La mitología detrás del Samhain


El Halloween. La Noche de las Brujas. Una de las festividades secularizadas más populares de todo el mundo, superada sólo por la Navidad, y aun así a mi gusto mucho mejor, por cuanto ya ha desechado casi todos los elementos cristianos que podría tener, a diferencia del “nacimiento” de Jesús, que por obvias razones cuesta un poco más de celebrar sin el mote religioso. Como sea, el Halloween es una de las fiestas que más disfrutamos, tanto chicos como grandes. Nos fascina, a pesar de (o quizás también gracias a) la férrea oposición de religiosos ortodoxos que gustan de perseguir todo lo que no esté consagrado a Dios (como cierto “concejal de la familia” que se quemó hace poco en elecciones; ojalá que no consiga pomada).


Hace ya cinco años escribí una entrada acerca de los orígenes non sanctos del Halloween dejando en claro que, a pesar del mote diabólico que suelen darle los fundamentalistas, se trata de una fiesta transmutada a partir de la noche celta de Samhain, que no tiene nada de satánico. De ahí provienen muchos de los elementos tradicionales de la fiesta, como los disfraces, las representaciones de espíritus y las calabazas ardientes (bueno, eso es más estadounidense, pero ya lo explicaré después); sin embargo, lo expuse de forma más bien superficial, sin entrar a detalle el bagaje mitológico y cultural detrás de la iconografía original de la Víspera de Todos los Santos. Así que, ateniéndome a la presente fecha, y porque no quiero terminar mi mes favorito sin hablar un poco de la temática o con un post sobre política (eso será al final de la semana, espero), quiero ampliar más sobre la mitología del Halloween. No las brujas y gatos típicos de su expansión consumista, sino de su simbología primigenia en el Samhain.

Como explicaba en esa entrada antigua, Samhain -que se pronuncia Sawin- era una festividad de origen celta, en concreto del pueblo gaélico de Irlanda y Escocia, y una de sus cuatro fiestas estacionales. Se celebraba entre el 31 de octubre y el 1 de noviembre puesto que, como muchos otros pueblos, para los celtas los días empezaban y terminaban con la puesta de sol. Al estar entre el equinoccio de otoño, Samhain marcaba el final de la cosecha, de los meses luminosos de verano, y el inicio de los meses oscuros de invierno -que terminaban con la fiesta de Beltane, el 1 de mayo-. Se encendían gigantescas fogatas, quizás como ritual de purificación o para imitar el poder del Sol, se sacrificaba al ganado destinado para el invierno y se realizaban rituales de adivinación sobre la muerte y el matrimonio usando cenizas, echando huevos blancos en agua, tostando avellanas o atrapando con los dientes manzanas que colgaban de palos, esta última derivando en el popular juego de Halloween de agarrar manzanas flotando en agua.



Por supuesto, al ser una fecha de transición estacional, Samhain era una fecha donde los límites entre el mundo físico y el otro mundo se desdibujaban, por lo cual era cruzados por los espíritus para llegar a nuestro mundo. Estos seres, conocidos como los aos sí o aes sídhe, el pueblo de los túmulos, eran una raza sobrenatural que hoy asociaríamos con las hadas o elfos de la literatura moderna, pero que en realidad tienen fuentes más antiguas, pues son remanentes de cultos a viejos dioses y espíritus naturales, en concreto de los Tuatha Dé Danann (“el pueblo de la diosa Danu” o “la tribu de Danna”), los posibles dioses gaélicos precristianos que en relatos posteriores, obra de los mañosos redactores cristianos, se convertirían en reyes y héroes de los mitos irlandeses. Los aos sí serían entonces, en el Samhain, una suerte de dioses menores, descendientes de los Tuatha Dé Danann. Eran espíritus volubles que podían ser amables con quienes los complacían, pero terribles con los que los ofendieran. No eran ni buenos ni malos: dependiendo de tu trato con ellos y su humor, podían ser cualquiera de las dos cosas.

Por ello, y para tratar de complacerlos y así asegurar una buena cosecha y ganado en el próximo verano, la gente en el Samhain dejaba ofrendas y bebidas. Como las almas de los muertos también cruzaban a nuestro plano en esta época para visitar a sus seres queridos, se les dejaban espacios en la mesa y junto al fuego del hogar. Se piensa que de esta costumbre derivaron los disfraces: había gente que personificaba a los aos sí o a los muertos y recibía ofrendas en su honor. Las máscaras y disfraces también serían una forma de protegerse de los espíritus más maliciosos, pues se confundirían al tomar a la persona ataviada como uno de los suyos. Y dado que estos espíritus eran muchas veces traviesos, parece que hacer bromas a cambio de ofrendas ya hacía parte de algunas costumbres del Samhain, las cuales serían fusionadas después con la Víspera de Todos los Santos, dando lugar al Halloween que hoy conocemos.


Bueno, ¿y las linternas de calabaza? También les conté en algún momento que esas no eran usadas en el Samhain. A ver que me enredo: sí, sí habían linternas, pero en las Islas Británicas se fabricaban con nabos o remolachas de campo, y fue con la migración irlandesa a Estados Unidos que se adaptó el uso de calabazas para el mismo propósito, al menos de forma parcial. En esencia estas linternas, conocidas en inglés como jack-o’-lanterns (linternas de Jack), eran usadas para iluminar a los disfrazados durante sus recorridos nocturnos, y se tallaban con rostros grotescos para representar a los espíritus o quizás como protección contra los maliciosos, lo cual podría ser más probable si nos fijamos en que a menudo se dejaban también en ventanales. Al parecer es una costumbre un poco más reciente del Samhain en comparación, y como es obvio nació en Irlanda, donde está asociada con la leyenda de Stingy Jack, un borracho que engañó y atrapó dos veces al Diablo, dejándolo ir con la condición de que su alma no sería llevada al Infierno. Sin embargo, debido a su vida pecaminosa, Jack tampoco podía entrar al Cielo, y cuando quiso ir al Infierno el Diablo le negó la entrada, dejándole una simple brasa para iluminar su camino. Desde entonces Jack vaga por la tierra, con la brasa dentro de un nabo a modo de linterna, buscando un sitio donde descansar.


Este nabo tallado de principios del siglo XX es más aterrador que casi cualquier calabaza que haya visto.

Como curiosidad final con esto, seguro que habrán notado que en muchas de las representaciones del popular Jinete sin Cabeza aparece con una linterna de calabaza a modo de cabeza. Esto es debido a que en el relato original de Washington Irving, La leyenda de Sleepy Hollow, al desaparecer el protagonista tras encontrarse con el supuesto jinete, lo único que hallan de él es su sombrero abandonado junto a una calabaza hecha pedazos. Y los jinetes sin cabeza son además típicos del folklore de las Islas Británicas, donde el más aterrador por mucho es el dullahan irlandés, un tipo de aos sí malévolo que lleva su deforme cabeza cortada bajo su brazo y usa una columna vertebral como látigo.

Hoy en día, el Samhain fue “rescatado” a partir del siglo XX por el renacimiento céltico, una serie de movimientos culturales que se interesaban por rasgos de la cultura celta, así como por grupos neopaganos y cultos wiccanos. No obstante, estos movimientos religiosos tienden mucho a mezclas las fuentes gaélicas del Samhain con costumbres e interpretaciones diferentes, algunas más modernas, por lo que en un todo las fiestas de Samhain de neopaganos y wiccanos son una celebración completamente diferente, más afín a su perspectiva propia que a la tradición celta original.

Y en síntesis, aquí termino. Que no se note que me fascina todo lo relacionado con estas fechas, ¿verdad? Es muy apasionante, tanto por la espiritualidad asociada a los rituales, que en un todo son la viva expresión de un pueblo agricultor que depende de sus cosechas y crías para subsistir, como por la amplia mitología detrás de ello, como siempre más diversa y entretenida que el parco relato bíblico.

Feliz Halloween y Feliz Samhain para todos.

Y un toque de humor de Humon para terminar. “Todos hemos visto las fotos de la aterradora linterna de nabo. La gente de esa época daba un miedo del carajo.
-Vamos, saluda a tu abuela Nabo. No viajamos tanto hasta Irlanda para que te escondas detrás de mí.
-¡Pero es súper terrorífica!
-Se supone que Halloween sea terrorífico.
-¡Así no!
-Dale un beso a la abuelita, niño.

Comentarios

Entradas populares