La pretensión de limitar el humor

Una de las mejores habilidades que tiene el ser humano es la de hacer reír, incluso en los peores momentos de la vida. No solamente hacer reír a personas que pasar por situaciones difíciles, sino también el poder sacar una sonrisa a otras personas aunque uno mismo esté nadando en un pozo de excremento. Obviamente, no todos tenemos la misma habilidad para el humor, pero podemos comprender que una persona con esas cualidades es alguien que sobresale a su manera.

Desafortunadamente, a otras personas les queda algo grande comprender algunos detalles del humor, lo conciben como una sola cosa inalterable, sin matices ni estilos, y por ello persiguen aquello que, en su reducida comprensión del tema, no es verdadero humor. ¿Debería el humor tener límites?

Por ejemplo, con frecuencia hay personas que se ofenden con las caricaturas de Matador. Recientemente, el dibujante colombiano ha recibido comentarios ofensivos por sus constantes críticas al uribismo en sus ilustraciones, tildándolo de guerrillero y sesgado (cuando cualquiera que lo sigue sabe que ha criticado por igual a Santos y al proceso de paz con las FARC). Eso es una cosa, una cuestión política, pero hay otros que se molestan por caricaturas inspiradas en el atroz crimen cometido contra una mujer en Buga, la muerte del dictador cubano Fidel Castro, y la reciente tragedia del Vuelo 2933 de Lamia. Para algunos, que el caricaturista haga una supuesta burla de estos hechos es algo imperdonable, y que no debería permitirse.


Esto no es un hecho nuevo. Ha ocurrido desde que se utilizó la caricatura como sátira política y social. No obstante, desde el episodio de las caricaturas de Mahoma en el Jyllands-Posten, en 2005, el debate se fue recrudeciendo, exacerbado por los fundamentalistas religiosos, que creen que la fe de las personas no debe ser nunca objeto de burla, “pensadores” posmodernos, para quienes toda sátira contra una idea o creencia particular es discriminación étnica y xenofobia, y para los políticos conservadores. Para muchas personas, hay episodios históricos y noticias que no pueden ser tomadas con un matiz humorístico; en el mejor de los casos, que al menos se tenga el respeto de esperar cierto tiempo, tal como lo evidencia la expresión en inglés “Too soon?” (¿Demasiado pronto?).

¿Qué tan válidas son estas posturas? ¿Realmente es pertinente exigirle límites al humor y la sátira? ¿Y cómo podría delimitarse correctamente?

En principio, no hay tal cosa como un solo tipo de humor. Las distintas vertientes del mismo existen para poder adaptar el oficio a las diferentes sensibilidades y comprensión de los espectadores. Es así como hablamos del humor absurdo, que recurre a un escenario surrealista que deforma la realidad (típico de las series animadas como Looney Tunes y Bob Esponja, y algunas series humorísticas como Monty Python y The Young Ones); humor blanco, el que puede contarse a chicos y grandes por igual, porque no tiene nada polémico; humor gráfico, el que se encuentra en la prensa; humor verde, de connotaciones sexuales; humor crudo, que consiste en usar expresiones groseras o violentas para hacer reír de situaciones incómodas; y humor negro, el cual trata temas muy polémicos para la sociedad (también se encuentra mucho de forma gráfica). Es este último el más atacado por las personas que he mencionado, ya que los comediantes que hacen uso de este tipo de humor no suelen tener miramientos a la sensibilidad de las personas.

Pero es que la esencia del humor negro (y su gemelo bastardo, la sátira, que es un enfoque más literario que humorístico) sobre el respeto a las creencias e ideas es que las creencias e ideas no son susceptibles de respeto. El principio de este humor es que todo puede ser objeto de burla o ridículo. Todo, incluyendo temas como el homicidio, la violación, la pederastia y cosas similares. Es cierto que para algunas personas eso puede resultar ofensivo, pero si se trata de ello, lo mejor es simplemente buscar otro tipo de humor: hay muchos comediantes trabajando en los otros. El humor negro puede parecerle crudo e insensible a muchos, pero para otros puede ser divertido, incluso de una forma reflexiva.

Con esto último me refiero a que no siempre se trata simplemente de hacer mofa sobre el tema. Es frecuente que dentro del humor negro y especialmente la sátira, las representaciones aparentemente burlescas de un tema sean invitaciones a la reflexión y el rechazo a un determinado tema. Por ejemplo, las ilustraciones antes mencionadas de Matador no buscan hacer simplemente reír: lo que hacen es realizar homenajes a una tragedia (como en el caso del Chapecoense), reflexionar sobre la ironía de una figura histórica (de ahí que la urna de Castro tenga el logo de Adidas, como la ropa deportiva con que solía aparecer en sus últimos años), o denunciar los males de la sociedad (por ello la tumba de Dora Lilia Gálvez aparece junto a la de Rosa Elvira Cely, otra mujer abusada y asesinada brutalmente). Con este tipo de caricaturas, que son sátiras antes que humor negro, el dibujante colombiano trata de hacer que la gente reflexione o se conmueva.


Que se autocensure un trabajo por la sensibilidad a un tema no es algo exclusivo del humor: ocurre muy a menudo en otros campos. Wes Craven quiso hacer a Freddy Krueger un asesino y violador de niños, pero suprimió lo último porque Pesadilla en la calle del infierno se produjo en una época en que, coincidencialmente, habían ocurrido muchos casos de abuso infantil, y no quiso que se le señalara como alguien que trataba de sacar provecho de esa situación. Episodios de series como Los Simpson han sido censurados en varios países por satirizar a Brasil, a Mao Tse-Tung o Perón; La ciudad de Nueva York contra Homero o incluso el intro de Friends han sido editados para evitar referencias al World Trade Center tras el 11 de septiembre. Warren Ellis dejó Hellblazer luego de que la editorial decidiera no publicar su número 141, Shoot, luego de que se presentara durante la época la masacre de Columbine.

Estos hechos pueden parecer comprensibles, y que se haga humor al respecto puede de un hecho trágico o de una figura que ha muerto recientemente, especialmente cuando se trata de una divisiva como Fidel Castro, Gadafi o Ronald Reagan, puede parecer arriesgado y grosero. Pero lo cierto es que, como yo he mencionado en otras entradas, es imposible evitar por completo las referencias a un trauma o una tragedia, y a menudo pretender que no ha ocurrido, o que las cosas marchaban bien antes de ella, puede ser peor que hacer una sátira al respecto. En cuanto a los famosos fallecidos, recordemos que la muerte no absuelve a nadie de lo que hizo en vida, y cualquiera de los mencionados anteriormente tenían mucho que debe criticarse.

Por otro lado, ¿quién puede señalar cuándo es el momento adecuado no de una sátira, sino incluso de un simple chiste, con una figura histórica? En los Premios Oscar 2013, el comediante Seth MacFarlane, presentador de ese año, hizo un chiste sobre cómo el actor John Wilkes Booth se había metido “dentro” de Lincoln, haciendo una referencia tanto a Daniel Day-Lewis, quien ganó el Oscar ese año por representar a dicho presidente, como al hecho de que Booth fue quien asesinó a Lincoln. Mucha gente reaccionó molesta, y MacFarlane preguntó con sorna: “¿Oh, 120 años, y aún es demasiado pronto?”.

Claro, también depende de la forma en que se presente la sátira o se haga el chiste: que todo esté permitido para burlar o criticar no significa que siempre se haga bien. Hay feministas tan radicales que desean criminalizar el uso de un tema tan polémico como la violación en un contexto humorístico. Sin embargo, la comediante Sarah Silverman ha demostrado que, cuando se hace de forma inteligente, incluso un chiste de violación puede ser reflexivo. Durante su rutina We Are Miracles, Silverman dijo que, tras hacer una broma de ese estilo en una presentación, algunas personas se le acercaron y le dijeron: “Soy una víctima de violación, y déjame decirte que no me gustó tu broma, pero quiero que sepas que entiendo que eso es todo mi culpa, y tú no tienes nada que ver”. Suena crudísimo al principio para muchos, pero si se ve con detenimiento, uno se da cuenta que es la sátira de una postura muy usual y criticable sobre el tema de la violación: que es culpa de la víctima. Es una forma inteligente de, a través de un acto humorístico, criticar una problemática social.

Con esto quiero cerrar. Como es usual, le pido a los que puedan estar en desacuerdo que reflexionen un poco al respecto. Hay muchas formas de humor, y no todas se ajustan a nuestros gustos, pero antes de prohibirlos, quizás debemos tratar de ver entre líneas, más allá de lo aparente. Y si la broma o la sátira no nos gustan, siempre podemos pasar a ver otra rutina, o leer otra caricatura.

Ah, y Don Jediondo es malísimo.

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