Hipocresía en la libertad de expresión
Una
larga ausencia de la Internet y la televisión me ha mantenido alejado de muchas
cosas que ocurrieron a principios de este nuevo año. Pero aquí estoy, y no ha
sido un buen principio. Apenas el 7 de enero 11 personas murieron en un tiroteo
en la sede de la revista francesa Charlie Hebdo (conocida por sus caricaturas
satíricas), a manos de fundamentalistas islámicos. Como suele suceder, ha
corrido mucha tinta con respecto al asunto, unos apoyando a la revista, y otros
que han insinuado que “se lo buscaron”.
Con
motivo de apoyar a la revista y su derecho de expresarse libremente, en Twitter
y otros medios sociales se lanzó la etiqueta Je suis Charlie (Yo soy Charlie), la cual ha tenido mucho apoyo, a
pesar de las críticas de algunos despistados. Como es natural, en Colombia
muchos han seguido la misma tendencia. Es irónico, sin embargo, que se defienda
la libertad de expresión en un país donde hace unos meses la gente se indignó
por una imagen donde dos futbolistas aspiraban espuma en la cancha como si
fuera cocaína.
Me
explico. Como los lectores seguro recordarán, la actriz holandesa Nicolette Van
Dam publicó dicha imagen del “pase colombiano” en Twitter, lo que generó una
petición en Change.org para exigir su expulsión de UNICEF, donde ejercía como
embajadora de buena voluntad. El asunto se solucionó a medias con la renuncia
voluntaria de Van Dam, tras varias amenazas de muerte de mis queridos
compatriotas.
El
asunto dio mucho de qué hablar. Yo mismo decidí obviar la libertad de expresión
que Van Dam debía tener y que debía respetarse, y aunque hice eco de no apoyar
la pésima petición de Change, hice saber que la actriz, como embajadora de una
entidad como la Unicef, quizás debió evitar publicar la imagen del “pase”, pues
su cargo podría exigir ciertos comportamientos, tanto dentro como fuera del
trabajo. Sin embargo, ya que parece ser necesario recordar todo el tiempo que
la libre expresión es un derecho,
quiero hacer una concesión: que no
debiera publicar la imagen no significa que no podía hacerlo. Podía, y tenía el derecho, puesto que ninguna
directiva o reglamento de Unicef prohíbe tal cosa. Insisto en que no existe el derecho universal a no
sentirse ofendido, y por ello, los sentimientos de miles de colombianos no
son razón para atropellar la libertad de expresión de Van Dam. La petición de
Change.org fue sólo una muestra de la inmadurez social de nuestro país.
Si
la indignación de muchos colombianos por la imagen del “pase” fue evidencia de
mentalidad inmadura, el uso de Je suis
Charlie por esos mismos colombianos indignados es hipocresía pura. Estamos
listos para defender el derecho de una revista satírica a criticar el
fundamentalismo musulmán, pero nos sentimos ofendidos por una imagen del mismo
estilo dirigida hacia nosotros. Algunos dirán: “¡Pero la imagen de Van Dam no era satírica! ¡Era una burla y una ofensa
a nuestros jugadores colombianos!” Pregunta: ¿Y? Los fundamentalistas
también estaban ofendidos por la sátira a sus creencias, pero eso no los
justificaba a abrir fuego contra gente inocente. De igual forma, la imagen del
“pase colombiano” bien pudo ser ofensiva para muchos, pero no por eso debía
pedirse la renuncia de Van Dam. Es estúpido pensar que la indignación nos dé
derecho de pasar por encima de los derechos de los demás.
Otros
sinsabores quedan con la campaña. Más de uno ha escrito insinuando que la
publicación de imágenes satíricas con contenido ofensivo tiene sus
consecuencias, y han acusado de racismo y xenofobia a Charlie Hebdo, incluso
afirmando Je ne suis Charlie (Yo no
soy Charlie). ¿Cómo racismo, si el Islam no es una raza o una etnia, sino una
religión? ¿Cómo xenofobia, si no todos los árabes son musulmanes, ni todos los
musulmanes son árabes? Y sobre todo, ¿cómo se puede llegar a insinuar o afirmar
que la reacción de los fundamentalistas era de esperarse, y por lo tanto debió
evitarse provocarlos? Terminamos mostrando con esto dos actitudes equivocadas:
confundir cualquier crítica al islam o a la religión con discriminación, y
justificar indirectamente a los criminales. Nos terminamos autocensurando a
nosotros mismos, y en ese paso terminamos renunciando a nuestro derecho a
disentir de las opiniones de los demás.
Repito,
criticar las posturas de una religión a través de imágenes satíricas no es discriminación. Criticarlas a
través de cualquier cosa no es
discriminación. Y nuevamente, publicar imágenes burlonas de una persona tampoco es discriminar al país al que
dicha persona pertenece, por más que esa persona represente a dicho país. Todas
son actitudes razonables entre cualquier persona que busca diferir o
simplemente burlarse de alguna opinión. Es cierto que el humor negro y la
sátira pueden ser crudos para muchas personas, pero eso no es derecho para
censurarlos. La mejor forma de no ofenderse por una imagen satírica es pasar la
página. Una lástima que este no sea un consejo útil para los fundamentalistas
islámicos, que creen tener el derecho de imponer a otros sus creencias y dar
forma a sus costumbres con base en su propia y ridícula sensibilidad.
No supeditemos nuestro derecho a opinar lo que
pensamos por creer que ofenderemos a alguna persona, ya sea amigo, amante,
familiar o un simple desconocido. Eso quizás cambie la forma de expresar una
idea, pero nunca debe ser razón para modificar dicha idea, ni lo que se busca
decir a través de ella. Por eso, en vez de simplemente colocar una etiqueta, y
tratando de ser fiel a ese principio de libertad, comparto a continuación una
serie de imágenes satíricas de Charlie Hebdo.
Portada de Charlie Hebdo tras el atentado.
P.D.
Para una observación más detallada de la polémica en torno al atentado de
Charlie Hebdo, recomiendo el análisis de
tres
partes
del venezolano Gabriel
Andrade, y el artículo ¿Je suis
Charlie? Un poco tarde de Kenan Malik, traducido
por mi amigo David Osorio en su blog De Avanzada.
Excelente entrada, Martín. Je suis Reptilianus.
ResponderEliminarGracias, Tito. Saludos.
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