El aprendiz intrascendente
Introducción
-Si en enero aún no teníamos claro qué postre le tenía el uribismo a las iglesias que lo apoyaron durante las elecciones, ahora despejamos las dudas. El pasado julio, el subpresidente aprovechó el Día Nacional de Libertad Religiosa y de Cultos para reunirse con varias iglesias y firmar un acta para analizar la conexión de educación y libertad religiosa, mientras pedía “volver a la conversación de la familia”, lo que se traduce en replantear los alcances en materia de derechos sexuales y reproductivos de gobiernos pasados. Es gracioso en cierta forma: usó el Día Nacional de Libertad Religiosa para poner en peligro la libertad religiosa. Lo que no es tan gracioso es que esto podría abrir las puertas para una eventual injerencia –bueno, mayor injerencia- de las iglesias en la educación pública.
-Otra evidencia del consistente coqueteo del gobierno con la religión fue el centenario de la Coronación de la Virgen del Chiquinquirá, en la cual Duque invitó a todos los colombianos a que “rindamos este homenaje”, y donde afirmó que la Virgen “ha sabido guiar esta Nación en medio de las adversidades para que surja una Colombia de fe”, como si todos los colombianos fuéramos católicos o siquiera creyentes, en un intento vano por aferrarse a la popularidad de un ícono católico ante el desprestigio de su imagen. ¿Hace falta decir que, dado el carácter laico del Estado colombiano y la Constitución de 1991, el presidente no debería hacer estas declaraciones en carácter de primer ciudadano del país?
-Ah, a través de este enlace pueden seguir las horas que han transcurrido desde que el Chonchiken dijo que a Nicolás Maduro le quedaban horas en el poder. Sus intenciones de usar la tragedia venezolana como réditos políticos van sin puerto.
El
pasado 7 de agosto se cumplieron 200 años de la Batalla de Boyacá, esa que si
bien no fue ni tan gloriosa ni sangrienta como el choque en el Puente de Gámeza
o el Pantano de Vargas –me gusta resaltar esto porque son batallas menos
destacadas, pero fundamentales para el triunfo en Boyacá-, dio la estocada
fundamental para la independencia de la mayor parte de Nueva Granada -hay un
debate en torno a la liberación de las últimas ciudades en el Caribe-. Al mismo
tiempo se cumplió el primer año de “gobierno” de Iván Duque, el 60º
“Presidente” de Colombia. Y tal como ya temían muchos, aunque su
submandato ha tenido diferentes aciertos, no ha dado ese respiro de salvación
que esperaban muchos colombianos, y
a día de hoy sigue sin un rumbo claro.
En
retrospectiva, no es tan sorprendente. A inicios de año escribí una entrada
resumiendo los, llamémosles, antilogros
del subpresidente Tocineto,
lamentando mi falta de previsión con respecto a la velocidad con la que
gobiernos reaccionaros puede dar al traste con varias aristas del país. Los
meses restantes se han mantenido, por desgracia, dentro de lo que ya veíamos en
ese momento: lo sorpresivo e indignante es que en un año se haya llegado tan
lejos en incompetencia.
Intentaré
mantener, a semejanza del análisis anterior, un orden sobre las principales
dudas y temas que se pueden tener sobre la subgestión de Duque: su nivel de
“independencia” con respecto a su mentor, sus alcances a nivel económico, su
relación con el sector educativo, cómo maneja la corrupción, la libertad de
expresión en estos tiempos, qué tanto ha recrudecido o disminuido la violencia,
y otros temas. Iré enumerando no sólo las falencias de su primer año, sino
también los últimos problemas que han surgido en este mes.
Independencia: como dije la vez pasada, este es un punto que le
importa muy poco a las toldas uribistas, pues para ellos no sirve en la
Presidencia alguien que no esté 100% de acuerdo con lo que propone Álvaro
Uribe. Recordemos lo mucho que les dolió cuando Santos aprovechó sus propias
relaciones políticas para desligarse del uribismo y montar sus propias
políticas, incluyendo el acuerdo de paz con las FARC. De ahí que tantos
desconfiaran en la elección como candidato de Duque, un tipo salido de la nada
que acomodó sus posturas políticas en temas de economía y derechos a los del
senador, y que otros tantos confiaran en que su falta de experiencia y bagaje
político fueran garantías de completa fidelidad a Uribe.
Y
bueno, el tiempo les ha dado la razón a los segundos, pues fuera de una que
otra escaramuza con el “Centro” dizque Democrático, Duque ha respaldado con
firmeza las ideas políticas de Uribe. De hecho, fue muy importante un artículo
publicado en The Economist el pasado junio, donde resaltan los pocos avances
del subpresidente en materia del acuerdo de paz de las FARC (ya volveré pronto
a eso), y es claro en que Duque
debe limitar su interacción con el líder del uribismo si quiere fortalecer su
gobierno. Pero después de
ver el colapso de las propuestas de la Consulta Anticorrupción, la estúpida
decisión de asumir la deuda con los bancos por el escándalo Odebrecht en la
Ruta del Sol y su respaldo irrestricto al ex ministro Andrés Felipe Arias, está
más que claro que mucho caso no hizo. No ayuda tampoco que hace poco Uribe
dijera durante una entrevista en Blu
Radio “soy
presidente de Colombia y soy senador”.
Eso
sí, aún mantienen esa dinámica del subpresidente ofreciendo un tono conciliador
y su partido alborotando el avispero, tal como muestra el
nuevo proyecto de Uribe y la despalomada Valencia para crear una sala especial
dentro de la JEP que juzgue a la fuerza pública, que a la luz de los hechos es otro de esos desperdicios
que buscan encender al sector de la población que rechazó los acuerdos para
asegurar votos en las elecciones de octubre.
Economía: uno de los mantras que más se repitieron durante las
elecciones fue que debíamos votar por Duque para “no convertirnos en
Venezuela”, pues según el entonces candidato las propuestas de Gustavo Petro
traerían la miseria del socialismo del siglo XXI a Colombia. Y como a la gente
por lo general le importa un comino entregar derechos fundamentales mientras
tenga un pan en la mesa, pues empecemos por ver qué fue de ese gran impulso
económico que nos profesaban si ganaba el Tocineto.
Bien,
de entrada hay que decir que uno de los mayores problemas
de Duque es el desempleo: en
junio la tasa fue de 9,4%, en
comparación con el 9,1% que ostentó en el mismo mes del año pasado, y de
acuerdo con el Dane cerca
de un millón de puestos de trabajo han desaparecido en el último año,
cerrando este segundo trimestre del año con un desempleo en 10,1%. Lo más
irónico es que la economía del país no está retrocediendo en crecimiento, aunque
no es tampoco algo grande: la producción industrial ha tenido un crecimiento de
3,2%, y el comercio interno ha aumentado, aunque el comercio exterior y el
transporte no van muy bien. Por otra parte, aunque del Banco Central de
Colombia afirman que no es una cifra para preocuparse, sí reconocen que la
inflación se incrementará a una tasa mayor a la meta de reducción al 3% del
Gobierno.
Es tal el desconcierto
que, de un modo cínico, el Ministro de Hacienda Alberto Carrasquilla, reconoció
por sus propias palabras: “yo, personalmente, no entiendo todavía a
cabalidad qué es lo que sucedió, ni cuáles son las mejores medidas que podamos
tomar para corregir esta dinámica”. ¡Usted es el MinHacienda, señor!
¿En serio cree que una respuesta sobre las causas del desempleo es que ni saben
cuáles son ni cómo remediarlos? ¿De verdad nos va a decir que no se le ocurrió
que una
economía que crece poco en producción no se dará el lujo de generar más puestos
de trabajo? Eso explicaría por qué no se dio cuenta de cómo estaba
estafando a varios municipios con los dichosos “bonos de agua”. No sorprende,
pues, que en una reciente publicación la
revista The Economist calificara el
primer año de gestión de Duque como “improductivo”, sugiriendo además
que es importante hacer un cambio en su gabinete si quiere mayores logros.
Y hay detalles más
espinosos al respecto. El portal Bloomberg indicó hace poco que, debido a la
grotesca reducción en impuestos a empresas, Minhacienda
está incluyendo los ingresos por futura venta de activos como ingreso corriente
para alcanzar la meta de déficit en el PIB, lo que deteriora la confianza
inversionista, aun cuando Carrasquilla asegura que el Fondo Monetario
Internacional permite contar esas privatizaciones como ingresos fiscales. Tal
como Salomón Kalmanovitz denunció en su
reciente columna en El Espectador,
mantener la reducción en los ingresos tributarios obligaría a la larga a un
fuerte recorte en inversión pública, así que lo que está haciendo Carrasquilla
no es poca cosa.
Ah, ¿y se acuerdan cuando
Alberto Bernal decía el año pasado que si
Duque ganaba la presidencia, el dólar bajaría incluso por debajo de $2.700?
Pues bien, justo este 4 de agosto cerró con un máximo histórico: $3.461,
superando el precio de $3.434 que llegó a alcanzar en febrero de 2016; ayer 29,
mientras terminaba de escribir este fragmento, está
ya en $3.489.Y si bien es cierto que esto es en parte por la pelea
que tiene Trump con el gobierno chino, es un hecho que el
peso colombiano es, junto al chileno, la divisa más débil de las llamadas
economías emergentes. ¿Qué pasó con la
confianza que veríamos en la moneda nacional al empezar el gobierno Uribe III?
Para colmo, la bandera
del subgobierno de Duque, la tan mentada “economía naranja”, va
con las llantas desinfladas en este primer año, con algunos esfuerzos para formar industria cultural, pero
sin propuestas reales de una transformación socioeconómica a partir de la
cultura, y con una Ministra de Cultura que (para variar) tampoco tiene
experiencia en el cargo. Y la dichosa reforma tributaria, que
llamó “Ley de Financiamiento” para suavizar el golpe a la Bart al futuro, deja
un déficit de 10 billones de pesos que tendrá que cubrirse con la venta de más
activos de la Nación, y es muy posible
que se requiera una nueva reforma el próximo año. Va a resultar cierto el
chiste recurrente de que esa economía naranja se refería en realidad a que con
los impuestos vamos a terminar todos exprimidos.
Educación: por este frente no han ocurrido muchos trastornos,
pero tampoco han ido las cosas a paso de gacela. Si bien en enero ya les había
comentado que el gobierno tuvo que sentarse a negociar con los representantes
estudiantiles universitarios después de los dos meses de protesta, tuvieron que
pasar seis meses antes de poder llegar entre todas las partes a un acuerdo que
se concretó en un Decreto
de Registro Calificado que regulara las garantías de calidad de las
instituciones de educación superior. Algunos detalles para mí suenan
más bien abstractos y generales, y los lectores veteranos del blog sabrán que
no soy bueno con ideas abstractas, pero en esencia parece que cubre detalles
importantes que buscaban las universidades. Sin embargo, si alguno de los
lectores tiene una comprensión más profunda de los alcances y limitaciones al
respecto, agradeceré su respuesta en los comentarios.
Eso sí, nos enteramos a
finales de julio, a partir de un estudio canadiense, que en Colombia el
acceso a educación bilingüe en primaria y secundaria es bastante pobre,
y nos localizamos en el puesto 58 de 70 países en el último ranking Pisa. Eso
significa que nuestros alumnos llegan al final del bachillerato con
deficiencias en áreas del conocimiento que son importantes para desempeñarse en
la sociedad. Por supuesto, esto es un problema de los últimos años, así que no
es culpa exclusiva de Duque. Pero propuestas al respecto no se han visto de su
parte.
Corrupción: recordarán en el pasado resumen que la Consulta
Anticorrupción había sido mutilada en el Congreso para restarle poder. Pues
bien, en el transcurso de este año fue rematada: todas las propuestas nacidas de la Consulta fueron
hundidas en el Congreso a mediados de junio. Sólo la
eliminación de la casa por cárcel para corruptos llegó a ser aprobada, pero la
falta de conciliación dio con su fin al término del pasado período legislativo,
el 20 de junio. Y aunque Duque prometió un nuevo paquete de propuestas para
combatir la corrupción para la próxima legislatura, el desgaste generado por
este debate y el tiempo perdido que es muy probable que vuelvan a invertir para
tratar de reformar la JEP auguran los mismos resultados nefastos. Simplemente,
el gobierno no tiene voluntad para actuar.
Ah, pero eso sólo
cuando se trata de combatir la corrupción, porque en cuanto a hacerse los
tontos con ella son expertos. Prohibido olvidar que tras el episodio en que la
JEP rechazó la solicitud de extradición de “Jesús Santrich”, después de la
falta de evidencias concretas de actividades delictivas posteriores al acuerdo
de paz con las FARC, el
Fiscal General Néstor Humberto Martínez renunció a su cargo,
escapándose de forma muy conveniente de las acusaciones en su contra por su
relación con el caso Odebrecht, cosa que ya expliqué en enero, y dejando un
legado de mediocridad.
¡Aaahhh!
Poco después nos
enteramos de un
terrible entramado de corrupción dentro de la misma Fiscalía, que
involucraba no sólo espionajes ilegales, sino además la alteración de evidencia
en investigaciones contra personajes importantes como el
mismo Uribe, pues se descubrió que seis audios relacionados con un
testigo clave en una denuncia del senador Iván Cepeda fueron manipulados. Todo
un escenario muy similar a los escándalos de la era Uribe que provocaron el
cierre del DAS, y que tienen a varios “buenos muchachos” del hoy senador
condenados. ¿Por qué será que esas acciones corruptas lo benefician siempre a
él?
Y hablando de corrupción
en esferas del poder, también salió a la luz una
red de corrupción en la Cuarta Brigada del Ejército, la cual estaba
siendo investigada por la Fiscalía desde hacía un año, y en la cual el rango de
delitos iban desde desviar dinero hasta la venta de permisos de porte armas a
grupos criminales. Por estos delitos se emitió orden de captura contra nueve
personas, entre los cuales figuraban seis miembros de la unidad, y se destituyó
al general Jorge Horacio Romero, quien fue comandante de la Brigada hace un par
de años. Por otro lado, cuatro
generales más fueron retirados de su cargo y llamados a presentar servicios,
entre ellos el segundo comandante del Ejército, Adelmo Fajardo, por
denuncias graves de corrupción en cargos pasados y denuncias relacionadas con
ejecuciones extrajudiciales.
Cabe destacar, eso sí, que estos sucesos ocurrieron en anteriores gobiernos,
pero hay dudas sobre lo enterado que estaba el general Nicacio Martínez de las
denuncias en el caso de la Cuarta Brigada, lo cual se suma a la lista de
cuestionamientos sobre su reciente condecoración.
No
podemos olvidarnos tampoco del caso Odebrecht, la novela que en Colombia aún no
muestra a sus principales protagonistas. En un giro a todas luces
ridículo, el Gobierno decidió
en un inicio asumir parte de la deuda (1,2
billones de pesos) con los bancos del consorcio Ruta del Sol 2 tras liquidar el contrato, a pesar de que no se había
tomado una decisión judicial al respecto, y de acuerdo con una
denuncia en Semana de la columnista María Jimena Duzán, esto era parte de una negociación que Mintransporte
estaba haciendo con los bancos de, oh sorpresa, el Grupo Aval, que además era
beneficiario de Episol-Corficolombiana, la empresa que firmó el contrato con
Odebrecht, puesto que algunos pronosticaban que habría tenido que pagarse hasta
2,6 billones. Por suerte, el Tribunal de Arbitramento de la Cámara de Comercio les
cerró el paso, determinando que no era responsabilidad del Estado pagar dicha
deuda, y que del pago real, 211.000
millones, sólo
debía aportar 24.000 millones, deteniendo
las ambiciones del conglomerado de Luis Carlos Sarmiento y la insensatez de la
Ministra de Transporte, Ángela María Orozco.
Y si de culebrones
que parecen no tener fin hablamos, no podemos dejar de lado una novela que
estrenó una nueva temporada: el caso Agro Ingreso Seguro. Después de años de
dilatar el proceso con recursos inútiles y solicitudes de asilo, el ex Ministro
de Agricultura de Uribe, Andrés Felipe Arias, fue extraditado a Colombia por un
tribunal de Estados Unidos para responder por su sentencia de 17 años por
entregar los fondos de AIS a terratenientes y poderosos del campo en Colombia.
El gobierno no sólo se ha empeñado en ocultar con falsas pretensiones de
respeto todo lo relacionado con su llegada y estadía en prisión, sino que
además el Centro –dizque- Democrático radicó
la llamada “Ley Arias”, que busca ampliar
la segunda instancia para sentencias dictadas por primera vez, sea para
aforados y no aforados, lo cual permitiría no sólo la revisión de la sentencia
de Uribito, sino que además abriría la puerta para que decenas de congresistas
condenados por sus nexos con grupos paramilitares sean aliviados o incluso
retirados de prisión.
En otras palabras,
los uribistas no tienen problemas en poner el país a arder en su obstinada
defensa de Arias, a quien Paloma Valencia volvió a apoyar en una reciente
entrevista con Juampis González (una parodia gomela del bogotano clasista de
derecha), afirmando que “dar subsidios a quienes tienen plata no es
delito”. En serio, es tanto el cinismo que
Alejandro Riaño, el comediante detrás de Juampis, parece salirse unos segundos
de su personaje antes de retrucar con un comentario ácido.
Libertad de expresión: algo que se ha visto con cierta preocupación en este año es que, a
pesar de denuncias importantes como las mencionadas sobre la Fiscalía y la
Cuarta Brigada, la revista Semana parece
estar caminando con pies de plomo cerca del subgobierno de Duque. Ya su portada
en relación al primer año de gobierno causó mucho malestar entre sus lectores
por referirse a este como un “año de
aprendizaje”, aun cuando resaltaba que el Tocineto no tiene mucho que
mostrar tras 365 días en el solio de Bolívar, y su tratamiento de los “logros”
dan evidencia de un menor alcance crítico para cuestionar el regreso del
uribismo al poder en comparación con otras épocas. Si en los últimos años de
Santos ya se sentía que la revista estaba acomodándose un poco con la gestión
de Chucky, resumir a “aprendizaje” la pésima labor de Duque es casi una burla a la
objetividad periodística.
Enfatizando
en esto último, ¿recuerdan el caso de Daniel Coronell? Lo mencioné de paso en
una anterior entrada sobre
la vacunación obligatoria, pero ampliemos aquí. A mediados de mayo,
el New York Times denunció en un artículo
unas
nuevas directivas del Ejército que podrían revivir el caso de los “falsos
positivos”, y al poco tiempo La
Silla Vacía publicó que Semana
tenía en su poder esa misma investigación desde
abril, pero que tras una reunión con representantes del
Gobierno decidieron no publicarla, y ante la espera y temor las fuentes
consultadas buscaron a Nick Casey, columnista del NYT, para que publicara las
denuncias. Esto provocó que Coronell publicara en Semana una columna titulada “La explicación pendiente”, en la cual
consideraba insuficientes los argumentos de la revista para su proceder.
La respuesta fue tan
sorpresiva como criticada: Felipe López, fundador y accionista de Semana, le comunicó a Coronell que su
espacio en la revista no continuaría a raíz de la mencionada columna. La estupidez
de la decisión fue a todas luces evidente, no sólo pasando por
encima de la libertad que debe tener un periodista para cuestionar al medio que
le da espacio, sino además insultando la inteligencia de los lectores con una
posterior editorial tan farsante como torpe. Al mismo tiempo, en un acto que
más parecía de lambonería o terror por su espacio que de objetividad, los
columnistas Duzán y Caballero tildaron a Coronell de “arrogante” por pedir
explicaciones a Semana; sólo Daniel
Samper, que por lo general se limita a columnas satíricas, criticó directamente
a la revista por despedirlo.
Después de un fuerte
movimiento en redes sociales para cancelar las suscripciones a la revista y
dejar de seguirla en redes sociales, los nuevos dueños de Semana, los Gilinski, restituyeron a
Coronell en su espacio, dos semanas después de lo ocurrido. Aun a
pesar de esto, las últimas publicaciones de la revista y su tratamiento del
primer año de Duque sugieren que están tomando un enfoque tibio para cuestionar
la gestión de Uribe III, lo que se refuerza también con
la salida del columnista en línea Joaquín Robles Zabala, duro
crítico del uribismo, tras una
publicación de fuertes palabras. Admito que su estilo en muchas
ocasiones no me gustaba, pero el lenguaje no es el tema: es el mensaje que Semana está dejando poco a poco.
Eso sí, a partir de
denuncias Semana demostró otra
persecución: contrario a lo que Nicacio Martínez decía, sí
hubo una cacería destinada no sólo a encontrar
a los informantes dentro del Ejército que filtraron la información de las nuevas directrices a
los periodistas de Semana y a Casey, sino también para descubrir si se había
contado sobre una reunión en enero en Cúcuta, donde el general Diego Villegas
habría insinuado la posibilidad de aliarse con Los Pelusos para combatir al
ELN.
No olvidemos tampoco que
a finales de noviembre, Cine Colombia se metió en un problema porque en un
inicio eliminó de su portal la información sobre el documental La negociación, tras
las críticas de Uribe y ese esperpento de Fernando Londoño en Twitter
por el cuestionamiento que en él se hacía a su imagen, lo cual levantó críticas
de censura contra la empresa, aunque después aclaró
que no la retirarían de sus salas. Tampoco dejemos de lado la
aprobación de la controvertida Ley TIC, la
cual hace poco fue demandada ante la Corte Constitucional.
Y encima, para más inri esta
semana se reveló que Caracol Radio canceló las columnas de opinión en 6AM Hoy
por Hoy –que incluía a Sandra Borda y Yohir Akerman, entre otros-, lo
cual provocó la molestia de su director, Gustavo Gómez, quien
cuestionó la decisión administrativa mientras destacaba: “Creo firmemente en el mérito de las ideas y en que es con independencia cuando mejor le lucen a una sociedad. El valor
de esas opiniones no está en adherirse a ellas, sino en admitirlas.”
Ah, no podemos olvidar tampoco
la
comentada “jugadita” de Ernesto Macías el pasado 20 de julio, cuando
después de la rendición de cuentas del subpresidente en el Congreso hizo que
tanto él como sus representantes salieran del recinto, impidiendo así que
escuchara la réplica de la oposición, en clara afrenta al estatuto. Aunque
Duque quiso minimizar la situación, la
Procuraduría decidió llamar al senador a juicio disciplinario para
que explicara su actuación, exponiéndose
máximo a una inhabilidad de un año para ejercer cargos públicos. No
creo que llegue a mucho, la verdad, pero este caso es el perfecto cierre para
el que fue uno
de los peores presidentes del Congreso en
la historia colombiana.
Violencia: los asesinatos a líderes sociales se han mantenido a
lo largo de este año. Aunque Duque presentó un informe donde se decía que los
asesinatos a este grupo activista se había reducido en un 32% desde que asumió
el poder, el director de la división en América de Human Rights Watch, José
Miguel Vivanco, aseguró que se
trata de una maniobra del gobierno colombiano para congraciarse en el exterior
basada en datos apresurados, pues
desconocen casi 50 casos en verificación por la ONU, tanto en el primer año de
la administración Duque como en los últimos meses del gobierno de Santos, por
lo cual a medida que se vayan confirmado esa tal reducción se irá
reduciendo en sí misma.
Lo peor es que la
Fiscalía sigue afirmando que no
hay sistematicidad en los homicidios de líderes sociales, y saca
pecho por un patético tercio de los casos resueltos, 177 de los 302 reportados
por la ONU, siendo que dentro de esa “resolución” hay apenas 33 sentencias. Menos de un 20% de los
casos “resueltos”, y apenas un 11% del total. ¿Eso es un logro? Y el Tocineto
ya dijo en una rueda de prensa que es
difícil proteger a más de siete millones de líderes sociales. ¿Dónde
está entonces su compromiso, si mientras tanto Uribe tiene un esquema de
seguridad de decenas de hombres, al igual que el ex fiscal Martínez? ¿Sorprende la
manifestación nacional que hubo al respecto, pidiendo más firmeza al
gobierno para resolver este problema?
Por otra parte, el
temor del regreso de los “falsos positivos” a la dinámica habitual del Ejército
no surgió solo por las directivas mencionadas en el apartado anterior, sino
también por el
sonado caso de Dimar Torres, un excombatiente que fue brutalmente ultrajado y
asesinado por soldados, un excombatiente que fue brutalmente
ultrajado y asesinado por soldados, los cuales fueron después sorprendidos y
grabados por la población cercana cuando intentaban ocultar el cadáver. La
respuesta ocultista de los soldados y las declaraciones iniciales del ministro
Botero, quien calificó el suceso al principio como “accidental”, provocaron
muestras amplias de rechazo y una moción de censura en el Congreso que por
desgracia no prosperó.
En un incidente similar,
un joven de 16 años murió
en extrañas circunstancias en La Lizama, Santander, tras haber
agredido con piedras a un soldado e ingresar después al batallón por la fuerza,
y con machete en mano. Aunque el muchacho parecía estar bajo efectos de
psicoactivos, y por el contexto de la situación se hace un tanto nebuloso si
entraba o no como objetivo militar, en un principio se dijo que la muerte fue accidental,
causa de un único disparo de advertencia que rebotó en el pavimento y dio
contra el muchacho. De nuevo Botero y la Fiscalía respaldaron esta versión. Sin
embargo, poco después salió
a la luz un video del momento, donde se escucha muchos disparos más,
mientras alguien azuza a quien dispara con un “pégueselo, pégueselo”. Al margen de si era o no lícita la respuesta
de los soldados, llama la atención la desconexión constante del ministro Botero
con los casos que ponen a prueba su cargo y la facilidad con la que los
militares jalan el gatillo en hechos complicados. Cada vez es más claro la incompetencia
y mala actitud del Ministro de Defensa, y muchos se preguntan qué está
esperando Duque para sacarlo del cargo. Quizás el permiso del acudiente…
Los asesinatos de líderes
sociales también nos dejan el vergonzoso honor de ser el
segundo país donde más asesinan líderes ambientales, con una cifra
de 22 de los 164 asesinados alrededor del mundo por defender causas
medioambientales (sólo nos supera Filipinas con 30). Y aunque como otros
problemas este también cuenta con una responsabilidad parcial de Santos, el
informe de Global Witness reconoce que hay limitaciones en la información
disponible por amenazas a prensa local y la falta de monitoreo por parte de los
gobiernos, por lo cual esas cifras podrían ser incluso mayores, tanto en el año
pasado como el siguiente. Y eso incluye Colombia.
Otra cosa que no ha
faltado es el populismo punitivo. Después del triste caso de Sharik Buitrago,
una niña que fue violada y asesinada en el Guaviare, y cuya fuerte fue muy
mediática por haber sido encontrado su cuerpo en una caneca de basura, el
subpresidente dijo durante un aniversario de la Fiscalía General que era necesario
debatir para aprobar
la cadena perpetua para asesinos y violadores de menores de edad, con el
clásico pseudoargumento del “castigo ejemplar”. No sería la primera ni la
última vez que Duque ha sacado ese discurso populista de cadena perpetua. Incluso
se formó una polémica al hacerse pública la renuncia del presidente de la
Comisión Asesora de Política Criminal del gobierno porque
desde este último se ignoró un informe analítico sobre la cadena perpetua,
que resumía lo que ya sabemos desde hace años sobre la cadena perpetua: no sirve como elemento
disuasorio del delito, no resuelve la ineficiencia judicial que permite la
altísima impunidad en estos casos, es muy costosa, no ayuda a las víctimas, no
contribuye a combatir el silencio y deshumaniza a los victimarios. Todos
deberíamos sentir empatía por nuestros menores, y seguro que nos repugnan las
violaciones a menores y sus autores, pero las tragedias contra la infancia no
pueden ser usadas a la Helena Alegría como trampolín político para crear políticas
vengativas y populistas. Eso es incluso más repulsivo.
Para terminar, mientras
voy escribiendo esta parte de la entrada (quizás la única ventaja de publicar
tan tarde en el mes es que llega mucho material para ir reforzando), nos
enteramos que una porción de los ex comandantes de las FARC, que incluyen a
alias “Iván Márquez”, “El Paisa” y “Jesús Santrich”, publicaron
un video en el monte donde confirman que han vuelto a las armas e
iniciarán diálogos con el ELN para aunar fuerzas, en lo que es muy posible que
incluyan nuevas acciones delictivas. Un golpe contundente al ya maltratado
acuerdo de paz, y un argumento delicioso para los carroñeros del uribismo,
quienes en cabeza del rey golero, por supuesto, ya están pidiendo “revisar los
acuerdos”. Es un escenario tétrico, pero no podemos ignorar que aún hay miles
de excombatientes en las zonas de concentración que siguen apostando al
acuerdo, y que la incompetencia de la Fiscalía y la soberbia e incapacidad del
Gobierno están poniendo en riesgo su situación, al igual que esos comandantes
que jamás, como se temía, tuvieron voluntad de dejar las armas.
Otros: la entrada se hace muy larga, y se hace difícil
darle una forma en común a estos otros hechos, así que haremos unos repasos
cortos por cada tema.
-Perdimos
meses debatiendo
inútilmente las objeciones de Tocineto a la JEP,
las cuales fueron resueltas por la Corte Constitucional: eran una tontería que
ya se había resuelto desde antes. Eso sí, los uribistas no se rinden con querer
reformarla, y ahora tendrán más
motivos para hacerlo.
-Deja mucho que desear también la gestión ambiental de Duque: a un año no ha habido propuestas concretas para resolver diversos problemas de índole ambiental, y además de los homicidios de líderes preocupa su postura sobre el uso del glifosato para la erradicación (no tanto por su toxicidad como por la torpe metodología de aplicación del gobierno), el fracking y, sobre todo, el gravísimo problema de la deforestación, no ayudado por la patética meta de deforestación del Plan Nacional de Desarrollo: 220.000 hectáreas por año, lo que significa que al final del cuatrienio habremos talado más de seis Bogotás.
-Deja mucho que desear también la gestión ambiental de Duque: a un año no ha habido propuestas concretas para resolver diversos problemas de índole ambiental, y además de los homicidios de líderes preocupa su postura sobre el uso del glifosato para la erradicación (no tanto por su toxicidad como por la torpe metodología de aplicación del gobierno), el fracking y, sobre todo, el gravísimo problema de la deforestación, no ayudado por la patética meta de deforestación del Plan Nacional de Desarrollo: 220.000 hectáreas por año, lo que significa que al final del cuatrienio habremos talado más de seis Bogotás.
-Por otro lado, no todo
son malas noticias. Hubo
una reducción del 1,2% en las hectáreas de coca sembrada en 2018;
muy poco, sí, pero quebró la tendencia al crecimiento exponencial. Eso sí, no
solo desacredita un poco la apuesta del gobierno por el glifosato, dado que
esto fue gracias a la sustitución voluntaria del acuerdo de paz con las FARC,
sino que además deja en evidencia que al gobierno sólo le gusta atacar a Santos
cuando les conviene, ya que presentaron este avance como si hubiera sido un
logro de Duque.
-Si en enero aún no teníamos claro qué postre le tenía el uribismo a las iglesias que lo apoyaron durante las elecciones, ahora despejamos las dudas. El pasado julio, el subpresidente aprovechó el Día Nacional de Libertad Religiosa y de Cultos para reunirse con varias iglesias y firmar un acta para analizar la conexión de educación y libertad religiosa, mientras pedía “volver a la conversación de la familia”, lo que se traduce en replantear los alcances en materia de derechos sexuales y reproductivos de gobiernos pasados. Es gracioso en cierta forma: usó el Día Nacional de Libertad Religiosa para poner en peligro la libertad religiosa. Lo que no es tan gracioso es que esto podría abrir las puertas para una eventual injerencia –bueno, mayor injerencia- de las iglesias en la educación pública.
-Otra evidencia del consistente coqueteo del gobierno con la religión fue el centenario de la Coronación de la Virgen del Chiquinquirá, en la cual Duque invitó a todos los colombianos a que “rindamos este homenaje”, y donde afirmó que la Virgen “ha sabido guiar esta Nación en medio de las adversidades para que surja una Colombia de fe”, como si todos los colombianos fuéramos católicos o siquiera creyentes, en un intento vano por aferrarse a la popularidad de un ícono católico ante el desprestigio de su imagen. ¿Hace falta decir que, dado el carácter laico del Estado colombiano y la Constitución de 1991, el presidente no debería hacer estas declaraciones en carácter de primer ciudadano del país?
-Ah, a través de este enlace pueden seguir las horas que han transcurrido desde que el Chonchiken dijo que a Nicolás Maduro le quedaban horas en el poder. Sus intenciones de usar la tragedia venezolana como réditos políticos van sin puerto.
Conclusiones
Como habrán visto, el “año de aprendizaje” de Duque ha
salido bastante costoso. Es cierto que varios de los problemas que ha tenido
que afrontar el lechón son herencia de los ocho años de Juan Manuel Santos,
pero con doce meses calentando la silla de Bolívar ya ha tenido tiempo más que
suficiente para tomar medidas y empezar a corregir esos errores. Ya no puede
seguir echándole la culpa al anterior gobierno, o quejarse de que el acuerdo de
paz con las FARC no venía con instrucciones. Ya no puede seguir pretendiendo
que nada de lo que está pasando es culpa suya también.
Hay algo en lo que Semana
tiene razón en su cubrimiento del primer año de Duque: aún tiene tres años
para enderezar el rumbo. Por desgracia las condiciones no están dadas, tanto
por su poco poder dentro del Congreso como
por esa pusilanimidad de seguir como tamborilero las directrices de Uribe y el –dizque-
Centro –dizque- Democrático. Y con la
reciente trastada de los cuatro ex comandantes de las FARC que armaron secesión,
recibe irónicamente una bocanada de oxígeno que sólo contribuirá a quemarse él
mismo bajo la imagen del “Gran Colombiano”, desesperado este último por conseguir
que su mico cilindrero refleje algún
atisbo de autoridad, experiencia y respeto de los cuales no se dio cuenta que
carecía al escogerlo como sucesor.
A estas alturas, no sé ni
qué es lo que quiero que pase con Colombia en los próximos años, pues estamos
entre ese deseo de ver que Duque la cague tanto que le cierre la puerta de
nuevo al uribismo, y la esperanza de que al menos el país termine menos
golpeado, porque después de todo mis seres queridos están viviendo allí. Habrá,
cuando menos, que mantenerse vigilante y cuestionar, cuando sea pertinente, las
futuras decisiones de un
presidente que se antoja intrascendente para la historia del país.
Saludos.
Comentarios
Publicar un comentario