Del tráiler de Hellboy a los prejuicios contra pelirrojos
Hace
ya unos diez años, tras el éxito de El
Ejército Dorado, la secuela de la aclamada película de 2004 Hellboy, Guillermo del Toro mostró su
interés en una tercera parte para la historia del detective demonio que trabaja
para la AIDP, nacido de la pluma de Mike Mignola en los cómics. Sin embargo, en
ese entonces estaba ocupado trabajando en el proyecto de El Hobbit. Los años pasaron, y aunque parecía que la idea se estaba
concretando, a principios del año pasado el cineasta confirmó que no habría
otra secuela y Ron Perlman, quien dio vida con su actuación al personaje y
aseguraba estar trabajando en un proyecto de Hellboy, se negó a trabajar sin
del Toro. Poco después, el director Neil Marshall (conocido por películas de
terror de culto como Dog Soldiers y The Descent) tomó la batuta del proyecto
y la saga partió de cero, reiniciando la historia del personaje con una
película llamada simplemente Hellboy que
saldrá a la luz en abril de 2019, y de la cual tuvimos hace poco la oportunidad
de ver su primer tráiler.
No
me gustó el tráiler. La música de fondo me pareció atroz e incompatible con la
secuencia de escenas, y los atisbos de humor se sintieron demasiado forzados,
nada cercanos a la naturalidad de las escenas de comedia de las películas de
del Toro. Aunque la película será clasificación R, aseguran que será más
oscura, más cercana al material original de Mignola (que sí tiene humor, pero
poco y rara vez físico como pasaba a veces en las películas) y es muy pronto para conclusiones apresuradas, ya estoy temiendo
que sufra del efecto Deadpool de darle comedia a un antihéroe no tan cómico,
tal como pasó con Venom que terminó
siendo una película mediocre cuando mucho o peor aún, que sea otro Escuadrón Suicida (y qué carajo, Deadpool 2 tampoco fue tan buena: de hecho fue casi insultante la repetición de escenas y chistes del primer filme). No tengo nada contra
David Warbour, me encanta el trabajo de Ian McShane en American Gods y me gustó mucho Dog
Soldiers, pero aparte de la presencia de Milla Jovovich como Nimue en la
película, y que fue lo más llamativo para mí en el tráiler, la verdad no me interesa
mucho.
Pero no estoy aquí para berrear en plan friki mamón por lo malo que me
pareció el tráiler, sino para comentar algo curioso que surgió a raíz de ello.
Resulta que en cierta página cómic geek de Facebook de la que no voy a decir su
nombre, pero que es muy conocida por armar escándalos por cosas nimias, como
que Anna Diop fuera seleccionada como Starfire en Titans –lo cual criticaron de forma prácticamente racista- o que la
cuarta Avengers se llamará Endgame y no Annihilation, publicó un meme cuestionando de manera similar la
elección de la actriz Sasha Lane para interpretar en Hellboy a Alice Monaghan, personaje que en los cómics es pelirrojo,
mientras que Lane es de ascendencia afroamericana y neozelandesa maorí.
Recordarán ustedes que el año pasado Ed Skrein (Ajax en Deadpool y el primer Daario Naharis en Juego de Tronos) fue seleccionado para interpretar en la película
al capitán Ben Daimio, de ascendencia japonesa, pero decidió pedir disculpas y retirarse
ante las críticas que lo consideraban whitewashing,
siendo asignado Daniel Dae Kim (ya que estamos, tampoco me gusta el diseño de
este Daimio). La dichosa página señaló la “hipocresía” de criticar el cambio
racial del personaje de Daimio mientras se celebra el de Alice.
Antes
de proseguir con el caso de los pelirrojos, maticemos. Es comprensible, que no
justificable, la indignación de muchos con la elección de Skrein: en los
últimos años a Hollywood se le ha criticado mucho por la elección por décadas
de actores blancos como personajes de otras etnias, lo cual probablemente tiene
más que ver con el etnocentrismo particular de cada país que con un racismo
consciente (al menos en décadas recientes) o con el falaz argumento de
“apropiación cultural”. Y entre los que quieren una adaptación exacta de
personajes y los que piden una mayor diversidad en el reparto se hace difícil
ser objetivo y argumentado: si hubiéramos sido estrictos con Thor, todos
los asgardianos debían haber tenido rasgos nórdicos –de hecho, Thor
y Loki deberían ser pelirrojos como en la mitología, y no rubio y pelinegro
respectivamente como en los cómics y el cine-, pero pocos se quejaron por la
presencia de Idris Elba como Heimdall, ya que entregó una actuación sólida. Al
mismo tiempo, si uno fuera honesto al decir que lo que quiere es una adaptación
de Hellboy con actores idénticos a los personajes, entonces debe cuestionar tanto la elección de Skrein como la de Lane.
¿Y qué decir si a Jesús casi siempre es representado como un hombre blanco,
cuando lo más probable es que el carpintero nazareno, de haber existido, habría
tenido piel más oscura y rasgos poco caucásicos?
En
lo personal, si bien Skrein quizás hizo bien al abandonar el papel del capitán
Daimio, no debió disculparse por haber sido seleccionado ni por aceptar el
papel, pues lo primero no estaba bajo su control y lo segundo no es racista. Al mismo tiempo tendría
que ver la actuación de Lane antes de criticarla, pero como muchos considero
que su elección para hacer “más inclusiva” la película probablemente es más
mercadotecnia que un interés sincero en diversidad. A mí me da lo mismo:
después de todo, una adaptación de un trabajo de ficción no tiene que ser un
calco fiel. Esa es la maravilla. Para bien o para mal, los autores de una
adaptación fílmica están en completa libertad de elegir a quien quieran para
representar a sus personajes, e igualmente reescribir los rasgos de cualquiera
de ellos. Si ella hace bien su papel de Alice, el color de su cabello y piel debería
ser lo que menos importa, y si lo hace mal también.
Pero de todo esto surgieron reflexiones en una conversación que tuve con
un par de amigos en Facebook. Uno de ellos compartió la imagen de la susodicha
página, y yo comenté, medio en broma y medio en serio, que la "tendencia" de “me
lo llevo en negro” con los personajes pelirrojos parece ir en serio. Para que
me entiendan, sucede que en no pocas representaciones audiovisuales de cómics,
personajes rubios o, principalmente, pelirrojos son adaptados como actores o
personajes afro, como el caso de los West en The Flash -siendo justos, sin embargo, eso ocurrió porque así lo
cambiaron en The New 52-, la Antorcha
Humana en esa terrible película de 2014 de Los Cuatro Fantásticos, Starfire en Titans y Artemis en La Mujer Maravilla, cosa que no ha pasado desapercibida por los
fanáticos y que en no pocas ocasiones ha generado polémicas absurdas. Por esa
razón, alguien hizo un meme curioso al respecto en alusión a una escena
temprana de Batman inicia donde Fox
le enseña a Bruce Wayne el vehículo militar que usará después como Batimóvil.
Parece
tonto pensar que en estas adaptaciones se quiera suprimir a los pelirrojos, más
allá de que quizás representan rasgos étnicos tan poco comunes y derivados que
para algunos serían el epítome de lo caucásico (cosa que no es exactamente
cierta, aunque es verdad que la mayor proporción de pelirrojos se encuentra en
el norte y oeste de Europa), por lo cual serían una opción fácil de reemplazar.
No obstante, si uno quisiera ponerse conspiranoico como los zopencos que hablan
de “genocidio blanco” porque un Stormtrooper es negro, descubre que de hecho sí
que hay bastante prejuicio contra la gente pelirroja en varios países, y no es
precisamente algo reciente.
Por
ejemplo, la caracterización de los pelirrojos como personas feroces y de mal
carácter ya era mencionada supuestamente por Aristóteles, y los romanos
asociaban el cabello rojo con los galos y otras tribus germánicas al norte de
sus territorios. Con los egipcios la cosa era un poco más compleja: se decía
que Set, el dios del desierto y las tormentas que fue designada por conflictos
sociopolíticos como rival de Osiris (originalmente era la deidad protectora del
Alto Egipto, pero su degradación como dios maligno daría para otra discusión:
la explicación aquí y aquí), tenía piel clara
y cabello rojo al asumir forma humana, por lo cual se decía que los pelirrojos
eran sus sirvientes, y en La rama dorada James Frazer describe que eran
sacrificados por ello, aunque quizás originalmente para tener una buena
cosecha. El caso de Egipto es bastante curioso, pues ahora se sabe que faraones
como Ramsés el Grande eran pelirrojos naturales (y su padre era Seti I; es posible que buena parte de
los faraones en la dinastía Ramésida compartieran ese cabello).
Momia de Ramsés el Grande.
La
cosa no fue a mejor en época medieval, y como siempre en aquellos tiempos, fue
en gran medida por culpa de la Iglesia. El cabello rojo era asociado en esos
días con gente salvaje, desenfrenada y con un apetito sexual desmedido. También
se decía que la combinación de cabello rojo y ojos verdes era una señal clara
de brujería, lo cual gracias a la publicación del Malleus Maleficarum probablemente empeoró la situación de muchos
pelirrojos, y personalmente considero que su tendencia a desarrollar pecas y
lunares grandes en el cuerpo, los cuales también eran tomados como señales de
brujería, influyó también en ese estereotipo. Igualmente en Rumania se decía
que los strigoi, criaturas vampíricas
de su mitología, podían ser identificados por su cabello rojo. Y en países como
España la discriminación tomo además un giro antisemita, asociando a los
pelirrojos con los judíos y su rechazo a Cristo, quizás por figuras como Esaú
–quien no era muy apreciado- y el rey David –cuyo desenfreno sexual e
infidelidad pudo haber sido el origen de ese estereotipo de vida disoluta-,
tanto que por ejemplo Shakespeare representaba a sus personajes judíos como
Shylock y el mismo Judas Iscariote con cabello rojo (esta representación de
Judas como pelirrojo fue común en el arte de la época).
Aún hoy en día hay bastantes casos de acoso y
prejuicio contra pelirrojos en países angloparlantes, especialmente en Gran
Bretaña, donde niños e incluso familias se ven víctimas de persecución e
incluso violencia (¿quizás, en parte también, por regionalismos y xenofobia?
Irlanda y Escocia tienen los mayores porcentajes de gente pelirroja). De hecho,
a una política laborista le tocó disculparse en 2010 por
haberse referido en un mal chiste al secretario de Tesorería de la época como
“roedor pelirrojo”. Programas como South Park o The Catherine
Tate Show no se han cortado a la hora de satirizar esta discriminación y
aunque, como
algunos señalan, es relativamente frecuente ver pelirrojos como
abusones escolares en series de televisión, la realidad es que es mucho más
frecuente que ocurra lo opuesto. Incluso un banco de esperma, Cryos
International, anunció en 2011 que ya no aceptaría donantes pelirrojos de
esperma porque sencillamente la demanda era bajísima para esos rasgos. Como
ven, además es una muestra de que la gente blanca sí que puede sufrir de discriminación, incluso entre ellos mismos.
¿Es posible, entonces, que adaptaciones como la de
Alice Monaghan y Wally West sean una discriminación contra personajes
pelirrojos? No lo creo. Sí respondí cuando comentaba con mis amigos, de nuevo
medio en broma y medio en serio, que con la carga de prejuicio contra esta
población en países como Estados Unidos no sería raro por parte de Hollywood manifestar
cierto racismo inconsciente, ensalzando a una minoría discriminada en pos de
suprimir a otra minoría discriminada. Sin embargo, la realidad es que esta
supuesta tendencia ni es tan clara ni tan dañina a los personajes, tal como
pretenden algunos (la Antorcha, que no es pelirrojo sino rubio, sería una excepción, pero eso es porque toda la película fue basura), así que no
es una persecución contra personajes pelirrojos. Son más bien decisiones
casuales de mercadotecnia en su mayoría (en el caso de Artemis, Patty Jenkins
fue explícita en querer un reparto multiétnico para La Mujer Maravilla), un
intento de capitalizar la discusión sobre diversidad y representación
igualitaria en una mayor taquilla o rating, lo cual termina confluyendo en
resultados idénticos que tristemente conllevan a implicaciones desafortunadas.
Y bien, con esto termino. Como dije cuando explicaba
el caso de Sasha Lane, generar polémicas por la “melanización” de un personaje
es una estupidez cuando ni siquiera hemos visto su caracterización. Esa es la
menor de las preocupaciones que debería tener el fanático de un trabajo de
ficción, a menos que la etnia sea una parte fundamental del personaje como sí
era el caso del capitán Daimio. Si quieren buscar un motivo para una discusión
legítima sobre la adaptación discordante de un personaje, podrían informarse bien sobre el
cambio de Shun de Andrómeda a mujer en la nueva serie de Caballeros del Zodíaco que está adelantando Netflix, pero no porque
se le haya cambiado de sexo, sino por las implicaciones machistas que de hecho
genera, al negarle a un personaje masculino que es un guerrero sagrado la
posibilidad de ser compasivo, emocional y pacifista a pesar de la construcción
social en torno a cómo debe portarse un hombre.
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