Los Once Censurados y la corrección política
Introducción
El
arte es, con mucha frecuencia, un reflejo de las ideas y costumbres de la época
que representa. Así como nos muestra los logros y maravillas de años pasados,
también puede entregarnos un vistazo de los errores y prejuicios de antaño.
Sería injusto culpar al arte en sí mismo, o incluso a los artistas, que pueden
haber sido prejuiciosos sin pretenderlo realmente, pero sin ignorar que todo
prejuicio en sí es malo. Ahora, esto es un punto de inflexión molesto: por un
lado, muchas personas considerarían que, dado que un libro o un cuadro muestran
una visión estereotípica o discriminadora, entonces debe ser retirado, para que
las futuras generaciones no se contaminen de semejantes ideas; por el otro,
muchos prefieren mantener ese tipo de obras, apreciar su estilo, la fuerza de
su arte, sin dramatizar pero sin olvidar que también tienen su cuota de
oscuridad.
Entremos en materia. Conocen a los Looney Tunes, ¿cierto? Casi no hay persona en el mundo que no haya visto o al menos escuchado a Bugs Bunny, el Pato Lucas, el Correcaminos o a (sigh…) Piolín. Cientos de cortos han sido transmitidos en televisión, y para muchos de nosotros fueron el jugo preferido para acompañar el desayuno en nuestra infancia.
Entremos en materia. Conocen a los Looney Tunes, ¿cierto? Casi no hay persona en el mundo que no haya visto o al menos escuchado a Bugs Bunny, el Pato Lucas, el Correcaminos o a (sigh…) Piolín. Cientos de cortos han sido transmitidos en televisión, y para muchos de nosotros fueron el jugo preferido para acompañar el desayuno en nuestra infancia.
No
obstante, dado que los Looney Tunes y su serie hermana, Merrie Melodies, son
trabajos que constan de décadas de edad, muchos de ellos representan
estereotipos raciales y sociales que para el joven impresionable hoy en día,
propenso a lo políticamente correcto, pueden ser ofensivos. En los últimos años
he visto con desespero cómo algunos cortos han sido editados para retirar tomas
de este estilo, a veces ni siquiera siendo un estereotipo. Rayos, ahora a Chow Hound (un corto que quizás
recuerden por el perro que gritaba: “¿Sin
caldillo?”) le cortan los últimos minutos, dejándolo como una caricatura
con final feliz, porque al parecer (spoilers) ver a un perro harto de carne
hasta la obesidad mórbida y recibiendo la venganza del gato al que explotaba
era demasiado para la gente.
“Esta vez no
hemos olvidado el caldillo”.
Después
de estas caricaturas, existen otros cortos que ya no se ven hoy en día, ya que
parecen imposibles de editar. Un ejemplo es Bugs
Bunny Nips the Nips, creada durante los tiempos de la Segunda Guerra
Mundial, y donde se hacen muchos estereotipos -muy intencionales, en este caso,
dado el contexto histórico- de los japoneses. Y dentro de este grupo, existe
una tercera serie de cortos que no han estado en la televisión desde los
sesenta: los Once Censurados.
La manzana de la discordia
Se
trata de once cortos animados que comparten la particularidad de haber sido
adquiridos en 1968 por United Artists, la cual decidió retirarlos de la
transmisión habitual debido a que contienen estereotipos raciales tan pesados
que serían inaceptables para las audiencias de hoy en día, y que son tan
esenciales para su trama, por decirlo de alguna forma, que no hay forma
satisfactoria de editarlos. Aunque en los últimos años se han podido conseguir
en discos de colección de bajo costo, los Once Censurados nunca han sido
lanzados en las colecciones oficiales de Looney Tunes. Sólo hasta 2010, ocho
cortos del controversial conjunto fueron transmitidos en un teatro de Hollywood
ante una audiencia de críticos e historiadores del cine y la animación.
Escena de All
This and Rabbit Stew (1941), el único corto de los Once Censurados que
incluye a un personaje de Looney Tunes, Bugs Bunny. Otros dos cortos presentan
prototipos de Elmer Gruñón y Porky.
¿Qué
ocurre con estos cortos? Siendo creados entre 1931 y 1944, los Once Censurados
vienen de una época donde la comunidad negra en Estados Unidos no era
precisamente tenida en cuenta. Fuera de músicos de jazz y algunos comediantes,
eran frecuente objeto de burlas y estereotipos que los representaban como
holgazanes, lerdos y de poco estudio. Muchas de estas características se ven
reflejadas en los once cortos, aunque no siempre de forma intencional (ya
explicaré esto). Los estereotipos, los arquetipos de la gente negra representada
en los Once Censurados son, a juicio de los productores, demasiado ofensivos
para la audiencia moderna (especialmente, creo yo, los millenials que hoy en
día parecen gente de papel).
Por
otro lado, a pesar de los rasgos exagerados, la jerga torpe y las costumbres
perezosas de muchas representaciones de la gente negra en los Once Censurados,
algo que el sitio web TV Tropes no
tarda en señalar en la página dedicada a ellos es que “aunque
mucho de ello nace de los estereotipos que eran típicos de la época debe
decirse que este imaginario era visto en muchas películas live action de ese
período de tiempo, incluyendo trabajos con actores y músicos afroamericanos reales
como Louis Armstrong, Stepin Fetchit, Hattie McDaniel, Josephine Baker y otros.
Por ello, en algunos casos estas bromas trataban de ser parodias inocentes que
las audiencias modernas, inconscientes de las cosas referenciadas, encontrarán
ofensivas.”
Algunos
críticos consideran que no todos los cortos del polémico grupo pueden ser
echados en el mismo saco. Por ejemplo, los cortos dirigidos por Bob Clampett, Coal Black and de Sebben Dwarfs y Tin Pan Alley Cats, son considerados un
homenaje a los grandes músicos, ambos inspirados en diferentes animaciones de
la época, y por ello hay quienes piden que sean retransmitidos o incluidos en
futuras colecciones de los Looney Tunes. Aunque al parecer Warner Bros ha
considerado desde hace tiempo la idea, dada la presentación especial de 2010,
hasta el momento ninguna decisión al respecto se ha tomado sobre los Once
Censurados. En todo caso, como ya mencioné antes, estos pueden encontrarse en
bootlegs y colecciones no oficiales, y el lector puede poner el nombre de cualquiera
de los cortos para verlo sin problemas en Internet. De hecho, cuatro de los
Once Censurados ya son de dominio público.
Escena de Tin
Pan Alley Cats (1943).
¿Serían bien recibidos hoy en día?
Un
hecho es que, a pesar de que la Warner ha editado o retirado del aire muchos
cortos de Looney Tunes con chistes estereotípicos o violentos, muchos hemos
visto esas caricaturas tal como fueron creadas originalmente, supongo que
porque las estaciones y canales que transmitían los cortos sindicados nunca se
preocuparon mucho por la censura. Recordemos que aquí podíamos ver Dragon Ball Z y Los caballeros del Zodiaco en toda su violenta gloria, así que un
esquimal persiguiendo a un pingüino para matarlo, cosa además ilógica por donde
se vea, no era una gran preocupación entonces.
Warner
Bros ha sido consciente de esto, y muchos de esos cortos editados o retirados
han sido incluidos en su forma original en la Looney Tunes Golden Collection, dejando de lado obviamente a los
Once Censurados. Por supuesto, teniendo en cuenta el resquemor de las
audiencias modernas ante lo políticamente incorrecto, desde el Volumen 3 de la
colección, donde empiezan los cortos polémicos, incluyen advertencias al
respecto. En este volumen, la actriz Woopi Goldberg hace un comentario inicial
al respecto, diciendo que a pesar de que muchos de los chistes en esos cortos están
mal, son presentados sin editar porque hacerlo sería lo mismo que negar que
alguna vez la sociedad fue prejuiciosa, y que esta es una parte de la historia
que no debe olvidarse. Desde el Volumen 4, la introducción incluye una corta
viñeta con el mismo espíritu de este mensaje.
“Las caricaturas
que están a punto de ver son producto de su tiempo. Pueden representar algunos
de los prejuicios étnicos y raciales que eran comunes en la sociedad
estadounidense. Estas representaciones eran erróneas entonces y son erróneas
hoy. Aunque lo siguiente no representa la visión de Warner Bros de la sociedad
de hoy, estas caricaturas están siendo presentadas tal como fueron creadas
originalmente, porque hacer lo contrario sería igual que afirmar que estos
prejuicios nunca existieron”. Introducción de Looney Tunes Golden Collection, Volumen 4.
No
obstante, algo que noté al ver el video de la introducción al Volumen 3 en
Youtube (se puede ver con subtítulos en inglés) es que, de hecho, muchas
personas en los comentarios se sintieron ofendidas con el mensaje, pero no
porque fuera una forma facilista de Warner Bros de evadir posibles críticas,
sino por asumir que el público en general es tan pusilánime y susceptible como
los justicieros sociales. No es sorpresa alguna. Muchos crecimos con los cortos
originales de Tom y Jerry y los Looney Tunes, y no por ello somos racistas ni
xenófobos. Que nos traten como si fuéramos bebitos es para muchos algo
exasperante y molesto.
Claro,
esto no significa que los estereotipos étnicos dentro o fuera de las
caricaturas sean aceptables, como tampoco el que muchos creciéramos con acoso
escolar hace que los niños que hoy denuncian sean mariquitas hipersensibles,
como afirmarían algunos de esos que creer que con institucionalizar los
chancletazos y la correa se acabaría el crimen. Sin embargo, hay que conceder
que pocas de esas caricaturas buscaban ser realmente discriminadoras u
ofensivas contra las minorías. Como productos de su tiempo, eran simplemente
parodias o chistes que sólo trataban de hacer reír. Eso no las libra de
responsabilidad, pero permite comprender que no estamos hablando de monstruos
racistas. El mundo no tiene dos tonos.
Ahora,
una cosa es un perro explotando a un gato para conseguir comida, o Bugs Bunny
disfrazándose de Hitler para engañar a los nazis -hay unos doce cortos muy polémicos del Conejo de la
Suerte que no fueron incluidos en un especial de Cartoon Network en 2001-, y otra muy diferente es ver a la gente negra
representada como vagos viciosos y aficionados al juego y a comer patilla
(sandía). ¿Seríamos capaces de tolerar ese tipo de estereotipos?
No
estoy seguro, pero creo que la sociedad ha madurado mucho para comprender temas
tan polémicos. O al menos lo creía, antes de ver que la corrección política ha
tomado grandes espacios en la vida pública, y que eso ha dado aliento a los
racistas de clóset que se sienten “oprimidos” porque sus creencias son una
estupidez. El humor es un blanco frecuente de los justicieros sociales, y ante
tal perspectiva no me atrevo a dar un veredicto sobre la pertinencia o la
reacción que pudiera tener una transmisión libre de los Once Censurados. Claro
que, como ya están en Internet, pues cualquiera que se sienta interesado puede
buscarlos, y el que no quiera ofenderse que simplemente ni los mencione. Si es
que es tan maduro de no pretender que nadie más disfrute lo que él no disfruta.
Creo
que al menos en Latinoamérica, donde nuestra relación con la diversidad racial
ha sido generalmente menos tortuosa de lo que fue en Estados Unidos (ayuda que
seamos mayormente mestizos, así que la idea de “razas puras” es una tontería),
estos cortos podrían ser vistos sin gran tragedia. No obstante, con la
mediocridad de la izquierda local, mejor ni especular.
Ahora,
todo este discurso probablemente no sería sincero si no tuviera un vistazo de
lo que estoy comentando. ¿Cómo sería contemplar los estereotipos de antaño con
los ojos de hoy? ¿Podría defender su exhibición o al menos su existencia, tal
como lo he hecho hasta ahora? Bien, decidí sentarme a ver los Once Censurados.
Veamos qué puede decirse de cada uno.
Los Once Censurados, uno a uno
-Hittin’ the Trail for Hallelujah Land
(Rudolf Ising, 1931)
La
primera animación de los Once Censurados, tiene escenas alusivas a Steamboat Willie, el primer corto
protagonizado por Mickey Mouse, y The
Skeleton Dance, ambos de Disney. Los protagonistas son Piggy (un cerdito
que posteriormente fue asimilado por Porky), su novia y un perro como Tío Tom
(estereotipo del negro trabajador, pero servil). Aparte de este último, que se
ve más como un carretero cansado –algunos críticos dicen que representa al
negro supersticioso, pero cualquiera se asustaría con un trío de esqueletos
saliendo de sus tumbas-, los otros personajes “ofensivos” son un trío de
músicos sobre un barco de vapor, todos animales pero con rasgos del blackface. Siendo justos, es en realidad
una historia muy leve, y aunque un tanto estereotípica, no veo realmente que
sea como para impedir su exhibición.
-Sunday
Go to Meetin’ Time (Friz Freleng, 1936)
Sí,
el legendario Freleng tiene a su haber trabajos polémicos, dirigiendo cuatro de
los Once Censurados. Igual de jocoso, pero menos inocente que el corto
anterior, en este la historia transcurre durante un domingo de iglesia en un
pueblo donde sólo vive gente negra, donde el protagonista, Nicodemus, deja de
ir al servicio religioso para jugar a los dados y robarse un pollo, por lo que
termina imaginando, tras un golpe, que es enviado al Infierno. Al margen de los
rasgos caricaturizados de estilo blackface
y la alusiones al minstrel show
(espectáculos donde actores blancos cantaban y actuaban pintados como negros),
aparecen muchos chistes bastante estereotípicos que llegan a ser insultantes
(en un momento, un grupo de niños son embetunados en la cabeza para darles
brillo, cual lustrabotas). Lo curioso es que en muchos momentos me reí, pero al
mismo tiempo me di cuenta de por qué una animación como esta difícilmente
podría soportarse hoy en día. Y sé que si, por ejemplo, se lo mostrara a mi
madre, que sí es de piel oscura, estaría muerta de risa con esos chistes.
-Clean
Pastures (Freleng, 1937)
Este
corto tiene el dudoso honor de ser el único de los Once que casi fue censurado
antes de su exhibición, pero no por sus estereotipos raciales, sino por la
temática religiosa. En un Cielo llamado Pair-O-Dice
(Par de dados en inglés, con lo que ya empezamos mal), un San Pedro de piel
negra se preocupa por el bajo número de almas que llegan al paraíso, y envía a
un lerdo ángel a tratar de atraer a la gente de Harlem, sumergida en noches de
baile, bebida y apuestas. Al no tener éxito, unos ángeles músicos, caricaturas
de los jazzistas de la época, deciden montar un número musical para llamar la
atención de las personas. Clean Pastures
es considerado una metáfora del reemplazo generacional de los estereotipos
rurales de la cultura afroamericana por unos más urbanos, particularmente el
jazz y los clubes nocturnos. Por ello, por la implicación de que ciertos
géneros musicales de la cultura negra eran superiores a otros, y por el
refuerzo de que la gente negra que emigraba a la ciudad no eran más que
bebedores y apostadores, los críticos modernos son bastante duros con esta
animación.
-Uncle Tom’s Bungalow (Tex Avery, 1937)
Uno
de los tres cortos dirigidos por otra leyenda de la animación, Tex Avery, es
una parodia de la novela La cabaña del Tío
Tom, donde una niña blanca y una negra deciden comprar a al anciano Tío Tom
para salvarlo del látigo de su cruel esclavista. Evidentemente, esta animación
maneja también muchos estereotipos raciales, además de un tema tan espinoso
como la esclavitud, pero es en el fondo un melodrama contado en el estilo
surrealista y caricaturesco muy propio de Tex Avery. Difícilmente podría ser
visto como ofensivo, al menos en mi opinión, y creo que es un corto que puede
pasar fácilmente hoy en día.
-Jungle
Jitters (Freleng, 1938)
Mmm…
La verdad no sé qué decir al respecto. Es más o menos un típico chiste de
caníbales: un perro antropomórfico llega a vender productos caseros a una aldea
africana (los primeros minutos nos muestran a los aldeanos con una vida
tranquila y… extraña). Los nativos deciden cocinarlo, y mientras esperan a que
la olla esté lista empiezan a saquear su maleta, lo que da un curioso choque
cultural. Para colmo, la reina de la aldea, que por alguna razón tiene cara
como de pollo-pelícano y además es de piel blanca -al parecer porque, de
acuerdo con Wikipedia, el Código Hays no permitía representar matrimonios
interraciales en filmes-, decide casarse con el vendedor. No sé: había leído
que este era uno de sólo dos de los Once Censurados que era realmente
desagradable, pero me pareció demasiado surreal como para causar ofensa en
estos días, con excepción del hecho que una mujer “caucásica” gobierne una
aldea africana.
-The
Isle of Pingo Pongo (Avery, 1938)
Esta
es más bien una animación aburrida. Perteneciente a cortos animados de estilo travelogue de Tex Avery, es decir,
aquellas donde el narrador describe un lugar para visitar (las animaciones con
actividades e innovaciones narradas son frecuentes en su trabajo), se trata de
una isla exótica llamada Pingo Pongo, donde los nativos son los típicos
estereotipos de aldeanos africanos de otras animaciones de la época, además de
alusiones a la música jazz (dado que la música aldeana es llamada “ritmo
primitivo”, es quizás esta la única polémica seria del corto). Un personaje
recurrente durante la animación es Egghead, un fastidioso prototipo de Elmer
Gruñón, y que aparecería en otros cortos tempranos de Avery. Tal como Jungle Jitters, este corto tampoco es
algo que pudiera ser muy ofensivo para el público actual.
-All
This and Rabbit Stew (Avery, 1941)
La
última animación de Tex Avery en la lista, y único corto de los Once que
incluye a un personaje reconocido de los Looney Tunes, es la típica escena que
luego veríamos con Elmer: Bugs engañando a un cazador que lo persigue, siendo
este último una sátira del actor Stepin Fetchit y su forma de actuar. Aunque
era común para Warner satirizar a las estrellas de la época, este corto sufrió
poco después los efectos de la crisis en la carrera de Fetchit, quien empezó a
ser visto por afroamericanos y estadounidenses como un perpetuador de los
estereotipos negativos sobre la gente negra; y si bien Fetchit ha sido
rescatado poco a poco de esa visión maniquea, no ha pasado lo mismo con All This and Rabbit Stew. A mi juicio,
es otro corto de los Once que pueden verse sin grandes problemas, si se asume
como la historia usual de Bugs Bunny timando a alguien más tonto que él para
escapar del peligro, sea del color que sea.
-Coal
Black and de Sebben Dwarfs (Bob Clampett, 1943)
Uno
de los defendidos cortos de Clampett, esta animación es una versión paródica
del clásico cuento Blancanieves y los
siete enanos, donde todos los personajes son de piel negra. La historia
está ambientada en la Segunda Guerra Mundial (en la escena donde la Reina manda
a asesinar a So White, el camión de los criminales dice, en su lista de
precios, “Japoneses: gratis”), con el
espíritu de la cultura del jazz, y no se preocupa mucho por estereotipar a sus
personajes con rasgos típicos del blackface y figuras desgarbadas o altamente
sexualizadas (este corto destaca entre los Once por sus insinuaciones
sexuales). A pesar de toda la polémica suscitada, fue incluida en 1994 en una
lista de las 50 caricaturas más grandes, y la mayoría de los historiadores del cine y la
animación la consideran una obra maestra. ¿Para mí? No sé si llega a tanto,
pero ciertamente es una buena adaptación de un cuento infantil, a pesar de los
estereotipos que maneja.
-Tin
Pan Alley Cats (Clampett, 1943)
Segundo
y último corto de Clampett entre los Once, es, como lo mencioné al inicio, un
homenaje a las estrellas de jazz de su tiempo, mientras toma influencias del
clásico de la Warner Porky in Wackyland.
Es un tanto similar en temática a Sunday
Go to Meetin’ Time (un personaje pícaro sufre una pesadilla que le muestra
su mal camino), pero enfocado en los estereotipos urbanos del jazz y la cultura
afroamericana. El corto es bastante surrealista por momentos, e incluye
caricaturas muy deformes de dictadores y generales de la Segunda Guerra
Mundial. En defensa de su trabajo, a pesar de los mencionados estereotipos (los
labios exagerados, las eternas porciones de patilla…), los conocedores del tema
resaltan que los rostros en los trabajos de Clampett son de músicos de jazz a
los que él frecuentaba como amigos, por lo que hablar de racismo es exagerado. Como
un amante del surrealismo, las secuencias dementes en buena parte del corto me
gustaron mucho. Creo también que es una buena animación, y no debería presentar
grandes problemas para el público de hoy.
-Angel
Puss (Chuck Jones, 1944)
El
único corto de Chuck Jones entre los Once, aquí un chico negro trata de arrojar
un saco con un gato al río por unas monedas, pero el animal escapa sin que se
dé cuenta, y luego se hace pasar por su fantasma para atormentarlo. El chico es
otro estereotipo típico: lerdo y de acento difícil de entender. De manera
similar a All This and Rabbit Stew,
es otro de esos cortos que podrían pasar tranquilamente como algo inofensivo si
se le aplicara al muchacho otro color de piel, lo que es un poco hipócrita en
mi opinión.
-Goldilocks
and the Jivin’ Bears (Freleng, 1944)
El
último corto de Freleng y pieza final de los Once es una parodia que fusiona
los cuentos Ricitos de Oro y los tres
osos y Caperucita Roja en una
misma historia, y al igual que Coal Black
and de Sebben Dwarfs, todos los personajes son negros. Los tres osos, aquí
presentados como músicos de jazz, tocan tanto sus instrumentos que deciden
salir a pasear para que se enfríen un poco. Mientras tanto el lobo malvado,
quien se entera que Caperucita Roja llegará tarde a casa de la abuela, se
escapa a la casa de los osos para comerse a Ricitos de Oro (en esta versión,
una mujer muy atractiva). Es también una historia graciosa, pero los rasgos
faciales estereotípicos del blackface y
la imagen del afroamericano como aficionado al baile es seguramente lo que
muchos encontraron difícil de tragar al evaluar la pertinencia de este trabajo.
Conclusiones
Habrán
notado, pues, que en general a mí la mayoría de los Once Censurados no me
parecen tan terribles como los ven sus propietarios y los editores. Creo que
muchos de ellos son bastante graciosos a pesar de los estereotipos raciales, y
que la controversia por estos ha hecho que se ignore, en varios casos, que son
de hecho cortos de calidad, aunque no necesariamente joyas de la animación. Veo
que en muchos casos, la polémica habría sido inexistente si los personajes
tuvieran otros rasgos, pues varios cortos son situaciones cotidianas en las
animaciones de Warner Bros.
No
todos son halagos, por supuesto. Entre los Once, Sunday Go to Meetin’ Time y Clean
Pastures son particularmente controversiales, porque la cosa va más allá de
simples chistes con patillas y rasgos faciales grotescos. Estas dos animaciones
son, a mi juicio, las que seguramente encontrarían más problemas entre el
público habitual para su exhibición. Sin embargo, incluso en estos casos pueden
ignorarse esos inconvenientes, en parque porque la cultura negra en Estados
Unidos es muy diferente a la de Latinoamérica, y para nosotros esos
estereotipos o metáforas se nos pueden escapar muy fácilmente, quedándonos sólo
con la parte cómica.
Jungle Jitters y The Isle of
Pingo Pongo también pueden ser controversiales por el estereotipo de los
africanos como caníbales incivilizados, pero el primero se puede salvar por ser
simplemente parte del humor controversial donde nada es sagrado, y el segundo se
puede hacer a un lado porque es una animación terriblemente aburrida.
Finalmente, Coal Black and… y Goldilocks… pueden ser un poco espinosas
por el trasfondo sexual, pero recordemos que, en un inicio, ninguna de las
caricaturas de Looney Tunes y Merrie Melodies fue pensada realmente para niños.
Puede
pensarse que mi forma de ver los Once Censurados no sea realmente objetiva,
pues yo no soy miembro de una minoría racial, y no faltará el que crea que eso
ya es un impedimento para juzgar adecuadamente estos temas. Sin embargo, tengo
una buena referencia al respecto, y esa es mi propia madre, que sí lo es. Ella
nunca ha tenido muchos problemas con reírse de chistes raciales y gags animados
del mismo estilo, pues simplemente, a su juicio, es humor. Sólo somos dos
personas entre muchísimas más, lo sé, pero creo que muchos otros pueden ver
este tipo de animaciones y quedarse con la comedia, sin tener que ser discriminadores
por ello.
Y
bueno, es todo lo que trataba de hacer. Espero que esta larga reflexión sobre
el tema de censura en la animación y el humor racial haya dado al menos unas
pocas ideas para reflexionar al respecto. Creo que podemos enseñar más a la
gente sobre el respeto y la diversidad si dejamos de asumir que el espectador
promedio es un tarado mental sin derecho a ver lo que puede o no ser ofensivo
para él. El paternalismo social nunca ha sido una buena herramienta.
Comentarios
Publicar un comentario