La victoria del No, y lo que viene
Como
los lectores habituales saben, fuera de las típicas controversias con respecto
al laicismo, yo detesto hablar de política, aunque inevitablemente termino
dando opiniones y reflexiones al respecto. Y esta vez, son necesarias algunas.
El pasado domingo, 2 de octubre, se celebró el plebiscito para aceptar o
rechazar los acuerdos de paz con las FARC realizados en La Habana. Cuatro años
de negociaciones y dificultades parecen quedar ahora en vilo: en un movimiento
sorpresivo, el No obtuvo la mayoría de los votos por un estrecho margen. Colombia rechazó los acuerdos. ¿Qué sigue ahora?
Los
resultados del plebiscito fueron sorpresivos para muchos, aunque no
necesariamente inesperado. Empecemos por admitir que Santos y las FARC
cometieron muchos errores. Mientras el Presidente tercamente aceptó la opción
suicida de someter los acuerdos a una votación popular que en realidad no era
necesaria ni obligatoria y no ocupó al gobierno en hacer la suficiente
pedagogía sobre los puntos acordados y lo que implicaban, la guerrilla retrasó
por demasiado tiempo en admitir cosas que los colombianos ya sabían
perfectamente que eran ciertos: que tenían menores reclutados, que tienen
grandes sumas de dinero de sus negocios ilícitos, y por supuesto en pedir
perdón por muchas de sus atrocidades. Lo hicieron casi que en conjunto, y
aparentemente con buena voluntad, pero demasiado tarde.
Desgraciadamente,
otros hechos políticos hicieron daño a la campaña por el Sí. En particular
se podrían resaltar la controversia sobre las cartillas de educación sexual y
la farsa de la “ideología de género”, la captura del ex ministro Andrés Felipe
Arias y la salida de Alejandro Ordóñez de la Procuraduría. Estos episodios
ayudaron a darle fuego a la hoguera del mal llamado Centro Democrático, pues el
primero tocó la fibra de la parte más conservadora y fanática de la sociedad, y
las otras dieron para muchos la sensación de que se estaba persiguiendo a los
opositores del Gobierno. Supongo que a los últimos nunca se les ocurrió, por
ejemplo, que Arias enfrenta una condena por el caso de Agro Ingreso Seguro, y
que la reelección de Ordóñez fue demandada hace más de tres años por cuestiones
de corrupción.
No
obstante, la mayor causa del fracaso en las urnas se debe a la red de
desinformación de los promotores del No y a la ignorancia del colombiano
promedio. La mayoría de los que rechazaron los acuerdos muy probablemente nunca
leyeron los acuerdos con las FARC -y qué carajo, muchos en el Sí también
tuvieron el mismo problema-, y así fueron presa fácil de las falacias de Uribe
y sus seguidores, con el cuento conspiranoico del castrochavismo, y de lastres
sociales como Marco Fidel Ramírez, Miguel Arrázola y Oswaldo Ortiz, con la
farsa de que con los acuerdos se iba a imponer una dictadura homosexual en el
país. Infortunadamente, muchos de los que votaron por el No fueron o
guerreristas o fanáticos religiosos, y estos “argumentos” fueron suficientes
para ellos.
En
un país realmente educado, con gente que tenga la costumbre de contrastar la
información que ve en Internet con otras fuentes, que supiera más sobre
acuerdos de paz alrededor del mundo o que al menos se molestara en leer este,
que aceptara la libertad de pensamiento y de culto, y que comprendiera y
respetara la separación absoluta de Iglesia y Estado, tales argumentos falaces
no habrían servido para engañar a la gente. Por desgracia, estamos lejos de ser
un país con esas características, y los resultados demuestran que cada vez nos
alejamos más de serlo.
Por
otro lado, el abstencionismo fue superior al 60%, lo cual seguramente tuvo
mucha influencia en los resultados, aunque nada garantiza que de haber votado,
esa mayoría habría apoyado al Sí. Al menos en algunos casos se puede
comprender: en la Costa, en particular, la sorpresiva llegada del huracán
Matthew afectó significativamente las votaciones. Decenas de ciudades y
municipios se vieron inundadas y paralizadas, salir a votar se nos hizo muy
difícil a algunos (aunque yo pude hacerlo), y en algunos municipios ni siquiera
se pudieron instalar las mesas de votación por los desastres. En votaciones
pasadas, la Costa apoyó significativamente a Santos; es posible que, en
circunstancias diferentes, tal vez habrían cambiado la balanza. Eso sí, nada es
seguro.
Finalmente,
un componente vergonzoso de las elecciones fue ver cómo las grandes firmas encuestadoras fueron también
parte del grupo perdedor. La gran mayoría
de ellas daba por victorioso al Sí, y por un amplio margen. Por supuesto, no
podían prever eventualidades como el ya mencionado huracán, pero también es
cierto que su metodología de encuestas es insuficiente. Quedaron en completo
ridículo.
Por
ahora, dejemos de llorar sobre la leche derramada, y pensemos en las posibles
salidas a esta incertidumbre. Si hay algo en lo que los opositores tienen razón
es que los acuerdos necesitaban mejorarse en muchos detalles, y esta puede ser
una oportunidad para hacerlo. ¿Pero será fácil con el mal llamado Centro
Democrático a cuestas?
¿Qué se puede hacer?
Las
opciones son varias, pero todas tienen un alto grado de dificultad. En
principio, la más obvia es la de llamar a Uribe y su coalición a que se sienten
en la mesa de negociación a sugerir las reformas al acuerdo. En particular porque dos de los puntos más
importantes que el uribismo quiere replantear, la justicia y la participación
en política, son puntos en los que las FARC difícilmente darían su brazo a
torcer. En el primero, ningún grupo
subversivo firma la paz para ir eternamente a la cárcel, y las FARC no son
la excepción, por lo que es difícil que acepten penas más severas. En el
segundo, pretender que los líderes de la guerrilla acepten no poder entrar a la
política es absurdo, y si bien yo tampoco creo que los que cometieron delitos
de lesa humanidad puedan ser elegibles, ni habría votado por ellos (por un lado
ellos han sido criminales, y por otro no hay una sola persona o partido de izquierda
o pseudoizquierda a quien yo considere idónea para votar por ella), querer
reducir el margen de diez curules en el Congreso y 16 circunscripciones
especiales (que de hecho no son todas para ellos) es casi imposible.
Las
declaraciones del senador Uribe tras la victoria del No son aún más pavorosas,
referenciando cosas como “política social
sin poner en riesgo la empresa honorable”, obvia referencia a la Ley de
Restitución de Víctimas a la que siempre se ha opuesto, o “los valores de familia, defendidos por nuestros líderes religiosos y
pastores morales”, frase de marcado tono conservador. Aunque estas cosas
son difíciles de implantar en los acuerdos de paz, son parte de los argumentos
que seguro rondan en su cabeza al sugerir una Asamblea Constituyente, idea que
apoyan otros sectores.
Si
bien la Constituyente suena como una forma más viable de lograr un acuerdo con
las FARC, quienes apostaron a ella desde el principio de los acuerdos, es muy
riesgosa en la práctica. Para el uribismo sería una forma perfecta de darse
beneficios, como reformar la justicia a beneficio de sus “perseguidos
políticos” y resucitar el monstruo de la reelección. Por otro lado, los
movimientos cristianos pueden intentar apelar a ella con el fin de derogar los
logros en materia de derechos humanos que se han alcanzado como la
despenalización parcial del aborto, la eutanasia y los derechos LGBTI, y en
últimas a sepultar el espíritu laico de la Constitución del 91. Una
Constituyente puede desbordarse de los propósitos establecidos y generar
cambios en temas importantes que pueden afectar negativamente a los
colombianos.
Conclusiones
Siendo
directos, una herramienta democrática fue usada el domingo para lesionar la
democracia. Uribe jugó bien sus cartas y ganó, y si bien Santos y los líderes
de las FARC aseguran que seguirán apostando a la paz, es difícil saber si sus
subalternos podrán soportar esta incertidumbre, más crítica en el caso de las
FARC, que ya empezaban a organizarse para la desmovilización con ayuda de
países y entidades internacionales. Santos también ha quedado debilitado con los resultados, y eso dificultará el respaldo que tenga de ahora en adelante.
Visto
desde lejos, es triste que al final todos los actores del episodio del 2 de
octubre -Santos, las FARC, Uribe, los cristianos- estaban pensando únicamente en su capital
político y no en lo que podía ser mejor para el país. Es lo más evidente de los
resultados del plebiscito: una forma de conseguir votos para futuras
elecciones. Esto no es nuevo, por supuesto, pero lo tétrico es que con ello
terminemos dándole tanto poder a esa derecha reaccionaria y cavernaria que
encarnan Uribe, Ordóñez y los líderes de muchos grupos religiosos. Nunca pensé
que ellos actuaran por razones altruistas, ni más faltaba, pero al final el
fracaso del plebiscito hizo obvio, como dijo alguna vez Darío Echandía, que este es un
país de cafres.
Es curioso que ayer pensábamos todos que la gran lección del Plebiscito fue la de no subestimar al uribismo, y ahora sale su patrón a decir que no se van a sentar en la mesa con el resto. Ni pega ni presta el rejo. Realmente deprimente toda esta situación.
ResponderEliminarEso es probablemente lo más enervante del asunto: mataron al tigre, y no usan el cuero. Peor que Boris Johnson y Nigel Farage con el brexit, que se asustaron con el pellejo.
EliminarLo gracioso del asunto es que recién lo primero que propone el Gran Colombiano es que se dé amnistía a los guerrilleros rasos, cosa que ya estaba en los acuerdos. Las mismas vainas, sólo que ahora sí es bonito porque lo dice él. Triste...
Se que suena ingenuo esto, pero espero que el uribismo ceda tanto como las Farc como lo hizo con Hollman Morris
ResponderEliminarPues, probablemente tengan que ceder en algunas cosas. Después de todo, el acuerdo ya está armado, y hacerle modificaciones significativas es difícil.
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