El Asperger y el dilema del ciempiés

Nunca preguntes al que camina en la cuerda floja cómo mantiene el equilibrio. Si se detiene a pensarlo, se cae.
-Terry Pratchett, Un sombrero lleno de cielo.

Cuando descubres que tienes alguna condición, sea neurológica o de salud, el proceso de aceptarlo y hacer las paces con ello incluye descubrir poco a poco una posible raíz detrás de muchos comportamientos que se han manifestado en el pasado. Al mismo tiempo, esto también puede hacer que en momentos te hagas demasiado consciente de tus limitaciones, inadvertidamente conteniéndote a ti mismo en determinadas actividades o, como suele decirse, cumpliendo por tu cuenta los “presagios” de que fracasarás. ¿Se puede conciliar todo esto?

Tras publicar hace unos meses sobre mi condición como Asperger, me sorprendió toparme con los comentarios de algunas personas que se sintieron identificadas con mi caso. No es que esperara que yo fuera especial de alguna forma, sino que de verdad no imaginé que las reflexiones de un tipo tímido que con frecuencia se enreda al intentar explicarse tuvieran eco en la realidad, así que esa sorpresa es algo que me alegra y aprecio mucho. Por eso quiero hablar de otras experiencias que vinieron a mi mente, y que van un poco de la mano con la forma en que funciona mi cabeza.

Antes de continuar, dejo en claro que yo no soy psicólogo ni psiquiatra. Por lo tanto, aunque relacione lo que yo describa en la presente entrada con su propio comportamiento, no asuma que tiene Asperger sin más, ni crea que lo mencionado aquí es exclusivo de personas con síndrome de Asperger. Sólo estoy describiendo y tratando de contextualizar mis experiencias personales, así que siempre es mejor que consulte con un profesional si tiene algunas sospechas o dudas.

Cuando estás en una carrera que requiere que te apliques a cosas como programas de computación o combinación de reactivos, una mente que trabaje de forma metódica y literal puede ayudarte mucho. Para que me entiendan: si tienes que seguir una serie de pasos para hacer un análisis en un software o trabajar con un protocolo de laboratorio, por ejemplo, se hace más fácil para ti si tu mente está acostumbrada a ejecutar acciones ordenadas de una determinada forma. En retrospectiva creo que eso fue una gran ventaja durante mi pregrado, puesto que tuve que trabajar con extracciones y amplificación de ADN, lo cual requiere adherirse no sólo a protocolos con pasos definidos, sino también a determinados volúmenes de reactivos que son agregados paso a paso. De manera similar, la taxonomía se me daba muy bien, no sólo porque de por sí a mí me encantan los animales, sino también porque tenía la oportunidad de poder identificar y reconocer estructuras de animales y plantas, así como de tomar las correspondientes medidas en los casos necesarios.

El inconveniente es que me resulta muy difícil pensar “fuera de la caja”, como dicen en inglés, porque al ajustarme dentro de patrones regulares de trabajo me cuesta un poco buscar diferentes procedimientos en caso de algún inconveniente. Por ejemplo, si alguna PCR no me salía, era difícil tratar por mi cuenta de pensar en algún cambio en el protocolo para ensayar, como por ejemplo variar el volumen de un reactivo, porque me estoy saliendo por completo de ese patrón establecido. De manera similar, era tortuoso observar los rasgos taxonómicos cuando el animal fijado no queda en la postura adecuada, porque tienes un orden y una tabla que llenar de forma ordenada y si te faltan valores o la medida está mal tomada, pues te trastoca el orden que seguías. Por ello, parte del postgrado es también construir las aptitudes que necesito para reaccionar con inventiva a las eventualidades que se presenten durante el proyecto.

Aunque no lo crean, esto es bastante común entre aquellos que trabajan genética y biología molecular. No literalmente, claro.

Algo relacionado con estas dificultades es que hasta ahora no sé conducir. Primero porque en realidad no me interesa (de momento llego bien a casi todas partes caminando), y segundo porque no me imagino detrás de un volante. Conducir requiere, a mi parecer, una concentración y a la vez desarrollar un automatismo fluido que yo no tengo. Es verdad que puedo seguir de forma ordenada un protocolo, pero mi motricidad fina no es tan buena, y a menudo me quedo reflexionando durante un proceso si ya puse tal o cual reactivo, o si ajusté las pipetas en el volumen correcto. Y ese nivel de obnubilación no es muy recomendable cuando estás en un vehículo, donde poco a poco te formas tu memoria muscular.


Ni hablemos de usar la bicicleta o nadar. Lo primero me costó de nuevo hace unos años, pero me imagino que por ser mucho menos complicado en comparación a un auto es más fácil despertar lo que ya recordabas. En cuanto a nadar, no he recuperado las lecciones que tomé en la infancia.



Muchas de estas anécdotas me recuerdan mucho al llamado efecto del ciempiés, una reacción psicológica que toma su nombre a partir de un poema corto del siglo XIX llamado “El dilema del ciempiés”. La reacción como tal es una perturbación en una actividad que normalmente realizamos de forma inconsciente cuando nos detenemos a reflexionar en ella. El poema lo refleja de forma perfecta:

<<Un ciempiés paseaba contento
Hasta que un sapo burlón
Le dijo: «Cuéntame, ¿en qué orden mueves las patas?»
Le llenó de dudas hasta tal punto
Que cayó exhausto en el camino
Sin saber cómo correr.>>



Esto es lo que se llama hiperreflexión: cuando le prestamos atención detallada a algo que hacemos de forma cotidiana, esa actividad se verá alterada. Por ejemplo, es común que las hombres que hayan sufrido un episodio de disfunción eréctil vuelvan a tener problemas con su, ejem, desempeño, porque en muchas ocasiones se enfocan demasiado en “¿Y si me vuelve a pasar? ¿Será que lo estoy haciendo bien?”, perdiendo entonces la relajación necesaria para dejar que todo fluya con normalidad. Un ejemplo menos traumático es la forma en que caminamos: a menudo, si alguien te dice que caminas raro, terminarás caminando aún más raro porque estarás concentrado en cada paso que das, y eso afecta tu coordinación. ¿Y se han fijado que cuando estamos borrachos e intentamos controlar nuestras acciones, nos vemos graciosos caminando “rectos” o agarrando un vaso de forma extraña? ¡Eso también sería una hiperreflexión! Aunque claro, una que es producto del exceso de psicoactivos.

Si bien es cierto que la ansiedad es una reacción humana muy frecuente, muchas condiciones neurológicas vienen de por sí con cierta tendencia a momentos de ansiedad que son difíciles de manejar, y los trastornos del espectro autista no son la excepción. Para muchas personas con Asperger, no se trata sólo de la ansiedad social o la incomodidad al interactuar con otros, sino también de la ansiedad o incluso el pánico cuando una situación se sale de los parámetros prestablecidos por uno mismo, digamos una rutina o un pasatiempo. Me comentaba un lector en mi entrada anterior sobre el tema que a veces no sabía cómo continuar una conversación cuando la otra persona reacciona de manera diferente a lo que podría esperar, y es así: a mí me pasa con frecuencia en conversaciones que empiezo a imaginar un montón de escenarios y pasos con respecto a una reacción, y las posibles reacciones subsecuentes, y termino tan enredado como el ciempiés que no podía recordar qué pata movía primero.


Diría que si hay algo bueno de ese tipo de experiencias, es que de a poco aprendes a llevar mejor la dirección en las cosas que trabajas, evitando analizar de más algunas situaciones. No es algo ineludible, pero poco a poco lo vas reduciendo. Yo sufro con frecuencia de insomnio la noche antes de un compromiso importante, porque mi mente se pone a mil pensando en un montón de situaciones posibles, y en los últimos meses he podido dormir bien, en términos relativos, antes de ciertos eventos importantes, no sólo porque intento no pensar en esas situaciones, sino también porque no me fuerzo a pensar “¡Duérmete de una maldita vez! ¡Deberías estar descansando!”. El sueño llegará poco a poco por su cuenta, y más fácil si no estás poniéndote tenso pensando que deberías dormir.


Notarán que las imágenes que acompañan este texto son más bien graciosas, y es un poco mi punto. Con el tiempo he aprendido también a no sentirme frustrado por sobreanalizar las cosas, sino más bien a hacer fluir esos momentos de forma que no me afecte mucho, e incluso me río un poco de mí mismo al día siguiente de una noche en vela, no en plan de autodesprecio, sino más bien por curiosidad de cómo voy a obrar ese día y de cuál será la próxima cosa que me hará trasnochar de esa manera. No es muy sano trasnochar a pesar de todo, es cierto, y no aconsejo el evitar buscar algo de reposo; a lo que me refiero es a evitar abrumarme por no haber dormido cuando pasa. Porque si te recriminas a ti mismo por analizar en exceso una situación, terminas entonces sobreanalizándote aún más tratando de no sobreanalizar todo. La idea es no contar de pata en pata para hacer un programa de cómo dar cada paso, sino echarte a andar de una vez.



Y es todo lo que quería compartir con ustedes. Imagino que les parecerá una entrada un poco extraña y enredada pero, como les dije, sólo tenía ganas de compartir experiencias con las que muchos se sentirán identificados, sean aspis o no. Ah, y si ustedes sí tienen interés en aprender a manejar, pueden hacer el esfuerzo, que no tienen por qué creer que tendrán un sapo junto al asiento de chofer preguntando cómo echan a andar el carro cada vez que se pongan tras el volante. Saludos.

Comentarios

  1. Vaya, gracias por la explicación. Estos momentos de ansiedad se parecen a lo que me pasó ayer: Me mandaron a comprar cable eléctrico y una caja de canaletas y ya estaba agobiado porque tenía tareas urgentes esperándome. Supone tiempo ir en coche hasta el polígono, comprar, volver etc.
    Pedí la caja y el dependiente desapareció en el almacén. Entretanto, un técnico, "como Pedro por su casa" entró y salió del almacén con dos bolsas de bridas esperando para firmar el albarán y marcharse. Tardó una eternidad en volver el dependiente con mi caja. A continuación le pedí el cable:
    -¿De qué sección?
    -No lo sé, es para instalar un proyector.
    -Entonces te vale con el de 3x1.
    Tardó otra eternidad en regresar y mis nervios estaban brincando bajo mi aspecto sereno. Cerebro ardiendo. El otro cliente, con su aspecto profesional dentro de un mono con muchos bolsillos y herramientas, me miraba y bufaba. Aparece con el cable. Diez minutos eternos:
    -¿Algo más?
    -Sí, cinta adhesiva.
    -Cuántas. -La respuesta, dudo, me la pienso:
    -Dos -A punto de desaparecer de nuevo en el almacén estuve "ágil" y le dije:
    -¡Ah, y unas regletas¡
    -Cuantas. - Tuve que repensar, las ideas yendo y viniendo, qué cantidad es ridícula, cual no, el técnico me mata, cuántas necesito, los dos me miran, ¿las necesito?
    -Dos.
    Regresa con las cacho cintas 3M y las regletas. Desaparece en un cuarto para emitir la factura. Desde allí me grita: "Son 311 euros"
    Ahí se me fundieron los plomos. Salió él y de la impresora láser con toner reciclado, el papel sucio rayado verticalmente. Le entrego mi tarjeta de crédito. (Madre mía cuando diga que me deben 311 en la empresa)
    A ver, estaba bloqueado pero conseguí mirar por encima sin ver gran cosa en la factura. Los importes grandes eran 96 euros y 160 euros, más o menos. Pensé "Canaletas 160€ - Uff". El jefe dijo una caja, llevo una caja.
    Cuando estaba de vuelta, miro en el primer semáforo y leo "20 Cable 30x1 500 volt. 160€". Ahí me di cuenta del grave error. No había preguntado el precio del cable. Lo han cortado de una bobina y no lo puedo devolver.
    He pasado hundido en la miseria desde la tarde de anteayer, todo el día de ayer y parte del de hoy. Bloqueado en modo estúpido, me repetía. Soy un completo estúpido. Lo voy a pagar de mi dinero. Me han timado. Tengo cara de bobo. Todo el rato buscando modos de explicarme para reclamar, de perder el menor dinero posible. (Le pido que me recoja el cable a mitad de precio. Me va a mandar a la mierda: "Tío, si no tienes ni idea de lo que pides...")
    Cuando entré esta mañana al matadero le digo al dependiente:
    -Es que me llevé el cable y el jefe dice que a 8 euros el metro perdemos dinero en la instalación del proyector, poniendo 10 metros, que son 80, y no ganamos ni 60. - El dependiente dice:
    -Hola. A ver, espera. ¿Tienes ahí la factura?
    -Si. - La empieza a leer
    -Ostras, me he equivocado. Te puse el precio del cable de 30x1 y el tuyo era de 3x1. Si ese ni lo tenemos. Ahora te lo arreglo. ¿Tienes la tarjeta y el ticket de pago?
    Bueno. Se solucionó. Pero lo he pasado fatal al darme cuenta que me quedo tonto sin saber reaccionar, como tantas veces. Y a diferencia de tí, que dices que aprendes, yo no aprendo y me pasan estas cosas una y otra vez.

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    Respuestas
    1. ¡¿Cómo es posible que haya pasado tanto tiempo sin responder?! De veras lo siento.

      Créeme, conozco esa angustia. A pesar de que he ido aprendiendo, todavía me pasa que de vez en cuando analizo de más cuando me pasa algún chasco, o si me toca estar dentro de una situación que yo no manejo. De hecho, recientemente me pasó otro suceso donde surgió inesperado (y disculpa ser tan vago en los detalles, pero fue una cuestión muy personal), no reaccioné de la forma en que se esperaba, me lo comentaron muy directo y eso me puso en una crisis depresiva, porque en efecto me sentí como un idiota. Por suerte se aclararon las cosas y ya estoy mejor, pero siempre habrá algún momento en que vuelvan a pasar cosas así. Aprendemos poco a poco, supongo; al menos, a sentir esas fallas con menos presión. Saludos.

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