Cómo la Naturaleza nos supera siempre
Un
hecho curioso es que muchas de las cosas que creamos los humanos han sido
inspiradas en las mismas obras que vemos en la Naturaleza, como por ejemplo,
edificios diseñados con base en la organización de los panales de las abejas.
En otras ocasiones, simplemente aislamos lo que necesitamos, como en el caso de
Penicillium y la penicilina.
Sin
embargo, recientemente hemos podido ver que incluso actividades tecnológicas
tan complejas como la manipulación genética ya se han presentado en la
naturaleza. Y no me refiero simplemente a la especiación, de la cual la
selección artificial no llega a ser ni una pálida sombra, sino también a los
organismos genéticamente modificados; es decir, a los transgénicos.
Independientemente de la postura en pro o en contra que el lector pueda tener
al respecto -señalo que yo sí estoy de acuerdo con su uso, pues no hay
evidencias científicas de su nocividad-, es bastante notable que la
transferencia de genes de una especie a otra se haya dado de manera natural.
Para que comprendan cómo ha ocurrido esto, quiero presentarles dos casos
recientemente publicados en revistas científicas.
El
primero involucra a los bracónidos, una familia de avispas que son generalmente
parasitoides de insectos usualmente holometábolos, aunque también pueden
parasitar áfidos o heterópteros. Se los explico: una de estas avispas, por
ejemplo, pone sus huevos dentro de una oruga. Las larvas se desarrollan en el
interior del hospedero, y en la mayoría de las especies les causan la muerte,
aunque otras sólo los dejan estériles. Algunas especies de bracónidos incluso
son usadas como control de plagas en los cultivos.
Un
rasgo muy particular de los bracónidos, descubierto hace poco, es que muchas de
las especies endoparásitas poseen una especie de simbiosis con un grupo
particular de virus, llamados por ello bracovirus, los cuales se replican
dentro de los ovarios de la avispa, y que representan un papel muy importante
en la relación parásito-hospedero, pues se encargan de disminuir las defensas inmunes
del organismo parasitado o retrasar su desarrollo. A tal grado llega la
relación entre los bracovirus y los bracónidos, que el genoma de las avispas
presenta elementos virales endógenos fundamentales para la replicación de los
bracovirus en el ovario, y las distintas especies de bracónidos
endoparasitoides presentan afinidad con un tipo específico de bracovirus.
Y
es aquí donde viene lo más impresionante. Hace poco, un grupo de investigadores
decidió comparar las secuencias de ADN de un bracovirus presente en la avispa Cotesia congregata con y los genomas de
especies de lepidópteros (mariposas y polillas) no hospederas, y el genoma de Manduca sexta, un hospedero habitual de
dicha avispa conocido como gusano del tabaco. Los resultados mostraron que
grandes tramos de secuencias de nucleótidos en el ADN de los lepidópteros
mostraban similitudes superiores al 90% con los encontrados en bracovirus. En
otras palabras, que parte del genoma de algunos lepidópteros es de origen viral, tratándose de
inserciones muy antiguas, biológicamente hablando. Incluso se encontró en un
caso que las lectinas tipo-C (un tipo de proteína) transmitidas a un
lepidóptero de forma viral fueron muy similares a las lectinas de himenópteros;
es decir, que parte del genoma de una avispa fue transferido al lepidóptero a
través del bracovirus, mostrando que existe un flujo de genes entre los dos
órdenes de insectos. ¡Transgénicos naturales!
¿Cómo
ocurre esto? ¿Tiene alguna utilidad? La segunda pregunta es más fácil de
responder. La “domesticación” de genes de bracovirus por parte de los
lepidópteros posee ventajas adaptativas para el hospedero: análisis funcionales
muestran que algunos de los genes transferidos podrían tener la función de
proteger a los lepidópteros contra infecciones por baculovirus, un patógeno muy
común para ellos, por lo cual los bracovirus han representado un papel
importante en la evolución de las relaciones entre lepidópteros y agentes
patógenos.
Por
otro lado, es difícil explicar cómo especies no hospederas de bracónidos pueden
tener secuencias de bracovirus en su genoma. Se ha observado, por ejemplo, que C. congregata puede picar, en
laboratorio, a especies que no hacen parte de su rango de hospederos, y puesto
que muchas orugas pueden ser agresivas hacia las avispas parasitoides, estos no
tienen tiempo de discernir si dicha oruga es apta o no como hospedero.
Considerando estos hechos, se plantea que este comportamiento indiscriminado
permitió que los bracovirus integraran su genoma a lepidópteros que, al no ser
hospederos de las avispas, pudieron librarse de los efectos nocivos de dichos
bracovirus, lo cual resultó siendo una ventaja evolutiva contra otros virus que
infectan insectos.
Producción de partículas de bracovirus, e hipótesis
de la transferencia de secuencias de bracovirus a genomas de lepidópteros.
Tomado de Gasmi et al., 2015.
El
segundo caso proviene de un grupo de animales impresionantes: los tardígrados,
también conocidos como ositos de agua. De ellos ya he hablado en Magufobusters, y pueden leer mi
entrada al respecto si quieren conocer detalles generales de este filo. Lo
que nos compete hoy es, tal como en el caso de los lepidópteros, cómo la transferencia
horizontal de genes, o THG -el nombre científico para la transferencia genética
entre especies- puede haber influido en la evolución de estos espectaculares
animales.
Debido
a que filogenéticamente se ubican en el grupo de los Ecdysozoa (animales con
capacidad de mudar su cutícula) junto a los nematodos y los artrópodos, los tardígrados
han sido considerados como potenciales modelos de estudio de la evolución de
mecanismos moleculares y de desarrollo. No obstante, actualmente sólo el osito de
agua Hypsibius dujardini se encuentra
bajo la secuenciación de su genoma, con lo que ahora hace parte de un grupo de invertebrados
modelos de estudio, junto a la mosca de la fruta, Drosophila melanogaster, y el nematodo Caenorhabditis elegans.
Recientemente,
un grupo de científicos liderados por Thomas C. Boothby, de la Universidad de
Carolina del Norte en Chapel Hill, secuenciaron nuevamente el genoma de H. dujardini, y al analizarlo con un
índice de transferencia horizontal de genes descubrieron que aproximadamente un
sexto del total de genes de este animal, específicamente un 17,5%, es ADN de
origen externo, un porcentaje que supera por mucho al que antes se creía era el
animal con mayor grado de THG, el rotífero Adineta
ricciae, con un estimado de 9,6%. Un análisis más profundo mostró que los
genes externos de H. dujardini son
muy cercanos a bacterias (estas siendo un 91,7% del total de genes foráneos),
hongos, plantas, virus y arqueas (un reino de microorganismos procariotas
semejantes a las bacterias). Si bien de esto no puede concluirse que todas las
especies de tardígrados tienen el mismo grado de THG, o que lo tengan en
general, sin duda dicha presencia de genes externos puede haber contribuido a
la capacidad de H. dujardini para
soportar condiciones ambientales extremas.
A. Imagen de un tardígrado. B. Porcentaje de
cobertura de genes eucarióticos base de Hypsibius dujardini y otros organismos
modelo. C. Fuente de genes en el genoma de H.
dujardini. D. Proporción de genes de THG vs número total de genes por tamaño
de andamio. Tomado de Boothby et al.,
2015
¿Y
cómo se dio la transferencia de genes? Bien, la hipótesis al respecto se basa
en que, cuando los tardígrados entran en criptobiosis, al suspender su
metabolismo su estructura macromolecular se hace más inestable, incluso en su
material genético, si bien las sustancias que sintetiza para entrar en dicho
estado le ayudan a mantenerla. Al rehidratarse, entonces, las membranas
celulares pueden tener fugas momentáneas, lo cual permite que macromoléculas
externas entren al citoplasma, y la estructura del ADN puede romperse, si bien
hay mecanismos de reparación muy buenos. Teniendo esto en cuenta, es muy
probable que, a través de los períodos de desecación y rehidratación, los animales
criptobióticos como tardígrados y rotíferos
puedan integrar ADN de otros organismos al suyo.
Son
casos muy interesantes, y muestran que es muy posible que la THG tenga gran
influencia en el desarrollo evolutivo de varias especies. Esto hace aún más
curiosa la protesta de algunos antitransgénicos que siempre afirman que la
modificación genética es antinatural. Sin duda, de poder hablar, la Naturaleza
les diría que están terriblemente equivocados, y que de hecho ella lleva
haciendo millones de años lo que a nosotros nos ha costado unas cuantas décadas
en perfeccionar lo que hacíamos desde unos pocos miles.
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