Santa Marta está asustando
Primero
que nada debo ofrecer una disculpa si alguno tenía interés de leer esta entrada
la semana pasada. Esperaba tenerla lista para el pasado domingo, pero las
ocupaciones laborales y algunos inconvenientes menores me tienen alejado de
sentarme a reflexionar. Son semanas difíciles, así que es complicado sacar el
tiempo para sentarse a plasmar todas las ideas que tengo, aunque esas sí que
llevan tiempo rondando en mi cabeza, esperando organizarse aquí.
Como
les comentaba en la entrada pasada,
mientras estaba redactándola ocurrió un hecho lamentable en Santa Marta que llenó de indignación a la gente. Un vigilante
llamado Rafael Viloria fue asesinado en la mañana, a plena luz del día, por
unos pandilleros que lo atacaron a puñaladas y pedradas en frente de la mirada
de medio centenar de personas, las cuales no intervinieron a pesar de las
súplicas de auxilio del hombre, e incluso algunos (entre ellos, la madre de uno
de los delincuentes) animaban a los jóvenes a seguir con el espectáculo de
brutalidad. Dos de los asesinos ya fueron capturados.
No
acababa la ciudad de reponerse de esta tragedia, cuando ocurrió otro hecho
sangriento. Dos estudiantes universitarios, amigos desde el
colegio, fueron asesinados en el cerro El Reposo por tipos en motocicleta. Lo incómodo es que el sector es zona habitual para
consumidores de psicoactivos, y como los muchachos al parecer eran consumidores
regulares de marihuana, las autoridades manejan la hipótesis de que fue un
ajuste de cuentas por microtráfico, y no ha faltado el que diga que se lo
merecían por andar de viciosos.
Finalmente,
dos hombres fueron capturados por la Policía en la
ciudad bajo los cargos de abuso sexual a una menor de 14 años. Esto pasaría como un hecho indignante casi usual,
pero lo más inaudito es que en páginas en Facebook donde se hizo eco de la
noticia, algunas personas, de forma muy repulsiva, se enfurecieron por lo que
vieron como un ataque a la honra y buen nombre de los sujetos, ya que seguramente
la víctima dio su consentimiento, y según eso hay muchas niñas vagabundas
(parafraseo lo que dijeron) que se acuestan con hombres por dinero, y que luego
se hacen las víctimas.
En
un tono menos trágico, pero igualmente humano e indignante, en los parques
restaurados en la ciudad son cada vez más los juegos infantiles y máquinas de
ejercicio que aparecen dañadas o desprendidas, con una frecuencia tal que,
siguiendo la réplica del alcalde Rafael Martínez, ya estamos hablando
prácticamente de sabotaje, si no es que simplemente se trata de una atroz falta
de conciencia ciudadana en el mejor de los casos.
En
síntesis, Santa Marta está de terror. Hay mucho que decir de todo esto, pero en
general me preocupa la idiosincrasia de la gente, la pasividad de las
autoridades y el futuro que le espera de mantenerse semejante combinación.
El
primer caso es tétrico, deprimente e indignante hasta la furia. ¿Es posible que
medio centenar de personas dejaran morir ante sus propios ojos a una persona
mientras esta pedía ayuda? Algunos excusarían a los espectadores diciendo que
no quisieron enfrentarse a los pandilleros por miedo, ¡pero los superaban por
como diez a uno! Que todos tuvieran miedo suena atractivo, pero insuficiente.
Desde mi punto de vista, y sin querer ponerme en el lugar de los que dejaron
que esto pasara, creo que también fue indiferencia, la insensibilidad ante
hechos atroces, la fatiga de compasión. Nos hemos acostumbrado tanto a la
violencia, a la ausencia de las fuerzas del orden y la justicia, que presenciar
en vivo y en directo un homicidio es simplemente como un boletín de última
hora: algo que interrumpe el diario vivir y poco más. Es una muestra más de
cuán bajo estamos cayendo como sociedad.
Como
motivo de este acto de brutalidad descarnada, volvieron las discusiones de si
es válido que, dada la incompetencia de la Policía en muchas situaciones, la
gente tome la justicia por su propia mano. Ya he discutido al respecto antes, y mantengo mi postura: eso es primitivo, estúpido y
peligroso. Una bala en la cabeza para los criminales sólo crea más criminales,
y con el tiempo es una pendiente resbalosa, pues con autoridad pronto se
desdibujan los límites entre lo que podría
ser el mundo y lo que creemos que debería
ser, y cualquiera que no encaje dentro de nuestra visión del mundo se convierte
en una potencial amenaza. Entiendo que sea una idea atractiva, pero por favor recuerden
que las guerrillas en Colombia empezaron justamente como movimientos de
autodefensa durante la violencia partidista de los cincuenta, y pronto se
convirtieron en criminales terroristas y narcotraficantes. Los paramilitares
surgieron como respuesta a la incapacidad del Estado para detener a la
guerrilla, y pronto se convirtieron en criminales y terroristas aún más
brutales que trataban con estos mismos “chips” a cualquier persona que les
oliera a izquierda, y buen parte sin ser siquiera guerrilleros. Es increíble
que todavía haya gente tan desubicada, no sé si por ingenua o por cínica, como
para proponer semejante cosa.
Del
segundo hay que decir que no son claras las razones del doble homicidio. Sin
embargo, si los muchachos consumían marihuana, eso no es motivo para
considerarlos delincuentes o malas personas. Es plausible que precisamente por
esa mentalidad, algunos criminales que hoy en día se encargan de hacer las
mismas “labores” de los paracos (pero que no son paracos, esos desaparecieron,
y según más de un uribista hasta falta hacen) los convirtieran en objetivo de
limpieza social, pero creo (o más bien, espero) que las cosas en Santa Marta
aún no escalan hasta este punto. Si acaso vendían droga, el ajuste de cuentas
fue un acto desmedido, y que pudieran estar haciendo algo ilegal no los hace
menos víctimas, aunque quizás más consciente de lo que podría sucederles. Pero
de nuevo, sólo son suposiciones.
En
cuanto a los comentarios sobre los capturados por abuso sexual, me repugna
muchísimo que a estas alturas de la vida haya mujeres tan machistas (porque los
comentarios que mencioné venían principalmente de ellas) que asuman de
inmediato que una menor de edad abusada seguramente era una zorra ofreciéndose
a hombres mayores por dinero, y que capturarlos por ello es una mancha a su
honor. Tal como señaló con mucha sabiduría otra mujer en respuesta a semejante
imbecilidad, con 28 años o con 60 un hombre de verdad no se metería con una
menor de edad, ya sea que se ofreciera o no: querer excusarlo con suposiciones
tan asquerosas es tan inaudito que casi parece comedia negra, y nadie que se
precie de ser un ser humano consciente pensaría semejante cosa. ¿Cómo se supone
que queremos desterrar la cultura machista, si hasta las mismas mujeres lo
quieren perpetuar atacando a su propio género, al punto de excusar algo tan
abominable como la pederastia y la efebofilia?
No sé qué más decir.
No sé realmente qué pensar de la forma en que razona la gente hoy en día. Es
terrorífico y doloroso que la supuesta bahía más linda de América esté nadando en
indiferencia, ausencia de empatía y crueldad. Nos queda un largo camino por
delante si queremos realmente progresar, porque por más que estemos viendo
avenidas restauradas y parques nuevos, es casi imposible crecer como sociedad,
como cultura y como ciudad si ni siquiera somos capaces de comprender a nuestro
prójimo.
Adenda: hace unos días, seis personas fueron asesinadas en
una vereda en Tumaco, Nariño, durante marchas en contra de la erradicación de
cultivos ilícitos (al parecer por incumplimiento de los programas de apoyo del
Gobierno para la sustitución de dichos cultivos) en hechos que aún son
confusos, aunque hasta ahora todo indica que fue la misma Policía la que abrió
fuego contra los manifestantes -de hecho, una comisión de verificación enviada
a la zona fue atacada con aturdidoras y tiros al aire por la misma Policía-. Este
caso deja en evidencia no sólo los problemas de los planes de erradicación y
sustitución de cultivos ilícitos por parte del Gobierno, sino también la falta
de apoyo a los campesinos involucrados en esta problemática, y la poca
consideración de las fuerzas del orden público ante dichas personas.
Y eso que Santa Marta no está en la lista de las ciudades más violentas de Colombia.
ResponderEliminarRespecto a lo que dices yo siempre he dicho que pueden hacer mil leyes, pero si no hay un antes un cambio de cultura, de paradigma, no se puede hacer nada
Es precisamente lo que yo pienso: esa mentalidad como tan aldeana (en el sentido de creer que somos lo mejor) y a la vez apática con nuestra propia situación es lo que tenemos que desterrar primero si queremos hacer que las cosas funcionen.
EliminarNo habría faltado el (me perdonarás la expresión) bobalicón que salga a decir "¿Y esta es la paz de Santos?". Es que ya se volvió maña usar cualquier acontecimiento del país (así no tenga nada que ver con el conflicto) para atacar el proceso de paz. Para la muestra, un botón https://twitter.com/PedroPa72307997/status/1133858269850755079 Similar a la "defensa Chewbacca"
ResponderEliminarSí, es algo muy típico querer desviar el tema con cosas que no van relacionadas ni son consecuentes entre sí. Argumentos falaces clásicos de los que no tienen muchos argumentos.
EliminarPerdón. Se me fue un comentario de más. Sólo iba a hacer uno sólo. Es que creí que el otro se había borrado.
ResponderEliminarSí, ya arreglé. Lo que pasa es que tengo la sección de comentarios adaptada para revisar los comentarios y aceptar o borrar los que llegan, aunque casi nunca he tenido que ignorar alguno.
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