidad y la bisexualidad), a pesar de lo poco que la mayoría llega a comprenderla. Estoy seguro que me dejaré muchas cosas por fuera, y por supuesto no espero que mi palabra sea la única a tomar al respecto, pero es un intento honesto de explicar un escenario bastante desconocido para muchos.
Más allá del coito y la libido: el
espectro de la asexualidad
Intentaré
no complicarme demasiado con tecnicismos, pero para que se pueda comprender
bien el tema, debo empezar diciendo que la sexualidad en el ser humano debe
entenderse como un conjunto de diferentes aspectos o dimensiones, si quieren
verlo así. Resumiendo, tenemos entonces la orientación
sexual (patrón constante de interés romántico o sexual por una determinada
pareja de diferente o el mismo sexo/género), la identidad de género (sentido personal del género al que pertenece
el individuo), la expresión de género
(conductas y actitudes asociadas o que reflejan el género de una persona), la orientación romántica (el sexo o género
con el cual es más probable que una persona se enamore y establezca una
relación) y la atracción sexual (la
atracción o interés por otra persona, basada en el deseo sexual que nos genera).
Estos dos últimos aspectos son importantes para explicar lo que viene.
Definir la asexualidad de un modo estricto no parece sencillo, pues la forma en que se expresa varía bastante entre individuos, pero de acuerdo a lo que han planteado organizaciones y estudios enfocados en el tema, podemos concretar el concepto como la ausencia de atracción sexual por otras personas, y un bajo o nulo interés en tener actividad sexual. Es decir, una persona asexual no se ve guiada por el interés o el deseo sexual a la hora de establecer vínculos afectivos con otros. A primera vista es más simple de lo que daba a entender, ¿verdad?
Bueno,
sí y no. La sola idea suena en principio contraintuitiva para muchos de nosotros,
porque el sexo y la reproducción, si bien no son necesidades fisiológicas (no
es como que vayas a morir por falta de sexo), sí que podríamos considerarlos
parte de esos impulsos primarios en nuestra especie. Sin embargo, así como la
variedad en nuestra especie da lugar a diferentes orientaciones sexuales,
identidades de género que no van alineadas con la genitalidad, o condiciones de
desarrollo neurológico diferentes a lo típico socialmente, una persona asexual,
simplemente, no siente la punzada de ese instinto particular, o es tan pequeño
que es irrelevante para influir en la forma en que construye sus relaciones.
Hay que señalar que no se trata de un problema de libido, el deseo sexual en el individuo: es decir, no es algo hormonal o emocional, como puede ocurrir con hombres o mujeres que pasan por períodos de inapetencia o desinterés sexual, o una cuestión neurológica (como dio a entender ese episodio de House). De hecho, una persona asexual puede llegar a sentir esa energía sexual tal como cualquiera que tenga una polución nocturna o un sueño húmedo. Lo que ocurre es que no se trata de un deseo despertado o guiado hacia otras personas, así como los episodios mencionados pueden ocurrir sin que alguien los provoque. Y por lo mismo, un asexual puede simplemente no sentir ese deseo en absoluto.
A
nivel de caracterización de la asexualidad, si quisiéramos ver la actividad
sexual como una especie de continuo, de forma similar a la popular escala
Kinsey (la cual, vale decir, está enfocada en el comportamiento, no la atracción
sexual), en un extremo tendríamos la vasta mayoría de la población que se
involucra en actividad sexual de modo regular, o que al menos manifiesta
interés regular en tener sexo (es decir, alosexualidad).
Del otro lado estaría la ausencia de interés y atracción en el sexo, un
porcentaje pequeño pero real de la población.
Siendo ese el caso, quizás algunos de los lectores tengan la duda: ¿qué pasa con ese sector intermedio del continuo? ¿Dónde ubicaríamos a ese también pequeño y presente porcentaje de personas, aquellas que no serían estrictamente asexuales, pero cuyo interés y atracción por otras personas no se basa en la excitación sexual? ¿Qué pasa con aquellos cuyo interés sexual quizás sea más situacional o infrecuente, y por lo tanto sigue siendo poco relevante a la hora de establecer relaciones afectivas?
Bien, todo ese sector intermedio del gradiente se conoce como asexualidad gris o gris-sexualidad. Dado que se trata de un espectro en sí, incluye diferentes expresiones individuales de mayor presencia de atracción sexual (al menos, en comparación con la asexualidad sensu stricto), pero para no complejizar demasiado, la definición más concreta es que se trata de una atracción sexual que se presenta sólo en condiciones o situaciones específicas para el individuo: por lo tanto, pueden llegar a tener actividad sexual, pero esta no es tan primordial o importante en sus relaciones afectivas, así que no es una base para ellas. Por lo tanto, es frecuente que, si una persona gris-sexual siente algún interés o atracción sexual, sencillamente no actúe al respecto, pues no guía sus interacciones con potenciales parejas.
Si miramos un poco más con lupa, dentro de esa zona gris de la sexualidad, justo en el punto medio de todo el espectro, tenemos lo que se conoce como demisexualidad. Esta puede ser un poco más confusa, y hablaré más adelante al respecto, pero para entenderla mejor podemos tener en cuenta el modelo hipotético de atracción sexuales primaria vs secundaria, propuesto en un foro de la AVEN 2006 (y comúnmente llamado modelo de Rabger), existen la atracción primaria (basada en características observables, como la apariencia) y la atracción secundaria (basada en características a las que se accede a través del tiempo, como personalidad, habilidades o experiencias). Con esta información, puedo definirles la demisexualidad como la ausencia de atracción sexual primaria, por lo cual una persona demisexual siente deseo sexual sólo después de experimentar la atracción secundaria: cuánto tiempo es necesario para ello, depende de la persona. De ahí que se suela decir que un demisexual es alguien que sólo siente deseo después de establecer un vínculo emocional, pero esto puede ser un poco confuso y no siempre preciso.
Cabe destacar, por supuesto, que estas distinciones no son compartidas por todas las personas asexuales, y que algunos incluyen otros términos más específicos dentro de la gris-sexualidad, como semisexual, aegosexual o cupiosexual, pero por cuestiones pragmáticas, ya que esta entrada no va dirigida sólo a gente de la comunidad LGBTI+, sino también a gente por fuera del tema, prefiero limitarme a esta explicación un poco más general del espectro. Confío en que sea lo suficientemente detallada a pesar de ello para que se pueda comprender por qué el tema de la asexualidad es mucho más complejo de lo que interpretan algunos a simple vista, al punto que ni siquiera dentro de la misma comunidad se les da en ocasiones el trato adecuado a los asexuales. En todo caso, iré llenando algunas dudas e inquietudes en el resto de la presente entrada.
La historia del espectro Ace: de Bernard y Hirschfeld a Todd
Chávez
Si la asexualidad es un concepto que suena muy novedoso para el lector, no va tan desencaminado de la realidad. De hecho, para muchos versados en biología debe ser confuso en particular, pues en ciencias naturales uno habla de asexualidad para referirse a aquellos seres vivos que se reproducen sin intercambio de gametos, como la fisión en bacterias o la partenogénesis en abejas; pero eso es todo un tema aparte que aquí no tiene nada que ver, así que evitemos falacias etimológicas del estilo “no pueden ser asexuales, porque igual son hombre o mujer”.
Si
en civilizaciones antiguas tenían algún reconocimiento de las personas que no
sentían atracción o interés sexual, es bastante difícil o ya de plano imposible
comprobarlo, pues no hay registros que puedan arrojar alguna luz al respecto.
De hecho, lo más temprano que podemos ubicar un verdadero acercamiento conceptual
a la asexualidad es en 1896, cuando el sexólogo alemán Magnus Hirschfeld
publicó un panfleto llamado Safo y
Sócrates, en el cual llamaba anestesia
sexual para referirse a la condición de personas que no manifestaban deseo
sexual alguno.
Por supuesto, eso no descarta que la información disponible sobre algunas figuras históricas haga que los asociemos a una posible asexualidad, pero es difícil distinguir esto de la mera castidad o celibato elegido por cuestiones religiosas o personales. Así, se ha especulado que el físico y matemático Isaac Newton, los escritores J.M. Barrie (autor de Peter Pan) y la dama Barbara Cartrand, e incluso los gobernantes Isabel I de Inglaterra y Federico el Grande de Prusia podrían haber sido asexuales. Y aunque es posible que la poetisa francesa Catherine Bernard (1662-1712) no fuese asexual, sus obras contienen una fuerte base psicológica que resuena con la experiencia asexual de muchas personas.
Si
bien la revista Transvestia, de la
activista Virginia Prince, ya comentaba en los años 60 sobre el “rango
a-sexual” en personas trans, y en círculos feministas había discusiones sobre
rechazar la necesidad de sexo en sí, la asexualidad como tal no tomó un lugar
concreto en las causas sociales hasta la década de los 70, tras los movimientos
de reivindicación de derechos de las minorías sexuales, donde se crearon
espacios en conferencias feministas y de liberación sexual que alentaban a
incluir y escoger etiquetas que abarcaran a todas las minorías sexuales
posibles, entre ellas la asexualidad.
Pero fue hacia los 90, y sobre todo en el nuevo milenio, con el boom de la Internet y las redes sociales, cuando de verdad se organizaron grupos y comunidades donde miles de personas asexuales contaban sus experiencias, y formaban estrategias para comunicar su orientación, y salir de estereotipos y estigmas que han ido surgiendo sobre el tema. De tales iniciativas nació la Red para la Educación y Visibilidad de la Asexualidad (AVEN, por sus siglas en inglés), fundada en 2001, y que es hoy en día la organización más reconocida e influyente enfocada en la asexualidad a nivel global. Sus objetivos consisten en “crear la aceptación pública y discusión de la asexualidad, y facilitar el crecimiento de la comunidad internacional”. Esto ha permitido que la realidad de la asexualidad haya permeado cada vez más en el discurso público, y que cada vez haya más personas que pueden reconocerse dentro del espectro de la asexualidad.
Fue
apenas en aquellos años donde también empezó a crecer el interés y la atención
de la investigación científica sobre la asexualidad –lo que no destaca, por
supuesto, la presencia de trabajos previos en campos de psicología y sexología-.
Más allá de estadísticos poblacionales y estudios sobre su actividad sexual, el
cuerpo de trabajo sobre la asexualidad aún es pequeño, incluso en esferas
feministas y de estudios de género. Lo que se puede afirmar es que la asexualidad
sí es distinta a los llamados trastornos de deseo sexual hipoactivo en el DSM-5
(diagnóstico que no está exento de ciertas críticas); que su salud mental puede
tender más a trastornos de ansiedad y pensamientos suicidas en comparación con
personas heterosexuales e incluso con homosexuales, probablemente por temas de
discriminación social; y que si bien no es extraño encontrar asexuales dentro
del clero, no hay una correlación estadística observable entre la asexualidad y
la religión o irreligión.
La
representación en los medios y la ficción también ha ido creciendo en
particular en los últimos años. Suele ser más subtextual, más implícita que con
otras expresiones sexuales, pero nos hemos ido alejando de la pésima
representación de ese episodio de House.
En el lado implícito, tenemos personajes como el famoso Sherlock Holmes,
Gilligan de la comedia La isla de
Gilligan y (mayormente) Jughead Jones (Torombolo para los latinoamericanos)
de Archie Comics, los cuales podrían ser clasificados como asexuales en los
parámetros actuales; en el manga/anime, héroes clásicos del shonen como Goku en
Dragon Ball y Monkey D. Luffy de One Piece, suelen ser interpretados como
asexuales; y técnicamente Bob Esponja podría considerarse uno, tanto a nivel
biológico como a nivel sexo/afectivo (es una esponja, después de todo).
Pero si queremos representación explícita, tenemos a Florence, en Sex Education; el popular Todd Chávez, en BoJack Horseman, considerado una de las pocas y muy buenas representaciones de la asexualidad en una serie importante; Georgia, protagonista del libro Loveless de Alice Osman que va comprendiendo poco a poco sus experiencias; Varys, en Juego de tronos, especifica en un episodio que nunca tuvo interés en el sexo y las relaciones incluso antes de su castración; y a inicios del año nos confirmaron que Lilith Clawthorne, personaje de The Owl House, es tanto asexual como arromántica. Finalmente, saliendo de la ficción al mundo real, hay pocas, pero presentes figuras dentro del espectro asexual, como la celebridad transgénero Caitlyn Jenner, la modelo y activista Yasmin Benoit, la actriz de voz Erica Mendez, el difunto escritor y artista Edward Gorey y las cantautoras Emilie Autumn y Ana Gabriel (sí, esa Ana Gabriel).
Como con muchos aspectos de la sociedad, la salud y la sexualidad, a pesar de algunas acusaciones al respecto, la verdad es que no hay un incremento “por moda” de la asexualidad en sí. De hecho, estadísticamente el porcentaje estimado de personas que se identifican dentro del espectro asexual en la sociedad suele estar cerca del 1%, y si bien todo el trabajo científico y demográfico alrededor del tema sigue relativamente en pañales, la percepción de “incremento” que muchos tendrán puede atribuirse al crecimiento de comunidades de apoyo en redes sociales y la progresiva comprensión pública de la asexualidad, más allá de la estigmatización que sufren… tanto fuera como dentro de la comunidad LGBTI+.
Porque sí: el elefante en la habitación no es la sociedad donde aún se encuentran “castigos” como la violación correctiva hacia los asexuales, y se les ve como “infelices y reprimidos” que “están en una fase”, sino la discriminación que experimentan también dentro de algunos espacios en la comunidad LGBTI+. Para tales sectores, la “negativa” de los asexuales a reconocerse dentro de otras orientaciones (una falsa dicotomía, como veremos más adelante) implica que son realmente heterosexuales, los acusan de ser “un fenómeno de Internet”, o no los reconocen en absoluto pues “no sufren tanta opresión”; la existencia de los demisexuales y la gris-sexualidad lleva críticas no mucho mejores de “buscar ser especiales”. Debe señalarse, no obstante, que este rechazo dentro y fuera de la comunidad no es tanto en líneas de odio o repulsión, sino de marginalización por simple ignorancia sobre el tema. Y por lo mismo, hay muchos grupos y ONGs LGBTI+ que son bastante explícitos en incluir y respaldar a la comunidad del espectro asexual, tal como otros ya lo hacían hace más de cuatro décadas.
Para
cerrar con este ya largo apartado, toca recalcar de nuevo que aún existen
muchos prejuicios y mitos extraños sobre el espectro asexual y las personas
asexuales, algunos malintencionados, otros por simple desconocimiento. Iré
tocando algunos de ellos de forma veloz en la próxima sección, pero estoy
seguro (y lo digo por experiencia propia) que habrá algunas sorpresas para los
lectores.
Lo que no te han contado (y lo que te
cuentan mal)
- ¿Es lo mismo la asexualidad que el
celibato o la abstinencia sexual?
Esto es un mito ineludible, ¿cierto? No, no lo es. El celibato es una decisión personal, y una persona célibe no dejaría de sentir pulsos o “tentaciones” de tener actividad sexual –de hecho, para algunos en eso radica la importancia de su decisión, en probar su fortaleza-; pero una persona asexual no decide si sentir o no atracción primaria o secundaria: simplemente, no
le ocurre. No está eligiendo cuándo o si tener sexo con alguien, sino que no siente esa necesidad. Por otro lado, una persona en abstinencia está sólo evitando tener sexo hasta una circunstancia adecuada, por razones personales, sociales o religiosas, mientras que un asexual no está “esperando al indicado”. No te puedes abstener de algo que no te surge.
- ¿Por qué se considera a la demisexualidad
como una subcategoría de la asexualidad?
Como expliqué antes, de acuerdo al modelo hipotético de atracción primaria vs secundaria, si entendemos la atracción sexual de este modo, entonces los demisexuales caen dentro del espectro asexual, dado que su atracción sexual es exclusivamente secundaria, y por lo tanto condicional a los factores que la generan. Por ello, pueden sentir deseo sexual, pero todo ello ocurrirá sólo tras una atracción secundaria, no por la información disponible a primera vista. Aunque tengan una mayor disposición potencial al sexo que un asexual pleno, siguen estando por fuera del esquema típico de atracción sexual que abarca la alosexualidad.
-
¿Los asexuales pueden enamorarse?
Por supuesto que sí. Aquí hay que hacer una distinción entre asexualidad y arromanticismo. Una persona arromántica es aquella que experimenta poca o ninguna atracción romántica con otras personas, pero es capaz de establecer otras relaciones no basadas en el romanticismo, y por lo mismo pueden o no tener y disfrutar de relaciones sexuales, pues su atracción o deseo sexual no tiene que ver con sensaciones románticas. Por otro lado, un asexual puede o no establecer relaciones románticas que no necesiten o dependan mucho del sexo, así que no dependerá del deseo o el interés sexual para enamorarse: por lo mismo, se habla de asexuales heterorománticos, homorománticos y birománticos, dependiendo si sienten atracción romántica por gente de diferente sexo, de su mismo o no se complica con el sexo y el género. En otras palabras, aunque se pueden solapar ambos espectros, un arromántico no es necesariamente asexual, y un asexual no tiene que ser arromántico en sí.
-
¿Los autistas suelen ser asexuales?
Es un estereotipo muy asociado con el TEA, pero como comenté al hablar de autismo en la ficción, es otro mito mal basado, y muchos sí que están interesados o involucrados en el sexo. Por otro lado, algunos estudios sí han encontrado que una persona autista tiene una tasa tres veces mayor de reconocerse dentro de una orientación sexual/identidad de género no cisheterosexual, en comparación con la población “neurotípica”. así como personas LGBTI+ evaluadas tienden a tener rasgos que sugieren autismo u otras condiciones de “neurodivergencia”. Y en este marco, un adolescente o adulto autista tiene una probabilidad bastante mayor (de 4-8 veces, dependiendo del estudio) de reconocerse dentro del espectro asexual. No es del todo clara la relación, que por supuesto no es tampoco condicional (es decir, no todo autista es LGBTI+, y no toda persona LGBTI+ será autista), pero se argumenta que el tener un sentido diferente del yo y perspectiva, y una menor dependencia en las normas sociales como referencia, podría explicar esa aparente prevalencia mayor. Y por supuesto, la dificultad que presentamos muchas personas autistas para comunicarnos y formar relaciones debe tenerse en cuenta a la hora de interpretar estudios así.
-
¿Un asexual siente incomodidad o asco
hacia conversaciones casuales sobre el sexo?
Algunos
sí, otros no. Depende qué tan neutral, indiferente, negativa o aversiva/repulsa
sea su percepción sobre la sexualidad. Es cierto que muchos asexuales no están
dispuestos a tener sexo en ninguna circunstancia, e incluso pueden sentir rechazo
físico y/o emocional ante la sola idea, pero no significa que tengan problemas
con que otros tengan o siquiera hablen de sexualidad, y pueden tener o evitar conversaciones,
bromas o comentarios sobre sexo, dependiendo de la persona. Algunos consideran
buena la sexualidad en cualquier circunstancia consensual, e incluso pueden ser
favorables a tener sexo (recalco, sin embargo, que esto último no debe asumirse de primera con
cualquier asexual), así que no se complican cuando el tema sale a la luz. Unos
más están abiertos a la idea de tenerlo, aunque no lo buscan activamente, y
otros sencillamente no tienen ningún interés sobre el sexo en general, así que
serán más bien indiferentes a que el tema llegue a la mesa.
-
¿Qué hay de cosas como como la masturbación,
el erotismo o la pornografía? ¿Cuál
es la actitud de los asexuales y, sobre todo, los demisexuales al respecto?
Quiero empezar con la parte del arte. Se sorprenderían genuinamente de la cantidad de dibujantes y artistas asexuales que hacen obras de fuerte erotismo y contenido sexual en redes sociales. Y es que, dado que la belleza y la sensualidad son conceptos muy ligados a la estética, nada impide que una persona del espectro asexual pueda apreciar el erotismo desde una perspectiva de atracción estética y sensual, así como de valoración artística.
En
cuanto a la masturbación, ya dijimos que la asexualidad no es un problema de
libido, y la excitación es un tema físico, así que, aunque les sorprenda, algunos
pueden recurrir a esas experiencias solitarias, mientras que otros no sienten
interés es masturbarse. Pasa igual con la pornografía, que puede ser consumida
por el interés estético mencionado o mera curiosidad; entre demisexuales no es ajeno verla para masturbarse, pero, al menos para algunos, lo que enciende la
llama en tales casos es proyectarse junto a la persona por la que se siente
atracción secundaria y deseo en los actos observados.
-
¿Un asexual puede sentir amor platónico?
Claro
que sí: después de todo, el amor platónico es una relación afectiva más, y una
especialmente enfocada en dar apoyo y ánimo a la otra persona, así que el sexo
es más que secundario. De hecho -y esta es otra de las sorpresas que me llevé
investigando al respecto- entre asexuales y, especialmente, demisexuales, es
especialmente común la fijación en personajes de ficción y los “celebrity
crushes”, muy a menudo hacia una personalidad construida alrededor de un papel
o personaje, lo que es una forma de atracción platónica/estética. Sería, por ejemplo, como sentir un amor platónico por Kat
Dennings, pero más que en la actriz, en la forma en que uno se imagina a la
actriz, quizás basada en Max o en Darcy Lewis.
-
¿Los asexuales no desean tener hijos?
No
más de lo que el alosexual promedio desea tener hijos: es decir, varía de
persona a persona. Retomando el modelo de atracción primaria vs secundaria, la
segunda categoría de sexualidad, el deseo sexual, puede experimentarse tanto
por placer personal (deseo sexual
primario) como por interés de la pareja o tener hijos (deseo sexual secundario). Un demisexual puede experimentar ambas
formas de deseo sexual, mientras que un gris-sexual puede experimentar una o
ambas, y algunos asexuales pueden experimentar únicamente deseo secundario, así
que no es extraño que tengan sexo porque quieren tener hijos propios. Y por
supuesto, la adopción no se descarta.
-
Eso de ser demisexual, ¿no es simplemente “estar enamorado”?
No. Es por eso que la definición de “atracción sexual sólo cuando se forma una conexión emocional” es un poco imprecisa, y es mejor enfatizar en la ausencia de atracción sexual primaria para distinguirlo. Una persona alosexual podría sentirse atraída por el aspecto físico o el aroma de otro, pero sólo desarrollar deseo sexual tras formar un vínculo emocional. Por otro lado, algunos demisexuales sí pueden tener sexo casual, pero no se trata de conquistas de una noche, sino que ocurre después del período necesario para experimentar atracción secundaria, y con ello el correspondiente deseo. Eso no hace que sean menos demisexuales, y tampoco significa que estén abiertos a cualquier prospecto de relación.
-
¿Puede un asexual cambiar a ser
demisexual y/o viceversa?
No cambiar en sí, porque nadie “decide” cambiar de orientación sexual. Pero sí puede ocurrir que algunas personas se asuman como asexuales porque no sienten atracción sexual por buena parte de su vida, hasta que una experiencia particular les despierta la atracción secundaria, y se dan cuenta que realmente eran demisexuales; así como personas en el espectro asexual que después de una relación, pueden pasar por largos períodos sin sentir alguna atracción sexual. Por eso existe la gris-sexualidad y entendemos la asexualidad como espectro, para recoger matices sobre la asexualidad que pueden desconcertar a muchos. Ojo, reitero que esto no significa que cualquier persona asexual se abrirá con el tiempo a tener sexo contigo. Eso es una decisión individual de cada experiencia, y no es bueno ni para la persona asexual ni para la alosexual que la segunda llegue con expectativas ilusorias sin conocerse a fondo.
¿Por qué me importa hablar de esto?
Y
llegamos a la parte final de esta entrada. He intentado explicar todo lo que
implica el espectro de la asexualidad, qué tanto sabemos al respecto, lo poco
que se representa todavía actualmente, y desterrar algunos de los mitos más
comunes sobre los asexuales. Así que después de tantas páginas, algunos
lectores se estarán preguntando: “Bien, pero, ¿qué te motivó a escribir al
respecto, y en un tema del que igual desconocías algunas cosas? ¿Sólo fue por
la Semana Ace?” Principalmente sí, pero hay otras razones.
La
primera es que, a través de años recientes, personas muy cercanas a mí me
confesaron que se encuentran dentro del espectro asexual. Eran detalles que ya
intuía, por conocerles de hace tiempo, pero que por obvio respeto a su
privacidad nunca quise preguntar. Y de modos todos, tras investigar un poco más
para comprenderlas mejor, y porque me gustó mucho el trabajo que hicieron con
Todd explorando su asexualidad en las temporadas 4 y 5 de BoJack Horseman, me di cuenta que había muchas cosas que yo
igualmente desconocía o comprendía mal. Y de paso… me llevó a comprender muchas
cosas sobre mí mismo.
Eso
me lleva a la segunda razón. Evaluando mi experiencia romántica y sexual,
recuerdo que tuve bastantes amores platónicos en la adolescencia, y que en
algunos casos no pasaba de lo que podría llamar atracción estética: luego las
conocía un poco mejor, y ahí moría la cosa. Tras un mejor conocimiento de mi
proceso mental, me doy cuenta que ninguna de esas experiencias me generó alguna
atracción a nivel de intimidad: eran los clásicos “crushes” de colegio y
universidad. Nunca pretendí actuar sobre esas fijaciones; la única vez que
propuse un noviazgo, después de meses de sentir que pensar que era lo que “debía
hacer”, me rechazaron gentilmente porque ella ya tenía otra relación. Y aunque
fisiológicamente no había nada “inusual” con mi libido (de hecho, en las
circunstancias adecuadas, tengo una libido bastante alta), la verdad es que ni
siquiera me masturbaba, y no por cuestiones religiosas o temas personales sino
porque, genuinamente, no sentía curiosidad o interés en hacerlo.
No
fue sino hasta después de los veinte, tras pasar unos pocos años conociéndome a
fondo con una amiga, que sentí de verdad un fuerte interés físico y sexual por
ella. Quería no sólo hablar con ella, escucharla todo el tiempo, sino más que
abrazarla, besarla y sentir su calor junto a mí, poder dejarnos llevar por las
circunstancias. Y por reserva, sólo diré que afortunadamente fue recíproco, y me
sorprendió gratamente experimentar algo tan delicioso. Han pasado ya varios
años desde entonces, y aunque no he vuelto a tener sexo con alguien, sí he
tenido otras pocas experiencias físicas y sensuales.
Y
si bien no descarto el papel que mi condición de autista tiene a la hora de
cómo reconocer señales sociales y mis propias emociones, todas esas
experiencias comparten un mismo parámetro: han
sido con amigas cercanas, siempre después de años de conocernos a detalle.
Tenía muchas dudas a la hora de usar palabras para definirme porque, al igual que me pasó por un tiempo cuando sospechaba que era autista, había situaciones que yo creía eran imposibles para una persona en el espectro asexual. A través de los meses que he estado leyendo y recopilando información, pude reconocer las experiencias privadas y románticas de otras personas en muchas de mis situaciones. Y aunque espero y creo que no se debe tomar mi historia como un marco estricto, sino como una experiencia individual, con los elementos que cuento puedo reconocer, no sin algo de nervios, que soy demisexual.
No puedo decir que me sienta especial o diferente al usar una etiqueta. De hecho, estoy más que consciente de la burla que suele generar en algunos círculos ya no sólo la demisexualidad, sino el espectro asexual en sí. Y en general no creo actuar diferente a muchas personas, más allá de mi propio autismo. Pero, tal como ocurrió cuando recibí mi diagnóstico de TEA, es un alivio emocional importante el poder comprender que muchas de las cosas que experimentabas, que te hacían sentir extraño o roto, no son más que una de las muchas variables en el amplio escenario de la sexualidad de nuestra especie. Y eso debería ser suficiente.
Conclusiones
Después
de un necesario chute de cafeína, llega la hora de cerrar esta entrada. Antes
de darme cuenta, el documento se alargó por varias páginas, incluso sin
mencionar mi propia experiencia, y aun así no siento que haya hecho suficiente
justicia a un tema tan complejo y desconocido para muchas personas, en especial
porque, como dije, dejé varias cosas por fuera. Y a pesar de todo, creo que por
momentos el trabajo se hizo más técnico de lo que pretendía.
Pero suficiente con las autocríticas. Como dije al inicio, mi propósito era hacer un aporte no sólo para contribuir a la visibilidad de la comunidad asexual en esta semana, sino también para que gente que no conoce bien sobre el tema tenga al menos unas mejores luces sobre una de las orientaciones sexuales más confusas para el público general. Dejar en claro que no se trata de una locura de la modernidad, sino un espectro de diversidad sexual que de hecho cuenta con historia e incluso va creciendo en espacio dentro de la investigación científica, y que necesita no sólo más representación, sino mucho más reconocimiento y aceptación.
Recomiendo este corto cómic de la artista Courtney Wirthit, Confesiones de una demisexual (en inglés): https://planamag.com/confessions-of-a-demisexual/
Así que, si tienen comentarios o dudas sobre algo de lo expuesto aquí, pueden expresarlas en comentarios, siempre que se tomen un momento para reflexionar y hacerlo desde el respeto. Agradezco a las pocas personas que en redes se tomaron la molestia de sugerirme mitos sobre el tema para abordar. Por lo demás, espero que, si hay lectores asexuales que llegaran aquí, hayan aprovechado esta Semana de la Visibilidad Asexual para sentirse reivindicados y apoyados. Y que sepan que este es un espacio para ustedes.
Fuentes
consultadas
-Artículos
científicos:
Attanasio et al. 2022. Are Autism Spectrum Disorder and Asexuality
Connected? Archives of Sexual Behavior, 51(4): 2091-2115: https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/34779982/
Bogaert.
2015. Asexuality: What It Is and Why It Matters. Annual Review of Sex Research,
52(49): 362-379: https://www.tandfonline.com/doi/abs/10.1080/00224499.2015.1015713?journalCode=hjsr20&
Lancet. 2022. The Lancet Commission on the future of care
and clinical research in autism. The Lancet, 399: 271-334: https://www.thelancet.com/journals/lancet/article/PIIS0140-6736(21)01541-5/fulltext
Prause & Graham. 2007. Asexuality:
Classification and Characterization. Archives
of Sexual Behavior, 36: 341-356: https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/17345167/
Weir, Allison &
Baron-Cohen. 2021. The sexual health,
orientation, and activity of autistic adolescents and adults. Autism Research, 14(11): 2342-2354: https://onlinelibrary.wiley.com/doi/10.1002/aur.2604
-Notas
de prensa:
Dominique Mosbergen. HuffPost. 2013. The Asexual Spectrum: Identities In The Ace Community (INFOGRAPHIC): https://www.huffpost.com/entry/asexual-spectrum_n_3428710.
Lucy
Wallis. BBC News. 2012. What is it
like to be asexual? : https://www.bbc.co.uk/news/magazine-16552173.
Michael Waters. Slate Magazine. 2020. Finding Asexuality
in the Archives: https://slate.com/human-interest/2020/03/asexuality-history-internet-identity-queer-archive.html.
-Redes y enciclopedias:
The Asexual Visibility and
Education Network (AVEN). Overview: http://www.asexuality.org/?q=overview.html.
AVENwiki. Primary vs. secondary
sexual attraction model: http://wiki.asexuality.org/Primary_vs._secondary_sexual_attraction_model.
Feeld. What is asexuality: https://feeld.co/blog/feeld-guides/definition-asexual.
Neuroclastic. Demisexuality
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